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pesquerías para sustentarse, y traen consigo sus mujeres y hijos; y deseoso el Gobernador de atraerlos á nuestra santa fe católica, preguntó á los clérigos y religiosos si habia manera para poder industriar y doctrinar aquellos indios. Y le respondieron que no podia ser, por no tener los dichos indios asiento cierto, y porque se les pasaban los dias y gastaban el tiempo en buscar de comer; y que por ser la necesidad tan grande de los mantenimientos, que no podian dejar de andar todo el dia á buscarlos con sus mujeres y hijos; y si otra cosa en contrario quisiesen hacer, moririan de hambre; y que seria por demás el trabajo que en ello se pusiese, porque no podrian venir ellos ni sus mujeres y hijos á la doctrina, ni los religiosos estar entre ellos, porque habia poca seguridad y menos confianza.

CAPITULO XXXIII.

De la sentencia que se dió contra los agaces, con parescer de los religiosos y capitanes y oficiales de su majestad.

Después de haber recebido el Gobernador á la obediencia de su majestad los indios (como habeis oido), mandó que le mostrasen el proceso y probanza que se habia hecho contra los indios agaces; y visto por él y por los otros procesos que contra ellos se habia hecho, paresció por ellos ser culpados por los robos y muertes que por toda la tierra habian hecho, mostró el proceso de sus culpas y la instruccion que tenia de su majestad á los clérigos y religiosos, estando presentes los capitanes y oficiales de su majestad; y habiéndolo muy bien visto todos juntamente, sin discrepar en ninguna cosa, le dieron por parescer que les hiciese la guerra á fuego y á sangre, porque así convenia al servicio de Dios y de su majestad; y por lo que resultaba por el proceso de sus culpas, conforme á derecho, los condenó á muerte á trece ó á catorce de su generacion que tenia presos; y entrando en la cárcel su alcalde mayor á sacarlos, con unos cuchillos que tenian escondidos dieron ciertas puñaladas á personas que entraron con el Alcalde, y los mataran si no fuera por otra gente que con ellos iban, que los socorrieron ; y defendiéndose de ellos, fuéles forzado meter mano á las espadas que llevaban; y metiéronles en tanta necesidad, que mataron dos de ellos y sacaron los otros á ahorcar en ejecucion de la sentencia.

CAPITULO XXXIV.

De cómo el Gobernador tornó á socorrer á los que estaban en Buenos-Aires.

Como las cosas estaban en paz y quietud, envió el Gobernador á socorrer la gente que estaba en Buenos-Aires, y al capitan Juan Romero, que habia enviado á hacer el mismo socorro con dos bergantines y gente; para el cual socorro acordó enviar al capitan Gonzalo de Mendoza con otros dos bergantines cargados de bastimentos y cien hombres; y esto hecho, mandó llamar los religiosos y clérigos y oficiales de vuestra majestad, á los cuales dijo que pues no habia cosa que impidiese el descubrimiento de aquella provincia, que se debia de buscar lumbre y camino por donde sin peligro y menos pérdida de gente se pusiese en efecto la entrada por tierra, por donde hubiese poblaciones de indios y que

