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habló con el cabildo de secreto, partió antes del día para do estaba Nuño de Castro, y avisaron entrambos de todas estas cosas a Peranzures, que residía en los Charcas, y a Perálvarez Holguín, que andaba conquistando en Choquiapo, y a Diego de Rojas, que estaba en la villa de la Plata, y a los de Arequipa y otros lugares. Trataban esto secretamente, porque había en el Cuzco muchos almagristas, que procuraban por don Diego, tomando la vez del rey, y hicieron su capitán y justicia mayor a Perálvarez Holguín, y se obligaron a pagar el dinero del rey, que tomaban para sustentar la guerra, si el emperador no lo diese por bien gastado. Perálvarez hizo su maestre de campo a Gómez de Tordoya; capitanes de caballo, a Peranzures y a Garcilaso de la Vega, y de infantería, a Nuño de Castro y a Martín de Robles, alférez del pendón real. Matriculáronse a la reseña ciento y cincuenta de caballo, noventa arcabuceros y otros docientos y más peones. Como los que hacían por don Diego vieron esto, ciscábanse de miedo y saliéronse huyendo más de cincuenta. Fueron tras ellos Nuño de Castro y Hernando Bachicao con muchos arcabuceros, y trajéronlos presos. Perálvarez, que avisado era del intento de don Diego, salió del Cuzco a recoger los que andaban remontados por miedo, y a juntarse con Alonso de Alvarado para ir a Los Reyes a dar batalla a don Diego, entendiendo que se le pasarían muchos a su parte de los que con él estaban. Don Diego, que supo esto, envió por García de Alvarado, y en viniendo se partió de Los Reyes con cien arcabuceros, ciento y cincuenta piqueros y trecientos de caballo y muchos indios de servicio. Y por que con su ausencia no se alzasen, echó de allí los hijos de Francisco Pizarro. Atormentó reciamente a Picado por saber de los dineros de su amo, y matóle. Llegó a Jauja y paró allí, porque adolesció y murió Juan de Rada, que su deseo y seguro era desbaratar a Perálvarez antes que

se juntase con Alvarado ni con Vaca de Castro, que ya estaba en el Quito, y escrito a Jerónimo de Aliaga, Francisco de Barrionuevo y fray Tomás de San Martín, provincial dominico. De allí se le fueron el provincial, Gómez de Alvarado, Guillén Juárez de Caravajal, Diego de Agüero, Juan de Saavedra y otros muchos; y Perálvarez le tomó ciertas espías, que lo informaron de todo. Ahorcó tres dellas, y prometió tres mil castellanos a otra porque espiase lo que don Diego hacía, diciendo que quería dar con él por un atajo despoblado y nevado; mas era engaño para los descuidar. Don Diego prendió al hombre en llegando, por sospecha de la tardanza, dióle tormento, confesó la verdad y ahorcólo por espía doble. Fuése luego a poner en aquella traviesa nevada y estuvo allí tres días con su campo, sufriendo gran frío. Entre tanto se le pasó Perálvarez y se juntó con Alvarado en Guaraiz, tierra de los Guaylas, y escribieron ambos a Vaca de Castro que viniese a tomar el ejército y la tierra por el emperador. Don Diego siguió diez leguas a Perálvarez, y como no lo podía alcanzar, tiró la vía del Cuzco, robando lo que hallaba.

CXLVII

Cómo Vaca de Castro fué al Perú.

Sabidas por el emperador las revueltas y bandos del Perú y la muerte de Almagro y otros muchos españoles, quiso entender quién tenía la culpa, para castigar los revoltosos; que castigados aquéllos se apaciguarían los demás. Envió allá con bastante poder e instrucción al licenciado Vaca de Castro, natural de Mayorga, que oidor era de Valladolid; y porque fuese le dió el consejo real y el hábito de Santiago y otra

