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CXLI

Muerte de Almagro.

Con la vitoria y prendimiento de Almagro enriquescieron unos y empobrecieron otros, que usanza es de guerra, y más de la que llaman civil, por ser hecha entre ciudadanos, vecinos y parientes. Fernando Pizarro se apoderó del Cuzco sin contradición, aunque no sin murmuración. Dió algo a muchos, que a todos era imposible; mas como era poco para lo que cada uno que con él se halló en la batalla pretendía, envió los más a conquistar nuevas tierras, donde se aprovechasen; y por no quedar en peligro ni cuidado, enviaba los amigos de Almagro con los suyos. Envió también a Los Reyes, en son de preso, a don Diego de Almagro, porque los amigos de su padre no se amotinasen con él. Hizo proceso contra Almagro, publicando que para enviarlo juntamente con el preso a Los Reyes y de allí a España; mas como le dijeron que Mesa y otros muchos habían de salir al camino y soltarlo, o porque lo tenía en voluntad, por quitarse de ruido sentenciólo a muerte. Los cargos y culpas fueron que entró en el Cuzco mano armada; que causó muchas muertes de españoles; que se concertó con Mango contra españoles; que dió y quitó repartimientos sin tener facultad del emperador; que había quebrado las treguas y juramentos; que había peleado contra la justicia del rey en Abancay y en las Salinas. Otras hubo también que callo, por no ser tan acriminadas. Almagro sintió grandemente aquella sentencia. Dijo muchas lástimas y que hacían llorar a muy duros ojos. Apeló para el emperador; mas Fernando, aunque muchos se lo rogaron ahincadamente, no quiso otorgar la apelación. Rogóselo él mesmo, que por amor

de Dios no le matase, diciendo que mirase cómo no le había él muerto, pudiendo, ni derramado sangre de pariente ni amigo suyo, aunque los había tenido en poder; que mirase cómo él había sido la mayor parte para subir Francisco Pizarro, su caro hermano, a la cumbre de honra y riqueza que tenía; díjole que mirase cuán viejo, flaco y gotoso estaba, y que revocase la sentencia por apelación para dejalle vivir en la cárcel siquiera los pocos y tristes días que le quedaban, para llorar en ellos y allí sus pecados. Fernando Pizarro estuvo muy duro a estas palabras, que ablandaran un corazón de acero, y dijo que se maravillaba que hombre de tal ánimo temiese tanto la muerte. El replicó que, pues Cristo la temió, no era mucho temella él; mas que se conhortaría con que, según su edad, no podía vivir mucho. Estuvo Almagro recio de confesar, pensando librarse por allí, ya que por otra vía no podía. Empero confesóse, hizo testamento y dejó por herederos al rey y a su hijo don Diego. No quería consentir la sentencia, de miedo de la ejecución, ni Fernando Pizarro otorgar la apelación, por que no la revocasen en Consejo de Indias y porque tenía mandamiento de Francisco Pizarro. En fin la consintió. Ahogáronle, por muchos ruegos, en la cárcel, y después lo degollaron públicamente en la plaza del Cuzco, año de 1540. Muchos sintieron mucho la muerte de Almagro y lo echaron menos; y quien más lo sintió, sacando a su hijo, fué Diego de Alvarado, que se obligó al muerto por el matador y que libró de la muerte y de la cárcel al Fernando Pizarro, del cual nunca pudo sacar virtud sobre aquel caso, por más que se lo rogó; y así vino luego a España a querellar de Francisco Pizarro y de sus hermanos y a demandar la palabra y pleitesía a Fernando Pizarro delante el emperador, y andando en ello murió en Valladolid, donde la corte estaba; y porque murió en tres o cuatro días, dijeron algunos que fué de yerbas. Era Diego

de Almagro natural de Almagro; nunca se supo de cierto quién fué su padre, aunque se procuró. Decían que era clérigo y no sabía leer. Era esforzado, diligente, amigo de honra y fama; franco, mas con vanagloria, ca quería supiesen todos lo que daba. Por las dádivas lo amaban los soldados, que de otra manera muchas veces los maltrataba de lengua y manos. Perdonó más de cien mil ducados, rompiendo las obligaciones y conoscimientos, a los que fueron con él al Chili. Liberalidad de príncipe más que de soldado; pero cuando murió no tuvo quien pusiese un paño en su degolladero. Tanto pareció peor su muerte, cuanto él menos cruel fué, ca nunca quiso matar hombre que tocase a Francisco Pizarro. Nunca fué casado, empero tuvo un hijo en una india de Panamá, que se llamó como él y que se crió y enseñó muy bien, mas acabó mal, como después diremos.

CXLII

Las conquistas que se hicieron tras la muerte de Almagro.

