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merosa, á fin de arreglar el asunto; vinieron los procuradores de las villas, acompañados de escuderos y gentes de armas, á los que no se dejó penetrar en la ciudad, quedando acampados fuera, y alrededor de la muralla, dispuestos á usar de la fuerza, si así lo requerian las circunstancias. Reuniéronse en el capítulo de San Salvador, á mas del obispo, el conde D. Alfonso; Gonzalo Bernaldo; multitud de nobles y próceres; los representantes de los pueblos, que eran: Martin Alfonso del Portal y Bernardo Rodriguez de la Rivera, por Oviedo; Pedro Alvarez de Berian y Juan Ibañez, por Gijon; Gonzalo de las Alas y Lope de Bango, por Avilés; Diego Menendez de doña Palla y Menen Suarez de Inclan, por Pravia; Diego Ibañez de Costales y Pedro del Busto, por Villaviciosa; Diego de Arneros y Pedro de Posada, por Llanes; Nuño Ferez de Lozana y Mendo Fernandez de Lodeña, por el concejo de Piloña; Gonzalo Alvarez Campomanes y Alfonso Follino, por Medina; Suero Velazquez y Alvar Fernandez, por Grado; Pedro Diaz de Salas y García Fernandez de Doriga; Pedro de Paredes y Lope de Avello, por Luarca; Lope Alfonso y Diego Arias de Anleo, por Navia; Juan de Sierra y Pedro Collar, por Cangas; Alvar Pertierra y García Gonzalez del Riego, por Tineo; Lope Nuñez de Llanices, por Allande; Silollongo de Leiguarda y Poncio Fernandez de Meneses, por el Valle de Miranda; Juan Prieto y Rodrigo de Camargo, por Rivadesella; Juan Fernandez de Siero y Lope Fernandez de Vives, por Siero; Diego Suarez y Juan Estebanez, por Caso; Gonzalo Castañon y Boiso Suarez del Corral, por Aller; Juan Cordero de Nevares y Pedro Diaz, por Parres; Sancho Rodriguez de Teleña, por Cangas de Onís; Juan Longo y Lorenzo Moriello; Juan Arias y Menen Pelaez, por Somiedo; Alonso Alvarez y Juan Alvarez, por Lanuces; Pedro Diaz del Prado y Rui Diaz de Soto, con mas los comenderos de la Santa Iglesia de Oviedo, Gonzalo Bernaldo de Quirós, Juan Alvarez de Cienfuegos, Pedro Pelaez de Sanfrechoso, Rui Fernandez de Solís, Bernaldo de Quirós, Rodrigo Alvarez de Bandujo, Diego García de Viescas y Ruiz de Villaquirian.

Puesto á discusion en esta numerosa asamblea, el repartimiento con que se intentára gravar á los nobles y pueblos de Asturias, abogaron diferentes procuradores y varios parciales de D. Alfonso, esforzando los argumentos que pudieran redundar en beneficio de sus partes respectivas: despues de mucho discurrir y no encontrando fórmula apropósito para una avenencia, resultó acordado, que se pusiera todo en noticia del rey, y se llevára á efecto lo que su alteza ordenase: con esto se disolvió la junta dando cuenta á D. Enrique, que dispuso cesára el repartimiento en todo lo que fuese realengo y del Obispado, y que D. Alfonso solamente lo pudiera hacer en las tierras y señoríos, que constituian el condado de Gijon y de Noreña. Calmóse con esto el país, si bien los moradores de Gijon, sintieron mucho la resolucion real, de la que no protestaron, por el gran afecto que tenian á su antiguo conde; paciente ya de una aguda enfermedad, que habia de llevarle al sepulcro poco despues.

A la muerte del rey quedó el conde D. Alfonso, señor acaso el mas poderoso de la corona de Castilla; á mas de la primitiva donacion que constituia la opulenta herencia de D. Rodrigo Alvarez de las Asturias, se le otorgaban por la siguiente cláusula del testamento de D. Enrique, nuevas tierras y señoríos: «Otrosi mandamos á D. Alonso mi fijo encima de los otros logares é de las mercedes que le ficimos, conviene á saber la Puebla de Villaviciosa, é la Puebla de Colunga, con Cangas de Onís, é Cabranes, é Pongrin, é Mariñan, é Parras, é Piloña, é Caso, é Haller, é las pueblas de Grado, é de Pravia, é de Valdés, é de Salas, é de Luarca, é con todos sus términos, é vasallos, é fijo dalgos é fueros, é con todas sus rentas, é pechos é derechos, é con todas sus pertenencias, é con el señorío real, é mero mixto imperio que nos los avemos; pero todavía tenemos por bien que si él moriere sin fijos legítimos, que se tornen los logares á la corona de nuestros reinos. » Tampoco se olvidó el dadivoso monarca, de doña Elvira Iñiguez, madre de D. Alfonso y doña Juana, consignando á su favor en otra cláusula una pension vitalicia, de treinta mil

maravedises anuales. El nuevo rey D. Juan I, deseoso de atraerse la gratitud del conde de Gijon, añadió nuevas mercedes á las que de su padre recibiera, concediéndole los señorios de Altera, Rivera, Rioseco y Tordehumos, y el salin de Avilés, que como dice Ayala es de muy grand renta, é le diera muchos caballeros é escuderos de su reino que lo guardasen.

