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caron fué de nuevo pedirle hubiese por bien la aceptacion que aceptado habia deste camino y jornada, y que así de nuevo se lo pedia y rogaba y encargaba como á deudo principal y persona valerosa, porque iria muy honrado con la presencia de su persona. A esto respondió D. Martin de Córdoua: «De nuevo torno á decir á vuestra Señoría, que quisiera yo estar con tan buena dispusicion que pudiera servir á vuestra Señoría, como es mi voluntad; mas aunque mi mala dispusicion me excusa, como es notorio, no plega á Dios que para tan sancta jornada haya dilacion, ni ocupacion, ni cosa que parte sea para que se deje de cumplir la intencion y deseo de vuestra Señoría, porque para camino tan venturoso, en el cual Dios, Nuestro Señor, ha de ser servido, y la fama y honra de nuestra española nacion pase adelante, y los triunfos y vitorias de nuestro gran César de nuevo á la memoria de los infieles y reinos africanos venga, y el furor y fuerzas de su muy furibunda mano, á su noticia llegue, y los hechos y hazañas de los antepasados de nuestra nacion, y las maravillas que la limpia y generosa sangre de los de vuestro linaje, agora, de nuevo, con este hecho, en los corazones y en la

memoria de los nuestros de nuevo se sepa, justo es que todos los deudos de vuestra Señoría, y yo, como uno dellos, acompañemos su persona, y para esto nos aparejemos con todo lo necesario; y así, por la parte que á mí toca, de aquí digo que yo iré y porné luégo por obra lo necesario para el camino; y desto que tengo dicho, vuestra Señoría esté seguro». Con este dicho se conformó Diego Ponce de Leon, su primo, y otros amigos y deudos del Conde. Esto hecho, el Conde, con mucha alegría, con ellos se holgó aquel dia, en el cual se platicaron muchas cosas tocantes á su jornada; y así, otro dia se partió muy alegre á su villa de Montemayor, en la cual estuvo por espacio de algunos dias, dando órden á lo necesario para 'su camino, en los cuales dias fué visitado de muchos caballeros de diversas partes.

CAPÍTULO IV.

De cómo el Conde mandó hacer sus banderas y estandartes, y de los colores y escudos dellas.

Reparado el muy Ilustre Señor de los profundos y grandes trabajos pasados en

la villa de Montemayor, y despues de las alegres vistas de la muy ilustre señora Doña Leonor Pacheco, condesa de Alcaudete, Señora de la casa de Montemayor, su mujer é hijos, pone por obra, con muy heróico ánimo y esfuerzo lo que entre las manos tenia, mostrando aquel rostro sereno, aquel bulto hermoso, que los semejantes señores en casos tan árduos suelen tener. Aunque no se deben maravillar, esto digo á los leyentes; si mediante este tiempo alguna persona hallase algun desabrimiento en este señor, quod non credo (*), porque esta empresa que tiene en las manos, más es para Príncipe heredero que no para Conde. Pero gócese vuestra Señoría, que pues la tiene, señal es que sus merecimientos son aptos para merecella; y así, como Dios es justo juez, no se la pudo nadie quitar, porque de justicia le conviene.

Pues estando el muy Ilustre Señor en su villa de Montemayor, envió á su camarero García de Navarrete á la cibdad de Córdoua, con todo lo necesario para sacar las sedas para sus banderas y escudos dellas, las cuales fueron en número de cuarenta y cuatro, muy generosas, de

(*) Al márgen, Autor.

muchos colores, cruces y bandas, y en cada una dellas un escudo colorado con la cruz de Hierusalem, de oro, y el hábito que traen los Caballeros de Sanctiago en medio de la cruz; y esto porque su señoría es caballero de la dicha Órden, con un letrero de oro en torno, que dice: Tu in ea et ego pro ea, que quiere decir: «Vos, Señor, vencísteis en ella, y yo venceré á los enemigos de vuestra santa fe por ella (*).» Confórmese vuestra Señoría con el profeta real David, que dice: Regnavit a ligno Deus, que quiere decir: «desde aquel trono real de la Cruz, será su reino.» Y lo que el Santo Evangelio dice luégo: «que yo sea exaltado en la Cruz, el príncipe malvado Lucifer será alcanzado, y saldrá fuera del mundo»; así, vuestra Señoría, esfuerce ese heróico corazon, que con el favor desta santa Cruz y de aquel que en ella venció, vuestra Señoría vencerá y echará del reino que usurpado tienen de Tremecen á Muley Mahamet, como á enemigo de la honra de Jesucristo, que es el que venció en esta Cruz que vuestra Señoría por divisa en sus armas trae. Con los favores de la presencia desta santa Cruz venció los tormentos de la muerte el glorioso

(*) Autor.

San Andrés, no sólo no teniéndolos, mas rogaba tuviese por bien de le recibir con alegría, porque dice: «yo seguro y alegre vengo á tí, por amor de aquel que venció en tí.»

CAPÍTULO V.

De cómo el Conde eligió sus Capitanes, y los nombres dellos.

Pues despachado el dicho camarero García de Navarrete, luégo el muy Ilustre Señor eligió sus Capitanes, tales cuales convenian para tan sancta jornada, animosos, cristianísimos, hidalgos, guerreros y diestros en las armas; los hombres de los cuales son estos que se siguen:

Estos son los Capitanes de la gente de caballo.

D. Juan Pacheco, General de los de caballo. D. Mendo de Benavides.

D. Gerónimo de Córdoua.

D. Juan de Villaroel.

Alonso Hernandez de Montemayor.
Luis de Rueda.

García de Navarrete, Alcaide y Alférez del estandarte.

Pedro de Valdelomar.

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