Pedro de Valdivia fué con muchos españoles a continuar la conquista de Chili, que Almagro comenzó. Pobló y comenzó a contratar con los naturales, que lo habían recebido pacíficamente, aunque con engaño, ca luego en cogiendo el grano y cosas de comer se armaron y dieron tras los cristianos, y mataron catorce españoles que andaban fuera de poblado. Valdivia fué al socorro, dejando en la ciudad la mitad de la gente con Francisco de Villagrán y Alonso de MonEntre tanto vinieron hasta ocho mil chileses sobre la ciudad. Salieron a ellos Villagrán y Monroy con treinta de caballo y otros algunos de pie, y pelearon desde la mañana hasta que los despartió la noche, y

roy.

todos holgaron dello, los nuestros de cansados y heridos con flechas, los indios por la carnicería que de los suyos había y por las fieras lanzadas y cuchilladas que tenían, aunque no por eso dejaron las armas, antes daban guerra siempre a los españoles y no les dejaban indio de servicio, a cuya falta los nuestros mesmos cavaban, sembraban y hacían las otras cosas que para se mantener son necesarias. Mas con todo este trabajo y miseria descubrieron mucha tierra por la costa, y oyeron decir que había un señor, dicho Leuchen Golma, el cual juntaba docientos mil combatientes para contra otro rey vecino suyo y enemigo, que tenía otros tantos, y que Leuchen Golma poseía una isla, no lejos de su tierra, en que había un grandísimo templo con dos mil sacerdotes, y que más adelante había amazonas, la reina de las cuales se llamaba Guanomilla, que suena cielo oro, de donde argüían muchos ser aquella tierra muy rica; mas pues ella está, como dicen, en cuarenta grados de altura, no terná mucho oro; empero ¿qué digo yo, pues aún no han visto las amazonas, ni el oro, ni a Leuchen Golma, ni la isla de Salomón, que llaman por su gran riqueza? Gómez de Alvarado fué a conquistar la provincia de Guanuco; Francisco de Chaves, a guerrear los conchucos, que molestaban a Trujillo y a sus vecinos, y que traían un ídolo en su ejército, a quien ofrescían el despojo de los enemigos, y aun sangre de cristianos. Pedro de Vergara fué a los Bracamoros, tierra junto al Quito por el norte; Juan Pérez de Vergara fué hacia los Chachapoyas, y Alonso de Mercadillo, a Mullubamba, y Pedro de Candía, a encima del Collao; el cual no pudo entrar donde iba por la maleza de aquella tierra o por la de su gente, ca se le amotinó mucha della; que amigos eran de Almagro, con Mesa, capitán de la artillería de Pizarro. Fué allá Fernando Pizarro y degolló al Mesa por amotinador y porque había dicho mal de Pizarros y tratado de ir

a soltar a Diego de Almagro si a Los Reyes lo llevasen. Dió los trescientos hombres de Candía a Peranzures y enviólo a la mesma tierra y conquista. Desta manera se desparcieron los españoles y conquistaron más de setecientas leguas de tierra en largo, leste o casi oeste, con admirable presteza, aunque con infinitas muertes. Fernando y Gonzalo Pizarro sujetaron entonces el Collao, tierra rica de oro, que chapan con ello los oratorios y cámaras, y abundante de ovejas, que son algo acamelladas de la cruz adelante, aunque más parescen ciervos. Las que llaman pacos crían lana muy fina; llevan tres y cuatro arrobas de carga, y aun sufren hombres encima, mas andan muy despacio: cosa contra la impaciente cólera de los españoles. Cansadas, vuelven la cabeza al caballero y échanle una hedionda agua. Si mucho se cansan, cáense, y no se levantan hasta quedar sin peso ninguno, aunque las matasen a palos. Viven en el Collao los hombres cien años y más; carescen de maíz y comen unas raíces que parescen turmas de tierra y que llaman ellos papas (1). Tornóse Fernando Pizarro al Cuzco, donde se vió con Francisco Pizarro, que hasta entonces no se habían visto desde antes que Almagro fuese preso. Hablaron muchos días sobre lo hecho y en cosas de gobernación. Determinaron que Fernando viniese a España a dar razón de ambos al emperador, con el proceso de Almagro y con los quintos y relaciones de cuantas entradas habían hecho. Muchos de sus amigos, que sabían las verdades, aconsejaron al Fernando Pizarro que no viniese, diciendo que no sabían cómo tomaría el emperador la muerte de Almagro, especial estando en corte Diego de Alvarado, que los acusaba, y que muy mejor negociarían desde allí que allá. Fernando Pizarro decía que le había de hacer grandes mercedes el emperador por

(1) Son las patatas, que apenas si merecieron atención de los españoles a la fecha del descubrimiento. (Nota D.)

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