tuviesen bastimentos, apartándose de los despoblados y desiertos (porque habia muchos en la tierra), y que les rogaba y encomendaba de parte de su majestad mirasen lo que mas útil y provechoso fuese y les paresciese, y que sobre ello le diesen su parescer, los cuales religiosos y clérigos, y el comisario fray Bernaldo de Armenta, y fray Alonso Lebron, de la órden del señor sant Francisco; y fray Juan de Salazar, de la órden de la Merced; y fray Luis de Herrezuelo, de la órden de sant Hierónimo; y Francisco de Andrada, el bachiller Martin de Almenza, y el bachiller Martinez, y Juan Gabriel de Lezcano, clérigos y capellanes de la iglesia de la ciudad de la Ascension. Asimismo pidió parescer á los oficiales de su majestad y á los capitanes; y habiendo platicado entre todos sobre ello, todos conformes dijeron que su parecer era que luego con toda brevedad se enviase á buscar tierra poblada por donde se pudiese ir á hacer la entrada y descubrimiento, por las causas y razones que el Gobernador habia dicho y propuesto, y así quedó aquel dia asentado y concertado; y para que mejor se pudiese hacer el descubrimiento, y con mas brevedad, mandó el Gobernador llamar los indios mas principales de la tierra y mas antiguos de los guaranies, y les dijo cómo él queria ir á descubrir las poblaciones á aquella provincia, de las cuales ellos le habian dado relacion muchas veces; y que antes de lo poner en efecto queria enviar algunos cristianos á que por vista de ojos viesen el camino por donde habian de ir; y que pues ellos eran cristianos y vasallos de su majestad, tuviesen por bien de dar indios de su generacion que supiesen el camino para los llevar y guiar, de manera que se pudiese traer buena relacion, y á vuestra majestad harian servicio y á ellos mucho provecho, allende que les seria pagado y gratificado; y los indios principales dijeron que ellos se iban, y proveerian de la gente que fuese menester cuando se la pidiesen, y allí se ofrescieron muchos de ir con los cristianos; el primero fué un indio principal del rio arriba que se llamaba Aracare, y otros señalados que adelante se dirá; y vista la voluntad de los indios, se partieron con ellos tres cristianoslenguas, hombres pláticos en la tierra, y iban con ellos los indios que se le habian ofrescido muchas veces, de guaranies y otras generaciones, los cuales habian pedido les diesen la empresa del descubrimiento; á los cuales encomendó que con toda diligencia y fidelidad descubriesen aquel camino, adonde tanto servicio harian á Dios y á vuestra majestad ; y entre tanto que los cristianos y indios ponian en efecto el camino, mandó adereszar tres bergantines y bastimentos y cosas necesarias, y con noventa cristianos envió al capitan Domingo de Irala, vizcaíno, por capitan de ellos, para que subiesen por el rio del Paraguay arriba todo lo que pudiesen navegar y descubrir en tiempo de tres meses y medio, y viesen si en la ribera del rio habia algunas poblaciones de indios, de los cuales se tomase relacion y aviso de las poblaciones y gente de la provincia. Partiéronse estos tres navíos de cristianos á 20 dias del mes de noviembre, año de 1542. En ellos iban los tres españoles con los indios que habian de descubrir por tierra, á do habian de hacer el descubrimiento por el puerto que dicen de las Piedras, setenta leguas de la ciudad de la

sus trabajos, y de la madera con toda diligencia se comenzaron á hacer los dichos bergantines.

Ascension, yendo por el rio del Paraguay arriba. Partidos los navíos que iban á hacer el descubrimiento de la tierra, dende á ocho dias escribió una carta el capitan Vergara, cómo los tres españoles se habian partido con número de mas de ochocientos indios por el puerto de las Piedras, debajo del Trópico en veinte y cuatro grados, á proseguir su camino y descubrimiento, y que los indios iban muy alegres y deseosos de enseñar á los españoles el dicho camino; y habiéndolos encargado y encomendado á los indios, se partia para el rio arriba á hacer el descubrimiento.

CAPITULO XXXV.

Cómo se volvieron de la entrada los tres cristianos y indios
que iban á descubrir.