mercedes, y todo a intercesión del cardenal fray García de Loaisa, arzobispo de Sevilla y presidente de Indias, que le favoreció mucho por amor del conde de Siruela, su amigo. Fué, pues, Vaca de Castro al Perú, y con tormenta que tuvo después que salió de Panamá paró en puerto de Buenaventura, gobernación de Benalcázar y tierra desesperada, como los manglares de Pizarro. No quiso o no pudo ir por mar a Lima, y caminó al Quito. Pensó perescer, antes de llegar allá, de hambre, dolencias y otros veinte trabajos. Rescibióle muy bien Pedro de Puelles, que Gonzalo Pizarro aun no era vuelto de la Canela, y avisó de su venida a muchos pueblos. Vaca de Castro descansó en Quito, proveyó algunas cosas y partióse a Trujillo a tomar la gente que tenía Perálvarez y Alvarado para resistir a don Diego. Cuando llegó allá llevaba más de docientos españoles, con Pedro de Puelles, Lorenzo de Aldana, Pedro de Vergara, Gómez de Tordoya, Garcilaso de la Vega y otros principales hombres que acudían al rey. Presentó sus provisiones al cabildo y ejército, y fué recebido por justicia y gobernador del Perú. Volvió las varas y oficios de regimiento a quien se las entregó y las banderas y compañías a los mesmos capitanes, reservando para sí el estandarte real. Envió a Jauja con el cuerpo del ejército a Perálvarez, maestro de campo. Dejó allí en Trujillo a Diego de Mora por su teniente, y él fuése a Los Reyes, donde hizo armas y gente para engrosar el ejército, y para lo pagar tomó prestados cien mil ducados de los vecinos de allí, los cuales se pagaron después de quintos y haciendas reales. Puso por teniente a Francisco de Barrionuevo, de Soria, y por capitán de los navíos a Juan Pérez de Guevara, mandándoles que si don Diego viniese allí se embarcasen ellos con todos los de la ciudad, y él partió a Jauja con la gente que había armado y con muchos arcabuces y pólvora. En llegando hizo alarde, y halló seiscientos españoles, de los cuales eran

ciento y setenta arcabuceros, y trecientos y cincuenta de caballo. Nombró por capitanes de caballo a Perálvarez, Alonso de Alvarado, Gómez de Alvarado, Pedro de Puelles y otros; y a Pedro de Vergara, Nuño de Castro, Juan Vélez de Guevara, de arcabuceros. Hizo maestro de campo al mesmo Perálvarez Holguín y alférez mayor a Francisco de Caravajal, por cuya industria y seso se gobernó el ejército. Estando en esto vinieron cartas del Quito cómo era vuelto Gonzalo Pizarro y quería venir a ver a Vaca de Castro; mas él mandó luego que no viniese hasta que se lo escribiese, porque no estorbase los tratos de don Diego, que andaba por concertarse, o quizá porque le alzasen los del ejército por cabeza y gobernador por respecto de su hermano Francisco Pizarro, cuyo amor y memoria estaban en las entrañas de los más capitanes y soldados.

CXLVIII

Apercebimiento de guerra que hizo don Diego en el Cuzco.

Al tiempo que don Diego llegó al Cuzco andaban revueltos los vecinos porque fué Cristóbal Sotelo delante con despachos y gente, estando ya dentro Gómez de Rojas, que tenía la posesión por Vaca de Castro; mas estuvieron quedos todos, y él apoderóse de la ciudad y tierra. Hizo luego pólvora y artillería y muchas armas de cobre y plata, y dió cuanto pudo a sus capitanes y soldados. Riñeron en aquel medio tiempo García de Alvarado y Cristóbal Sotelo, y el García mató al Cristóbal a estocadas. Intentó matar a don Diego, robar la ciudad e irse al Chile con sus amigos. Y para lo hacer a su salvo convidólo a comer a su casa. Supo don Diego la traición, y hízose malo aquel día, y metió en su recámara secretamente a Juan Bal

sa, Diego Méndez, Alonso de Sayavedra, Juan Tello y otros amigos de Sotelo. García de Alvarado tomó ciertos amigos suyos y fué a llamar y traer a don Diego, y no se quiso tornar del camino aunque Martín Carrillo y Salado le avisaron de la celada. Rogó a don Diego que se fuese a comer, pues era hora y estaba guisado. Dijo él: «Mal dispuesto me siento, señor Alvarado; empero, vamos.» Levantóse de sobre la cama y tomó la capa. Comenzaron a salir los de Alvarado, y uno de don Diego cerró la puerta, dejando dentro y solo al García de Alvarado, y matáronlo, y aun dicen que don Diego le hirió el primero. Alborotóse mucho la gente por su muerte, que tenía grandes amigos, mas luego don Diego la puso en paz, aunque algunos se le fueron a Jauja. Aderezó su ejército, que serían obra de setecientos españoles, los docientos con arcabuces, otros docientos y cincuenta con caballos y los demás con picas y alabardas, y todos tenían corazas o cotas, y muchos de caballos arneses. Gente tan bien armada no la tuvo su padre ni Pizarro. Tenía también mucha artillería y buena, en que confiaba, y gran copia de indios, con Paulo, a quien su padre hiciera inga. Salió del Cuzco muy triunfante, y no paró hasta Vilcas, que hay cincuenta leguas. Llevó por su general a Juan Balsa y por maestro de campo a Pedro de Oñate, que Juan de Rada ya se había

muerto.

CXLIX

La batalla de Chupas entre Vaca de Castro y don Diego.

Fué Vaca de Castro de Jauja a Guamanga con todo su ejército, que hay doce leguas, a gran priesa, por entrar allí primero que don Diego, ca le decían cómo venían los enemigos a meterse dentro. Es fuerte Gua

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