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CXXI

Religión y dioses de los ingas y otras gentes.

Hay en esta tierra tantos ídolos como oficios, no quiero decir hombres, porque cada uno adora lo que se le antoja. Empero es ordinario al pescador adorar un tiburón o algún otro pez; al cazador, un león, o un oso o una raposa, y tales animales, con otras muchas aves y sabandijas; el labrador adora el agua y tierra; todos, en fin, tienen por dioses principalísimos al Sol y Luna y Tierra, creyendo ser ésta la madre de todas las cosas, y el Sol, juntamente con la Luna, su mujer, criador de todo; y así, cuando juran tocan la Tierra y miran al Sol. Entre sus muchas guacas (así llaman los ídolos) había muchas con báculos y mitras de obispos; mas la causa dello aun no se sabe; y los indios, cuando vieron obispo con mitra, preguntaban si era guaca de los cristianos. Los templos, especialmente del Sol, son grandes y suntuosos y muy ricos; el de Pachacama, el del Collao y del Cuzco y otros estaban aforrados por dentro de tablas de oro y plata, y todo su servicio era de lo mesmo, que no fué poca riqueza para los conquistadores. Ofrecían a los ídolos muchas flores, yerbas, frutas, pan, vino y humo, y la figura de lo que pidían hecha de oro y plata; y a esta causa estaban tan ricos los templos. Eran eso mesmo los ídolos de oro y plata, aunque muchos había de piedra, barro y palo. Los sacerdotes visten de blanco; andan poco entre la gente; no se casan; ayunan mucho, aunque ningún ayuno pasa de ocho días, y es al tiempo de sembrar y segar y de coger oro y hacer haguerra blar con el diablo, y aun algunos se quiebran los ojos para semejante habla, y creo que lo hacían de miedo, porque todos ellos se atapan los ojos cuando hablan

con él, y hablábanle muchas veces para responder a las preguntas que los señores y otras personas hacen. Entran en los templos llorando y guayando, que guaca eso quiere decir. Van de buces por tierra hasta el ídolo, y hablan con él en lenguaje que los seglares no entienden. No le tocan con las manos sin tener en ellas unas toallas muy blancas y limpias; sotierran dentro el templo las ofrendas de oro y plata. Sacrifican hombres, niños, ovejas, aves y animales bravos y silvestres, que ofrecen cazadores. Catan los corazones, que son muy agoreros, para ver las buenas o malas señales del sacrificio, y cobrar reputación de santos adevinos, engañando la gente. Vocean reciamente a los tales sacrificios, y no callan todo aquel día y noche, especial si es en el campo, invocando los demonios; untan con la sangre los rostros del diablo y puertas del templo, y aun rocían las sepulturas. Si el corazón y livianos muestran alegre señal, bailan y cantan alegremente, y si triste, tristemente; mas tal cual fuere la señal, no dejan de emborracharse muy bien los que se hallan en la fiesta. Muchas veces sacrifican sus proprios hijos, que pocos indios lo hacen, por más crueles y bestiales que son todos ellos en su religión; mas no los comen, sino sécanlos y guárdanlos en grandes tinajones de plata. Tienen casas de mujeres, cerradas como monasterios, de donde jamás salen; capan y aun castran los hombres que las guardan, y aun les cortan narices y bezos, porque no los codiciasen ellas; matan a la que se empreña y peca con hombre; mas si jura que la empreñó Pachacama, que es el Sol, castiganla de otra manera por amor de la casta; al hombre que a ellas entra cuelgan de los pies. Algunos españoles dicen que ni eran vírgines ni aun castas; y es cierto que corrompe la guerra muchas buenas costumbres. Hilaban y tejían estas mujeres ropa de algodón y lana para los ídolos, y quemaban la que sobraba con huesos de ovejas blancas, y aventaban los polvos hacia el Sol.

GÓMARA: HIstoria de laS INDIAS.-T. II.

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CXXII

La opinión que tienen acerca del diluvio y primeros hombres.

