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dad de mil doscientas toesas la temperatura de la tierra está en el mismo grado que la del agua hirviendo, y que un poco mas abajo todos los cuerpos están en completa fusion.

Cálculos tan bien determinados pueden deslumbrar un instante á espíritus poco observadores. Mas un estado primitivo de incandescencia y volatilizacion es evidentemente incompatible con la inmersion en el seno de las aguas, tal como nos la pinta Moisés. Es necesario estar poseido del amor á los sistemas de un modo extraño para suponer que un sol se incrusta. Concíbese un fuego que se disipa y se extingue; pero no puede concebirse un fuego que se concentra, y se encierra él mismo bajo una ligera corteza. Despues de seis mil años que el astro del dia llena al universo de sus fuegos, ¿ se ha visto jamás que ninguna corteza, ni aun infinitamente pequeña, haya velado sus rayos, haciéndoles perder su resplandor y calor?

«Este fuego central existe, dice el Anuario, pues que las ob«servaciones hechas en una multitud de minas, y las observacio«nes de la temperatura del agua en un gran número de fuentes «que salen viniendo de diferentes profundidades, concuerdan en << dar un aumento de calor de un grado para cada veinte ó treinta «metros de profundidad. » Esto es, ¡ vosotros de lo que se observa en una pequeña fraccion del diámetro del globo, inferís lo que tiene lugar en toda su extension! Tened cuenta: aun en el mismo Instituto se os podria contestar esta conclusion.

El termómetro, decís, señala una elevacion de temperatura á medida que se va descendiendo. Pero, ¿quién os ha dicho que si aun se descendia mas abajo, esta temperatura no seria igual, y aun que no decreceria? Osarémos decirlo; nos figuramos un arador en el vértice de una pirámide de Egipto, que experimenta tanto mas calor, cuanto mas se hunde en las grietas de la mole. Ha llegado á una ó dos líneas de profundidad, y como está mas al abrigo de la agitacion del aire, experimenta aun mas calor. Si pudiese discurrir, ¿podria concluir de esto, que arde un fuego espantoso en el seno de la pirámide? Y sin embargo nosotros hemos penetrado menos en el interior de la tierra, que el arador en la piedra de la pirámide; apenas en las mas grandes profundidades de nuestras minas hemos pasado mas allá de la película mas

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exterior del globo. Estas profundidades, dice Mr. Biot', son menores que las arrugas que se ven en la superficie de una naranja; y ¡ tendríamos la pretension de saber lo que pasa en el centro de la tierra, á saber, mas de mil leguas mas abajo de nosotros!

Será sobremanera curioso ver lo que sobre esta teoría piensa un miembro del Instituto, uno de los primeros físicos de este siglo, Mr. Ampère. «Se ha reconocido, dice, que partiendo de la << superficie del globo y hasta cierta profundidad, la temperatura << va siempre en aumento, y se ha concluido con apresuramiento que «el aumento continúa hasta el centro, ó á lo menos hasta el nú«cleo líquido. Las observaciones son buenas, pero la conclusion es «< controvertible... Concluir de lo que se observa en esta pequeña «fraccion del diámetro, lo que tiene lugar en toda su extension, «es de una extrema ligereza *.» Así, pues, este famoso sistema del fuego central, ¡no estará fundado sino sobre una extrema ligereza de discurso! ¡Y lo afirma un miembro del Instituto, un sábio de primer órden! No es necesario, pues, que se nos venga á decir que «la tierra ha parado por fin definitivamente en un sol in«crustado. » Definitivamente es muy fuerte. Las ciencias sobre muchos puntos nada tienen aun de definitivo. Hace ya algunos años que el célebre Volta creyó haber explicado definitivamente el fenómeno del granizo. El abate Haüy, no menos célebre, estuvo igualmente persuadi do de lo mismo; «todas las dificultades, decia en su << tratado de física, desaparecen ante esta explicacion tan ingeniosa «como satisfactoria.» Pero al contrario la explicacion tan satisfactoria fue la que se desvaneció, y no las dificultades. El Anuario de las longitudes no tardó en declararla poco menos que inadmisible 3.

Lo mismo puede suceder un dia á nuestras nuevas teorías. Satisfactorias de pronto para aquellos que aun no las han profundizado, podrán ser rechazadas despues como inútiles ó absurdas. La naturaleza no se ha hecho enteramente patente á los ojos de los sábios; y es necesario que se humillen alguna vez delante de sus misterios, para aprender á humillarse mas eficazmente delante de los misterios de un órden superior.

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Teoría del mundo. (Revista de los dos mundos, 1.o de julio de 1833). 3 Anuario de 1828.

Reconozcamos que hay mas luz en el lenguaje sencillo del escritor sagrado, que en todas estas teorías tan rebuscadas y extrañas. El arte es aquí muy inferior á la verdad. Pero leamos aun la divina narracion:

«En el principio crió Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba «desnuda y estéril; las tinieblas cubrian la faz del abismo, y el <«<espíritu de Dios era llevado sobre las aguas. »

Ahí está la descripcion que puede darnos mejor idea del primer momento de la creacion. ¡Cuán diferente es de la que nos presenta la ciencia

<< Parece que en el primer período, se nos dice 1, el Océano se << detuvo sobre la tierra. »

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«Y esta tierra ha sido antiguamente flúida .» Y esta tierra flúi- • da aha venido á ser definitivamente un sol incrustado. »>,

Compréndese á Moisés cuando nos muestra la tierra árida, rodeada de tinieblas y cubierta de agua, y el espíritu creador que se extiende sobre esta agua, único objeto material todavía visible. Pero ¿puede comprenderse á la ciencia; y la ciencia se comprende á sí misma, cuando nos habla de un sol flúido colocado en el Océano, y que se incrusta?

