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de sus insignias, y los cardenales (digamos) con él, luego por la ma-
ñana tomaba el mismo Papa el dicho ídolo, y á mas andar ó á correr, y
los demas sacerdotes tras él, iban á Tenayuca, que dista de México dos
leguas, y de allí volvian á Tacuba, que del dicho lugar dista otras dos: y
de allí á Cuyoacán otras dos, y de allí daban vuelta
para México que
hay otras dos leguas: de suerte que era medio dia ó mas cuando allí
llegaban. Y si el ídolo no se le caia, era buena señal: y si se le caia,
teníanla por mala. De manera que puesto el ídolo en su lugar, co-
menzaban la matanza con mucha diligencia, y hasta la noche des-
pachaban los que tenian de guerra.. En la dicha fiesta, y en otra
alguna particular, acostumbraban desollar los tales sacrificados cer-
rado el cuero como quien desuella cabrones para odres, colgando
las manos y piés del mismo cuero desollados, y algunos sacerdotes
del templo los vestian sobre sus carnes, y por devocion ó valentía
los traian así veinte dias, y andaban saltando y gritando por las ca-
lles con ellos y algunas mujeres con sus niños, por devocion, se
les llegaban y dábanles un pellizco en el ombligo del cuero del
muerto. Y con las uñas (que siempre las traian largas) cortaban
algo de allí, y teníanlo como reliquia, y guardábanlo, ó lo comian
ó daban al niño. Y cuando se venian á desnudar aquellos cueros,
con gran trabajo y pena los desechaban de sí, porque á los veinte
dias ya los tenian secos y pegados á sus carnes. En la fiesta prin-
cipal del dicho ídolo Uzilopuchtli, en un pueblo dos leguas de Mé-
xico que se dice Iztapalapa, sacaban lumbre nueva (apagando todas
las lumbres de las casas y templos) y de presto la llevaban á santi-
ficar ante el dicho ídolo á México: para lo cual mataban y sacrifi-
caban á un hombre, con cuya sangre rociaban el fuego nuevo, y de
allí encendian fuego para poner ante sus dioses: y tomaba la gente
lumbre, así para sus templos como para sus casas, aunque estuvie-
sen una jornada y dos de México: lo cual parece que hacian en el
año que tenian como jubileo, de cincuenta y dos en cincuenta y dos
ó cincuenta y tres años, que le decian Xiuhzizquilo, y era una heb-
dómada de años. En tiempo del eclipse, hacian grandes sacrificios
de temor (en especial si era del sol), pensando ser destruidos, como
no alcanzaban el natural secreto. Y buscaban todos los hombres y
mujeres blancos ó lampiños que podian haber, y á aquellos ma-
taban y sacrificaban para aplacar al sol: en que parecia traer á la
memoria la muerte de sus dioses por el sol, como arriba se dijo
en el segundo capítulo. Daban grandes alaridos y grita en el tal
eclipse del sol, y tambien lo hacian en el de la luna, ó cuando alguna

Xiuhzizquilo quiere decir, el año es

preso ó asido, como vo tenemos ya en las

si dijesen: Año nue

manos.

ma negra de árbol medicinal.

otra señal ó cometa veian en el cielo, aunque no tanto como en el eclipse del sol. En las heredades hacian muchos sacrificios y ofrendas particulares porque se hiciesen bien los panes: y más en la fiesta de Centeutl, que decian ser el dios del maíz ó del pan, en cuya reUlli es cierta go. verencia sajaban muchos papeles, y con sangre y gotas de ulli los ponian en sus labranzas y sembrados. Y en algunas partes vi yo despues de cristianos, que ponian en sus sementeras muchas piedras teñidas con cal blanca ó yeso, y siempre lo tuve por supersticion antigua suya: aunque preguntándole á indios, ninguno lo confesaba. Dicen que en México, en cierta fiesta, ofrecian á los dioses llamados Tlaloques (que eran los dioses de las aguas ó lluvias), ciertos niños, los cuales ponian en una canoa ó barco, y los llevaban á cierta parte de aquella laguna donde se hacia un remolino ó sumidero de agua, y lanzando la canoa con los niños, la tragaba y sumia. Mas ahora no parece el tal sumidero. Á estos dioses Tlaloques pintaban de azul, y en tiempo de seca les hacian muchos sacrificios; y finalmente, cada cosa y oficio, segun que se les antojaba, aplicaban á su dios, y le solemnizaban cada uno segun que podia, y tambien la fiesta de su nacimiento.

Ayunos de los indios, rigurosisimos.

Matth. 17.

CAPÍTULO XVII.

De los ayunos que hacian los indios para tener propicios á sus dioses.

