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man las perlas la riqueza de oro y plata y esmeraldas que habemos traído de las Indias. Mas considero yo, qué razón hallaron los antiguos y modernos para estimar en tanto las perlas, pues no tienen virtud medicinal y se envejecen mucho, como lo muestran, perdiendo su blancura; y no alcanzo sino que por ser blancas, color muy diferente de todas las otras piedras preciosas; y así desprecian las perlas de cualquier otro color, siendo todas unas. Quizá es porque se traen del otro mundo, y se traían, antes que se descubriese, de muy lejos, o porque cuestan hombres.

CXCIX

Nicaragua,

Del Cabo Blanco a Chorotega cuentan ciento y treinta leguas de costa, que descubrió y anduvo Gil González de Avila el año 1522. Están en aquel trecho, golfo de Papagayos, Nicaragua, la Posesión y la bahía de Fonseca; y antes de Cabo Blanco está el golfo de Ortiña, que también llaman de Guetares, el cual vió y no tocó Gaspar de Espinosa, y por eso decían él y Pedrarias que Gil González les había usurpado aquella tierra. Ármó, pues, Gil González en Tararequi cuatro carabelas, basteciólas de pan, armas y mercería, metió algunos caballos y muchos indios e españoles, llevó por piloto a Andrés Niño y partió de allí a 26 de enero del año sobredicho. Costeó la tierra que digo, y aun algo más, buscando estrecho por allí que viniese a estotro mar del Norte, ca llevaba instrucción y mandado para ello del Consejo de Indias. Andaba entonces el pleito y negocio de la especiería caliente, y deseaban hallar por aquella parte paso para ir a los Malucos sin contraste de portugueses, y muchos de

cían al rey que había por allí estrecho, según el dicho de pilotos. Así que buscó con gran diligencia, hasta que comió los bastimentos y se le comieron los navíos de broma. Tomó posesión de aquella tierra por

el

rey de Castilla, en el río que llamó de la Posesión; y en gracia del obispo de Burgos, que le favorecía, como presidente de Indias, nombróla bahía de Fonseca, y a una isla que allí dentro está, Petronila, por causa de su sobrina. Del puerto de Sant Vicente fué a descubrir Andrés Niño, y entró Gil González por la tierra adentro con cien españoles y cuatro caballos, y topó con Nicoian, hombre rico y poderoso; requirióle con la paz, y fué bien recebido. Predicóle y convertiólo; y así el Nicoian se baptizó con toda su casa, y por su ejemplo se convertieron y cristianaron en diez y siete días casi todos sus vasallos. Dió Nicoian a Gil González catorce mil pesos de oro de trece quilates, y seis ídolos de lo mesmo, no mayores que palmo, diciendo que se los llevase, pues nunca más los tenía de hablar ni rogar como solía. Gil González le dió ciertas bujerías. Informóse de la tierra y de un gran rey llamado Nicaragua, que a cincuenta leguas estaba, y caminó allá. Envióle una embajada, que sumariamente contenía fuese su amigo, pues no iba por le hacer mal; servidor del emperador, que monarca del mundo era, y cristiano, que mucho le cumplía, e si no, que le haría guerra. Nicaragua, entendiendo la manera de aquellos nuevos hombres, su resoluta demanda, la fuerza de las espadas y braveza de los caballos, respondió, por cuatro caballeros de su corte, que aceptaba la amistad por el bien de la paz, y aceptaría la fe si tan buena le pareciese como se la loaban. Y así, acogió pacíficamente los españoles en su pueblo y casa, y les dió veinte y cinco mil pesos de oro bajo, y mucha ropa y plumajes. Gil González le recompensó aquel presente con una camisa de lienzo, un sayo de seda, una gorra de grana y otras cosas de rescate que

le contentaron, y le predicó, juntamente con un fraile de la Merced, de la fe de Cristo, reprobando la idolatría, borrachez, bailes, sodomía, sacrificio y comer de hombres; por lo cual se baptizó con toda su casa y corte y con otras nueve mil personas de su reino, que fué una gran conversión, aunque algunos dijeron no ser bien hecha; pero bastábales creer de corazón. De cuantas cosas Gil González dijo holgaron Nicaragua y sus caballeros, sino de dos, que fué una no hiciesen guerra, y otra que no bailasen con borrachera, ca mucho sentían dejar las armas y el placer. Dijeron que no perjudicaban a nadie en bailar ni tomar placer, y que no querían poner al rincón sus banderas, sus arcos, sus cascos y penachos, ni dejar tratar la guerra y armas a sus mujeres, para hilar ellos, tejer y cavar como mujeres y esclavos. No les replicó a esto Gil González, ca los vió alterados; mas hizo quitar del templo grande todos los ídolos y poner una cruz. Hizo fuera del lugar un humilladero de ladrillos con gradas; salió en procesión, hincó allí otra cruz con muchas lágrimas y música, adoróla subiendo de rodiHlas las gradas, y lo mesmo hicieron Nicaragua y todos los españoles e indios, que fué una devoción harto de ver.

