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vosos todo, salvo la coronilla. Agujéranse narices, labrios y orejas, y visten casi a la manera de mejicanos, sino que se precian más de peinar el cabello. Ellas traen gorgueras, sartales, zapatos, y van a las ferias y mercados. Ellos barren la casa, hacen el fuego y lo demás, y aun en Duraca y en Cobiores hilan los hombres. Mean todos do les toma la gana, ellos en cuclillas y ellas en pie. En Orotina andan los hombres desnudos y pintados en los brazos. Unos atan el cabello al cocote, otros a la coronilla, y todos lo suyo adentro por mejoría del engendrar y por honestidad, diciendo que las bestias lo traen suelto. Ellos traen solamente bragas, y el cabello largo, trenzado a dos partes. Todos toman muchas mujeres, empero una es la legítima, y aquélla con la cerimonia siguiente: ase un sacerdote los novios por los dedos meñiques, mételos en una camarilla que tiene fuego, háceles ciertas amonestaciones, y en muriéndose la lumbre quedan casados. Si la tomó por vírgen y la halla corrompida, deséchala, mas no de otra manera. Muchos las daban a los caciques que las rompiesen, por honrarse más o por quitarse de sospechas y afán. No duermen con ellas estando con su costumbre, ni en tiempo de las sementeras y ayunos, ni comen entonces sal ni ají, ni beben cosa que los embriague, ni ellas entran, teniendo su camisa, en algunos templos. Destierran al que casa dos veces cerimonialmente, y dan la hacienda a la primera mujer. Si cometen adulterio, repúdianlas, volviéndoles su dote y herencia, y no se pueden más casar. Dan palos, y no muerte, al adúltero. Los parientes dellas son los afrentados y los que vengan los cuernos. A la mujer que se va con otro no la busca su marido, si no la quiere mucho, ni recibe dello pena ni afrenta. Consiéntenlas echar con otros en ciertas fiestas del año. Antes de casar son comúnmente malas, y casadas, buenas. Pueblos de behetría hay donde las doncellas escogen marido entre muchos jóvenes que cenan jun

tos en fiestas. Quien fuera vírgen, si quejan, es esclavo o paga el dote. Al esclavo y mozo que duerme con hija de su amo entierran vivo con ella. Hay rameras públicas a diez cacaos, que son como avellanas; y donde las hay apedrean los putos. No dormían con sus mujeres porque no pariesen esclavos de españoles. Y Pedrarias, como en dos años no nacían niños, les prometió buen tratamiento; y así, parían o no los mataban. Preguntaron a sus ídolos cómo echarían a los españoles, e díjoles el diablo que él se los echaría con echarles encima la mar, pero que también los anegaría a ellos; y por eso cesó. Los pobres no piden por Dios ni a todos, sino a los ricos, y diciendo: «hágolo por necesidad o dolencia». El que a vivir se va de un pueblo a otro no puede vender las tierras ni casas, sino dejarlas al pariente más cercano. Guardan justicia en muchas cosas, y traen los ministros della moscadores y varas. Cortan los cabellos al ladrón, y queda esclavo del dueño del hurto hasta que pague. Puédense vender y jugar, mas no rescatar sin voluntad del cacique o regimiento; y si mucho tarda, muere sacrificado. No hay pena para quien mata cacique, diciendo que no puede acontecer. Tampoco hay pena para los que matan esclavo. Mas el que mata hombre libre paga un tanto a los hijos o parientes. No puede haber junta ni consulta ninguna, especialmente de guerra, sin el cacique o sin el capitán de la república y behetría. Emprenden guerra sobre los términos y mojones, sobre la caza y sobre quién es mejor y podrá más, que así es doquiera, e aun por captivar hombres para sacrificios. Cada cacique tiene para su gente propia señal en la guerra y aun en casa. Eligen los pueblos libres capitán general al más diestro y experto que hallan, el cual manda y castiga absolutamente y sin apelación a la señoría. La pena del cobarde es quitarle las armas y echarle del ejército. Cada soldado se tiene lo que a los enemigos toma, salvo que ha de sacrificar

en público los que prende y no darlos por ningún rescate, so pena que lo sacrifiquen a él. Son animosos, astutos y falsos en la guerra, por coger contrarios para sacrificar; son grandes hechiceros y brujos, que, según ellos mesmos decían, se hacen perros, puercos y gimias. Curan viejas los enfermos, que así es en muchas islas y tierra firme de Indias, y echan melecinas con un cañuto, tomando la decoción en la boca y soplando. Los nuestros les hacían mil burlas, desventeando al tiempo que querían ellas soplar, o riyendo del ar- . tificio.

CCVI

Religión de Nicaragua.

