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cocheros y todos los otros oficiales de los bastimentos, para que todo estuviese á punto para la jornada de Mostagan; este dia fué avisado su Señoría como muchos soldados vendian los esclavos que habian traido de Tremecen, y mandó á D. Alonso de Villaroel, Maestre de campo, que de su parte llamase á Portuendo, atambor general del ejército, el cual hizo echar bando que, so pena de perdimiento de bienes, al soldado que vendiese, los dineros que recibiese y al que comprase esclavo, ninguno fuese osado de comprar ni vender esclavo ninguno ni caballo; preguntándole á su Señoría por qué no daba licencia que cada uno vendiese su esclavo, respondió: «La causa que á esto me mueve es bastarles á los soldados que vendan las cosas menudas, así como lienzos y otras cosas para sus necesidades, las cuales no son muchas, pues aquí se les da racion cada dia de lo necesario; quiero, y es mi voluntad, que los esclavos y esclavas guarden en la cibdad adonde á ellos bien visto les fuere, para cuando hayamos concluido la jornada de Mostagan y Benarax; y pues yo les tengo de dar naves á mi costa en que vuelvan á sus casas, quiero que no vayan disipados, sino que lleven mejoría más de la que truje

ron, y se parezca lo que en la cibdad de Tremecen hubieron, y ésta es mi intencion, que vayan mejorados. » Y los caballos y otras bestias para que en esta jornada de Mostagan sirvan, y así juntándose lo que en esta jornada de Mostagan Dios nos dará, con lo que acá tenemos, todos iremos honrados á nuestras tierras.» Y así fué loada la sancta intencion del Conde, y todos á una voz dijeron que era muy bien hecho, y así lo aprobaron por bueno.

CAPÍTULO XLIII.

De la muerte de Don Hierónimo de Córdoua, sobrino del Conde, hijo de Don Martin de Córdoua, Señor del Albayda, y de lo que en ella se hizo.

Juéves, 15 del dicho mes, murió Don Hierónimo de Córdoua, hijo de D. Martin de Córdoua, Señor del Albayda, que como ya dijimos en el capítulo pasado, cuando los moros llegaron á la puerta de Fez, salió este caballero sin celada y fué herido en la cabeza, y vino á la cibdad de Orán y murió este dia; y fué así, que en su muerte se hallaron todos los caballeros y

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señores que en esta sancta jornada iban; y para los que se pudo haber luto, lo llevaron, y el Conde mandó juntar á su enterramiento á todos los Capitanes con sus banderas, las cuales iban casi tendidas por el suelo, y los atambores todos destemplados, los cuales hacian un sonido muy doloroso; y bien era razon, porque él lo merescia y murió en tal demanda: iba su Alférez á caballo con su bandera, todo cubierto de luto; fué sepultado en el monesterio de Sant Francisco; iba acompañado el cuerpo, como dicho habemos, del Conde y todos los demas, llevando en medio dellos á su padre, el cual iba acompañado con toda la clerecía y frailes de los monesterios de Sant Francisco y Sancto Domingo, y toda lo cibdad; y juntamente con él murió este propio dia el jurado Pero Hernandez, el cual fué herido en la batalla del campo de Hauda-Benjafar, que fué la grande, á legua y media de Tremecen, dia de Sancta Agueda. Este dicho dia mandó el muy ilustre señor conde de Alcaudete embarcar todos los enfermos y heridos que en esta sancta jornada habian adolescido, en una nao que se llamaba Los tres reyes, en la cual mandó meter mucho bizcocho y pan fresco, y pasas y vino, y doce carneros en pié, con su

médico y çurujano, y mandó á mí el auctor, que viniese con ellos como enfermero, como ántes lo era, y mandó á García de Navarrete, su camarero, que me diese 50 ducados para la jornada, y que repartiese entre los enfermos y heridos; y yo, así como su Señoría lo mandó, hice; y para ello me mandó dar su carta firmada de su nombre, para que en el puerto adonde Dios nos llevase, de la justicia fuésemos bien rescibidos; desembarcamos en el puerto de Cartagena, viérnes de Ramos, que se contaron 16 del dicho mes, á las ocho horas de la tarde, y allí, además de lo necesario qué á los enfermos y heridos se les dió, proveí de cuatro carros en que fuesen á sus tierras.

Plega á Nuestro Señor, muy ilustre y gran señor, que siempre haga Dios, Nuestro Señor, victorioso á vuestra señoría, y así como le ha dado tanta honra sobre la tierra, la cual, en nuestros tiempos ni ántes, nunca Príncipe cristiano ha ganado; así, Él haya por bien de dalle favor para que, cuando deste mundo vaya en el otro, que es su Reino, donde paga los servicios y trabajos, merezca alcancar la gloria ad quam nos perducat. Amen.

AQUÍ COMIENZA

LA

SEGUNDA JORNADA

QUE EL MUY ILUSTRE SEÑOR CONDE DE ALCAUDETE,
SEÑOR DE LA CASA DE MONTEMAYOR, CAPITAN
GENERAL DE ÁFRICA, HIZO LA VÍA
DE MOSTAGAN.

CAPÍTULO PRIMERO.

De cómo el Conde salió con su ejército de la cibdad de Orán, la vuelta de Mostagan.

P

UES, como ya dijimos en el fin de la primera jornada (*), que fué la de Tremecen, que el muy ilustre señor conde de Alcaudete, Señor de la casa de

(*) Al pié de la página hay una nota de letra del siglo XVI, pero de distinta mano, que dice: «Todo lo que escribe en la primera parte, que él vió, es verdad, la segunda parte que escribe, fué de oidas, y así no dice jo cierto en muchas cosas.>

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