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deseos del gobierno y de la nacion, haciéndole um servicio tan importante.

Algun año convendrá reducir la cantidad de los premios, y pedir en lugar de tragedia o comedia, entremeses, sainetes, letras y música de tonadillas, arreglando en los edictos las condicio nes de cada uno de estos pequeños dramas, para que nada se vea ni oiga sobre nuestra escena em que no resplandezca la propiedad, la decencia y buen gusto.

Este seria el medio de lograr en poco tiempo algunos buenos dramas. Acaso convendrá tener al principio una prudente indulgencia, porque el espíritu humano es progresivo, el punto de perfeccion está muy distante, y llegar á él de un vuelo le será imposible. La Academia honrando con el premio á los mas sobresalientes, deberá elegir los que mas se acercaren á los fines propuestos, y juzgare dignos de la representacion: cuidará de corregirlos, imprimirlos, y poner á su frente las advertencias que juzgare oportunas, para que asi se vayan propagando las buenas máximas, y se camine mas prontamente á la perfeccion.

Fuera del concurso, escriba é imprima el que quisiere sus producciones, pero ningun drama, sea el que fuere, pueda presentarse á la escena, en Madrid ni en las provincias, sin aprobacion de la misma Academia: asi se cerrará de una vez la puerta á la licencia que ha reinado hasta ahora en materia tan enlazada con las ideas y costumbres públicas.

Si se dudare que tan corto estímulo baste para lograr el alto fin que nos proponemos, reflexió nese que para los talentos grandes consistirá

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siempre el mayor premio en el aplauso, y que este jamás faltará a las obras sublimes, cuando la escena se hubiere purgado, y reinen sobre ella la razon y el buen gusto. ¿Quién sabe lo que puede este resorte? Los aplausos que mereció su Edipo mataron de gozo á Sófocles, el primero de los trágicos griegos.

2. En su representacion

Perfeccionados asi los dramas, restará mejo rar su ejecucion, cuya reforma debe empezar por actores ó representantes. En esta parte el mal está tambien en su colmo. Es verdad que á juz→ gar por el descuido con que son elegidos nuestros comediantes, debemos confesar que hacen prodigios. ¿Cómo seria de esperar que entre unas gentes sin educacion, sin ningun género de instruccion ni enseñanza, sin la menor idea de la teórica de su arte, y lo que es mas sin estímulo ni recompensa, se hallasen de tiempo en tiempo algunos de tan estupenda habilidad como admiramos en el dia? En ellos el génio hace lo mas, ó lo hace todo. Pero nótese que tan raros fenómenos se hallan solamente para la representacion de aquellos caractéres bajos que están al nivel, ó mas cercanos de su condicion, sin que para la de altos personages y caractéres se haya hallado jamás alguno que arribase á la medianía. La declamacion es un arte, y tiene como todas las ar tes imitativas sus principios y reglas tomados de la naturaleza, donde están repartidos todos los modelos de los sublime, lo bello y lo gracioso. La teoria de este arte no ha llegado todavia en nacion

alguna á la perfeccion de que es capaz. ¡Qué objeto mas digno de las tareas de nuestra Academia española! ¡Qué muchedumbre de asuntos no ofrece, para proponer á los ingénios, que convida por instituto, y provoca con premios á cultivar la bella literatura!

que

Las academias dramáticas de que hablé mas arriba podrian promoverle acaso con mas fruto, por que consistiendo la mayor dificultad de este arte en reducir á práctica sus principios, tendrian la ventaja de promover á un mismo tiempo una y otra enseñanza. Entonces los teatros privados, en la gente noble y acomodada, que compondria estas academias, presentase á la imitacion los mejores y mas dignos modelos, propagarian facilísimamente el gusto de la declamacion y el conocimiento de sus principios, descubriendo muchos talentos nacidos para ella, que están ahora del todo ignorados y perdidos.

No seria tampoco á mi juicio cuidado indigno del celo y la prevision del gobierno, el buscar maestros estrangeros, ó enviar jóvenes á viajar é instruirse fuera del reino, y establecer despues una escuela práctica para la educacion de nuestros comediantes; porque al fin si el teatro ha de ser lo que debe, esto es, una escuela de educacion para la gente rica y acomodada, ¿qué objeto mereceria mas su desvelo, que el de perfeccionar los instrumentos y arcaduces que deben comunicarla v difundirla?

Esta enseñanza haria desaparecer de nuestra escena tantos defectos y malos resabios como hoy la oscurecen: el soplo y acento del apuntador, tan cansados como contrarios à la ilusion teatral;

el tono vago é insignificante, los gritos y ahullidos descompuestos, las violentas contorsiones y desplantes, los gestos y ademanes descompasados que son alternativamente la risa y el tormento de los espectadores; y finalmente aquella falta de estudio y de memoria, aquella perenne distraccion, aquel impudente descaro, aquellas miradas libres aquellos meneos indecentes, aquellos énfasis maliciosos, aquella falta de propiedad, de decoro, de pudor, de policía, y de aire noble que se advierte en tantos de nuestros cómicos, que tanto alborota la gente desmandada y precoz, y tanto tedio causa à las personas cuerdas y bien criadas.

Algunos premios anuales destinados á recompensar los actores mas sobresalientes en talento, juicio y aplicacion; algunas gratificaciones estraordinarias repartidas en casos de particular y sobresaliente desempeño; algunas distinciones de honor á que no serán insensibles, cuando pasando el teatro á ser lo que debe ser, dejen nuestros cómicos de ser lo que son: y en fin, algura colocacion ó decente destino fuera del teatro, dado á los mas eminentes, por recompensa de largos y buenos servicios hechos en él, acabarian de honrar y mejorar esta profesion, hoy tan atrasada y envilecida entre nosotros.

3.° En la decoracion.

Aun no bastaria esta reforma: el cuidado de mejorar la decoracion y ornato de la escena merece y pide tambien la atencion del gobierno. Si en nuestros corrales, en medio y á vista de la córte, apenas hemos llegado á conocer, no digo

la ostentacion y la magnificencia, mas ni aun la decencia y la regularidad, ¿qué será de los demas teatros de España? Ciertamente que, á juzgar por ellos del estado de nuestras artes, se po dria decir con justicia que estaban aun en su rue deza primitiva. Tales son la ruin, estrecha, é incómoda figura de los coliseos; el gusto bárbaro y Riberesco de arquitectura y perspectiva en sustelones y bastidores; la impropiedad, pobreza y desaliño de los trages; la vil materia, la mala y mezquina forma de los muebles y útiles; la pesadez y rudeza de las máquinas y tramoyas; yen una palabra, la indecencia y miseria de todo el aparato escénico. ¿Quién compare con los grandes progresos que han hecho entre nosotros las bellas artes, este miserable estado del ornato de nuestra escena, no inferirá el poco uso y mala aplicacion que sabemos hacer de nuestras mismas ventajas? El teatro es el domicilio propio de todas las artes: en él todo debe ser bello, elegante, noble, decoroso, y en cierto modo magnífico; no solo porque asi lo piden los objetos que presenta á los ojos, sino tambien para dar empleo y fomento á las artes de lujo y comodidad, y propagar por su medio el buen gusto en toda la nacion.

4.° En la música y baile.

¿Y qué diremos de la música y el baile; dos objetos tan atrasados entre nosotros, y capaces de ser llevados al mayor punto de mejoramiento y esplendor? ¿Qué otra cosa es en el dia nuestra música teatral, que un conjunto de insípidas é incoherentes imitaciones, sin originalidad, sin ca

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