Genes. 11. sentos do estaban los ministros y servidores del demonio, que no como á los otros, sino con una terrible tempestad y tormenta, cayendo entre otras cosas una gran piedra en figura de sapo que los atemorizó. Y teniéndolo por prodigio y mal agüero, cesaron de la obra y la dejaron hasta hoy. Junto al pueblo de Teutihuacan hay muchos templos ó teucales de estos, digo las plantas de ellos ó cepas, y en particular uno de mucha grandeza y altura, y en lo alto de él está todavía tendido un ídolo de piedra que yo he visto, y por ser tan grande no ha habido manera para lo bajar de allí y aprovecharse de él. CAPÍTULO VIII. De la multitud y diversidad de ídolos que estos indios tenian. HABIENDO ABIENDO tratado de los templos de los ídolos, al propósito se sigue dar noticia de los mismos ídolos en su muchedumbre y diferencia, que aunque arriba se habló algo de ellos, no tan por extenso como se requeria. Es, pues, de saber, que en todos los lugares que dedicaban para oratorios, tenian sus ídolos grandes y pequeños: y los tales lugares (como queda tocado) eran sin número, en los templos principales y no principales de los pueblos y barrios, y en sus patios, y en los lugares altos y eminentes, así como montes, cerros y cerrejones, y en los puertos, á do los que subian echaban sangre de sus orejas, y ponian encienso, y de las rosas que cogian en el camino ofrecian allí, y si no habia rosas echaban yerba y descansaban allí; y en especial los que llevaban grandes cargas, como eran los mercaderes que continuaban mas el caminar. Y de esta ceremonia antigua les quedó á los indios la supersticion de amontonar ó colgar piedras de los árboles en lo alto de los puertos, como se ve en las cumbres de las sierras que se pasan de Huexotzingo y de los ranchos para Talmanalco, que son los caminos mas cursados para México. Tambien tenian ídolos junto á las aguas, mayormente cerca de las fuentes, á do hacian sus altares con sus gradas cubiertas por encima, y en muchas principales fuentes cuatro altares de estos á manera de cruz unos enfrente de otros, y allí en el agua echaban mucho encienso ofrecido y papel. Y cerca de los grandes árboles hacian lo mismo, y en los bosques. Y delante de sus ídolos trabajaban mucho de plantar cipreses y unas palmas silvestres que se crian mucho hácia las tierras calientes. Los ídolos Idolos de los in dios eran infinitos. que tenian eran de piedra, y de palo, y de barro: otros hacian de masa y de semillas amasadas, y de estos unos grandes, y otros mayores, y medianos, y pequeños, y muy chiquitos. Unos como figuras de obispos con sus mitras, y otros con un mortero en la cabeza, y este parece que era el dios del vino, y así le echaban vino en aquel como mortero. Unos tenian figuras de hombres varones, y otros de mujeres, otros de bestias fieras, como leones, y tigres, y perros, y venados, otros como culebras, y de estas de muchas maneras, largas y enroscadas, y algunas con rostro de mujer, como pintan la que tentó á nuestra madre Eva. Otros como águilas, y otros como buhos y como otras aves. Otros de sapos y ranas y peces, que decian ser los dioses del pescado. Y acaeció cerca de estos, en cierto pueblo de la laguna, cuando les quitaban sus ídolos, una gracia que como les llevaron los religiosos estos sus tales dioses, ranas y sapos y los demas que tenian de piedra, pasando despues por allí y pidiéndoles algun pescado para comer, respondieron que les habian llevado los dioses de los peces, y que por esto ya no los pescaban. Adoraban tambien al sol, y á la luna, y á las estrellas, y tenian sus figuras entre los otros ídolos, y asimismo á los elementos, fuego, aire, agua y tierra. Finalmente, no dejaban criatura de ningun género ni especie que no tuviesen su figura, y la adorasen por Dios, hasta las mariposas, y langostas, y pulgas; y estas grandes y bien labradas, y unas figuras tenian de pincel, pero las mas eran de bulto. Mas es de notar, por regla general, que en toda la tierra firme de estas Indias, desde mas atras de la Nueva España á la parte de la Florida y adelante hasta los reinos del Pirú, puesto que estas gentes tenian infinidad (como es dicho) de ídolos verenciaban por dioses, sobre todos ellos tenian por mayor y mas poderoso al sol. Y á este dedicaban el mayor y mas sumptuoso y rico templo. Y este debia ser al que llamaban los mexicanos ipalnemohuani, que quiere decir: «por quien todos tienen vida ó viven.» Y tambien le decian Moyucuyatzin ayac oquiyocux, ayac oquipic, que quiere decir: «que nadie lo crió ó formó, sino que él solo por su autoridad y por su voluntad lo hace todo.» Aunque se puede creer que esta manera de hablar les quedó de cuando sus muy antiguos antepasados debieron de tener natural y particular conocimiento del verdadero Dios, teniendo creencia que habia criado el mundo, y era Señor de él y lo gobernaba. Porque antes que el capital enemigo de los hombres y usurpador de la reverencia que á la verdadera deidad es debida, corrompiese los corazones humanos, no hay que re dubda sino que los pasados, de quien estas