Hay en Nicaragua cinco lenguajes muy diferentes: coribici, que loan mucho; chortega, que es la natural y antigua; y así, están en los que lo hablan los heredamientos y el cacao, que es la moneda y riqueza de la tierra, los cuales son hombres valerosos, aunque crueles y muy sujetos a sus mujeres; lo que no son los otros. Chondal es grosero y serrano; orotiña, que dice mama por lo que nosotros; mejicano, que es principal; y aunque están a trecientas y cincuenta leguas, conforman mucho en lengua, traje y religión; e dicen que habiendo grandes tiempos ha una general seca en Anauac, que llaman Nueva España, se salieron infinitos mejicanos de su tierra y vinieron por aquella mar Austral a poblar a Nicaragua. Sea como fuere, que cierto es que tienen éstos que hablan mejicano por letras las figuras que los de Culúa, y libros de papel y pergamino, un palmo anchos y doce largos, y doblados como fuelles, donde señalan por ambas partes de azul, púrpura y otros colores las cosas memorables que acontecen; e allí están pintadas sus leyes y ritos,

que semejan mucho a los mejicanos, como lo puede ver quien cotejare lo de aquí con lo de Méjico. Empero no usan ni tienen esto todos los de Nicaragua, ca los chorotegas tan diferentemente sacrifican a sus ídolos, cuanto hablan, y así hacen los otros. Contemos algunas particularidades que no hay en otras partes. Los sacerdotes se casan todos, sino los que oyen pecados ajenos, los cuales dan penitencia según la culpa, y no revelan la confesión sin castigo. Echan las fiestas, que son deciocho, como los meses, subidos en el gradario y sacrificadero que tienen delante los patios de los dioses; y teniendo en la mano el cuchillo de pedernal con que abren al sacrificado, dicen cuántos hombres han de sacrificar, y si han de ser mujeres o esclavos, presos en batalla o no, para que todo el pueblo sepa cómo tiene de celebrar la fiesta y qué oraciones y ofrendas debe hacer. El sacerdote que administra el oficio da tres vueltas alrededor del cativo, cantando en tono lloroso, y luego ábrelo por el pecho; rocíale la cara con sangre, sácale el corazón y desmiembra el cuerpo. Da el corazón al perlado, pies y manos al rey, los muslos al que lo prendió, las tripas a los trompetas, y el resto al pueblo para que todos lo coman. Pone la cabeza en ciertos árboles que allí cerca crían para colgarlas. Cada un árbol de aquéllos tiene figurado el nombre de la provincia con quien hacen guerra, para hincar en él las cabezas que toman en ella. Si el que sacrifican es comprado, sepultan sus entrañas con las manos y pies, metidos en una calabaza, y queman el corazón y lo demás, excepto la cabeza, entre aquellos árboles. Muchas veces sacrifican hombres y muchachos del pueblo y propria tierra, por ser comprados, ca lícito es al padre vender los hijos, y cada uno venderse a sí mesmo, y por esta causa no comen la carne de los tales, Cuando comen la carne de los sacrificados hacen grandísimos bailes y borracheras con vino y humo. Los sacerdotes y re

ligiosos beben entonces vino de ciruelas. Al tiempo que unta el sacerdote los carrillos y boca del ídolo con la sangre del sacrificado, cantan los otros y ora el pueblo con mucha devoción y lágrimas, y andan después la procesión, aunque no en todas fiestas. Van los religiosos con unas como sobrepellices de algodón blanco y muchas chías colgando de los hombros hasta los talones, con ciertas bolsas por borlas, en que llevan navajas de azabache, puntas de metal, papeles, carbón molido y ciertas yerbas. Los legos, banderillas con el ídolo que más precian, y taleguillas con polvos y punzones. Los mancebos, arcos y flechas, o dardos y rodelas. El pendón y guía es la imagen del diablo puesta en una lanza, y llévala el más honrado y anciano sacerdote. Van en orden y cantando los religiosos hasta el lugar de la idolatría. Llegados, tienden mantas por el suelo o echan rosas y flores, por que no toque el diablo en tierra. Para el pendón, cesa el canto y anda la oración. Da una palmada el perlado, y sángranse todos; éstos de la lengua, aquéllos de las orejas, los otros del miembro, y finalmente, cada uno de donde más devoción tiene. Toman la sangre en papel o en el dedo y, como en ofrenda, fregan con ella la cara del diablo. Mientras dura esto, escaramuzan y bailan los mozos por honra de la fiesta. Curan las heridas con polvo de yerbas o carbón, que para eso llevan. En algunas destas procesiones bendicen maíz, y rociado con sangre de sus propias vergüenzas, lo reparten como pan bendito y lo comen.

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