CC

Las preguntas de Nicaragua.

Pasó grandes pláticas y disputas con Gil González y religiosos Nicaragua, que agudo era y sabio en sus ritos y antigüedades. Preguntó si tenían noticia los cristianos del gran diluvio que anegó la tierra, hombres y animales, e si había de haber otro; si la tierra se había de trastornar o caer el cielo; cuándo o cómo perderían su claridad y curso el Sol, la Luna y estre

GÓMARA: HIStoria de las INDIAS.-T. II.

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llas; qué tan grandes eran; quién las movía y tenía. Preguntó la causa de la escuridad de las noches y del frío, tachando la natura, que no hacía siempre claro y calor, pues era mejor; qué honra y gracias se debían al Dios trino de cristianos, que hizo los cielos y Sol, a quien adoraban por dios en aquellas tierras, la mar, la tierra, el hombre, que señorea las aves que volan y peces que nadan, y todo lo al del mundo. Dónde tenían de estar las almas, y qué habían de hacer salidas del cuerpo, pues vivían tan poco siendo inmortales. Preguntó asimesmo si moría el santo padre de Roma, vicario de Cristo, Dios de cristianos; y cómo Jesu, siendo Dios, es hombre, y su madre, virgen pariendo; y si el emperador y rey de Castilla, de quien tantas proezas, virtudes y poderío contaban, era mortal; y para qué tan pocos hombres querían tanto oro como buscaban. Gil González y todos los suyos estuvieron atentos y maravillados oyendo tales preguntas y palabras a un hombre medio desnudo, bárbaro y sin letras, y ciertamente fué un admirable razonamiento el de Nicaragua, y nunca indio, a lo que alcanzo, habló como él a nuestros españoles. Respondióle Gil González como cristiano, y lo más filosóficamente que supo, y satisfízole a cuanto preguntó harto bien. No pongo las razones, que sería fastidioso, pues cada uno que fuere cristiano las sabe y las puede considerar, y con la respuesta lo convirtió. Nicaragua, que atentísimo estuvo al sermón y diálogo, preguntó a oído al faraute si aquella tan sotil y avisada gente de España venía del cielo, y si bajó en nubes o volando, y pidió luego el baptismo, consintiendo derribar los ídolos.

CCI

Lo que más hizo Gil González en aquellas tierras.

Viendo Gil González que lo recibían amorosamente, quiso calar los secretos y riquezas de la tierra y ver si confinaban con lo que Cortés conquistaba (1), pues en muchas cosas de los de allí semejaban a los de Méjico, según las nuevas que de allá tenían. Así que fué y halló muchos lugares no muy grandes, mas buenos y bien poblados. No cabían los caminos de los muchos indios que salían a ver los españoles, y maravillábanse de su traje y barbas, y de los caballos, animal nuevo para ellos. El principal de todos fué Diriangen, cacique guerrero y valiente, que vino acompañado de quinientos hombres y veinte mujeres, todos en ordenanza de guerra, aunque sin armas, y con diez banderas y cinco bocinas. Cuando llegó cerca, tañeron los músicos y desplegaron las banderas. Tocó la mano a Gil González, y lo mesmo hicieron todos los quinientos, ofreciéndole sendos gallipavos, y muchos cada dos. Las veinte mujeres le dieron cada veinte hachas de oro, que pesaban a deciocho pesos y algunas más. Fué más vistoso que rico aquel presente, porque no era el oro sino de catorce quilates, e aun menos. Usan aquellas hachas en la guerra y edificios. Dijo Diriangen que venía por mirar tan nueva y extraña gente, que tal fama tenía. Gil González se lo agradeció mucho, dióle algunas cosas de quinquillería y rogóle que se tornase cristiano. El dijo que le placía, pidiendo tres dias de término para comunicarlo

(1) Léase Hernán Cortés, Cartas de relación de la conquista de Méjico, especialmente el tomo II, en la colección de Viajes clásicos editada por CALPE.

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