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lo que ocurriere digno de la noticia de V. E., iré avisando siempre.

Y ahora, por lo que toca á los Tratados y á los tratadores, no hay que añadir á lo que dije en mi última. Yo escribí al Nuncio y Embajador de Venecia que residen en París, dándoles cuenta del negociado del Secretario Leone. Ayer llegó de la prision que ha tenido en Amiens el conde de Saint-Auner. Refiere que ayer mismo llegarian á París el Rey y la Reina y el Cardenal y Príncipes, todos en un coche, con que nos hallamos al fin de la comedia, si no es que para acabarla falte algun casamiento. Yo confieso que, habiendo llegado á ver que el pueblo de París sufre al Cardenal, no queda que ver en estas fábulas que contínuamente está ejercitando la fortuna.

Refiere el Conde que, en consecuencia del contínuo estudio con que el Cardenal procura dar á entender que nosotros no queremos la paz, hacía pasar palabra ahora de dos proposiciones bien graciosas: la primera, que el marqués de Caracena me habia despachado un correo en toda diligencia desde Milan, pidiéndome que en ninguna manera hiciese la paz, porque dentro de seis semanas me ofrecia tener á Cassal de Monferrato; la segunda, que el duque de Saboya se casaba con la Infanta. Por Dios, Señor Conde, que debemos de ser aún peores de lo que yo pensaba, pues vemos que consiente Dios que, á nuestro daño, prevalezcan semejantes desatinos.

El Señor Archiduque y el enemigo se hallan sobre los puestos que avisé en mi última, con las mismas y mayores necesidades de todo, por no haber habido ningun remedio de España.

Dios envíe el que habemos menester, y guarde, etc., etc. 1.

1 La carta dirigida á Caracena, empezaba diciendo:

<< Por la última de V. E., de 28 del pasado, veo que no sólo no se habia metido en campaña V. E., pero que antes de poder hacerlo sería menester convoyar á la Reina, nuestra Señora, con que a poco rato nos hallaremos en Octubre, y el Cardenal Mazarini habrá conseguido, sin un hombre y sin un escudo y sin un bajel, el tener asegurada y conservada á Italia y España, y ansí no hay que maravillarse de la poca aplicacion qne muestra tener á la paz,»—(Al márgen en el original.)

(El resto como en la carta del conde de Lumiares.)

CARTA

Á LOS MINISTROS DE ITALIA Y DE ALEMANIA.
CAMBRAY 2 DE SETIEMBRE DE 1649.

(Biblioteca Nacional.-Sala de Manuscritos.-E 190.)

A Caracena.

Hállome con dos cartas de V. E., de 4 y 11 de Agosto, estimando, como siempre, las buenas nuevas de su salud y las noticias que se sirve de participarme.

Yo dejé de escribir á V. E. la posta pasada, y por la misma. razon pudiera excusarlo ahora, supuesto que, habiéndose resuelto Su Alteza á hacer una guerra defensiva, por la desconfianza que todos tienen de nuestra caballería para empeñarla en una batalla, el enemigo obra como dueño de la campaña, con el mayor vigor y con la más infame guerra que se ha visto en el mundo, abrasando el país, sea ó no sea de contribucion, y habiendo tomado cuartel en Condé, corre con partidas todo el país de Henao, de manera que yo estoy aquí sin comercio con el Archiduque ni con Bruselas, y esta plaza tan desaparejada, que, á fé de caballero, que no me atrevo á irme, porque podria cualquiera juzgar que lo hago de miedo. Vá para cuatro semanas que llegué, y que nos hallamos aquí Brun y yo, sin que haya habido persona que nos hable ni nos escriba una palabra de paz, desde la gallarda resolucion que me vino á intimar el Secretario Leone. Pero nadie con razon podria admirarse desto viendo la desventaja con que aquí se hace la guerra, y que en Italia y en España no hay guerra, aunque tampoco ha habido en todo el verano un francés. Vuecencia acabará la funcion de convoyes, habiendo dado todo el tiempo al enemigo, como si le llamara con una campaña, para que se junte y se prevenga; con lo cual, cuando mucho, la empataremos y habremos pasado el verano, teniendo un ejército cuanto basta para desesperar y consumir y arruinar nuestros propios súbditos. Grandísima lástima tengo al servicio del Rey, viendo la fatal disposicion con que se go

biernan todas nuestras cosas, sin que la desprevencion de un año, y lo mucho que por ella se vé perder, baste para que nos mejoremos en el siguiente.

En todas mis cartas para el Rey y para el Sr. D. Luis les digo con harta claridad y sinceridad, no ciertos discursos ni teologías, sino cosas que se ven y se perciben y se tocan con la mano. No se debe de poder más. En la última carta, de hasta 8 de Agosto, me dice el Sr. D. Luis que habia remitido á V. E. 150.000 escudos á letra vista. No será mal socorro para tan poco como resta de campaña.

He leido con particular atencion lo que me dice V. E. acerca de la empresa de Portolongon, y no hallo mejor disposicion en ella que la que acabo de ponderar en todo lo demás. Consuélame el saber ciertísimo que no se intentará ni se soñará, con lo cual llegará el caso de que nos dañe la mala inteligencia que V. E. pondera 1. Dios, etc.