Dicen que al principio del mundo vino por la parte septentrional un hombre que se llamó Con, el cual no tenía huesos. Andaba mucho y ligero; acortaba el camino abajando las sierras y alzando los valles con la voluntad solamente y palabra, como hijo del Sol que decía ser. Hinchó la tierra de hombres y mujeres que crió, y dióles mucha fruta y pan, con lo demás a la vida necesario. Mas empero, por enojo que algunos le hicieron, volvió la buena tierra que les había dado en arenales secos y estériles, como son los de la costa, y les quitó la lluvia, ca nunca después acá llovió allí. Dejóles solamente los ríos, de piadoso, para que se mantuviesen con regadío y trabajo. Sobrevino Pachacama, hijo también del Sol y de la Luna, que significa criador, y desterró a Con y convertió sus hombres en los gatos (1), gesto de negros que hay; tras lo cual crió él de nuevo los hombres y mujeres como son agora, y proveyóles de cuantas cosas tienen. Por gratificación de tales mercedes tomáronle por dios, y por tal lo tuvieron y honraron en Pachacama, hasta que los cristianos lo echaron de allí, de que muy mucho se marayillaban. Era el templo de Pachacama que cerca de Lima estaba famosísimo en aquellas tierras y muy visitado de todos por su devoción y oráculos, ca el diablo aparecía y hablaba con los sacerdotes que allí moraban. Los españoles que fueron allá con Fernando Pizarro, tras la prisión de Atabaliba, lo despojaron del oro y

(1) Los primitivos historiadores de Indias llamaron gatos, gatos monillos y gatos con gesto de hombres a los monos. (Nota D.)

plata, que fué mucha, y después de sus oráculos y visiones, que cesaron con la cruz y sacramento, cosa para los indíos nueva y espantosa. Dicen asimesmo que llovió tanto un tiempo, que anegó todas las tierras bajas y todos los hombres, sino los que cupieron en ciertas cuevas de unas muy altas sierras, cuyas chiquitas puertas taparon de manera que agua no les entrase; metieron dentro muchos bastimentos y animales. Cuando llover no sintieron, echaron fuera dos perros; y como tornaron limpios, aunque mojados, conoscieron no haber menguado las aguas. Echaron después más perros, y tornando enlodados y enjutos, entendieron que habían cesado, y salieron a poblar la tierra, y el mayor trabajo que para ello tuvieron y estorbo, fueron las muchas y grandes culebras que de la humidad y cieno del diluvio se criaron, y agora las hay tales; mas al fin las mataron y pudieron vivir seguros. También creen la fin del mundo; empero, que precederá primero grandísima seca, y se perderán el Sol y Luna, que adoran; y por aquesto dan grandes alaridos y lloran cuando hay eclipses, mayormente del Sol, temiendo que se van a perder él y ellos y todo el mundo.

CXXIII

La toma del Cuzco, ciudad riquísima.

Informado Francisco Pizarro de la riqueza y ser de Cuzco, cabeza del imperio de los ingas, dejó a Caxamalca y fué allá. Caminó a recado, porque Quizquiz andaba corriendo la tierra con gran ejército que hiciera de la gente de Atabaliba y de otra mucha. Topó con ellos en Jauja, y sin pelear llegó a Vilcas, donde Quizquiz, pensando aprovecharse de los enemigos, por

tener la cuesta, dió sobre la avanguarda, que Soto (1) llevaba, mató seis españoles e hirió otros muchos, y aína los desbaratara; mas sobrevino la noche, que los despartió. Quizquiz se subió a lo alto con alegría, y Soto se rehizo con los que Almagro trajo. Apenas era amanescido el dia siguiente, cuando ya peleaban los indios. Almagro, que capitaneaba, se retrajo a lo llano para se aprovechar alli dellos con los caballos. Quizquiz, no entendiendo aquel ardid ni el nuevo socorro, pensó que huían, y comenzó a ir tras ellos, peleando sin orden. Revolvieron los de caballo, alancearon infinitos indios de los de Quizquiz, que con el tropel de los de caballo y espesa niebla que hacía no sabían de sí, e huyeron. Llegó Pizarro con el oro y resto del ejército; estuvo allí cinco dias, a ver en qué paraba la guerra. Vino Mango, hermano de Atabaliba, a dársele; él lo rescibió muy bien, y lo hizo rey, poniéndole la borla que acostumbran los ingas. Siguió su camino con grandes compañas de indios, que a servir su nuevo inga venían. Llegando cerca del Cuzco, se descubrieron muchos grandes fuegos, y envió corriendo allá la mitad de los caballos a estorbar o remediar el fuego, creyendo que los vecinos quemaban la ciudad porque no gozasen della los cristianos; empero no era fuego para daño sino para señal y humo. Salieron tantos hombres con armas a ellos, que les hicieron huir a puras pedradas la sierra abajo. Llegó en esto Pizarro, que amparó los huidos y peleó con los perseguidores tan animosamente, que los puso en huida. Ellos, que se veían huidos y acosados, dejaron las armas y pelea y a más correr se metieron en la ciudad. Tomaron su hato, y saliéronse luego aquella mesma noche los que sustentaban la guerra; entraron otro día los

(1) Era el famoso Hernando de Soto-figura de las más puras en nuestra conquista-más tarde (1539-1542) explorador de los actuales Estados Unidos y del río Mississipí. (Nota D.)

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