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A la verdad, concebimos mucho mejor la eternidad y el infinito que el tiempo y la materia. En vano Newton dirá: «Dios «creando la materia la compuso de átomos diversos, ó de di«versas especies de moléculas elementares, cuyas dimensiones, «figuras y diferentes cualidades son adecuadas á los fines que «se propuso.» (Opt. luc., 3-31); se preguntará en qué consisten aquellas moléculas; el microscopio mismo quedará sin responder. Su abultamiento, llevado á mil ochocientas veces, no dejará percibir ni una, ni dos, ni diez moléculas, sino una mezcla ó una combinacion de moléculas ó un cuerpo; y el infusorio que presentará, aunque muchos millarés de veces mas pequeño que la mas pequeña hormiga, será ya un ser compuesto de órganos que funcionan y compuestos ellos mismos de varios tejidos. Los átomos simples, elementares, son tan infinitamente pequeños, que no tienen peso; y sin embargo componen por su reunion todo cuanto se ve y se palpa en el círculo inmenso de la existencia de los seres.

En vano, para conocer cuáles son sus cualidades, se acudirá á la química. Esta contestará con las palabras de afinidad, de cohesion, de gravedad, y se conocerán modos y efectos; pero la esencia de las cosas escapará siempre. Dios se reservó la última palabra de todo, y es menester decirlo, es bueno, es glorioso para el hombre el ignorar estas cosas, y tributar á Dios el homenaje de su ignorancia.

¿Quiere decir esto que la ciencia es siempre estéril? No, porque le ha sido dado hacer grandes cosas; ella solamente no debe ignorar que no puede saberlo todo, y contentarse con lo que Dios quiere concederle.

Todo cuanto es necesario y útil al hombre él lo hallará, ó á lo menos puede hallarlo; está en el órden de la prudencia. Y lo que le es útil, es precisamente lo que puede conocer; es decir, las propiedades de la materia. Aun hay mas; estas propiedades tienen una causa cuyo conocimiento debe influir poderosamente en su aprecio, y esta causa no puede ser sino Dios. Luego cuanto mas teológica sea la ciencia, mas se acercará á Dios, y podrá tambien hacer y saber mas. Esta es una verdad olvidada en demasía.

El primer paso que hay que dar en esta via es adoptar el gran principio de la unidad bíblica. «El universo, dice Godefroy, «es la expresion de un pensamiento único: Creavit omnia simul «(Eccli., xvi, 1); pero, en el universo, creado de un solo gol«pe, todas las cosas fueron sucesivamente ordenadas por la pala«bra de Dios: Sed omnia in mensura, et numero et pondere disposuis«ti.» (Sap., XI, 21). (Cosmog. de la revelat., pag. 61). Desgraciadamente el Sr. Godefroy abandona desde el principio la unidad que reconoce sin embargo como guia segura. Manifesté su primer error sobre el principio calorifico; voy luego á notar otros.

Cuando el Omnipotente quiso organizar la materia, ordenó que saltase la luz del seno de las tinieblas: Dixit de tenebris lucem splendescere. (II Cor., iv, 6). Hé ahí el efecto de aquella voluntad suprema que hemos visto como aplicada al cáos para organizarle; hé ahí el efecto de la ley única que rige al universo, ó mas bien de la accion de Dios sobre el universo. Al momento cada átomo queda dotado de la vida mineral, es decir, de atraccion y de repulsion, cual mas, cual menos, cada uno segun su capacidad para la fuerza vital universal. Esta desigual reparticion de propiedad, y esta variedad de capacidad lumínica, eran indispensables á la coordinacion de la materia, á la armonía del universo; y si no la comprendemos, concebimos muy bien su necesidad.

Aquí se abre el campo mas vasto á la imaginacion. Muchos son los escritores que la han satisfecho; pero tambien su Cosmogonía nada ofrece de positivo, y el sistema de Laplace, puro, ó con la inútil modificacion de Mr. Godefroy, por notable que sea, no puede, con todo, bastar á las exigencias de la ciencia. Voy á probar mi aserto.

No puedo admitir el movimiento de rotacion del abismo, la for

macion sucesiva de zonas superficiales, separándose unas tras otras del centro comun, y constituyéndose en astros, en planetas, cuyas masas vaporosas abandonaban á su vez otras zonas que se convertian en satélites. En efecto, en virtud de esta hipótesis, es necesario que el sol ó el centro de nuestro sistema se haya formado antes que los planetas y antes que la tierra, lo que es insostenible y contrario á la Biblia. Por otra parte, como la materia que ocupaba la superficie no habria sido sucesivamente abandonada sobre los límites de la masa universal sino por causa de su ligereza mayor que la de la materia central, seguiríase de esto que los planetas mas lejanos del sol serian los menos pesados, que la Tierra lo seria menos que Vénus y Mercurio, y que el Sol, el centro de todo el sistema, deberia ser el cuerpo mas denso, lo que no está conforme con la experiencia. (Véase: Exposic. del sistema del mundo. Laplace, 5.a edic., pág. 393 y sig.).

En mi concepto, debemos admitir que al momento en que cada átomo fue dotado de la vida mineral, se agitaron todos para combinarse en virtud de la ley de la polarizacion, con la que se rozan evidentemente la cristalizacion y toda especie de formacion de los cuerpos. Aquella agitacion de las moléculas elementares y sus combinaciones produjeron una inmensa luz, limitada al rededor de la tierra, como manifestaré luego. La masa celeste, todavía informe, no fue organizada enteramente hasta el cuarto dia, y en este tan solo empezó la alternativa de la luz y las tinieblas dependiente del movimiento de rotacion de la tierra. Desde entonces no hubo mas tinieblas absolutas: las de la noche no son sino relativas; no son mas que la sombra de la tierra.