Hé aquí sin embargo el resultado que se ha obtenido «por los «<comunes esfuerzos de los físicos y geómetras 3.»

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Ya hemos hablado bastante de estos sistemas, y mientras que los sábios toman partido los unos por el agua, y los otros por el fuego, dividiéndose en Neptunistas y Plutonistas, y que la ciencia se opone á la ciencia, no nos apartemos de la luminosa sencillez de las Escrituras. La guerra llena de acrimonia que los geólogos se hacen, manifiesta bien su impotencia para decirnos nada plausible sobre la formacion del mundo. Sola la narracion de Moisés satisface la razon. Podemos, pues, rechazar libremente con los unos la hipótesis de una tierra formada gota á gota en el agua por via de precipitacion; y con los otros la de un astro ardiente que se incrusta. Los Libros santos son el crisol en que deben ser severamente probados los sistemas geológicos.

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CAPÍTULO III.

DIA PRIMERO. LA LUZ.

Creacion de la luz.

Parecer de los físicos conforme con la narracion de Moisés. - Prodigios de la luz.-Dias de la creacion.-Verdadera significacion de esta palabra. -Interpretacion de complacencia.- Qué piensa sobre ella un sábio del Instituto.- Daño é inutilidad de esta nueva interpretacion.

Nosotros hemos seguido el parecer de aquellos que piensan que los seis dias empezaron en el momento de ser criada la luz, habiendo Dios hecho antes, pero en una especie de confusion 1, el cielo, la tierra, el aire y las aguás, que eran el fondo de su . obra, y en la cual debia trabajar durante seis dias para coordinarla y darle la perfeccion que habia juzgado conveniente.

En esta interpretacion, que es la mas generalmente recibida, los geólogos hallarán toda la latitud deseable para sus precipitaciones químicas, ó para condensar sus nebulosas, é incrustar sus soles. Como la Escritura ningun tiempo indica despues del principio hasta el primer dia, podrán dar carrera suelta á su imaginacion, y acumular siglos, sin que la Religion se oponga á ello. Pero nosotros pensamos que la cuestion solamente podria versar sobre el espacio de tiempo que precedió á los dias de la creacion, si el tiempo ya existia entonces; y de ningun modo sobre estos dias, cuya significacion parece claramente señalada en las diferentes partes del sagrado texto, como procurarémos probarlo.

Dios dijo: «Exista la luz, y la luz existió.» Aquí callan las ciencias profanas, y nada pueden decirnos, ni sobre la formacion de la luz, ni sobre su naturaleza, ni sobre la época de su aparicion en el universo. Sola la revelacion ha podido instruirnos en este

Bossuet, Elevaciones.

Sistema de Herschel.

último punto. Dios pedia á Job, si sabia de qué manera se propaga la luz: per quam viam spargitur lux? Y hé aquí que despues de tres mil años de indagaciones nos hallamos embarazados del mismo modo que el santo varon, para responder à esta cuestion.

¿Por ventura nos ilumina instantáneamente, como lo queria Descartes? ¿Es por emision, como lo pretendia Newton? ¿Es por ondulacion, siguiendo los nuevos sistemas? ¿El sol y las estrellas despiden átomos luminosos, que lanzados en todas direcciones en innumerables esferas de muchos millones de millones de leguas de diámetro, llegan por fin á nuestros ojos despues de haber andado años y siglos? ó bien, si el sistema de Newton no es, siguiendo á Euler, mas «que un extravío de este grande hombre, «que debe servir para humillarnos y hacernos reconocer la debi«lidad del espíritu humano ; la luz no es sino una vibracion ó. una ondulacion que se propaga desde los astros hasta nosotros; que se extiende con una velocidad inconcebible al rededor del punto luminoso; que está cortada de mil y mil maneras por ondas luminosas que vienen á la vez y en todos sentidos de todos los astros del universo, de todos los puntos de la naturaleza ilumina-. dos, las cuales se propagan con la misma regularidad que si cada onda fuese única; y que á pesar de haber cada onda chocado con otras al infinito, á cada instante y en todas direcciones, ninguna turbacion experimentan entre sí? ¡Qué misterio! Cuando muchas voces entonan juntamente, resulta cierta confusion en las ondulaciones sonoras que nos impide distinguirlas; si los sonidos son bien dirigidos, se unen, se confunden, y producen consonancias mas o menos armoniosas. Así tambien parece que esta infinidad de ondulaciones luminosas que se cruzan, deberian, ó hacer la vision confusa, ó causar extrañas ilusiones; pero nada de esto sucede. La luz nos lleva la imágen de los objetos con precision y claridad, nos manifiesta á estos en sus mas pequeños de'talles, los hermosea con mil colores, los ilumina con la rapidez del pensamiento, los abandona y deja en la noche con igual prontitud. Sus rayos son tan delgados «que pueden, dicen los físi«cos, pasar en número de centenares de millares de millones por el 1 Cartas de una princesa de All.

2 Anuario de 1831.

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