Pasados veinte dias que los tres españoles hobieron partido de la ciudad de la Ascension á ver el camino que los indios se ofrescieron á les enseñar, volvieron á la ciudad, y dijeron que llevando por guia principal Aracare, indio principal de la tierra, habian entrado por el que dicen puerto de las Piedras, y con ellos hasta ochocientos indios, poco mas ó menos; y habiendo caminado cuatro jornadas por la tierra por donde los dichos indios ibat, guiando el indio Aracare, principal, como hombre que los indios le temian y acataban con mucho respeto, les mandó, desde el principio de su entrada, fuesen poniendo fuego por los campos por donde iban caminando, que era dar grande aviso á los indios de aquella tierra, enemigos, para que saliesen á ellos al camino y los matasen; lo cual hacian contra la costumbre y órden que tienen los que van á entrar y á descubrir por semejantes tierras y entre los indios se acostumbraba; y allende de esto, el Aracare públicamente iba diciendo á los indios que se volviesen y no fuesen con ellos á les enseñar el camino de las poblaciones de la tierra, porque los cristianos eran malos, y otras palabras muy malas y ásperas, con las cuales escandalizó á los indios; y no embargante que por ellos fueron rogados y importunados siguiesen su camino y dejasen de quemar los campos, no lo quisieron hacer; antes al cabo de las cuatro jornadas se volvieron, dejándolos desamparados y perdidos en la tierra, y en muy gran peligro, por lo cual les fué forzado volverse, visto que todos los indios y las guias se habian vuelto.

CAPITULO XXXVI.

Cómo se hizo tablazon para los bergantines y una carabela. En este tiempo el Gobernador mandó que se buscase madera para aserrar y hacer tablazon y ligazon, así para hacer bergantines para el descubrimiento de la tierra, como para hacer una carabela que tenia acordado de enviar á este reino para dar cuenta á su majestad de las cosas sucedidas en la provincia en el descubrimiento y conquista de ella; y el Gobernador personalmente fué por los montes y campos de la tierra con los oficiales y maestros de bergantines y aserradores; los cuales en tiempo de tres meses aserraron toda la madera que les paresció que bastaria para hacer la carabela y diez navíos de remos para la navegacion del rio y descubrimiento de él; la cual se trajo á la ciudad de la Ascension por los indios naturales, á los cuales mandó pagar

CAPITULO XXXVII.

De cómo los indios de la tierra se tornaron á ofrescer. Y visto que los cristianos que habia enviado á descubrir y buscar camino para hacer la entrada y descubrimiento de la provincia se habian vuelto sin traer relacion ni aviso de lo que convenia, y que al presente se ofrescian ciertos indios principales naturales de esta ribera, algunos de los cristianos nuevamente convertidos y otros muchos indios, ir á descubrir las poblaciones de la tierra adentro, y que llevarian consigo algunos españoles que lo viesen, y trujesen relacion del camino que ansí descubriesen, habiendo hablado y platicado con los indios principales que á ello se ofrecieron, que se llamaban Juan de Salazar Cupirati, y Lorenzo Moquiraci, y Timbuay, y Gonzalo Mayrairu, y otros; y vista su voluntad y buen celo con que se movian á descubrir la tierra, se lo agradeció y ofresció que su majestad, y él en su real nombre, se lo pagarian y gratificarian ; y á esta sazon le pidieron cuatro españoles, hombres pláticos en aquella tierra, les diese la empresa del descubrimiento, porque ellos irian con los indios y pornian en descubrir el camino toda la diligencia que para tal caso se requeria; y visto que de su voluntad se ofrescian, el Gobernador se lo concedió. Estos cristianos que se ofrescieron á descubrir este camino, y los indios principales con hasta mil y quinientos indios que llamaron y juntaron de la tierra, se partieron á 15 dias del mes de diciembre del año de 542 años, y fueron navegando con canoas por el rio del Paraguay arriba, y otros fueron por tierra hasta el puerto de las Piedras, por donde se habia de hacer la entrada al descubrimiento de la tierra, y habian de pasar por la tierra y lugares de Aracare, que estorbaba que no se descubriese el camino pasado á los indios, á que nuevamente iban, y que no fuesen induciéndoles con palabras de motin; y no lo queriendo hacer los indios, se lo quisieron hacer dejar descubrir por fuerza, y todavía pasaron delante; y llegados al puerto de las Piedras los españoles, llevando consigo los indios y algunos que dijeron que sabian el camino por guias, caminaron treinta dias contino por tierra despoblada, donde pasaron grandes hambres y sed; en tal manera, que murieron algunos indios, y los cristianos con ellos se vieron tan desatinados y perdidos de sed y hambre, que perdieron el tino y no sabian por dónde habian de caminar; y de esta causa se acordaron de volver y se volvieron, comiendo por todo el camino cardos salvajes, y para beber sacaban zumo de los cardos y de otras yerbas, y á cabo de cuarenta y cinco dias volvieron á la ciudad de la Ascension; y venido por el rio abajo, el dicho Aracare les salió al camino y les hizo mucho daño, mostrándose enemigo capital de los cristianos y de los indios que eran amigos, haciendo guerra á todos; y los indios y cristianos llegaron flacos y muy trabajados. Y vistos los daños tan notorios que el dicho Aracare indio habia hecho y hacia, y cómo estaba declarado por enemigo capital, con parescer de los oficiales de vuestra majestad y religiosos, mandó el Gobernador proceder contra él, y se hizo el proceso, y mandó

