Imágenes de página
PDF
ePub
[ocr errors][merged small][merged small][merged small]

Al ser recibido como Miembro Honorario de la Sociedad Mexicana

de Geografía y Estadística.

I

SEÑOR VICEPRESIDENTE:

SEÑORES CONSOCIOS:

DEA muy útil y sublime me parece suplicar á los nuevos so

cios de una corporación, presenten algún benéfico trabajo de

su propiedad; y esto, no creo tiene por objeto reconocer sus aptitudes oratorias, científicas ó literarias, sus profundos conoci mientos generales ó especiales, ni mucho menos los principios filosóficos que se hayan formado de la esencia que constituye todo lo existente; no señores; el fin que con esta práctica se persigue es mucho más grandioso y práctico. El objeto primordial es repetir una y otra vez las verdades científicas bajo diferentes formas; recordar constantemente los hechos prácticos de la vida que han ocasionado la desgracia ó la felicidad de los pueblos, que los han humillado ó ensalzado, que los han empobrecido ó colmado de riquezas.

El hombre, para poder utilizar todos estos elementos favorables á su bienestar, es de absoluta necesidad hacerle recordar constantemente que le es fácil disponer de tales ó cuales en su beneficio; que puede combinarlos y perfeccionarlos obteniendo de esta manera un éxito mucho más completo, ó que puede desterrar lejos de sí determinados elementos naturales que tienden á destruirlo ó hacen su existencia difícil y pesada.

No es, pues, de absoluta necesidad la exposición constante de nuevas doctrinas y combinaciones; estas, si bien es verdad que nos impresionan y recrean de momento, no las utilizamos en general debidamente hasta que la constante repetición ó exposición de los hechos se familiarizan con nosotros.

Este fenómeno se verifica lo mismo en el orden físico que en el moral, pues hasta los vicios que tienden á destruir nuestra vida nos dominan por haberlos ejecutado ó simplemente prestado atención varias veces, aunque sea irreflexivamente.

Según esto, no vengo resuelto á exponer esta noche idea alguna original; sólo deseo hacer recordar una de tantas materias que aun cuando sea muy conocida es necesario recordarla mil veces, para que inmediata é inconscientemente nos aprovechemos de ella en toda su extensión.

Yo quisiera en estos momentos poder iniciar medios prácticos para explotar la inmensa riqueza mineralógica que encierra la cordillera del Anáhuac, el fierro y la hulla. Quisiera exponer procedimientos para aumentar en lo posible la exuberante riqueza agrícola con nuevas formas de colonización en las costas, con la apertura de pozos artesianos en la meseta central y con el impuesto, por hectárea, á los propietarios de todos los terrenos que no están todavía cultivados. Mis deseos quedarían complacidos en esta noche si pudiese presentar uno por uno los inagotables productos naturales que podemos utilizar para el desarrollo de muchas industrias y la manera de perfeccionar las existentes, de tal manera, que pudiesen competir en calidad y precio con los productos del extranjero. Quisiera demostrar también las inmensas ventajas que proporcionaría á la República Mexicana y á otros países, la construcción sólida de un doble ferrocarril en el itsmo de Tehuantepec, para la facilidad del transporte de mercancías en grande escala, de un océano á otro, pues conservaría verdadera utilidad aunque se verificara la apertura del canal de Panamá ó de Nicaragua. Muchas cosas quisiera exponer en este momento; la Meteorología con todas sus aplicaciones á la agricultura, á la higiene ó á la predicción del tiempo, que tan rápidos progresos hace hoy en Europa y en los Estados Unidos del Norte, podemos comenzar ya á utilizar sus benéficos resultados. Pero no debo continuar exponiendo todo lo que mis deseos quisieran desarrollar en

este instante, relativo á las diversas manifestaciones de la riqueza nacional, porque no me considero con fuerzas suficientes para tan vasta empresa.

Mis deseos, hoy, sólo tienen por objeto manifestar algunas razones ya sancionadas por la experiencia y la filosofía, pero que la debilidad humana necesita recordarlas en todos los instantes de la vida, para conseguir cualquier fin que se proponga.

Por lo tanto, voy á exponer, aunque de una manera elemental é incorrecta, las causas que pueden conducir al error, cuando el hombre trata de investigar la verdad, tema que sirve de base á todos los conocimientos de la humanidad.

1

La verdad la adquiere el hombre por la experiencia, y consiste en ver las cosas tales como son; en atribuirles las cualidades que realmente tienen; en prever con certeza sus efectos buenos ó malos, y en distinguir lo real de lo aparente.

Las causas que nos conducen al error pueden reducirse á cinco: 1 El mal estado de los sentidos externos; 2 La falta de aten. ción; 3 La ignorancia ó incompleto conocimiento de las leyes naturales; 4 Las pasiones ó vicios, y 5 La adopción de opiniones ó juicios sin previo examen.

La primera idea de una cosa la adquiere el hombre por la percepción de los sentidos externos: la vista, el oído, el tacto, el gusto, el olfato y el muscular.

