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ca se compusieron todavía poesías del mismo caracter y tono que las odas rigurosamente tales, es decir, las cantadas; conservaron aquellas este nombre, sin embargo de que ya no eran destinadas mas que á la simple recitacion ó lectura. Tales son muchas de los antiguos, y casi todas las de los modernos.

No es esto decir que hoy en dia no haya poesías verdaderamente líricas, ó cantadas. En todos los paises hay canciones nacionales de muchas especies; pero como en estas se atiende mas á la música que á los versos, las poesías modernas que realmente se cantan no merecen particular examen. Porque cuando se ha inventado alguna música nueva en cualquier género que sea, lo que se aplaude, estima y aprende es la música; y es muy indiferente en general que á ella se acomode tal ó cual copla ó letra. Así, aunque nosotros tenemos un riquísimo caudal de seguidillas, villancicos, gozos, letrillas, romances, coplas sueltas para tiranas, jotas, polos &c.; y aunque, así como entre ellas hay muchas, ó detestables, ó de poco mérito, hay tambien algunas muy preciosas; sin embargo, siendo composiciones cortas, sueltas, sin autor conocido las mas, y no pudiéndose dar para su composicion otra regla que la de que á la naturalidad, finura, gracia &c. de los pensamientos acompañen expresiones felices, y una versificacion la mas melodiosa, fluida, suave y sonora que ser pueda: solo hablaré de las poesías líricas destinadas á la simple

lectura. Y como ya he indicado que estas conservan el mismo carácter y tono, que las que an

tes se componian para ser cantadas; de esta circunstancia, es decir, de la suposicion de que el poeta canta aunque realmente no cante, debe inferirse cuál es la naturaleza, y cuáles son las calidades propias de las poesías de esta clase.

El hombre canta en el entusiasmo de la admiracion, en el delirio de la alegría, en la embriaguez del amor, entre los placeres de la vida, en aquella especie de éxtasis que produce la vista de algun objeto ó el recuerdo de pasadas situaciones; y á veces en medio del dolor, buscando en el canto un desahogo á sus penas. De aquí resulta que la oda para ser natural ha de expresar fielmente, ô la admiracion, el asombro у el respeto que nos inspiran los objetos elevados, sublimes, religiosos &c.; ó el gozo de que está inundado nuestro corazon por algun acontecimiento feliz, ó la pasion amorosa que nos cautiva, ó el dulce placer que excita en nosotros la conmocion de los sentidos en medio de un festin, un baile, ó una reunion de amigos; ó el enagenamiento á que aun estando solos nos conduce la contemplacion de algun objeto presente, ó la meditacion sobre nosotros mismos y sobre sucesos pasados; ó finalmente el estado de abatimiento y afliccion en que nos sumergen los pesares. A seis clases pues se reducen todas las odas, ó por mejor decir, todos los asuntos sobre que pueden escribirse.

La contiene las que expresan la admira

cion Y el asombro que inspiran ciertos objetos grandiosos. Y como estos pueden ser divinos ó humanos, se subdivide esta clase en dos especies. La 1a se llama oda sagrada (ó himno si está hecho para cantarse) y en ella se celebran las maravillas del Altísimo y los misterios de la religion: la 2a heróica, y se emplea en las alabanzas de los héroes y en cantar hazañas marciales, ó acciones ilustres aunque no sean precisamente de guerra. Estas dos especies deben tener por carácter dominante la elevacion y sublimidad.

La 2a comprende las que expresan nuestra alegría por algun acontecimiento feliz; por ejemplo, con motivo de una paz, del nacimiento de un Príncipe &c. No tienen nombre particular; pero pues en ellas nos congratulamos con la patria por su buena suerte y la damos en cierto modo el parabien, pudieran llamarse gratulatorias. Tales son tambien las que se escriben cuando algun personage es elevado á un Ministerio ó á cualquier otra Dignidad. Estas requieren elevacion y fuego; mas como las emociones de la alegría son mas plácidas y tranquilas que las del asombro, el terror y el respeto religioso, deben tener mas de bellas que de sublimes.

A la 32 pertenecen aquellas en que exhalamos, por decirlo así, el fuego de una pasion amorosa: y ya se deja conocer que todas ellas han de respirar aquellos ardientes afectos que semejante pasion inspira cuando llega á dominarnos. Se llaman eróticas.

A la 4a las que retratan las conmociones vivas, pero ligeras y transitorias, que nos causan los placeres de la mesa, el baile, la música, y la reunion de varias personas entregadas á la recreacion y al pasatiempo. De esta naturaleza son las mas de Anacreonte, del cual han tomado el nombre de anacreónticas, y algunas de Horacio. Su carácter es la elegancia, la blandura, la jovialidad, y cierta finura y delicadeza en los pen

samientos.

La 5a y mas numerosa abraza todas aquellas que expresan los sentimientos que nos inspiran la vista de algun objeto y nuestras propias reflexiones, sobre los sucesos de la vida, las revoluciones de la fortuna, la instabilidad de las cosas humanas, la ceguedad de los hombres acerca de sus verdaderos intereses &c. &c. Estas se llaman odas filosóficas, ó morales.

La 62 aquellas en que desahogamos nuestro dolor cuando algun pesar nos oprime. No tienen nombre particular; pero como los antiguos llamaban elegías á las composiciones lastimeras, pudieran llamarse elegiacas. Con este motivo debemos observar que no es el asunto el que distingue las varias especies de poesías, sino el modo de tratarle. Casi todos los que pueden ser materia de las odas, pueden serlo tambien de otras composiciones; pero estas pertenecen á la clase de las didácticas cuando no es el corazon el que en ellas se procura conmover, sino la razon la que se quiere ilustrar. Así, en los discursos poéticos.

TOMO II.

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se trata de asuntos morales, como en las odas de este nombre; pero en aquellos el poeta se proilustrar al entendimiento, y en estas, agipor la pasion, quiere principalmente interesar el corazon. Ademas el género de verso diversifica dos composiciones sobre un mismo asunto, aunque la pasion domine en ambas. Por eso una composicion amorosa, por patética que sea, será siempre elegía ó epístola, segun los casos, si está escrita en dísticos latinos, ó en tercetos ó versos sueltos castellanos. Para que fuese oda, era menester que estuviese escrita en alguna de las varias especies de versos que en una y otra lengua se acomodan mas al canto, y que por esta razon se llaman líricos.

Volviendo á las odas: como el efecto de la música es conmovernos fuertemente, sacarnos del estado ordinario, é inspirarnos cierta especie de enagenamiento que se llama entusiasmo; es necesario que el poeta muestre en las odas aquel grado de aparente delirio que convenga al asunto, porque claro es que todos no pueden excitar el mismo furor y aturdimiento. Pero es menester que en todas el poeta salga algun tanto de sí, hable como agitado por la inspiracion de las musas, y tome un tono mas atrevido que el que conviene á los que no cantan, sino que escriben para la simple lectura. Por esta razon las odas admiten cierto desprecio de la regularidad, algunas digresiones, y un aparente desórden en las ideas que muestre la agitacion interior del que canta.

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