que á Aracare le fuesen notificados los autos, y así se lo notificaron, con gran peligro y trabajo de los españoles que para ello envió, porque Aracare los salió á matar con mano armada, levantando y apellidando todos sus parientes y amigos para ello; y hecho y fulminado el proceso conforme á derecho, fué sentenciado á pena de muerte corporal, la cual fué ejecutada en el dicho Aracare indio, y á los indios naturales les fué dicho y dado á entender las razones y causas justas que para ello ha bia habido. A 20 dias del mes de diciembre vinieron á surgir al puerto de la ciudad de la Ascension los cuatro bergantines que el Gobernador habia enviado al rio del Paraná á socorrer los españoles que venian en la nao que envió dende la isla de Santa Catalina, y con ellos el batel de la nao, y en todos cinco navíos vino toda la gente, y luego todos desembarcaron. Pedro Destopiñan Cabeza de Vaca, á quien dejó por capitan de la nao y gente, el cual dijo que llegó con la nao al rio del Para ná, y que luego fué en demanda del puerto de BuenosAires; y en la entrada del puerto, junto donde estaba asentado el pueblo, halló un mastel enarbolado hincado en tierra, con unas letras cavadas que decian: «Aquí está una carta ;» y fué ballada en unos barrenos que se dieron; la cual abierta, estaba firmada de Alonso Cabrera, veedor de fundiciones, y de Domingo de Irala, vizcaíno, que se decia y nombraba teniente de gobernador de la provincia; y decia dentro de ella cómo habian despoblado el pueblo del puerto de Buenos-Aires, y llevado la gente que en él residia á la ciudad de la Ascension por causas que en la carta se contenian; y que de causa de hallar el pueblo alzado y levantado, habia estado muy cerca de ser perdida toda la gente que en la nao venia, así de hambre como por guerra que los indios guaranies les daban; y que por tierra, en un esquife de la nao, se le habian ido veinte y cinco cristianos huyendo de hambre, y que iban á la costa del Brasil; y que si tan brevemente no fueran socorridos, y á tardarse el socorro un dia solo, á todos los mataran los indios; porque la propria noche que llegó el socorro, con haberles venido ciento y cincuenta españoles pláticos en la tierra á socorrerlos, los habian acometido los indios al cuarto del alba y puesto fuego á su real, y les mataron y hirieron cinco ó seis españoles; y con hallar tan gran resistencia de navíos y de gente, les pusieron los indios en muy gran peligro; y así, se tuvo por muy cierto que los indios mataran toda la gente española de la nao si no se hallara allí el socorro, con el cual se reformaron y esforzaron para salvar la gente; y que allende de esto, se puso grande diligencia á tornar á fuudar y asentar de nuevo el pueblo y puerto de Buenos-Aires, en el rio del Panará, en un rio que se llama el rio de San Juan, y no se pudo asentar ni hacer á causa que era á la sazon invierno, tiempo trabajoso, y las tapias que se hacian las aguas las derribaban. Por manera que les fué forzado dejarlo de hacer, y fué acordado que toda la gente se subiese por el rio arriba, y traerla á esta ciudad de la Ascension. A este capitan Gonzalo de Mendoza, siempre la víspera o dia de Todos Santos le acontescia un caso desastrado, y á la boca del rio, el mismo dia, se le perdió una nao cargada de bastimento y se le ahogó gente harta, y viniendo navegando acontesció un acaso extra

