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hay un paraje, una ranchería, cuyos moradores, en general, son buchones, pintos y sordo-mudos. ¡Verdaderos cretinos condenados al idiotismo y al horror que inspiran!

Agréguese á todo esto la falta absoluta de médicos y de parteras. Los primeros sólo abundan en las capitales, hay algunos en las cabeceras de los Distritos, faltan por completo en los pueblos pequeños y ni se conocen en los campos.

Resultado: los enfermos de aquellos lugares se mueren por falta de auxilios médicos, y las parturientas lo mismo, debiendo añadir, respecto á estas, que como en todas partes hay comadronas empíricas y sobre todo ignorantes en la extensión de la palabra, no sólo matan ó dejan lastimadas á muchas de las mujeres que asisten, pues las cuelgan de los pies con la cabeza hacia abajo, las mantean, las operan con algún vidrio, les propinan á su antojo el zoapatle y otras sustancias peligrosas, y hacen con ellas otra multitud de barbaridades, sino que ocupándose del infante, practican con él tales atrocidades, sugeridas por la superstición y la ignorancia, que generalmente lo matan.

Entre las operaciones bárbaras que he visto practicar con mucha frecuencia á esas gentes, no sólo con los niños sino con los adultos, es la que llaman levantar la mollera, pues casi todas las enfermedades las atribuyen esos curanderos y curanderas á la caida de mollera; y la operación consiste en introducir los dedos pulgar é índice hasta la epiglotis y apretar las parótidas con fuerza hasta desangrar al paciente, que por lo regular perece á consecuencia de la inflamación que le produce ese género de operaciones.

Respecto á los animales, nada extraño es ver en algunas comarcas los ganados lanares invadidos por estas y otras enfermedades, y el vacuno y caballar diezmado por el gusano, la ranilla y otros males, así como por enfermedades contagiosas como el muermo, la roña, etc., sin que se tome medida ni providencia alguna, si no para curarlas, al menos para evitar el contagio; y las paredes de los establos, las piedras de los corrales y aun las yerbas del campo, ya infestadas, son un medio muy seguro para la propagación de esos males que tantas pérdidas y perjuicios ocasionan no sólo al propietario de los animales enfermos sino también á sus vecinos. Estéril y enojosa sería la tarea de enumerar una á una las cau

sas que han impedido é impiden el desarrollo de la agricultura en nuestro país y las dificultades con que tropieza, y más cuando muchas dependen de la educación, de la rutina y de la falta de conocimientos de las clases agrícolas y de las personas en cuya mano están las explotaciones de este género, pues bien sabidos son la indolencia, el abandono y la falta de criterio económico que caracteriza, en lo general, á nuestros propietarios rurales. No obstante, honrosas y excelentes excepciones existen, y estas serán las que estimulen á los demás con la adopción de verdaderos sistemas basados en la economía rural y en los altos preceptos que la ciencia ha dado.

El uso de los modernos instrumentos aratorios, de la maquina. ria, de los abonos vegetales, animales, mixtos y químicos; la adop ción de cultivos nuevos, de métodos científicos de desecación y de irrigación; el mejoramiento de las razas en los animales, la buena contabilidad, las exportaciones de nuestros productos tropicales, la práctica económica, en fin, que ha de seguirse en las negocia ciones rurales, todo esto, que debe contribuir tanto al adelanto de nuestra agricultura, nos lo enseñan nuestros agrónomos, nuestros mayordomos inteligentes, nuestros veterinarios salidos de nuestra Escuela de Agricultura, cuyo plantel ha sido reformado ya, en su plan de estudios, en un sentido práctico y conveniente; las hono. rables asociaciones agrícolas, las publicaciones de este género, los establecimientos bancarios, realizando la idea de la escuela socialista de cambiar la explotación del hombre por el crédito, etc., etc., serán factores poderosísimos, no hay que dudarlo, para el desarrollo de nuestra agricultura.

Pero para que esto sea, para que esto se realice, se deben de quitar los obstáculos que para ello existen, y son los principales los que dejo apuntados antes.

¿Y quién será quien haga este milagro?

Una sana y bien meditada legislación, que sin apartarse de los preceptos de nuestra Carta fundamental, é inspirada en las necesidades actuales, corresponda á las justas aspiraciones de nuestras clases agrícolas.

La ostentosa infracción de los preceptos constitucionales sobre las garantías individuales, por parte de ciertos hacendados, y la tolerancia en este punto de algunas autoridades, son debidas á la

'falta de leyes reglamentarias que deben suplir al conocimiento de sus derechos, en los hombres rústicos. Solamente este paso de verdadera desesclavización, traería un aumento de jornales.

