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nio, moraban en él tres frailes, visitólos el padre Comisario y detúvose con ellos hasta el miércoles de la semana siguiente. En este interin acudieron los indios de la guardianía con sus ofrendas de pan de Castilla, plátanos y algunas aves, y despachó el padre Comisario las patentes sobredichas por todas las provincias; á la de Guatemala, Nicaragua y Yucatan, despachólas con un fraile que alli habia venido á negocios de la mesma provincia de Guatemala, el cual las llevó á la provincia de Yucatan, y de allí pasó á Guatemala, donde se enviaron á Nicaragua, y en todas tres, como dicho es, fueron recebidas y obedecidas: á México las envió con el mesmo fray Francisco Sellez, yendo en su compañía un predicador de aquella provincia de Michoacan, llamado fray Alonso de la Concepcion, y á ambos y á cada uno de ellos in solidum les dió poder bastante, por ante escribano, para poderlas presentar en la Audiencia y pedir los recados necesarios para que tuviesen debido efecto, y para tratar todos aquellos negocios con la misma Audiencia, segun el órden y memorial que llevaron, dióles tambien patentes para el mismo efecto, mandándoles que posasen en el convento de San Cosme y San Damian de los frailes descalzos, y que de allí saliesen á negociar; lo que negociaron adelante se dirá. Allí en Tlaxomulco tuvo el padre Comisario la fiesta de la Epifanía, que llaman de los Reyes, la cual celebraron los indios con tanta solennidad, á su modo, que pareció hacerles notorio agravio si en este lugar no se pusiera algo de lo que en ella pasó.

De una fiesta que los indios de Tlacomulco hicieron el dia de los Reyes.

Tienen costumbre los indios de Tlaxomulco, mucho tiempo há, de representar en su pueblo cada año el dia de la Epifanía, lo que, en aquella páscua y festividad, aconteció y pasó como nuestra Madre la Santa Iglesia lo enseña y publica; lo que estando allí el padre Comisario general hicieron en este caso, pasó desta manera. Tenian hecho el portal de Bethlem en el patio de la puerta de la iglesia, casi arrimado á la torre de las campanas, y en él tenian puesto al Niño y á la Madre y al Santo Joseph. Era hecho el portal de unos palos, muy pobre, cubierto con otros palillos, y sobre ellos de uno como moho ó maehojo, que se cria en aquella tierra y en la de México y otras, en las encinas y robles y otros árboles, y es a manera de raicillas ó barbas, asidas unas con otras, muy blandas y delicadas, que en lengua mexicana se llama paxtle, y sirve para muchas cosas; á un lado del patio tenian hecha, algo apartada del portal, una ramada, donde estaba Herodes sentado en una silla con grande acompañamiento, representando mucha gravedad y magestad. Desde lo alto de un cerro, de los que están junto al pueblo, vinieron baxando los Reyes á caballo, tan de espacio y poco a poco, así por la gravedad, como porque el cerro es muy alto y tiene muy áspero el camino, que se tardaron casi dos horas en baxar y llegar al patio. Traian los reyes un indio á pié con un

guion, y este venia delante, y detrás dellos venia otro de más de ochenta años con un chicuitle á cuestas, con los dones y ofrendas que habian de ofrecer al Niño. En el interin que llegaban salió una danza de ángeles, los cuales, delante del portal danzaron y bailaron, cantando algunas coplas en lengua mexicana, con muchas humillaciones y genuflexiones al Niño. Luego llegó otra danza de pastores cargados de zurrones y calabazas, y otras cosas, con sus cayados y aderezos pastoriles, aunque muy pobres, y estando todos juntos en medio del patio se descubrió un ángel en una torrecilla hecha de madera en el mismo patio y cantó Gloria in excelsis Deo etc. á cuya voz cayeron en tierra los pastores como sin sentido, y conhortándolos el ángel en lengua mexicana, y dándoles las nuevas del nacimiento del Niño, volvieron en sí, y se levantaron y acudieron todos al portal con mucho contento y regocijo, y ofrecieron al Niño de lo que llevaban, uno un cabrito, otro un cordero, otro unos panes, y otro una toca, y otros otras cosas, con tanta reverencia que provocaban á los circunstantes á devocion; luego comenzaron á danzar y bailar, y á cantar en la mesma lengua mexicana, en alabanza del Niño, haciéndose unos á otros preguntas, y diciendo que qué habian visto y qué habian oido; respondian con mucha alegría, repitiendo muchas veces las palabras del ángel, y diciendo: goria, goria, goria, dando saltos y brincos con sus cayados, con grandísimo regocijo y placer; luego lucharon unos con otros, y cuando se derribaban, iban rodando por el suelo asidos y abrazados muy fuertemente, con tanta ligereza, que ponia espanto y daba mucho contento, y si alguno los queria detener cuando así iban rodando, afirmando su cayado en la