ño. Estando la víspera de Todos Santos surtos los navíos en la ribera del rio junto á unas barranqueras altas, y estando amarrada á un árbol la glera que traia Gonzalo de Mendoza, tembló la tierra, y levantada la misma tierra se vino arrollada como un golpe de mar hasta la barranca, y los árboles cayeron en el rio y la barranca dió sobre los bergantines, y el árbol do estaba amarrada la galera dió tan gran golpe sobre ella que la volvió de abajo arriba, y así la llevó mas de media legua llevando el mastel debajo y la quilla encima; y de esta tormenta se le aliogaron en la galera y otros navíos catorce personas entre hombres y mujeres; y segun lo dijeron los que se hallaron presentes, fué la cosa mas temerosa que jamás pasó; y con este trabajo llegaron á la ciudad de la Ascension, donde fueron bien aposentados y proveidos de todo lo necesario; y el Gobernador con toda la gente dieron gracias a Dios por haberlos traido á salvamiento y escapado de tantos peligros como por aquel rio hay y pasaron.

CAPITULO XXXVIII.

De cómo se quemó el pueblo de la Ascension.

A 4 dias del mes de hebrero del año siguiente de 513 años, un domingo de madrugada, tres horas antes que amaneciese, se puso fuego á una casa pajiza dentro de la ciudad de la Ascension, y de allí saltó á otras muchas casas; y como habia viento fresco, andaba el fuego con tanta fuerza, que era espanto de lo ver, y puso grande alteracion y desasosiego á los españoles, creyendo que los indios por les echar de la tierra lo habian hecho. El Gobernador á la sazon hizo dar al arma para que acudiesen á ella y sacasen sus armas, y quedasen armados para se defender y sustentar en la tierra; y por salir los cristianos con sus armas, las escaparon, y quemóseles toda su ropa, y quemáronse nas de docientas casas, y no les quedaron mas de cincuenta casas, las cuales escaparon por estar en medio un arroyo de agua, y quemárouseles mas de cuatro ó cinco mil hanegas de maíz en grano, que es el trigo de la tierra, y mucha harina de ello, y muchos otros mantenimientos de gallinas y puercos en gran cantidad, y quedaron los españoles tan perdidos y destruidos y tan desnudos, que no les quedó con que se cubrir las carnes; y fué tan grande el fuego, que duró cuatro dias; hasta una braza debajo de la tierra se quemó, y las paredes de las casas con la fortaleza de él se cayeron. Averiguóse que una india de un cristiano habia puesto el fuego; sacudiendo una hamaca que se le quemaba, dió una morcella en la paja de la casa; como las paredes son de paja, se quemó; y visto que los españoles quedaban perdidos y sus casas y haciendas asoladas, de lo que el Gobernador tenia de su propria hacienda los remedió, y daba de comer á los que no lo tenian, mercaudo de su hacienda los mantenimientos, y con toda diligencia les ayudó y les hizo hacer sus casas, haciéndolas de tapias, por quitar la ocasion que tan fácilmente no se quemasen cada dia; y puestos en ello, y con la gran necesidad que tenian de ellas, en pocos dias las hicieron.

CAPITULO XXXIX.
Cómo vino Domingo de Irala.

