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tales que dan la vida al comercio y á la industria, procuremos imprimirle una actividad propia á la agricultura llevando la instrucción á la escuela rural, para que la inteligencia vivifique el producto que espontáneamente da la tierra, pero cuyas fuerzas se agotan, siendo preciso restaurarlas con el conocimiento pleno del medio y del fin con que se ejecutan las operaciones.

Ya nadie pone en duda la importancia de la agricultura, pero, preciso es confesarlo, la mayoría de las personas que ban fijado su atención en tan importante materia, se figuran que es fácil la revolución agrícola que emancipe de la rutina esta fuente de riqueza nacional. Pero quien conozca la historia de la instrucción en los pueblos cultos, se convencerá de que la agricultura científica es la que ha evolucionado con más lentitud que cualquier otro ramo del saber humano.

Desde que el hombre tomó posesión del globo en nombre del progreso, es decir, organizado en sociedades, han florecido en diversas épocas y en diversos medios civilizaciones grandiosas, siendo una de tantas la actual, que por un arranque de amor propio nos hemos acostumbrado á considerar como la primera y la más soberbia de todas las civilizaciones que ha alumbrado el sol. El cultivo del suelo, cuyos frutos daban vida y dan todavía á tantos esplendores, se relegó á los esclavos, á las clases más humildes, á las vencidas, y la idea de que los seres de las castas inferiores nacían para trabajar por el sustento de las superiores, fué la causa de que la agricultura se considerase en todos los tiempos como una ocupación vil propia de esclavos. El cristianismo al proclamar la igualdad moral de los hombres ante la Justicia Suprema, podía haber levantado la dignidad del agricultor, y en XVIII siglos de experiencia algo se hubiera hecho por el progreso de la agricultura; pero el cristianismo no pudo abolir la división de las clases sociales, ni destruir los privilegios, y la nobleza, el clero y el ejército pesaron sobre el suelo, no dejando pensar al agricultor, sino exigiendo de la clase inferior el que regase con el sudor de su cuerpo el suelo para euriquecer y alimentar á los dichosos de la tierra.

Hé aquí por qué la rutina se ha apoderado de la agricultura y por qué cuesta tanto trabajo emanciparla por medio de la instruc ción. Ejemplo palpitante de esta dificultad es la Francia misına,

que con todo su espíritu de vulgarización y de progreso aún está sobre la brecha luchando con la preocupación y con un suelo ago. tado. Esto último es lo que ha impulsado á muchos pueblos de Europa á fijar su atención en la manera de mejorar los cultivos y considerar la agricultura como un elemento de vida y de progreso de primera necesidad.

La bibliografía agrícola es abundante; en un medio siglo, el mundo civilizado ha producido mucho bajo el punto de vista científico, y hay materias que no basta ya la vida de un hombre para leer todo lo que sobre ellas se ha escrito, y sin embargo, ni se ha dicho la última palabra, ni el agricultor sabe en un caso dado cómo defenderse de los pocos enemigos que asedian á cada cultivo; ejemplo de ello ha sido la filoxera de la vid, que hace pocos años destruyó grandes viñedos en Francia, y la enfermedad del maguey que también ha hecho grandes destrozos en los magueyales de la República. La razón de este fenómeno es que desde que la agricultura se engastó en el cuerpo de los conocimientos científicos, que se la consideró como una ciencia, los sabios han cultivado sus diversos ramos y han producido obras muy interesantes, pero des graciadamente esas obras no van á manos del agricultor, y aun cuando fueran, serían muy contados, un cinco por ciento por lo menos los que las leerían, porque el agricultor no tiene confianza en las enseñanzas del libro, desconfía de él, y se atiene siempre á la práctica de los antepasados que la juzga inmejorable.

De aquí deducimos claramente el plan de conducta que debe seguirse, inspirado por las circunstancias del medio social en el cual se pretende sembrar las nuevas ideas sobre la difusión de los conocimientos agrícolas. El primer paso debe encaminarse á inculcar en el medio social la utilidad del estudio de la agricultura en las escuelas, y luego inspirar amor á dichos estudios buscando los ejemplos de buenos cultivos y sus rendimientos cuando se han sujetado á las máximas de la ciencia agrícola. Esta conducta por parte de los directores de la enseñanza y el espíritu público, tiene por objeto fundar la primera selección entre el agricultor de progreso y el que se apega á la rutina. Este último será arrollado por el primero, pero antes es preciso formarlo, es decir, convertir el empírico en hombre de ciencia.

Como esta labor es más difícil de lo que á primera vista parece,

bastará á la generación actual hacer que la agricultura sea considerada como una materia de primera categoría en los programas de instrucción primaria. Con esto se habrá conquistado todo lo que se puede conquistar en el último período de este siglo. La generación futura robustecida con las doctrinas de la ciencia habrá realizado en un período más corto lo que la Francia ha tardado medio siglo en conquistar. Aprovechemos la experiencia de los pueblos cultos y llevemos al hogar del campesino la instrucción agrícola, y con ella se le lleva la redención no sólo de la ignorancia y del estado salvaje en que vive, sino de la familia toda que sabrá convertir el sudor de su rostro en un porvenir más tranquilo y más holgado.

