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partidos, que procuraria reconocer con toda atencion el parecer que se le habia enviado de los Prelados, y hallar algun temperamento que pudiese salvar la seguridad de la proposicion. Que habiendo escrito al Sr. Archiduque pidiéndole parecer acerca de la conclusion de la paz, le respondió representándole las necesidades de aquel ejército, las causas por que no se habian podido adelantar las operaciones, y concluyó con que el Conde procurase mejorar las condiciones y llegar á la efectuacion. Hace reparo el Conde en la falta que el marqués de CastelRodrigo le hará saliendo de Flándes, para aconsejarse en las cosas que se fueren ofreciendo en aquel Congreso, y tambien en las del gobierno de aquellas Provincias. Toca la perplegidad del Presidente Rosse y la aversion que siempre ha mostrado á la paz, y el mal concepto en que le tienen generalmente todos. Pide se le remitan pronto 50.000 escudos, y que siendo posible, las letras se saquen para Amsterdan.

A este tiempo se vió otra carta del Sr. Archiduque para Vuestra Majestad, de 18 del mismo mes de Septiembre, por ser concerniente á las cosas de la paz. Da cuenta en ella de la llegada de Felipe le Roy de Holanda, con una proposicion del Príncipe de Orange tocante á la oferta secreta que se hizo á el Príncipe de la Señoría de Montefort y la de Turnaut, y á la Princesa de la villa y señorío de Cebenverg, y de quedar el Príncipe en posesion del Marquesado de Bergas, sobre el Zotron, con otras diferentes pretensiones y trueques que de su parte proponen en órden á que se le ceda el Ducado Limburg por ellos; que hizo Su Alteza formar una junta de diferentes Ministros para reconocer la dicha propuesta, y le hicieron la consulta de que remite copia, con el parecer que tuvieron el marqués de Castel-Rodrigo y el Consejero Huines, con copias de otros capítulos de cartas del Marqués para el Secretario Galarreta y Tomé Lopez de Andrada sobre el entender en que estaba el conde de Peñaranda de que era forzoso dar al Príncipe de Orange la caucion que pedia de los Estados de Brabante, á que se inclinaban los eclesiásticos con que Su Alteza les asegurase la indemnidad; pero no estribando la paz en el

Príncipe, ó en mejorarla, no parecia justo desmembrar una cosa de aquella calidad; que al Príncipe se le dieron buenas esperanzas, sin embarazarle más en la plática, procurando sólo representarle las dificultades y no haber órden de Vuestra Majestad para dar cosa, que era una de las diez y siete provincias de Flandes.

Viéronse tambien otras cartas del Conde, tocantes á diferentes expediciones, en que avisa los Ministros principales de Príncipes que habian salido y estaban para salir de Munster y de Osnabruck; que el de Longavila le habia pedido pasaporte y se habia hecho traer de Flándes con ánimo de que le detuvieran holandeses, como lo hicieron.

Avisa tambien la visita que hizo el baron de Azelang, Ministro principal del Elector de Baviera, ántes de salir de Munster. El discurso que pasó con él cerca de las cosas del Imperio y otros puntos, habiendo reconocido buena intencion en este sujeto; que habiendo entendido que el Obispo de Osnabruck, tan confidente de franceses, se mostraba poco satisfecho dellos, procuró ganarle confiando por su medio desbaratar la neutralidad de los Electores de Baviera y Colonia con franceses y suecos, por la mucha mano y crédito que siempre ha tenido con ellos; que habia ofrecido levantar cuatro compañías de caballos y dos de infantería para asegurar el servicio de Su Majestad ó del Señor Emperador, para cuyo efecto le habia hecho entregar luégo 6.000 escudos: representa la importancia de ayudar este intento con algunos medios, y remite el papel de condiciones, y lo que escribió el marqués de Castel-Rodrigo en este particular.

Toca los malos procedimientos del Elector de Tréveris y ánsia grande de hacer á franceses dueños de aquellos Estados; la protesta que el Cabildo le hizo sobre esto, habiéndose pasado á residir á Colonia muchos de los Prebendados; la importancia de socorrerlos, y que él lo habia hecho con 2.000 escudos; lo que le habian insinuado de querer nombrar un coadjutor, y lo que en esta razon le habia representado el conde Claz, primer Ministro del Elector de Maguncia.

TOMO LXXXIV.

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Remite copia de un pasaporte que nuevamente habia dado á el Embajador de Venecia para un navío que pasaba de Amsterdan á servir á aquella República. Acuerda la licencia que ahora un año pidió, representando sus achaques, fuera de que el comun sentir de los Ministros de Su Majestad es que conviene salga de aquel Congreso para hacerse la paz.

En carta para el Secretario Pedro Coloma toca lo mismo de la necesidad que tiene de salir de Munster, porque sus achaques no le permiten subsistir allí más tiempo.

Vistos todos estos despachos á la letra y habiendo pedido el conde de Monterey algunos papeles para noticias de lo que ha pasado en el tiempo de su ausencia, y reconocídolos, se votó sobre todo y dijo.