al servicio de su majestad que con toda presteza se hiciese la entrada por el puerto de los Reyes, y que así convenia y lo daban por su parescer, y lo firmaban de sus nombres; y que luego sin dilacion ninguna se habia de poner en efecto la entrada, pues la tierra era poblada de mantenimientos y otras cosas necesarias para el descubrimiento de ello. Vistos los paresceres de los religiosos, clérigos y capitanes, y conformándose con ellos el Gobernador, paresciéndole ser así cumplidero al servicio de su majestad, mandó aderezar y poner á punto los diez bergantines que él tenia hechos para el mismo descubrimiento, y mandó á los indios guaranies que levendiesen los bastimentos que tenian, para cargar y fornescer de ellos los bergantines y canoas que estaban prestos para el viaje y descubrimiento, porque el fuego que habia pasado antes le habia quemado todos los bastimentos que él tenia, y por esto le fué forzado comprar de su hacienda á los indios los bastimentos, y él les dió á los indios muchos rescates por ellos, por no aguardar á que viniesen otros frutos, para despachar y proveer con toda brevedad; y para que mas brevemente se hiciese, y le trajesen los bastimentos sin que los indios viniesen cargados con ellos, envió al capitan Gonzalo de Mendoza con tres bergantines por el Paraguay arriba á la tierra y lugares de los indios sus amigos y vasallos de su majestad, que les tomase los bastimentos, y mandó que los pagase á los indios y les hiciese muy buenos tratamientos, y que les contentase con rescates, que llevaba mucha copia de ellos; y que mandase y apercibiese á las lenguas que habian de pagar á los indios los bastimentos, los tratasen bien, y no les hiciesen agravios y fuerzas, so pena que serian castigados; y que así lo guardasen y cumpliesen.

A 15 dias del mes de hebrero vino á surgir á este pueblo de la Ascension Domingo de Irala, con los tres bergantines que llevó al descubrimiento del rio del Paraguay; el cual salió en tierra á dar relacion al Gobernador de su descubrimiento; y dijo que dende 20 de octubre, que partió del puerto de la Ascension, hasta el de los Reyes, 6 dias del mes de enero, habia subido por el rio del Paraguay arriba, contratando y tomando aviso de los indios naturales que están en la ribera del rio hasta aquel dicho dia; que habia llegado á una tierra de una generacion de indios labradores y criadores de gallinas y patos, los cuales crian estos indios para defenderse con ellos de la importunidad y daño que les hacen los grillos, porque cuantas mantas tienen se las roen y comen; críanse estos grillos en la paja con que están cubiertas sus casas, y para guardar sus ropas tienen muchas tinajas, en las cuales meten sus mantas y cueros dentro, y tápanlas con unos tapaderos de barro, y de esta manera defienden sus ropas, porque de la cumbre de las casas caen muchos de ellos á buscar qué roer, y entonces dan los patos en eilos con tanta priesa, que se los comen todos; y esto hacen dos ó tres veces cada dia que ellos salen á comer, que es hermosa cosa de ver la montanera con ellos; y estos indios habitan y tienen sus casas dentro de unas lagunas y cercados de otras; llámanse cacocies chaneses; y que de los indios habia tenido aviso que por la tierra era el camino para ir á las poblaciones de la tierra adentro; y que él habia entrado tres jornadas, y que le habia parescido la tierra muy buena, y que la relacion de dentro de ella le habian dado los indios; y allende de esto, en estos pueblos de los indios de esta tierra habia grandes bastimentos, adonde se podian fornescer para poder hacer por allí la entrada de la tierra y conquista; y que habia visto entre los indios muestra de oro y plata, y se habian ofrescido á le guiar y enseñar el camino, y que en todo su descubrimiento que habia hecho por todo el rio, no habia hallado ni tenido nueva de tierra mas aparejada para hacer la entrada que determinaba hacer; y que teniéndola por tal, habia entrado por la tierra adentro por aquella parte, que por haber llegado en el mismo dia de los Reyes á ella, le habia puesto por nombre el puerto de los Reyes, y dejaba los naturales de él con gran deseo de ver los españoles, y que el Gobernador fuese á los conoscer; y luego como Domingo de Irala hobo dado la relacion al Gobernador de lo que habia hallado y traia, mandó llamar y juntar á los religiosos y clérigos y á los oficiales de su majestad y á los capitanes; y estando juntos, les mandó leer la relacion que habia traido Domingo de Irala, y les rogó que so-dos sus parientes y valedores, y les hacian la guerra

bre ello hobiesen su acuerdo, y le diesen su parescer de lo que se habia de hacer para descubrir aquella tierra, como convenia al servicio de Dios y de su majestad (como otra vez lo tenia pedido y rogado); porque así convenia al servicio de su majestad, pues tenian camino cierto descubierto, y era el mejor que hasta entonces habian hallado; y todos juntos, sin discrepar ninguno, dieron su parescer, diciendo que convenia mucho

CAPITULO XL.