AUNQUE

UNQUE en algunos capítulos se ha tractado arriba de los sacrificios y servicios que estos indios hacian á sus dioses, no se ha hecho mencion de los ayunos, que eran rigurosísimos los que el demonio les enseñó, no por devocion que tiene á esta virtud, antes le es cruel enemiga (como lo testifica la misma Verdad, Cristo, por S. Mateo), sino para por todas vias afligir á aquellos sus feligreses, sin que alcanzasen por su penitencia algun merecimiento. En toda la tierra era general el ayunar; mas no eran en toda ella generales

los tiempos del ayuno, sino que cada provincia ayunaba á sus dioses

que

segun su devocion
tenian recibida. Los mayores
costumbre
y
ayunadores eran los ministros del templo para dar ejemplo, y en
esto conformaban con la costumbre de nuestra Iglesia católica y
con la razon, pues es mas justo que los que están dedicados al culto
divino se ejerciten mas en estos actos penitenciales, que los que no
se dedicaron al servicio de la Iglesia. Á todo el pueblo, y á las veces

decir año de los dio

ses ó de Dios.

Sacrificio horrendo que hacian de si

hasta los muchachos mandaban ayunar; y dos, y cuatro, y cinco dias, y hasta diez ayunaba el pueblo; aunque (segun algunos) este ayuno del pueblo no era mas de hasta el medio dia. Estos ayunos comunmente eran como vigilias de las fiestas, y segun la fiesta era mas solemne, así el ayuno de su vigilia era de mas dias. Los ministros del templo en todas partes tenian tambien sus cuaresmas de veinte y de cuarenta dias, y una tenian de ochenta que se puede tambien llamar vigilia, porque era respecto de la mayor fiesta del año que llamaban Panquezaliztli, y comenzaban este ayuno ochenta dias antes de la fiesta. Los de Tlaxcala, demas de esta y otras ordinarias de cada año, hacian de cuatro en cuatro años una solemnísima fiesta á su principal ídolo llamado Camaxtli, llena de abominables ceremonias y homicidios, y para esto tomaban la vigilia ó cuaresma de ayuno los ministros del templo ciento y sesenta dias antes de aquella gran pascua, llamada Teuxihuitl, en cuyo principio Teuxihuit, quiere conviene á saber, la misma noche que comenzaban el ayuno, hacian en sus propias personas aquellos diabólicos ministros un inaudito y horrendo sacrificio, y era que habiendo allegado los menores ser- mismos. vidores del templo gran cantidad de palos, tan largos como el brazo y tan gruesos como la muñeca, y teniéndolos labrados por mano de muchos carpinteros que habian ayunado y rezado cinco dias para haberlos de labrar dignamente, y teniendo aparejadas muchas navajas con que se habian de agujerar las lenguas, sacadas por mano de los maestros que tienen este oficio, que asimismo para sacarlas de aquella piedra negra habian ayunado y orado, habiendo primero hecho sus cantos y música de atabales y bailes, venia un maestro bien diestro en el oficio, y horadaba las lenguas de todos los principales ministros del demonio con aquellas navajas que tenia santificadas y puestas sobre un paño limpio, y dejábales hecho á cada uno un buen agujero, y luego el mas principal Achcauhtli (que así los llamaban á estos) sacaba por su lengua aquel dia cuatrocientos yor ó mandon. palos de aquellos; los otros tambien viejos y curtidos. y de fuerte ánimo, imitaban á su capitan y sacaban otros cada cuatrocientos. Otros, no tan antiguos, sacaban trescientos de aquellos palos, que despues de labrados eran tan gruesos, unos como el dedo pulgar de la mano, otros como el dedo pulgar del pié, y otros como juntos los dos dedos, el pulgar y el índex que está junto á él. Otros ministros mas mozos no sacaban mas de doscientos palos: finalmente, cada uno segun su esfuerzo y valentía. Acabado este ejercicio, comenzaba el canto aquel primero viejo que los guiaba, que apenas

Achcauhtli, quiere decir el abad ma

podia sacar la voz, segun quedaba de lastimado; pero esforzábase cuanto podia por cantar al demonio y ofrecerle sus sacrificios. Luego comenzaban los del templo su ayuno de ochenta dias, y de veinte en veinte, cuatro veces sacaban por la lengua otros tantos palos como de antes. Y acabados estos ochenta dias, ponian un ramo pequeño en cierta parte del patio donde todos lo viesen, y era señal que todos se aparejasen para ayunar los otros ochenta dias que quedaban hasta la gran fiesta de su dios Camaxtli. Y los ayunaban todos, así señores como los demas principales y plebeyos, hombres y mujeres. Y en este tiempo no comian ají ó chile, que es su principal mantenimiento despues del pan; ni se bañaban, que es cosa entre esta gente muy frecuentada: y se abstenian de la cópula con sus mujeres: y tambien se horadaban las lenguas, y de veinte en veinte dias pasaban por ellas, no tan grandes palos como los pasados, sino de hasta un jeme, y de grueso de un cañon, con otras ceremonias que por evitar prolijidad dejo de contar.

