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los camellos cargados, ellos se acordarán del Conde.

Iban ya de priesa, é iba la hila de los camellos casi una legua; habia con los camellos más de 2.000 moros; como su Señoría los vió ir, arremetió diciendo: «¡Sanctiago y á ellos!» Pusiéronse luégo los moros en huida, aunque habia al pié de 300 lanzas con los camellos. Mataron 60 moros, porque no quisieron más; y en esta refriega, un escudero mancebo que se llamaba Frias, rindió á un moro, y despues de rendido, con su propia lanza del Frias le dió el moro una lanzada, de la cual murió. Y á esta sazon llegó el alcaide de Mazalquivir, García de Navarrete, y le dió al moro una tan fiera cuchillada en el hombro, que lo abrió hasta las espaldas, y allí lo dejó muerto en el suelo. Trujeron 40 captivos, y 350 camellos, y 15 ó 20 asnos. Púdose por ellos decir que vinieron por lana y fueron trasquilados. Fué tanto el gozo que el ejército hubo de ver tan honrada cabalgada, que no lo sé decir: proveyó Nuestro Señor á la necesidad que de bagax el campo tenia; y luego, otro dia, de mañana, juéves, su Señoría mandó repartir la cabalgada, así de esclavos como de camellos: ya este dia no cabíamos de moros en la cibdad.

CAPÍTULO XXXIV.

De lo que aconteció en los molinos, y cómo mataron al capitan Juan Carrillo y á su Alférez, los moros, con otros -soldados, y de lo que el Conde hizo sobre esto.

Y porque se verificase lo que dice el filósofo, que no hay placer sin que tenga su contera de pesar, y esto porque no sólo tienta Dios en los suyos para que se conozcan, más áun para que no se ensoberbezcan; y es que los ama como verdadero, padre, y porque quiere que merezcan; es así que, como en esta cibdad haya tanta necesidad de moliendas, desmandábanse los soldados á ir á moler; visto esto, porque no peligrasen, mandó su Señoría que cada dia fuesen dos banderas á hacer guarda en los molinos; y fueron este dia el capitan Juan Carrillo y el capitan Clavijo, y estando en los molinos, no haciendo caso de los moros, vínose á la cibdad con su bandera el capitan Clavijo, y quedó con harto poca gente Juan Carrillo; descuidados que los moros viniesen, no hicieron guardia. Descienden por un por

tillo de la sierra, sin que lo sintiesen; por bien que se revolvieron, dieron sobre ellos más de 2.000 moros, y mataron al Capitan y á otros muchos soldados, que serian hasta 35, entre los cuales mataron al Alférez, y le cortaron las manos para tomalle la bandera; y por presto que fueron socorridos, ya el daño era hecho, y ellos subidos en la sierra.

Fué tanto el sentimiento que su Señoría tuvo de la muerte deste Capitan y sus compañeros, que casi no le podíamos ver el rostro, como buen Capitan y verdadero padre; y se vió en harto peligro el capitan Clavijo, porque el Conde le hizo apear, y todo aderezado para degollarle, si no fuera por el señor D. Martin de Córdoua, que le fué buen padrino. Aquí digo que Carrillo murió peleando con los moros, como buen Capitan, y la muerte deste se puede llamar muerte bien aventurada, pues murió peleando con infieles. Consuélome con una cosa, que despues lo pagaron; y aviso á los que en los semejantes lugares fueren puestos, tomen en estos escarmiento y ejemplo.

CAPÍTULO XXXV.

De un reencuentro que hubieron los moros de paz contra los de fuera, y de una solemne burla que el alcaide Abrahen hizo á los moros de fuera á la puerta de Fez.

Viérnes, á 23 de Hebrero, á las dos horas despues de medio dia, vinieron los moros por el puerto, por donde descendieron á los molinos, y por la otra parte de la sierra más de 3 6 4.000 dellos, y llegaron hasta el llano junto á la cibdad, á la puerta de Fez; y porque no podia nadie salir sin licencia del Conde, rogó el alcaide Abrahen con mucha instancia á su Señoría le diese licencia, que él con 'aquellos caballeros moros que en la cibdad estaban, saliesen fuera á escaramuzar con los otros moros de fuera, y que no saliese cristiano ninguno hasta en tanto que fuese vista la necesidad que tuviesen de socorro. Y así, salió el Alcaide y con él algunos escopeteros de los suyos á pié; hízolo este dia como buen caballero, que mató él con su lanza más de cinco, sin los que los otros mataron; fué la escaramuza

entre ellos muy reñida. Estaban á la puerta de la cibdad hasta 400 cristianos tiradores, y el alcaide Abrahen se vino retirando hacia los cristianos para ceballos y metellos en un callejon que se hace entre puerta y puerta, que será una buena carrera de caballo en largo, y como el Alcaide se retiró con sus moros, los contrarios vienen tras ellos pensando que se ponian en huida, y entraron la puerta del callejon con grande ánimo muchos dellos, que serian hasta 300; revuelve sobre ellos con el favor de los cristianos, y dice el renegado Abrahen: «¡ Sanctiago y Nuestra Señora, hermanos, y á ellos!» y dáles una muy solemne mano, en que mataron muchos dellos, aunque entre los cristianos que salieron fué herido D. Hierónimo de Córdoua, hijo de D. Martin de Córdoua, el cual se metió tanto entre ellos, que cargaron sobre él de tal manera, que salió herido en la cabeza de tres ó cuatro cuchilladas peligrosas; y así, se retiraron á la cibdad, porque no paresció á poco rato moro con quien pelear. Esta mesma noche enviaron dos caballeros moros los contrarios con una bandera blanca, diciendo que ya no querian más xarra-xarra; y lo mis mo hicieron otro dia por la mañana, pidiendo paz, y hicieron más que supieron,

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