De lo que escribió Gonzalo de Mendoza.

Dende á pocos dias que Gonzalo de Mendoza se hubo partido con los tres navíos escribió una carta al Gobernador, por la cual le hacia saber cómo él habia llegado al puerto que dicen de Giguy, y habia enviado por la tierra adentro á los lugares donde le habian de dar los bastimentos, y que muchos indios principales que le habian venido á ver y comenzado á traer los bastimentos; y que las lenguas habian venido huyendo á se recoger á los bergantines porque los habian querido matar los amigos y parientes de un indio que andaba alzado, y andaba alborotando la tierra contra los cristianos y contra los indios que eran nuestros amigos; que decian que no les diesen bastimentos, y que muchos indios principales que habian venido á pedirle ayuda y socorro para defender y amparar sus pueblos de dos indios principales, que se decian Guacani y Atabare, con to

crudamente á fuego y á sangre, y les quemaban sus pueblos, y les corrian la tierra, diciendo que los matarian y destruirian si no se juntaban con ellos para matar y destruir y echar de la tierra á los cristianos; y que él andaba entreteniendo y temporizando con los indios hasta le hacer saber lo que pasaba, para que proveyese en ello lo que conviniese; porque allende de lo susodicho, los indios no le traian ningun bastimento,

por tenerlos tomados los contrarios los pasos; y los españoles que estaban en los navíos padescian mucha hambre.

Y vista la carta de Gonzalo de Mendoza, mandó el Gobernador llamar á los frailes y clérigos y oficiales de su majestad y á los capitanes, los cuales fueron juntos, yles hizo leer la carta; y vista, les pidió que le diesen parescer lo que sobre ello les parescia que se debia de hacer, conformándose con la instruccion de su majestad, la cual les fué leida en su presencia; y que conformándose con ella, le diesen su parescer de lo que debia de hacer y que mas conviniese al servicio de su majestad; los cuales dijeron que, pues los dichos indios bacian la guerra contra los cristianos y contra los naturales vasallos de su majestad, que su parescer de ellos era, y así lo daban, y dieron y firmaron de sus nombres, que debia mandar enviar gente de guerra contra ellos, y requerirles primero con la paz, apercibiéndolos que se volviesen á la obediencia de su majestad; que si no lo quisiesen hacer, se lo requiriesen una, y dos, y tres veces, y mas cuantas pudiesen, protestándoles que todas las muertes y quemas y daños que en la tierra se hiciesen fuesen á su cargo y cuenta de ellos; y cuando no quisiesen venir á dar la obediencia, que les hiciese la guerra como contra enemigos, y amparando y defendiendo á los indios amigos que estaban en la tierra.

Dende á pocos dias que los religiosos y clérigos y los demás dieron su parescer, el mismo capitan Gonzalo de Mendoza tornó á escrebir otra carta al Gobernador; en la cual le hacia saber cómo los indios Guacani y Atabare, principales, hacian cruel guerra á los indios amigos, corriéndoles la tierra, matándolos y robándolos, hasta llegar al puerto donde estaban los cristianos que habian venido defendiendo los bastimentos; y que los indios amigos estaban muy fatigados, pidiendo cada dia socorro á Gonzalo de Mendoza, y diciéndole que si brevemente no los socorria, todos los indios se alzarian, por excusar la guerra y daños que tan cruel guerra les hacia de contino.

CAPITULO XLI.

De cómo el Gobernador socorrió á los que estaban con Gonzalo de Mendoza.