Así como hay leyes para proteger la salud y la vida de los habitantes de las ciudades, debe haber leyes para proteger la salud y la vida de los habitantes del campo. La acción de los Consejos de salubridad no debe limitarse á los centros poblados sino también á las regiones rurales. El Código de Minería anterior á las leyes vigentes del ramo, impone á cada negociación minera que tenga más de cien trabajadores, la obligación de tener un médico y un botiquín. De igual manera ó semejante debería legislarse para garantizar la salud de los habitantes de los campos, y serviría esta medida para evitar la mortandad incalculable que hay de niños y para dar empleo á multitud de médicos que hay acumu. lados en la capital de la República, sin ejercer su profesión.

Las leyes protectoras de los animales y las autoridades ó agentes encargados de ejecutarlas, han contribuido mucho en todos los países agrícolas al desarrollo de la industria pecuaria en la que tan atrazados están nuestros agricultores.

En fin, la revisión de las leyes actuales relativas á la agricultura, la formación ó creación de las que sean necesarias, y la regiamentación de todas respondiendo á las verdaderas necesidades y dando todo linaje de garantías y facilidades á los labradores, y todas reunidas y combinadas en un solo cuerpo de legislación, es, en mi concepto, indispensable para el impulso de nuestra agricultura. Fácil es comprender cómo las diversas leyes y disposiciones, muchas orgánicas y no reglamentadas y todas diseminadas en varios Códigos y aisladas otras, son ignoradas por quienes deberían saberlas, y su conocimiento se hace, si no imposible, al menos dificilísimo para el trabajador del campo y aun para los jueces y alcaldes; por ende tantas injusticias, arbitrariedades y sinrazones se cometen.

Y ya que muchos ramos de la Administración pública están regidos por leyes codificadas, lógico y natural es hacer lo mismo en un ramo de tanta importancia para el porvenir de nuestra patria como es la agricultura.

Hay más aún: creo que un cuerpo de legislación agrícola, cuya conveniencia sabrá apreciar la ilustre Sociedad Mexicana de Geo

grafía y Estadística, más que por las razones que yo pudiera aducir, por el ilustrado criterio de sus distinguidos miembros, sería hasta cierto punto ineficaz, si su observancia y justa aplicación no se encomienda á una oficina especial cuyas secciones tendrían á su cargo los distintos ramos en que se dividirían sus labores y las diversas oficinas subalternas de los Estados para vigilar por la prosperidad y pronto desarrollo de la agricultura nacional.

En una palabra: la formación de un «Código Federal de Agricultura» (los Estados lo adoptarán ó formarán los suyos con arreglo á las necesidades de cada Estado), comisionando para ello el gobierno á personas prácticas é inteligentes en la materia, y otros versados en la ciencia del derecho y la medicina, y la creación en el Gabinete de un nuevo Ministerio; «La Secretaría de Agricultura,» son los medios que creo pueden ponerse en práctica para el pleno desarrollo de la Agricultura en México y obviar las dificul tades especiales con que tropieza.

FÉLIX RIQUELME.

(Un aspirante á labrador.)

Diciembre 28 de 1893.

LA CUESTION AGRARIA NACIONAL

INDICACION de los medios que están al alcance de la República Mexicana, en sus actuales circunstancias, para promover el desarrollo de la Agricultura y vencer las dificultades que se oponen á ello.

L

A Agricultura ha sido la primera ocupación industrial del hombre, como el objeto más importante y necesario á su subsistencia. Los antiguos hicieron de ella su principal ocupación, como los indios mexicanos desde antes de la Conquista. En las naciones modernas está reconocido que las más ricas son aquellas que se dedican á la Agricultura, y de esto dan ejemplo la Inglaterra, la Francia y los Estados Unidos.

México por la extensión y fertilidad de sus tierras, la variedad de sus climas, sus medios de irrigación y el número de sus habitantes, debía ser una de las naciones agrícolas más importantes de América; y sin embargo, sus productos están muy lejos de corresponder á estos naturales elementos.

Ha debídose esto, en parte, á la errónea idea de que los metales preciosos constituían la riqueza, más que ningún otro artículo; y en parte á las circunstancias especiales siguientes: en la época colonial no era posible el progreso de la Agricultura, porque estando cerrado todo comercio con el extranjero, sus productos no tenían otro consumo que el interior, bien corto por cierto, pues la mayor parte de los habitantes eran, como son hoy, indios, y estos, además de ser sobrios por naturaleza, producen ellos mismos sus

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