gentes tuvieron su dependencia, alcanzaron esta noticia de un Dios verdadero; como los religiosos que con curiosidad lo inquirieron de los viejos en el principio de su conversion, lo hallaron por tal en las provincias del Pirú, y de la Verapaz, y de Guatimala, y de esta Nueva España. Pero los tiempos andando y faltando gracia y doctrina, y añadiendo los hombres pecados á pecados, por justo juicio de Dios fueron estas gentes dejadas ir por los caminos errados que el demonio les mostraba, como en las demas partes del mundo acaeció á casi toda la masa del género humano, de donde nació el engaño de admitir la multitud de los dioses. CAPÍTULO IX. De una muy celebrada diosa que tuvieron por mujer del sol, y del diferente culto con que queria ser servida. HABIA ABIA en la provincia de los totonaques (que eran las gentes que en esta Nueva España estaban mas propincuos á la costa del mar del norte) una diosa muy principal, y á esta llamaban la gran diosa de los cielos, mujer del sol, cuyo templo estaba encumbrado en lo alto de una alta sierra, cercado de muchas arboledas y frutales, y de rosas y flores, todas puestas á mano, muy limpio y á maravilla, muy fresco y arreado. Era tenida esta diosa en grande reverencia y veneracion como el gran sol, aunque siempre llevaba el sol, en ser venerado, la ventaja. Mas obedecian lo que les mandaba como al mismo sol; y por cierto se tenia que aquel ídolo de esta diosa les hablaba. La causa de tenerla en gran estima y serle muy devotos y servidores, era porque no queria recibir sacrificios de muertes de hombres, antes los aborrecia y prohibia. Los sacrificios que ella amaba y de que se agradaba, y los pedia y mandaba ofrecer, eran tórtolas y otros pájaros y conejos, y estos le degollaban ante su estatua. Teníanla por Diosa particular de abogada ante el gran dios, porque les decia que hablaba y rogaba por ellos. Tenian gran esperanza en ella que por su intercesion les habia de enviar el sol á su hijo para librarlos de aquella dura servidumbre que los otros dioses les pedian de sacrificarles hombres, porque lo tenian por gran tormento, y solamente lo hacian por el gran temor que tenian á las amenazas que el demonio les hacia y daños de él recibian. Á esta diosa trataban en todo con grande que veneracion, y reverenciaban sus respuestas como de oráculo divino, los indios que aludia á la Madre de Dios. poniéndole mas que á los otros dioses, señalados los sumos pontífices ó papas y todos los sacerdotes. Tenia especialmente dos continuos y peculiares, como monjes, que de noche y dia la servian y guardaban. Estos eran tenidos por hombres santos, porque eran castísimos y de irreprensible vida para entre ellos, y aun para entre nosotros fueran por tales estimados, dejada aparte la infidelidad. Era tan virtuosa y tan ejemplar su vida, que todas las gentes los venian á visitar como á santos, y á encomendarse á ellos tomándolos por intercesores para que rogasen á la diosa y á los dioses por ellos, y así todo su ejercicio era interceder y rogar por la prosperidad de los pueblos y de las comarcas, y de las personas que á ellos se encomendaban. A estos monjes iban á hablar los sumos pontífices y les comunicaban y consultaban sus secretos y negocios árduos, y con ellos se aconsejaban. Y no podian los monjes hablar con otros, salvo cuando los iban á visitar como á santos con sus necesidades. Cuando los visitaban y les contaban cada uno sus cuitas, y se encomendaban á ellos, y les pedian consejo, ayuda y favor, estaban las cabezas bajas sin hablar palabra, en cuclillas con grandísima humildad y mortificacion. Estaban vestidos de pieles de adives, los cabellos muy largos, encordonados ó hechas crinejas. No comian carne, allí en esta vida y soledad y penitencia, vivian y morian por servicio de aquella gran diosa. Cuando alguno de aquellos moria, elegia el pueblo otro que fuese estimado por de buena y honesta vida y ejemplo, no mozo, sino viejo de sesenta ó setenta años arriba, que hubiese sido casado y á la sazon fuese ya viudo. Estos escribian por figuras historias las daban á los sumos pontífices ó papas, y los sumos pontífices las referian despues al pueblo en sus sermones. En esta tan celebrada diosa intercesora y medianera de los pueblos y gentes que á ella se encomendaban, parece que quiso el demonio introducir en su satánica iglesia un personaje que en ella representase lo que la Reina de los Ángeles y Madre de Dios representa en la Iglesia Católica, en ser abogada y medianera de todos los necesitados que á ella se encomiendan para con el gran Dios y sol de justicia. su sacratísimo Hijo; si no es que por ventura habiendo tenido noticia los antiguos progenitores de estos indios de esta misma Señora y madre de consolacion, por predicacion de algun apóstol ó siervo de Dios que llegase á estas partes (como por algunos indicios que en el discurso de esta historia se tocarán se presume), quedase confusa la memoria de esta gran Señora en el entendimiento de los que despues sucedieron, y cayendo de un dia para otro en mayores erro y y |