tierra para que no pasasen adelante, sino que en él se detuviesen, en llegando ellos al cayado daban la vuelta, tornándose por donde habian ido, así abrazados y rodando; y cuando esto pasaba muy adelante, llegaban dos pastores y cogianlos en medio con sus cayados, y así cesaba su rodar y se levantaban; mandaba el mayoral á cada uno que saliese á saltar y brincar, y llamábalos por sus nombres, á uno Dominguillo, á otro Gonzalillo, y á otros por otros nombres muy graciosos, y todos le obedecian; y finalmente, viendo que se acercaban ya los Reyes, hicieron un corral ó cerco, asidos de las manos en rueda, dexando dentro dos dellos sueltos, los cuales, con sendos cayados, andaban tras los de la rueda como si fueran toros, y con los cayados derribaban al que cogian, y le llevaban rodando á una parte y á otra, con lo cual se concluyó su fiesta, que cierto estuvo muy de ver. Llegaron los Reyes á la puerta del patio guiados por una estrella que los indios tenian hecha de oropel, y la corrian por dos cuerdas que llegaban desde el cerro hasta la torre de la iglesia, y tenian hechas á trechos unas torrecillas de madera altas, desde las cuales encaminaban la estrella para que corriese por las cuerdas; llegados, pues, los Reyes á la puerta del patio, se les metió y escondió la estrella en una de aquellas torrecillas, y entonces enviaron sus mensajes á Herodes para entrar; y despues de algunas demandas y respuestas, se apearon y entraron en el patio, delante de Herodes, y hecha su pregunta, llamó Herodes á los sabios, los cuales trujeron un libro grande, y á instancia del Rey buscó uno dellos la profecía, y hallada y relatada á Herodes, se enojó tanto con él que le quiso poner las manos; arrojó el libro por el suelo, y mandó luego al sa

bio que lo tomase, y tornase á leer aquella profecía, haciéndole hincar de rodillas; estaba el negro doctor leyendo, todo turbado y temblando, hojeando el libro, y como al fin tornó á hallar la profecía, y se la mostró á Herodes, tornóse Herodes á enojar con él, y tomó el libro de las manos y dióle á otro doctor, el cual, asimismo puesto de rodillas, y con la mesma turbacion, buscó y halló la mesma profecía, y lo mesmo hicieron otros dos ó tres, á quien el mesmo Herodes iba dando el libro; finalmente, viendo Herodes que todos conformaban, dixo á los Reyes que fuesen á buscar el Niño etc., y él se quedó con sus doctores, dando grandes palmadas en la mesa y sobre el libro, á veces riñéndolos, y á veces arrojando el libro sobre la mesa y en el suelo, mostrando tanta cólera y enojo, soberbia y presuncion, así en el aspecto como en los meneos, obras y palabras, como si de veras estuviera enojado y fuera el mesmo rey Herodes. Partidos los Reyes de la presencia de Herodes salió luego la estrella de la ramadilla y torre, y prosiguió su curso hasta llegar á la torre de la iglesia, á cuyo pié, como dicho es, estaba el portal de Bethlem. Postráronse los Reyes ante el niño y ofreciéronle sus presentes, que eran unos jarros de plata, haciendo cada uno, puesto de rodillas, una oracion breve en lengua mexicana: el indio viejo que llevaba la carga de estos dones (el cual, segun certificaron al padre Comisario, hacia más de treinta años que hacia aquello cada un año en tal dia como aquel) puso el chicuitle, y algo apartado del portal, vuelto hacia el Niño, le habló en pié en la mesma lengua mexicana, diciendo que no tenia otra cosa que ofrecerle, sino aquella carga que traia, y el cansancio que en traerla habia pasado, que

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