CAPÍTULO XVIII.

En que se prosigue la materia del pasado, y de las monjas que servian en el templo.

Los de Cholula, entre otras muchas fiestas que tenian entre año, hacian tambien otra á su dios Quetzalcoatl cuasi á la manera de la de Tlaxcala, de cuatro en cuatro años, y comenzaban el ayuno ochenta dias antes. Y el principal Tlamacazqui, ó Achcauhtli, que era (como quien dice) el gran sacerdote, comenzaba su ayuno cuatro dias antes que los otros, no comiendo ni bebiendo cada dia mas de una tortilla muy pequeña que aun no pesaria una onza, con una poquilla de agua. Y aquellos cuatro dias iba él solo á pedir la ayuda y favor de los dioses para poder bien ayunar y celebrar la fiesta de su dios. El ayuno y lo demas que hacian en aquellos ochenta dias era muy extremado y diferente de los otros de entre año. El dia que comenzaban el ayuno íbanse todos los ministros y oficiales del demonio (que eran muchos) á las salas de su dios, que estaban delante los templos y en sus patios. Á cada uno daban un encensario de barro, y encienso, que es su copal ó ánime, y puntas de maguey, que son como alesnas de palo agudísimas, y tizne: y sentábanse todos por órden arrimados á la pared, y no se levantaban sino solo á hacer sus necesidades, y allí sentados habian de velar. Y en los sesenta dias

primeros no dormian mas que á prima noche obra de dos horas, y despues de salido el sol, como una hora. Todo el otro tiempo velaban, y ofrecian encienso echando brasas en sus encensarios todos juntos, y esto hacian muchas veces en el dia y en la noche. Y á la media noche todos se bañaban ó lavaban, y luego con el tizne que les habian dado se paraban negros. Y en aquel tiempo de los sesenta dias se sacrificaban de las orejas muy á menudo con aquellas puntas ó puas de maguey, y siempre les daban que tuviesen de ellas par de sí, así para el sacrificio general y obligatorio, como para

á

otros voluntarios, y para que si alguno se durmiese lo despertasen, como lo hacian, que en viendo á uno cabecear, luego acudian á punzarle, ó á lo menos dábanle las puas, diciendo: «Ves aquí con que despiertes y te saques sangre, y así no te dormirás.» Y esto hacian cuando alguno se dormia fuera del tiempo señalado. Pero otros venian У le sacrificaban las orejas cruelmente, y echábanle la sangre sobre la cabeza, y quebrábanle el encensario en pena de su maleficio como á muy culpado y indigno de ofrecer encienso en el santuario. Y tomábanle la ropa y echábanla en las letrinas, y decíanle: que porque habia mal ayunado y dormidose, que aquel año se le habia de morir algun hijo ó hija, ó alguno de su casa. En este ayuno ninguno iba á su casa, ni salia de allí, ni se acostaba, y absteníanse de lo que se dijo de los tlaxcaltecas. Pasados los sesenta dias con aquel teson y aspereza, los otros veinte que quedaban no se sacrificaban tanto, y dormian algo mas, como queriendo sentir el descanso de la fiesta que se acercaba. En la provincia de Tehuacan tenia el demonio en ciertos pueblos y parroquias, capellanes perpetuos que siempre velaban y se ocupaban en oraciones, ayunos y sacrificios. Y este perpetuo servicio repartian de cuatro en cuatro años. Los capellanes asimismo eran cuatro, á los cuales llamaban Monauhxiuhzauhque, que quiere decir «ayunadores de cuatro años.» Y era de esta manera: cuatro mancebos que habian de ayunar cuatro años, entraban en la casa del demonio, como quien entra en treintanario cerrado; y daban á cada uno sola una manta de algodon delgada, y un maxtli, que es como toca de camino, con que ceñian y cubrian las partes inferiores en lugar de bragas ó pañetes, y no tenian mas ropa de dia ni de noche, puesto que en invierno hace razonables frios. En la noche la cama era el suelo desnudo, y una piedra la cabecera. Ayunaban todos los cuatro años, en los cuales se abstenian de carne y de pescado, de sal у de pimientos. No comian cada dia mas de sola una vez á medio dia, y era su comida una tortilla, que (segun la señalaron los indios) se

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