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nes 8.000 de caballo y más de 60.000 moros de pié, que aunque cada uno otra cosa no haga sino tomar una piedrecita, los haremos á todos piezas; por eso, Muley, no temas, que nuestra es la victoria, y porque veas cómo los vencemos, sal al campo con nosotros. » Y así, le hizo salir para que viese su perdicion. Y fué de tal manera, que á poco rato no tuvimos quien nos diese voces, ni vimos moro en sierra ni en llano. Verificóse aquí lo de Scipion, Capitan de los Romanos, sobre los Cecilianos, cuando dijo: «El enemigo despreciado trae consigo la victoria. » Así fué aquí.

EXCLAMACION DEL AUTOR.

¡Oh, dia glorioso! ¡dia de grande ventura! ¡dia bien afortunado! No pienso yo, por cierto, Señor, sino que vuestra Señoría en algun tiempo hizo tal servicio á Dios, que la paga ó principio della le tuvo guardado para aqueste dia. Dígame vuestra Señoria, ¿qué sintió su corazon despues que hubo alcanzado tal victoria y tan señalada, y contra tanta multitud de infieles? ¿Qué sentísteis, Señor, cuando entrando por medio los escuadrones, despues de vencidos los enemigos, vuestros solda

dos todos, los unos os besaban la ropa, los otros se abrazaban con vuestros piés, y los otros os daban voces de placer, y con lágrimas de sus ojos alababan vuestra victoria? No puedo yo aquí decir otra cosa sino aquello de David: «Este es el dia que hizo el Señor; alegrémonos, regocijémonos en él. » Mucha razon hay que vuestra Señoría se disponga para dar muchas gracias á Nuestro Señor por las mercedes que este dia vuestra Señoría y todos dél rescibimos. Sea vuestra Señoría muy devoto de la bienaventurada Sancta Agueda, pues en su dia alcanzó tan gran victoria y honra, pues es la mayor que alcanzó Aníbal ni Asdrúbal, ni los dos Scipiones romanos, porque así los unos como los otros, aunque se junte con ellos Alejandro Magno, hijo del rey Philipo de Macedonia; porque si estos conquistaban, era con demasiada gente; y vuestra Señoría entró en África veintidos leguas por tierra, á pesar de los paganos, y con la mayor honra que nunca cristianos se vieron, con 300 lanzas y 12.000 peones. Tenga vuestra Señoría en mucho la victoria que Dios le ha dado con tan poca gente contra más de 80.000 moros; y acuérdese de lo que aquí digo, que en este lugar donde á vuestra Señoría presentaron la batalla, se han

dado otras dos batallas, sin ésta, entre moros unos con otros. Y la una fué á su abuelo deste Rey, y la segunda á su padre Muley-Babdillá, y la tercera es ésta que á vuestra Señoría dieron; y en las dos primeras fueron vencedores los reyes de Tremecen, y en esta tercera hobo vuestra Señoría la victoria de todos tres. Este lugar se llama en arábigo Hauda Benjafar. Plega á Nuestro Señor que siempre tenga vuestra Señoría muchas victorias, porque yo siempre sirva á vuestra Señoría como el dia desta batalla lo hice.

CAPÍTULO XXX.

De cómo el Conde entró con su ejercito en la cibdad de Tremecen, y qué tal la halló.

Fué la batalla á poco más de una legua de la cibdad de Tremecen. Llegamos á ella cerca de la noche, á la hora de la oracion. Huyó el Rey y toda la gente de la cibdad, sin quedar hombre en ella; y porque la gente no se matasen unos con otros á la entrada de las puertas, por entrar al saco, con mucha diligencia hizo el Conde alojar

el campo aquella noche en un olivar, á media legua de la cibdad, pasando la puente del rio Ciocif. Esta puente es grande, de tres arcos muy solemnes, y junto á ella, como vamos á la cibdad, está á la mano derecha una torre alta, fuerte y muy bien labrada, y así está la puente, y esto por el temor que dicho es, y porque no dejasen las picas por el saco.

Esta propia noche vinieron muchos moros á dar la obediencia al rey MuleyBabdila. Luégo, de mañana, mártes de carnestolendas, el muy ilustre señor conde de Alcaudete juntó todo su ejército, y salió de los olivares donde nos alojamos, `é fué con su estandarte y gente de caballo á las puertas de la cibdad, las cuales estaban abiertas, y sin ninguna resistencia entró dentro con todo su ejército en la cibdad, la cual estaba despoblada y saqueada de los propios moros, que unos á otros se habian saqueado de tal manera que muy poco hubo que los soldados pudiesen saquear, si no fué trigo, cebada, aceite, manteca, harina, vino y muchas legumbres y alguna ropa, porque desto se podian aprovechar, que habia harto. Mas luégo los soldados fueron á aquella sierra en compañía de algunos de caballo, y trujeron muchos captivos, así moros como ju

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díos, en que fueron de número, en veces, más de 2.000. No es justo quede sin hacer memoria de una cosa tan digna de ser memorada; que luégo, miércoles de la Ceniza, dentro en el Mexuar, que es la casa Real, en el cuarto nuevo que hizo el rey Muley-Mahamet, se celebró el oficio de la Ceniza, donde quedará perpetua memoria, aunque les pese; y en este lugar se decia misa todos los dias que en la cibdad estuvimos, al Conde y sus caballeros.

CAPÍTULO XXXI.

Del asiento desta cibdad de Tremecen, y las particularidades que esta cibdad tiene.

El asiento desta cibdad de Tremecen es el mejor que se vió jamás. Está en un llano, al pié de una sierra muy cercada de muy buenas heredades, con muchas torres y olivares muy buenos, que parece una floresta; y así estaba la cibdad llena de aceite, porque hubo soldado que halló en su posada más de 2.000 arrobas. Es la cibdad redonda como un dinero; tiene la mejor vista que nunca se vió, porque yo

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