Es fácil formarse una idea de aquel trabajo universal de la materia primordial representándose el movimiento giratorio de los átomos sobre sus polos, para combinarse segun las leyes de sus afinidades; es igualmente fácil concebir la formacion de cada astro, por la aglomeracion de las primeras moléculas en otros tantos núcleos distintos, á los cuales venian á juntarse en virtud de la fuerza atractiva que dominaba en la masa primitiva.

La sencillez de este sistema cosmogenésico, tan conforme á las nociones mas positivas de la ciencia, será mejor evaluada en los párrafos siguientes.

SI.-Firmamento.

La luz habia saltado de las primeras combinaciones moleculares; vibraba en el centro del cáos en donde se hizo la primera aglomeracion; y esta tierra, en apariencia tan pequeña, es tan bien el corazon del universo y el objeto de la obra del Omnipotente, que equilibra toda la creacion por su importancia en el momento solemne en que Dios preparó los cielos: Quando praeparabat coelos. (Prov., vIII, 27).

Dios tambien dijo: Hágase el firmamento en medio de las aguas, y que separe las aguas de las aguas: Dixit quoque Deus: Fiat firmamentum in medio aquarum, et dividat aquas ab aquis. (Gen., 1, 6).

A medida que la materia se condensaba sobre el núcleo central que luego debia ser llamado tierra, la del espacio se enrarecia, y se volvia ténue al mas alto grado, y la atraccion entre la masa central ó cósmica y la masa circunferente ó sidérea, se hacia incesantemente mas activa por la aglomeracion de la materia, y por consiguiente tambien por la acumulacion de las atracciones moleculares.

Bien puede Mr. Godefroy amontonar frases sobre frases, citas sobre citas, nunca probará que el firmamentum sea la atraccion creada en el segundo dia, é independiente de la luz del dia primero; y no veo en qué se funda para criticar á MM. Marcel de Serres y Chaubard que toman el firmamentum, el uno por el espacio, el otro por la extension pura y sencillamente. Si me viese obligado á escoger entre las tres opiniones, adoptaria, sin titubear, la del sábio profesor de Montpeller. (De la Cosmog. de Moisés, 2.a edic., t. 1, pág. 45 y sig.). Pero la unidad del agente bíblico me sobrepone á todas las dificultades.

Et fecit Deus firmamentum, divisitque aquas quae erant sub firmamento, ab his quae erant super firmamentum. Et factum est ita. Y Dios hizo el firmamento y dividió las aguas que estaban debajo del firmamento de las que estaban arriba. Y así fue hecho.

Lo que ha hecho errar á cuantos han tomado el firmamento por la atmósfera, es que han traducido aquas por las aguas ordinarias. Las aguas superiores eran meramente las nubes, y las aguas

inferiores los mares; ó bien, las aguas superiores fueron retiradas á la bóveda del cielo, y las aguas inferiores eran los mares y las nubes de nuestro planeta. El mismo sábio Nicolaï se ciñe á esto; tampoco ha podido llegar á coordinar un sistema de física, y esta es la esterilidad comun á todos los escritores que han limitado la significacion de la palabra aquas á su acepcion vulgar. (Véase Nicolaï, op. cit., tom. 11, lec. vi, pág. 34 y sig.).

Santo Tomás, quien solo admitia, como se ha visto, la formacion de las aguas en el tercer dia, emite mucha mas ciencia cuando habla del firmamento. Despues de exponer diversos sistemas sin pronunciarse sobre ellos, dice: «Ya sea que por el firmamen«to entendamos el cielo sidéreo, ó que entendamos la atmósfera, <<siempre resulta ser verdad el decir que el firmamento divide las «<aguas de las aguas, en tanto que por agua se entienda la mate«ria informe 1.>>

¿Quién no repara, en efecto, que la palabra aquas tambien está tomada aquí por la universalidad de la materia elementar no reducida todavía á globos por las aguas generatrices de los astros y de la tierra? Y, si así no fuese, seria inconcebible que Moisés no hubiese hablado en aquel lugar de lo que hubiera sido tan importante designar determinadamente, es decir, la tierra; pero esta tierra aun no existia. Él solo llamará á cada objeto con su nombre á medida que irá saliendo del cáos.

Remontémonos á aquel instante en que Dios sentaba los cimientos de la tierra: Quando appendebat fundamenta terrae (Prov., VIII, 29), y que afirmaba su globo en el espacio: Aethera firmabat sursum (Ibid. 28). En aquel instante hallarémos todavía para el firmamento un estado original de imperfeccion y de incomplemento, por el cual todo pasó antes de llegar á la perfeccion del ser. Admirable progresion à la cual la sabiduría eterna sometió todas sus obras y que nada deroga aun en el dia. Vemos, pues, que el firmamento empezó por un punto limitado del espacio, por el intermedio del abismo: In medio aquarum, y no por el punto centri

1 Sic igitur sive nos per firmamentum intelligamus coelum in quo sunt sidera, sive spatium aëris nubilosum, convenienter dicitur, quod firmamentum dividat aquas ab aquis, secundùm quod per aquam materia informis significatur. (Sum. theol., 1.a pars, quaest. 68).'

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