Imágenes de página
PDF
ePub

CAPÍTULO II.

De como el emperador D. Cárlos, nuestro señor, le envió la provision de Capitan general para hacer la guerra al Rey de Tremecen, Muley Mahamet.

Pues estando el muy ilustre señor conde de Alcaudete en la guardia y defensa de la cibdad de Orán á ciertos negocios que á su Señoría convenian, los cuales á mi propósito ningun caso hace saberlos, envió de la cibdad de Orán un caballero, deudo suyo, que se llama el capitan Alonso Hernandez de Montemayor, hijo de Diego Ponce, el cual, juntamente con el despacho que de su Señoría llevó á la corte de S. M., volvió á la cibdad de Orán, y trujo una provision patente del Emperador, nuestro señor, en la cual se contenia que le mandaba y encargaba la guerra contra los moros, enemigos de nuestra sancta fe católica, y le cometia su potestad y daba poder bastante, y de nuevo le criaba Capitan general de Africa en su nombre, y le daba su poder cumplido, libre y bastante, como se requeria y requiere para tan alto oficio, como es de

fensor y honrador de Jesucristo, y con todas las libertades que en tal caso se requieren y los semejantes Capitanes generales suelen tener. Presentada la dicha provision por el capitan Alonso Hernandez de Montemayor al muy ilustre señor conde de Alcaudete, rescibida con aquella solemnidad que se requeria, como á provision de su Rey y señor natural, y con el ardentísimo deseo que siempre tuvo de la honra de su Dios y Señor, viendo el deseo tan deseado que tenia efectuado, dijo lo de Sant Juan Bautista: «en esto veo mi gozo cumplido»: y, tomada la provision de S. M. en sus manos, siendo testigos los ojos de lo que tenia en su corazon, la puso sobre su cabeza, y así, imitando aquel valeroso capitan Judas Macabeo, sábado, á 9 de Setiembre del dicho año, posponiendo todo temor á las marítimas aguas, en un bergantin pequeño se metió; y así, con harto afan y trabajo de su muy ilustre persona, pasó y desembarcó en el Cabo de Gata, lugar despoblado y solitario, y de allí fué por aquellos montes á pié hasta la torre de las Salinas, que es tres leguas de la cibdad de Almería, y de allí le proveyeron de cabalgaduras hasta esta dicha cibdad, y así fué hasta sus villas de Alcaudete y Montemayor.

CAPÍTULO III.

De cómo el Conde hizo saber á D. Martin de Córdoua, Señor del Albayda, y Diego Ponce de Leon esta sancta jornada, que al presente se le ofrecia para África.

Pues como ya en otro capítulo pasado digimos, en el cual se dió relacion cómo S. M. del Emperador y Rey D. Cárlos, nuestro señor, dió licencia al muy ilustre señor conde de Alcaudete para hacer esta sancta jornada: venido á su villa de Montemayor, despues de haber reposado por espacio de breves dias, acordó congregar para este sancto camino, como hombre prudente en estos negocios de guerra, todos sus amigos y parientes, los más que él pudiese, considerando que, para tan alta jornada, era necesario el ayuda y favor de los aliados, amigos, propincuos y buenos parientes; y para poner esto en efecto determinó de enviar sus cartas y mensajeros á la cibdad de Córdoua, á D. Martin de Córdoua, Señor del Albayda, primo hermano suyo, y Diego Ponce de Leon, y á otros muchos parientes y amigos, los nombres

de los cuales aquí no van expresados. Visto por D. Martin de Córdoua, Señor del Albayda, y Diego Ponce, ponen por obra y en efecto su camino á la villa de Montemayor. Sabida por el Conde su venida, con mucha alegría y placer los rescibió, y despues de baber reposado de su camino les dió parte de la sancta jornada que se le ofrecia; en el cual parlamento se hallaron presentes: D. Alonso de la Cueva, Comendador de la villa de Bedmar y Aluanchez, y D. Hernando de los Rios, Señor de Hernan Nuñez; y rogándoles y encargándoles, como á buenos y católicos cristianos en tal tiempo le acompañasen, pues iba honra y memoria, hazañas y hechos de todos sus antepasados; y en especial á D. Martin de Córdoua, Señor del Albayda, y como á más propincuo pariente y persona que habia de poner vida y hacienda; el cual dicho D. Martin respondió: «por cierto, señor, quisiera yo que la salud de mi persona estuviera en aquella dispusicion que otros tiempos solia tener, y que haya ocasion para que yo esto diga, no es oculto á nadie, porque ella misma dice y manifiesta mi necesidad, como tengo dicho, de salud; pero ruego yo á Dios, Nuestro Señor, me la dé, y no permita que más me agrave, porque si es

así yo prometo á vuestra Señoría de no faltar en esta sancta jornada con mi persona, hacienda, amigos y criados.» El Conde se levantó y lo abrazó, agradeciéndole mucho su voluntad, porque sabia que habia de ser el cumplimiento muy abundante, y lo mismo hizo Diego Ponce de Leon, y así se despidieron y volvieron á la cibdad de Córdoua á sus casas.

No contento el Conde con esto, pasados algunos dias, y no muchos, considerando que D. Martin de Córdoua, Señor del Albayda, es persona tan valerosa, y que era justo volverle á visitar y traerle á la memoria esta jornada, acordó personalmente salir de su villa de Montemayor y venir á la cibdad de Córdoua, derecho á se apear en casa del dicho D. Martin de Córdoua, para de nuevo traerle á la memoria esta sancta jornada y que no hubiese falta de su compañía, porque el camino es honoroso, en el cual, su principal intento es la honra y servicio de Dios y de su Rey, y vengar la injuria que se hizo á los cristianos en aquella que dicen del rio de Tibida. Sabida la venida de su Señoría, de nuestro Capitan general, se holgó D. Martin de Córdoua mucho, así como era razon, con la venida de tal huesped, y entre las otras cosas que se plati

« AnteriorContinuar »