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demia de la Historia, cuyos muchos encargos procuró desempeñar con el mayor celo é interés como consta de sus trabajos, y especialmente de su informe sobre la ley agraria, en que mostró tanta profundidad, tan clara comprension, tan maduro juicio, tanta lógica y tantos conocimientos, que puede considerarse como un monumento levantado para eternizar su fama. Ella es la historia de la agricultura nacional, la de su estado progresivo en sus diferentes épocas, y la recopilacion, digámoslo asi, de los estorbos que para su adelanto debieran removerse, de las medidas posibles y adoptables en beneficio de esta industria, y de cuanto útil é importante puede hacerse, para mejorar la principal riqueza de nuestro pais. Elaborada en muchos años de contínuas vigilias que Jovellanos empleó para formarla, no solo ha elevado al mas alto grado su fama, sino que es conocida con estimacion en todos los pueblos cultos, habiéndola traducido los mas de ellosá su respectivo idioma. Las -continuasy perentorias tareas de su destino, impedianle sin embargo dedicarse á estos trabajos con la asiduidad que deseára; disgustándose frecuentemente de no poder continuar sus estudios favoritos con el solo anhelo de dejar un destino tan arriesgado y ageno de su carácter, que por solicitud de sus parientes y amigos, solo sirvió año y medio, pasando luego á desempeñar una plaza de consejerodel de las Ordenes. En él lució sus conocimientos canónicos estendiendo una consulta al rey sobre las cualidades que debian tener los freires de las órdenes militares para ser vicarios y provisores de sus territorios, y presentando al consejo un sábio

discurso sobre la necesidad de visitar los conventos de estas órdenes, y de organizar sus estudios.

Tambien era individuo de la Junta de Comercio, Moneda y Minas; honorario de la Academia de San Fernando; supernumerario de la Española ó de la lengua castellana desde 1781; honorario de la Real de Canones, Liturgia, Historia y Discipli na Eclesiástica, desde 1782 y últimamente desde 4775 de la de derecho público y pátrio. En todas ellas trabajaba como en la Sociedad Económica, con asiduidad y aprovechamiento: y en todas pronunciaba famosísimos discursos; como el de la distribucion de premios en la Real Academia de San Fernando, tan admirado de los conocedores; el de su recepcion en la Academia Española, el de la Junta de Comercio sobre la libertad de las artes en España, y otros muchos de no menor mérito, como sus indagaciones de la etimologia de las voces castellanas; su plan para formar un dicciona— rio radical y otro del dialecto asturiano; su memoria y apéndices impresos en la Coruña en 1844, en que como en el célebre informe sobre la ley agraria, manifiesta su profundo saber y doctrina en ambos derechos; sus famosas sátiras, sus demas poesias sueltas, su tragedia del Pelayo, y otros infinitos trabajos que produjo su laboriosidad y que seria prolijo, si no imposible enumerar.

Asi sentaba Jovellanos los cimientos de su fama inmortal, cultivando al mismo tiempo la amistad de todos los hombres célebres de su época, como Melendez, Diego Gonzalez, Campomanes, Cabarrús, y otros, de quienes era buscado. Pero como los grandes hombres no por eso se escep

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tuan del curso ordinario de las cosas, despues de recorrer tan afortunado periodo de su vida, menzó otro lleno para él de sinsabores y disgustos.

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Hasta la muerte de Cárlos III, aumentó su fa— ma progresivamente y gozó de consideracion en el gobierno; pero bien pronto conoció desde principios del siguiente reinado que las repetidas muestras de distincion que hasta entonces recibiera, iban á trocarse en ódios y enemistades. Envuelto en las persecuciones que entonces principiaron contra el conde de Cabarrús, por los debates en las juntas del banco español de San Cárlos, á que Jovellanos asistia como apoderado nombrado por el rey de varias parcialidades, y en las que pocurando defender los intereses del banco, aparecia como decidido protector de Cabarrús, ademas de tomar privadamente su defensa, fué desterrado de la córte dándole comision de visitar las minas de carbon de piedra, descubiertas en Asturias, é informar al gobierno de su estado.