Vista esta segunda carta, y las demás querellas que daban los naturales, el Gobernador tornó á comunicar con los religiosos, clérigos y oficiales, y con su parescer mandó que fuese el capitan Domingo de Irala á favorescer los indios amigos, y á poner en paz la guerra que se habia comenzado, favoresciendo los naturales que recebian daño de los enemigos; y para ello envió cuatro bergantines, con ciento y cincuenta hombres, demás de los que tenia el capitan Gonzalo de Mendoza allá; y mandó que Domingo de Irala con la gente, que fuesen derechos á los lugares y puertos de Guacani y Atabare, y les requiriese de parte de su majestad que dejasen la guerra y se apartasen de hacerla, y volviesen y diesen la obediencia á su majestad ; que fuesen amigos de los españoles; y que cuando siendo así requeridos y amonestados una, y dos, y tres veces, y cuantas mas debiesen y pudiesen, con el menor daño que pudiesen les hiciesen guerra, excusando muertes y robos

y otros males, y los constriñesen aprelándoles para que dejasen la guerra y tornasen á la paz y amistad que antes solian tener, y lo procurase por todas las vias que pudiese.

y

CAPITULO XLII.

De cómo en la guerra murieron cuatro cristianos que hirieron. Partido Domingo de Irala y llegado en la tierra y lugares de los indios, envió á requerir y amonestar á Atabare y á Guacani, indios principales de la guerra, y con ellos estaba gran copia de gente esperando la guerra; y como las lenguas llegaron á requerirles, no los habian querido oir, antes enviaron á desafiar á los indios amigos, y les robaban y les hacian muy grandes daños, qué defendiéndoles y apartándoles habian habido con ellos muchas escaramuzas, de las cuales habian salido heridos algunos cristianos, los cuales envió para que fuesen curados en la ciudad de la Ascension, y cuatro ó cinco murieron de los que vinieron heridos, por culpa suya y por excesos que hicieron, porque las heridas eran muy pequeñas y no eran de muerte ni de peligro; porque el uno de ellos, de solo un rascuño que le hicieron con una flecha en la nariz en soslayo, murió, porque las flechas traian yerba; y cuando los que son heridos de ella no se guardan mucho de tener excesos con mujeres, porque en lo demás no hay de qué temer la yerba de aquella tierra. El Gobernador tornó á escrebir á Domingo de Irala, mandándole que por todas las vias y formas que él pudiese trabajase por hacer paz amistad con los indios enemigos, porque así convenia al servicio de su majestad; porque entre tanto que la tierra estuviese en guerra, no podian dejar de haber alborotos y escándalos y muertes y robos y desasosiegos en ella, de los cuales Dios y su majestad serian deservidos; y con esto que le envió á mandar, le envió muchos rescates para que diese y repartiese entre los indios que habian servido, y con los demás que le paresciese que podrian asentar y perpetuar la paz; y estando las cosas en este estado, Domingo de Irala procuró de hacer las paces; y como ellos estuviesen muy fatigados y trabajados de la guerra tan brava como los cristianos les habian hecho y hacian, deseaban tener ya paz con ellos; y con las muchas dádivas que el Capitan General les envió, con muchos ofrescimientos nuevos que de su parte se les hizo, vinieron á asentar la paz y dieron de nuevo la obediencia á su majestad, y se conformaron con todos los indios de la tierra; y los indios principales Guacani y Atabare, y otros muchos juntamente en amistad y servicio de su majestad, fueron ante el Gobernador á confirmar las paces, y él dijo á los de la parte de Guacani y Atabare que en se apartar de la guerra habian hecho lo que debian, y que en nombre de su majestad les perdonaba el desacato y desobediencia pasada, y que si otra vez lo hiciesen que serian castigados con todo rigor, sin tener de ellos ninguna piedad; "y tras de esto, les dió rescates, y se fueron muy alegres y contentos. Y viendo que aquella tierra y naturales de ella estaban en paz y concordia, mandó poner gran diligencia en traer los bastimentos y las otras cosas necesarias para fornescer y cargar los navíos que habian de ir á la entrada y des

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