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dillo, excelente novelista de principios del siglo XVII, la Ingeniosa Helena, la Escuela de Celestina, El Sagaz Estacio, y otras más, unas dialogadas, otras novelescas. Terminaremos esta enumeración con la Segunda Celestina, comedia discretísima de D. Agustín de Salazar y Torres, contemporáneo de Calderón, que escribió también una Celestina, hoy perdida, y que sería muy curioso poder cotejar con la primitiva, si bien recelamos que este cotejo había de resultar en favor del bachiller Rojas, poeta mucho más humano que el brillante dramático de fines del siglo XVII (1).

(1) En Los polvos de la Madre Celestina, comedia de magia de D. Juan Eugenio Hartzenbusch, como destinada á un auditorio casi infantil y por autor tan cuidadoso de la pureza moral, la protagonista aparece sólo con el carácter de hechicera. La última de las Celestinas clásicas, es, en rigor, la de D. Serafín Estébanez Calderón, inserta en sus Escenas andaluzas.

EL ALCALDE DE ZALAMEA.

EL ALCALDE DE ZALAMEA.

STA obra, universalmente considerada

como una de las joyas del teatro español, y por muchos como la más excelente y preciosa del teatro de Calderón, requiere de nosotros estudio tan detenido como pueden consentirlo los límites del presente artículo.

Es acusación harto vulgar contra el gran dramaturgo castellano de fines del siglo XVII, y aun contra todo nuestro teatro de esa centuria, la de ser pálido en la pintura de caracteres, sacrificados con mucha frecuencia á la intriga y al rápido movimiento escénico, ó convertidos en tipos convencionales, faltos de la variedad admirable que la naturaleza humana ostenta en cada individuo. Algún fundamento tiene este reparo, si superficialmente se examinan las cosas, puesto que rara vez mostraron nues

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