Es preciso convenir en que no basta escribir tratados de agricultura y artículos luminosos sobre cultivos, si tienen el veto del capital agrícola, porque jamás llegarán á conocimiento de los hijos de los labradores. Pero se pueden difundir en las escuelas de los pueblos en donde abundan los pequeños propietarios, y estos, con la ciencia que es luz y germen de vida, harán la competencia á la rutina que es oscuridad y germen de muerte. En esos puntos es preciso formar agricultores, siguiendo el espinoso camino que ha recorrido la instrucción agrícola en Francia para llegar á la altura en que hoy se encuentra. Es preciso que en las escuelas normales se formen profesores que sean capaces de enseñar la ciencia agrícola en cada localidad del país, y que por medio de lecturas, excursiones y demostraciones prácticas sobre los cultivos, se comience una cruzada contra la rutina y la ignorancia.

La ley reglamentaria de la Instrucción obligatoria en el Distrito Federal y territorio de Tepic y Baja California, que sirve de modelo para formular las leyes sobre la materia en los demás Estados, en su art. 3o sólo contiene esta cláusula: «Nociones de ciencias físicas y naturales, en forma de lecciones de cosas,» y en el segundo y tercer año se desarrolla este programa dando á los alumnos algunas nociones sobre organografía vegetal, y producciones de la localidad. De aquí á hacer obligatoria la enseñanza de la agricultura, no hay ya más que un paso. Así comenzaron los primeros reglamentos en Francia. Pero la casualidad ha venido. á prestar su ayuda á la evolución pedagógica, haciendo que se dirijan todas las miradas al suelo como elemento de riqueza, y se

presenta el momento oportuno de llevar la enseñanza de la agricultura á las escuelas normales para formar profesores, y de allí á las rurales para formar agricultores. En esta enseñanza está vin culado el engrandecimiento de nuestro país, y creo que no es una utopia el afirmar que el día que todas las escuelas tengan en lu gar de gabinetes cuyos instrumentos no llegan á ver los niños, jardines en donde aprendan el cultivo de las plantas que más se usan en la alimentación y cuyos productos enriquecen á los cultivadores, la República tendrá más elementos de vida, y la mayoría de sus habitantes serán más felices, porque comprenderán el va. lor del trabajo y de la instrucción.

En el momento histórico por que atravesamos despiértase la emulación entre los hombres de ciencia y los pedagogos por alcanzar en el menor tiempo posible la solución del problema para que la enseñanza de la agricultura en las escuelas rurales produzca todos los resultados que de esta enseñanza se esperan. Pero como las reformas en la instrucción primaria no se improvisan, habría de trascurrir algún tiempo para que puedan definirse tanto los métodos prácticos como escogitar los textos más adecuados que den al niño la dosis de ciencia necesaria y le hagan asimilar con ella toda la experiencia en que está fundada esta instrucción. La pedagogía no tiene que demoler para reedificar sobre las viejas preocupaciones escolares, el campo en que tiene que sembrar las nuevas ideas está virgen, sólo tiene que luchar contra la zizaña de la discordia y la mala yerba de la rutina; contra la primera lleva la bandera del buen sentido, la fe en el progreso, el amor á la verdad, y todos los pedagogos que inscriban este lema en su bandera, alcanzarán el triunfo como premio á sus afanes: contra la segunda la ciencia tendrá que triunfar tarde ó temprano.

La Sociedad de Geografía y Estadística que ha patrocinado algunos trabajos de índole semejante al que hoy tengo la honra de someter á su ilustrado criterio y valimiento científico, dará á estas líneas toda la importancia que he tenido intención de imprimirle, y que mi insuficiencia ha dejado tan sólo en bosquejo.

DIJE.

VIAJE DE SAÏGON A BANGKOK

ATRAVESANDO EL CAMBODGE Y EL SIAM.

(Discurso leido ante la Sociedad Mexicana de Geografia y Estadistica,

por Mr. JOHN T. REVILLIOD, socio corresponsal de la misma y miembro de la Sociedad Real de Geografia de Londres.)

Traducción del socio CARLOS ROUMAGNAC

A

NTES de hablar de mi viaje, diré dos palabras sobre Saïgon, donde permanecí un mes, embarcándome en seguida para dirigirme al Cambodge.

Saïgon, capital de Cochinchina, es durante una parte del año, la residencia del Gobernador general de Indochina. Ciudad la más importante de las posesiones de Francia en esa región de Oriente, está situada sobre uno de los brazos del Mekong; pero el comercio no es allí tan próspero como pudiera desearse, y en mi juicio, proviene esto de que los derechos aduanales son excesivos y se imponen á toda mercancía cuya procedencia y manufactura no sean francesas. En el río, pude contar hasta nueve buques alemanes, en tanto que franceses no había más que dos, y en Saïgon existen varias casas alemanas en cuyo poder está casi todo el comercio de importación y exportación.

A cuatro kilómetros de Saïgon encuéntrase Cholön, habitado solamente por chinos y anamitas; estos últimos en muy corto nú. mero. Llámase á veces á Cholön la ciudad china de Saïgon. Atra

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