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Nada de esto bastó para aplacar su desmedida ambicion, pues apenas dos años pasáran de la subida al trono de este monarca, cuando su hermano el conde, libre ya de la benéfica tutela de D. Enrique, dió rienda suelta á sus inclinaciones, desobedeciendo la última reciente estipulacion, entrándose por las tierras y señoríos de la iglesia de Oviedo, exigiendo á sus vasallos tributos y poniendo en los pueblos justicias de su bando. Irritado el obispo D. Gutierre, dió cuenta al rey de las novedades ocurridas, y del daño que le causaba el conde de Gijon: quiso poner remedio el monarca, y en real cédula de 1381 ordenó que no prestáran obediencia á D. Alfonso ni á sus merinos los vasallos del obispo. No varió de pensamiento á pesar de esto el conde de Gijon: poco despues de recibidas las reales cartas, Rodrigo Alvarez de Bandujo, que tenia por el obispo la encomienda de Quirós, y Diego García de Viescas que tenia la de Santianes y valle de San Pedro de Teverga, se vieron atacados por los partidarios de D. Alfonso, viéndose obligados á apelar á las armas, luchando valerosamente para libertar á los vasallos de sus encomiendas. En tanto recorrian la provincia imponiendo tributos en muchos puntos, gruesos destacamentos que tenian á su frente capitanes tan valientes como Lope de Cortés y Rodrigo de Órdás, que imponiendo el terror á sus habitantes obligaron al obispo á repartir en encomiendas todas las tierras de su señorío, bajo pleito homenage, á los primeros caballeros del país, de entre los cuales sabemos por apuntes, documentos y autores antiguos, que se confió la casa fuerte y castillo de Priorio, à García Alvarez de Palomar; á Pedro Suarez de Quiñones, la Rivera de Suso; á Menen Suarez, el castillo de Fiel; la villa de Castropol, á Alvaro Alfonso de Cangas y

Alonso Gonzalez de Llano, y á Ares Alvarez Omaña la encomienda de Arbas; tambien hallamos entre los sostenedores de la causa del obispo los nombres de Pedro Rendueles y sus hermanos, Iñigo Mirayo y sus hijos. Estos y otros muchos caballeros, ayudaban á la defensa de las tierras y libertades de la iglesia de Oviedo.

No bastó tan formidable liga para apartar las miras ambiciosas del conde de Gijon; si por acaso hoy se estipula una trégua, es mañana desbaratada, si un momento pretende reconocer los derechos del obispo, á poco declara haberse equivocado; en constante refriega, aumentándose sus partidarios, con la multitud de aventureros y gente franca, que en la edad media tanto pululaban, rehusa, por último, toda clase de concordia; creciendo en osadía, al paso que en soldados, trabajaba ya en su mente mayores empresas, que las de escatimar algun dinero á los naturales del país: llega esto á inspirar cierto temor al rey, que llama al conde á la córte. Quedan en tanto las cosas de Asturias en tal estado, pendiente siempre la contienda, sin que ni unos ni otros traten de acomodarse. (1)

(1) Lafuente, Historia general de España.-Mariana, Historia de España.-Carballo, Antigüedades de Asturias.-Trelles, Asturias ilustrada.-Menendez Valdés, Avisos histórico-políticos.

CAPITULO VI.

Tratos del conde con ingleses y portugueses.-Se encierra en Gijon alzando banderas de rebeldía.-El rey D. Juan I pone cerco á la plaza.-Recobra el conde la gracia real.-Trata de rebelarse de nuevo. Son confiscadas sus tierras y señoríos.-El rey nombra al obispo capitan general para la guerra de Asturias.-Encuentros en los castillos de Tineo y Cangas.-Combates en las montañas de Leon.-El rey decide venir otra vez sobre Gijon.

Una vez en la córte el conde D. Alfonso, fácilmente y con fingidas palabras, hizo creer al rey su hermano en su lealtad, demandándole licencia para ir á Portugal, de donde sabemos era natural su esposa: concediósela el monarca, y allí dando álas á sus designios, largo tiempo fraguados, entró en tratos con los ingleses y portugueses, que movian guerra al rey, sosteniendo los derechos de las hijas de D. Pedro: ofreció á los primeros el puerto de Gijon á fin de que desembarcaran bajo su ayuda con toda comodidad, mientras que los portugueses arremetian las tierras de Castilla, á cuya defensa acudirian todos los caballeros y gente de guerra de Asturias. Era prenda de esta alianza, la creacion de un estado independiente de la corona, con el título de conde, que suponemos fuera el de Gijon, para D. Alfonso. Fácilmente hubiera salido este con su intento,

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