Biblioteca de autores mexicanos, Volúmenes 33-34

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Imp. de V. Agüeros, Editor, 1901
 

Términos y frases comunes

Pasajes populares

Página 104 - Verdad, se fué á ocultar allá en el aposento de la imprudente joven. IV. LA GANZÚA. Las dos de la mañana habían dado, y Juanita estaba sentada en su aposento, con sus grandes y ardientes ojos negros clavados en tierra, escuchando lo que la decía Verdad, el cual estaba en pie y fija la vista sobre ella.
Página 181 - Verde y anduvo toda la tierra adentro, y después se volvió á la dicha villa de San Miguel, y de allí al pueblo de Acámbaro, donde era guardián, y este testigo se quedó allí; y fundada la iglesia en la dicha villa, vino por guardián de ella Fr.
Página 106 - Yo no culpo al cielo. . . yo culpo a ese sino abominable en que nacemos los desgraciados. El rostro del joven tomó un aspecto terrible: sus ojos fijos en una parte, parecían haber perdido el movimiento natural; sin embargo, una lágrima de ternura rodó, casi a su pesar, por su mejilla. Juanita temblaba: quería hablar, pero las palabras morían en sus labios como el suspiro reprimido de un desdichado que no quiere manifestar sus penas: tenía anudada la garganta, y su corazón era el juguete de...
Página 147 - ... de una vez para lo venidero deben saber los subditos del Gran Monarca que ocupa el trono de España QUE NACIERON PARA CALLAR Y OBEDECER Y NO PARA DISCUTIR NI OPINAR EN LOS ALTOS ASUNTOS DEL GOBIERNO.- México, 25 de junio de 1767.- El Marqués de Croix.
Página 451 - Coronación de la Santísima Virgen, con la serie de los sermones predicados en el mes de Octubre de 1895. Los dos tomos están impresos con todo lujo y contienen más de 300 ilustraciones. Entre ellas FIGURA LA DEL MOMENTO PRECISO DE LA CORONACIÓN. De venta en la Administración y Librería de EL TIEMPO, Cerca de Santo Domingo núm. 4, y en las demás Librerías de la Capital. En los Estados, en las casas de los Agentes y corresponsales de EL TIEMPO.
Página 108 - Pero si al cabo hemos de volver: volveremos, sí y él nos llamará y nos abrazará luego que se haya pasado su cólera. — ¿Y nos bendecirá, y nos dirá hijos míos, y viviremos con él? — No lo dudes. — ¿Y dilatará mucho tiempo? — Un año. — ¡Un año! — Un año se pasa como quiera, dijo el joven con cierto aire de serenidad y de confianza; un año a más tardar: puede ser antes; el cielo se compadecerá de nosotros y nos volverá la dicha que tanto ansiamos. Yo escribiré al oidor,...
Página 293 - Octai habla del libertador, y dirige á su hija palabras que respiraban toda su gratitud : alaba su hermosura, su gracia, y el valor y la fuerza sin igual con que había atravesado, con ella en los brazos, todos los torrentes, todos los precipicios. Netzula sonríe al escucharla ; mas esta sonrisa estaba muy lejos de ser la expresión pura de la felicidad. Octai entre tanto había perdido en aquella noche todas las fuerzas que le quedaban : la edad había deslucido...
Página 266 - No acabaron, padre, no acabaron, contestó la joven : aun puede su espada abrir el sepulcro á los opresores, y pronto será la batalla que decidirá la suerte de la patria : el arco está en la mano de los valientes, y sobre sus hombros refleja la luz en la punta de sus dardos. ....-•• — ¡ Ay ! exclamó el anciano : así reflejó alguna vez sobre mi escudo, cuando mi mano era fuerte en los combates ; cuando Ixtlou se adelantaba el primero y combatía con los leones del bosque. Entonces me...
Página 94 - México, dijo el oidor para sí, y sin hacer caso de lo que su hija iba á hablar : yo haré que se vigilen, se apresen y se ahorquen. Es necesario usar de mucho rigor con ellos .... sin duda él me conoce : ¿ cómo sabe que soy oidor?.... — ¿Observaste qué clase de vestido tenía? — Y bien que le observé, sí señor: unos zapatos que parecían rotos, y con la luz de los relámpagos le pude ver bien. — ¿No más los zapatos viste? — Y unos calzones despedazados, y un sombrero de palma...
Página 95 - Seminario: no había un solo viviente a quien pedir socorro; tan sólo se miraba una luz por la de Santa Catalina, a dos cuadras de distancia, como de algún sereno que atravesaba la calle. El oidor se volvió hacia el hombre que estaba en pie tras de él con su medio-sombrero en una mano, y apoyada la otra en su garrote. — ¿Qué se ofrece? ¿Qué quieres? le gritó con una voz de trueno. — Una limosna por el amor de Dios. — No tengo nada. El mendigo se retiró, y se le miró dar vuelta por...

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