Llegó á Gijon el 12 de setiembre de 1790, y tampoco fueron perdidos para la ciencia los once años que duró este destierro, honroso para el que le sufria. Desempeñó su comision visitando todas las minas de carbon de fosil descubiertas en aquel principado; de cuyo estado informó al gobierno proponiéndole ademas los medios que creia convenientes para su beneficio y comercio; y libre ya de este encargo creó el célebre Instituto Asturiano en que se enseñaron por de pronto las matemáticas, là fisica, la mineralogia y la náutica; afanándose tanto por su prosperidad que él mis

mo formó los planes de enseñanza; arregló los métodos y hasta regentaba las cátedras cuando faltaban profesores, que mas adelante enseñaron tambien las humanidades castellanas, geografia, historia, gramática francesa, inglés y dibujo.

Habia concebido y propuesto al gobierno algunos años hacia, la idea de abrir un camino carretero desde Oviedo á Leon, demostrándole al mismo tiempo las grandes ventajas que por él reportarian no solamente el comercio de Asturias con las demas provincias litorales de España y con las colonias, sino tambien el de las provincias de Leon, Zamora y demas limítrofes interiores, que podrian mas facilmente dar salida á los sobrantes de todos sus productos, inclusas sus lanas, ganados y manufacturas. En vista de la demostracion de tan palpables beneficios aprobó el gobierno el plan de Jovellanos y le nombró subdelegado y director de la carretera con cuyo encargo corrió todo el tiempo de su primer destierro.

Escribió ademas varios opúsculos y exactas descripciones de las provincias de Asturias, Leon, Astorga, Zamora, Salamanca, Valladolid, Palencia, Burgos, Rioja, Santander y las tres vascongadas, que recorrió por desempeñar diferentes comisiones que se le confiaron. Comprendió en ellas cuanto encontró digno de llamar la atencion; sus productos en todos conceptos, su poblacion, sus fueros y privilegios, su gobierno, su industria, sus montes, sus rios, sus caminos, los monumentos que contienen y sus edificios antiguos y modernos, todo, absolutamente todo cuanto se presentó á sus ojos perspicaces é indagadores lo describió y comprendió en nueve diarios que

constan de mas de dos mil páginas y alcanzan desde 1790 hasta 1804.

Conocia bien el gobierno el mérito de Jovellanos y por eso se declaró su enemigo irreconcilia'ble el Príncipe de la Paz: pero llegó una época en que Godoy conoció que debia sacrificar algo á la opinion pública; y ya fuese para adquirir popularidad, ó para apartar de sí la responsabilidad de los graves males que sufria el estado, condescendió con los deseos de los amigos de don Gaspar y le nombró primero embajador en la córte de Rusia y pocos dias despues ministro de Gracia y Justicia. Sorprendióle sobre manera esta última noticia, por considerar poco apropósito para este cargo la firmeza de su carácter, pero solícito del bien de sus conciudadanos se dirigia á la capital cuando le informaron de las interioridades de palacio, de las intrigas de la corte y del mal estado de los negocios. Habríase vuelto inmediatamente á su pais á no ser por las instancias del conde de Cabarrús que le resolvieron á este nuevo sacrificio en favor de sus conciudadanos.

Recibióle bien la familia real y el mismo favorito; pero pronto cambió la escena. No podia Godoy ver sin despecho las infinitas felicitaciones que de todas partes se dirigian á S. M. por haber nombrado ministro á Jovellanos, y desde entonces juró su pérdida irrevocablemente. Aumentóse esta enemistad por el teson con que este luchaba contra los obstáculos que se oponian á sus ideas de regeneracion y buen orden y porque junto con Saavedra dirigia á Cárlos IV enérgicas representaciones en que le hablaban el lenguage

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