Si examinamos un ser viviente que de nacimiento carezca del sentido de la vista, observamos que le es imposible manifestar la menor idea de la luz ni de los colores. Si le faltare el oído, no tendrá la menor noción del ruido ni de la armonía. Si careciese del tacto, no podría concebir la aspereza ó suavidad, el frío ni el calor. Faltando el gusto, nunca reconocería lo dulce ni lo amargo, lo ácido ni lo insípido. Sin el olfato, no reconocería sensaciones fragantes ni aromáticas, fétidas ni nauseabundas. Faltando el sentido muscular, no apreciaría nunca la gravedad; y finalmente, si pudiéramos concebir un ser viviente que careciese de todos esos sentidos, ¿tendría la menor idea ni siquiera de su existencia? No es posible que pensara, porque esta facultad se alimenta de percepciones exteriores. Es, pues, evidente, que todos los conocimientos los adqui: rimos por medio de los sentidos externos, y que ninguna otra faeultad puede reemplazarlos. Sabemos también por la experiencia,

que no todos los individuos tienen igualmente desarrollados estos órganos; en unos alcanzan mayor grado de perfección que en otros, y además, se enferman y modifican con la clase de vida, con la constitución física, con los accidentes ó con el tiempo. Palpables ejemplos de esta naturaleza nos presenta la miopía, presbitismo, diplopía, y sobre todo la acromatapsía, que hace vean algunos individuos los contornos de los cuerpos solamente; á otros, los colores; hay quien no aprecie determinadas tintas, mientras que otros ven los objetos con matices opuestos á los que en sí tienen. Si examinamos el órgano auditivo en diferentes individuos, observamos también que no todos distinguen igualmente cada una de las notas de la escala cromática, su timbre ni la duración de cada compás; y lo mismo sucede con los demás sentidos. Si oblicuamente introducimos una varilla recta en el agua, la vemos quebrada; si observamos algún edificio ó paisaje en el estereóscopo, vemos los objetos de bulto y sus distancias respectivas; los colores. de los objetos varían con la naturaleza de la luz que los ilumina; en fin, si agregamos á esto que varían nuestras percepciones exteriores con los elementos sumamente variables que nos rodean, cantidad de luz, calor, electricidad, humedad, refracción, distancia, movimiento, etc., etc., observamos que la frase tan vulgar que repetimos muchas veces, yo mismo lo he visto, puede ser algunas veces falsa.

Como las sensaciones exteriores producen las ideas, y esta sensibilidad es más ó menos viva, según la mayor ó menor perfección de sus órganos, resulta de ahí la diversidad de temperamentos y facultades. Si los hombres se diferencían entre sí, es porque no todos sienten de una misma manera, y por lo tanto, no pueden tener precisamente las mismas inclinaciones, las mismas ideas, ni las mismas opiniones.

La segunda de las causas que nos pueden conducir al error, existe muchas veces en la memoria por la falta de atención. Cuando se presenta á nuestra vista un nuevo objeto y nos detenemos sólo unos instantes en su observación, no nos damos cuenta de las partes que lo constituyen sino del conjunto, extinguiéndose la impresión que produjo en nosotros con la misma facilidad que la hemos obtenido. Para retener en la memoria una imagen clara y permanente, es de absoluta necesidad observar con mucha aten

ción y repetidas veces el todo y cada una de las partes que constituyen el ser que observamos, su posición relativa, su color, naturaleza, etc., pues de lo contrario obtendremos en la memoria imágenes deficientes para juzgar con acierto, y además, serán estas de muy poca durabilidad.

Parece, á primera vista, que teniendo todas nuestras facultades en buen estado, no pueden ser erróneas las percepciones que nos demuestran los sentidos externos, como efectivamente no lo son; pero si atendemos á la naturaleza de nuestra memoria, que es más ó menos intensa, según la mayor ó menor atención y tiempo que empleamos en el examen, resulta de ahí, que podemos haber visto ú oido alguna cosa y no recordar fielmente aquellas impresiones por no haber empleado el tiempo suficiente ó la debida atención. Muchas veces dudamos, vacilamos si la imagen que nos presenta la memoria es fiel representación de percepciones anteriormente habidas, todo lo cual procede del descuido que acabamos de mencionar. Con razón se ha llamado á la atención fuerza del espíritu, porque observando siempre un solo objeto hace más claras y distintas las percepciones y deja el recuerdo de las ideas. Es tan necesaria la atención para adquirir el conocimiento de una cosa, que si vemos ú oimos sin atender, no obtenemos la menor idea de lo que vemos ú oimos, hasta que miramos ó atendemos, en cuyo caso comienza la atención á separar con fuerza todas las percepciones que le rodean para fijar con energía una tan sólo que se ha propuesto reconocer. Es, pues, evidente que la falta de atención puede producir en nosotros imágenes incompletas ó falsas, las cuales podemos tomar en muchos casos como verdaderas ó completas, y emitir juicios erróneos inconscientemente.

La tercera causa que nos puede desviar de la verdad es la ignorancia ó el incompleto conocimiento de las cosas. No es posible obtener conclusiones verídicas, sin conocer los principios en que se fundan los fenómenos naturales.

Si quisiéramos averiguar las propiedades de un nuevo cuerpo obtenido por la combinación de dos elementos diferentes, le sería materialmente imposible emitir un juicio acertado al que no conociese las propiedades de ninguno de los elementos que habían de constituir el nuevo cuerpo. Si alguien conocía las propiedades de uno de los dos elementos, podía, con más razón que el primero,

« AnteriorContinuar »