4 La carta dirigida á Lumiares empieza así:

«Hállome muy favorecido con las cartas que V. E. se sirvió de escribirme en 4, 7, 10 y 11 del pasado, aunque con el dolor de la muerte de la Señora Emperatriz (que esté en gloria), que, cierto, se debe sentir este lastimoso accidente por todas consideraciones. Desde la hora que lo supe, casé al viudo con Mademoiselle de Orleans; y creo que para Trauttmansdorf, segun lo que conocí dél en Munster, será un Tratado de particular alborozo y complacencia. No es posible que dejemos de perder en la feria, por todo lo que V. E. con tanta prudencia y tan buena consideracion apunta; pero si hemos de perder, ¿cómo podemos dudar en la efectuacion de la boda?

>>En cuanto á la protestacion del gran Coyermans, ella hizo tanto escándalo, y á mí me vinieron tantas quejas, que no pude dejar de hacer con él algunas demostraciones, y él se me disculpó con que habia consultado á V. E. la protesta, y que se la habia aprobado mucho. Lo que puedo asegurar á V. E., como quien tiene conocimiento del sujeto desde Munster, es que no ví más pobre hombre ni más incapaz, Yo, despues acá, no le he comunicado más. Yo dejé de escribir á V. E, etc.»

La dirigida al Sr. D. Juan decia:

«Hállome con las cartas que V. A. se sirvió mandarme escribir en 41, 46 y 22 de Julio, asegurando á V. E. que ha sido de particular alborozo para mí la nueva de la salida de la armada, porque espero que nuestro Señor ha de recompensar á V. E. el desvelo y trabajo que le ha costado este apresto, dándola muy buenos sucesos, y, seguu los avisos que tengo de España, no llegará á mal tiempo para dar calor á las operaciones que se hubieren de intentar con el ejército de Cataluña. Yo dejé de escribir á V. E., etc.»-(Nota en el original.)

CARTA

Á GREGORIO DE LEGUÍA. CAMBRAY 2 DE SETIEMBRE DE 1649.

(Biblioteca Nacional.-Sala de Manuscritos.-E. 190.)

Muy buena nueva me ha dado vuesa merced avisándome de la salida de la armada. Espero que será muy buen fomento para que las armas de Su Majestad en Cataluña, al calor de las fuerzas marítimas, puedan obrar efectos correspondientes á lo que todos ponderan. La bondad de aquel ejército, en calidad y cantidad. Dios quiera que presto oigamos algo bueno, que, cierto, ya era tiempo de empezar á obrar allí.

A Su Alteza escribo lo que por acá se ofrece, y remitiéndome á su despacho, acabo estos renglones, asegurando á V. E. que siempre me tiene pronto. Dios, etc.

CARTA

Á LOS MINISTROS DE INGLATERRA É ITALIA.
VALENCIENNES 25 DE SETIEMBRE DE 1649.

(Biblioteca Nacional.-Sala de manuscritos.-E. 190.)

A Cárdenas.

A algunas cartas de V. S. I. debo respuesta, porque miéntras me he detenido en Cambray y el enemigo en Condé, ha sido el comercio dificultoso con Bruselas. Ya se retiró destos puestos, como V. S. I. habrá entendido, y Su Alteza está acampado á dos horas de aquí. Yo estuve ayer en el campo, y se ofreció ocasion de hablar en V. S. I. y en el estado en que se halla en esa residencia, refiriendo yo el último desaire que le hicieron pretendiendo obligarle á alojar soldados en su casa; y verdaderamente la materia es de calidad, y tiene tales cir

cunstancias, que, aunque no hubiera órden del Rey, podria ser que Su Alteza tomase sobre sí el llamar á V. S. I. con algun pretexto, hasta que, informado Su Majestad, se pudiese resolver una vez lo que convendrá en esta razon. Repara Su Alteza en saber de cierto que el Rey, nuestro Señor, está constante y resuelto en no hacer declaracion alguna que pueda poner en desconfianza á los del Parlamento; y si bien entiende Su Majestad que en cuanto á lo ceremonial se debe dar satisfaccion al nuevo Rey, pero no en cosa de sustancia, ni en otro socorro, ni asistencia, por ahora, tambien desea Su Majestad, segun se colige claramente de todos los despachos, no llegar á enviar persona expresa con carta de creencia para el Parlamento, hasta ver más claro qué pié vá tomando ese gobierno, qué fuerzas emplean á favor del nuevo Rey los de Escocia y Dinamarca, y los otros que muestran condolerse de su fortuna, y á la verdad, es menester que confesemos que no se descubre razon humana de prudencia ni de política que pueda persuadir al Rey, nuestro Señor, lo contrario de lo que parece que tiene en su Real ánimo, tanto más viendo, como estamos viendo, lo que hacen franceses, que son tanto más obligados. Repárase tambien en que, habiendo ya llegado á declararse con V. S. I. en que echaban ménos nueva carta de creencia, y habiendo pasado tanto tiempo desde que hicieron este oficio, que era bastante y áun sobrado para haber venido la carta, si viesen partir á V. S. I. podrian entrar en aprension de que el Rey no quiere reconocer ese Estado, ni quedar en comercio con él. Usía ilustrísima haga sobre todas estas consideraciones particular retencion, y, en respuesta, me diga todo lo que se le ofrece, porque si se descubriese algun temperamento para sacar de Londres á V. S. I., quedando los parlamentarios quietos y confiados, y sin alguna mala impresion que les obligase á pasar á hostilidad ó á impedir el comercio con el Rey, tengo por muy probable que Su Alteza ordenará á V. S. I. que se venga, con seguridad de que Su Majestad lo tendrá por bien; pero en cualquier caso contrario, si la salida de V. S. I. puede obrar efectos contrarios á la intencion del Rey, yo estoy cierto

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