El conde de Monterey, que un año estuvo fuera de la Córte, y mucha parte de otro fuera de los negocios, con que no puede entender si el de Peñaranda dispuso la tratacion por los medios y grados que se le dieron en la Instruccion, ó si la ponia de las órdenes que se le han ido enviando y aprieto dellas la obligaron á pasar sin dar tiempo de unos medios á otros; el último, que era el conceder á franceses que no restituyeren nada de lo ocupado por ellos; ni tampoco puede discurrir en todo lo demás que se ha ido cediendo, porque se persuade que debió de tener órdenes para todo, cuanto quiera que hay alguna que el Conde ha visto en lo de Portolongo y Pomblin que pudiera tener gran reparo y tiene conocidos riesgos para los intereses de Vuestra Majestad el haber ido cediendo en ella, tanto más habiéndose conocido que el ceder tanto y el modo de tratarlo atropelladamente no ha adelantado la materia si no atrasádola en daño grande de los intereses de Vuestra Majestad.

Los despachos sobre que ahora se vota (que son los últimos que han venido).

El primero es una carta del conde de Peñaranda, de 11 de Septiembre, otros papeles y cartas que vienen con ella y declaracion de los medianeros, todo sobre el capítulo 3.o, que trata de los aliados, y otra de 16 de Septiembre, sobre la misma materia: reconoce el Conde grandisíma novedad en esto de todo

lo que se ha capitulado en otros Tratados de paces con Francia en casos semejantes, como en lo que se ha capitulado entre otras Coronas, cuando se ha llegado á tratar de verdadera y segura paz; y siendo el dar ésta Vuestra Majestad á sus Reinos, aliviarlos y alentarlos de tan prolija guerra, y el fin que se ha tenido en lo que se ha cedido (que es muchisimo): repara el Conde que con lo que se dispone en el capítulo 3.o no se consigue, ántes bien con tal modo de capitular se hace sólo aquello que los franceses desean y de que necesitan, que es apartar la guerra de donde les molesta, aflige é impide el poder asistir á sus aliados, dejando sus fuerzas libres, para que con nombre de paz y gozando los útiles della en el trato y comercio, y dando satisfacion á sus vasallos (que se hallan harto impacientes) puedan introducir lo que era con nombre de armas auxiliares en el corazon de los Reinos de Vuestra Majestad, por que la cercanía de todos ellos se halla con aliados á quien asistir y manejar como les pareciere convenirles, y ésto sin expresar en el capítulo 3.o que haya de ser para la defensa de los aliados y contenerse las armas de Francia dentro de los territorios que van á auxiliar (que fuere algun modo de moderacion) y no expresando (como no expresan) qué aliados son éstos, es exponernos claramente á que mañana digan que lo son los napolitanos y los sicilianos, y todos aquellos que movieren sus armas en el discurso del tiempo contra los Reinos de Vuestra Majestad.

Todo esto podrán hacer franceses, sin exceder de los límites que les permite este capítulo 3. de la paz, y Vuestra Majestad viendo abrasar sus reinos en guerras y desdicha, si fuere menester hacer la guerra por los Países abedientes (que es lo que les reprime y detiene) faltándole por aquella parte aliados á quien asistir contra la Francia, habrá de ser el que rompa la guerra á los ojos de toda Europa, que cansada y molestada della desea la paz, dando á Vuestra Majestad por autor de la novedad y quebrantamiento de este Tratado, con desconsuelo universal de todos. Tambien se debe considerar, que con venir en este capítulo 3.° sin género de reparo y con tanta priesa, la

cual podia moderar el hallarse Vuestra Majestad al fin de la campaña, sin dejar entrar el invierno se desbaratan totalmente las mejoras que prometen al Señor Emperador: las negociaciones, casi ya ejecutadas, con los Electores de Colonia y Baviera, de manera que el reparar en lo dispuesto en el capítulo 3. y dar un poco tiempo mejorándole, viene á ser de provecho para todo; y el punto de la reputacion en que tanto se ha batido de que no se nombre en el Tratado de paz al Rebelde de Portugal, viene aquedar frustrado, como parece por la declaracion de los medianeros, que será tan pública como lo será el mismo Tratado de paz, porque en sustancia no altera ni muda la declaracion la palabra, como si fuere nombrado el Tirano de Portugal, que el conde de Peñaranda da por testada, siendo así que en la palabra portugueses viene á comprenderse el mismo Rebelde de Portugal; y lo que se le podria advertir al Conde sobre este punto, es que guarde precisamente las órdenes que tiene sin admitir alteracion alguna en las de Portugal, no pasando de ninguna manera por la declaracion de los medianeros, pues de las noticias que se tienen se sabe que franceses (á no poder más) se ajustarán á esto, y holandeses parece que lo tienen dado de mano. Sobre la materia de los aliados, tambien se debe decir que procure con toda fuerza, que la disposicion de este capítulo sea apartándose de toda novedad, sino que se capitule este punto en la forma ordinaria que se ha capitulado con Francia en otros tratados de paz, y en la que se observa en las paces que se han hecho casi siempre entre otras Coronas; y que cuando no se pueda más, declaren franceses que cuando movieren armas auxiliares serán para defensa de sus aliados, para lo cual se contendrán las armas francesas dentro de los límites del Estado del Príncipe que asistieren, sin pasar á la defensa de los Estados y Reinos de Vuestra Majestad, y con ésto se consignaria, si se venciere, que las armas auxiliares de Francia fuesen de más recato á sus aliados que de ayuda y beneficio, y tambien se podria declarar por el conde de Peñaranda y Plenipotenciarios de Vuestra Majestad, que en caso que las armas auxiliares de Francia, concedidas á sus aliados

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