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des palacios, que llaman tambos, donde se albergan la corte y ejército de los ingas; los cuales están bastecidos de armas y comida, y de vestidos y zapatos para los soldados; que los pueblos comarcanos los proveían de obligación. Nuestros españoles con sus guerras ceviles han destruído estos caminos, cortando la calzada por muchos lugares para impedir el paso unos a otros, y aun los indios deshicieron su parte cuando la guerra y cerco del Cuzco.

CXCV

Remate de las cosas del Perú.

Las armas que los del Perú comúnmente usan son hondas, flechas, picas de palma, dardos, porras, hachas, alabardas, que tienen los hierros de cobre, plata y oro. Usan también cascos de metal y de madera, y jubones embastados de algodón. Cuentan uno, diez, ciento, mil, diez cientos, diez cientos de miles, y así van multiplicando. Traen la cuenta por piedras y por ñudos en cuerdas de color; y es tan cierta y concertada, que los nuestros se maravillan. Juegan con un solo dado de cinco puntos, que no tienen mayor suerte. El pan es de maíz; el vino, también, y emborracha reciamente. Otras bebidas hacen de frutas e yerbas, como decir de molles, árboles fructíferos, de cuya fruta hacen también una cierta miel que aprovecha en los golpes y mataduras de bestias, y las hojas para dolor y llagas de hombres, y para aguapiernas y de barberos. Su vianda es fruta, raíces, pescado y carne, especialmente de oveja-ciervos, que tienen muchas en poblado y despoblado, proprias y comunes, y santas o sagradas, que son del Sol, ca los ingas inventaron un cierto diezmo, hato y pegujal de Pachacama y otras guacas para tener

carne los tiempos de guerra, vedando que nadie las matase ni corriese. Son muy borrachos; tanto, que pierden el juicio. No guardan mucho el parentesco en casamientos, ni ellas lealtad en matrimonio. Casan con cuantas se les antojan, y algunos orejones con sus hermanas. Heredan sobrinos, y no hijos, sino es entre ingas y señores; pero ¿qué han de heredar, pues el vulgo ni tiene, ni quiere, o no le dejan hacienda? Son mintrosos, ladrones, crueles, sométicos, ingratos, sin honra, sin vergüenza, sin caridad ni virtud. Sepúltanse debajo la tierra, y algunos embalsaman echándoles un licor de árboles olorísimo por la garganta, o untándolos con gomas; en la sierra se conservan infinito tiempo con el frío; y así, hay mucha carne momia. Hartos hombres viven cien años en el Collao y en otras partes del Perú que son frías. Las tierras de pan llevar son fertilísimas; un grano de cebada echó trecientas espigas, y otro de trigo, docientas, que pienso fueron de los que primero sembraron. En San Joan, gobernación de Pascual de Andagoya, sembraron una escudilla de trigo y cogieron novecientas; en muchas partes han cogido docientas y más hanegas de una que sembraron, y así multiplicaban al principio las otras semillas de acá. Los rábanos se hacían tan gordos como un muslo, y aun como un cuerpo de hombre; pero luego disminuyeron sembrados de su mesma simiente, que así hicieron todas las cosas de grano que llevaron de Castilla. Ha multiplicado mucho la fruta de zumo y agro, como decir naranjas y las cañas de azúcar; multiplican eso mesmo los ganados, ca una cabra pare cinco cabritos, y cuando menos dos; y si no hubiese sido por las guerras ceviles, habría ya infinitas yeguas, ovejas, vacas, asnas y mulas que los relevasen de carga; mas presto, placiendo a Dios, habrá todas estas cosas y vivirán políticamente con la paz y predicación que tienen, en la cual entienden con gran hervor y caridad nuestros españoles, así eclesiásticos como

seglares, que tienen vasallos; y la solicitan los oidores, y la procura el virrey don Antonio de Mendoza, hecho a la conversión de los indios de Nueva España, de donde vino a gobernar al Perú. Hasta aquí han estado porfiados en su idolatría y vicios abominables, por ocuparse los obispos, clérigos y frailes en las guerras ceviles; y los convertidos fácilmente renegaban la religión cristiana viendo cómo iban las cosas, y aun muchos por malicia y por persuasión del diablo; y así, muchos dellos no se querían enterrar en las iglesias a fuer de cristianos, sino en sus templos y osares; y aun hartas veces hallaron nuestros sacerdotes bultos de paja y algodón en las andas queriendo echar el defunto en la fuesa; y otros decían, cuando les predicaban a Jesucristo bendito y su santísima fe y doctrina, que aquello era para Castilla y no para ellos, que adoraban a Pachacama, criador y alumbrador del mundo. No los apremian a más diezmo de cuanto ellos quieren dar, por que no se resabien ni sientan mal de la ley, que aún no entienden bien. Fray Jerónimo de Loaisa es arzobispo de Los Reyes, y hay otros tres obispados en el Perú: el Cuzco, que tiene fray Joan Solano, y el Quito, que tiene García Diez, y el de los Charcas, que tiene fray Tomás de San Martín.

CXCVI

Panamá.

Del río Perú al Cabo Blanco, que por otro nombre se dice Puerto de la Herradura, ponen de tierra, costa a costa, cuatrocientas menos diez leguas, contando así: De Perú, que cae dos grados acá de la Equinocial, hay sesenta leguas al golfo de San Miguel, que está en seis grados, y veinte y cinco leguas del otro golfo de Ura

bá o Darién, y boja cincuenta. Descubrióle Vasco Núñez de Balboa el año de 13, buscando la mar del Sur, como en su tiempo dijimos, y halló en él muchas perlas. Deste golfo a Panamá hay más de cincuenta, que descubrió Gaspar de Morales, capitán de Pedrarias de Avila; de Panamá a la punta de Guera, yendo por Paris y Natán, ponen setenta leguas; de Guera, que cae a poco más de seis grados, hay cien leguas a Borica, que es una punta de tierra puesta en ocho grados, de la cual hay otras ciento hasta Cabo Blanco, que paresce uña de águila y que está en ocho grados y medio a esta parte de la Equinocial. Estas docientas y setenta leguas descubrió el licenciado Gaspar de Espinosa, de Medina del Campo, alcalde mayor de Pedrarias, año de 15 ó 16, juntamente con Diegarias de Avila, hijo del gobernador, aunque poco antes habían corrido por tierra Gonzalo de Badajoz y Luis de Mercado la costa de Paris y Natán por cincuenta leguas, y fué desta manera: Pedrarias de Avila envió muchos capitanes a descubrir y poblar en diversas partes, según en otro cabo conté, y entrellos fué Gonzalo de Badajoz, el cual partió del Darién por marzo del año de 1515 con ochenta compañeros y fué al Nombre de Dios, donde estuvo algunos días atrayendo de paz a los naturales; mas como el cacique no quería su amistad ni contratación, no pudo. Llegó también allí entonces Luis de Mercado con otros cincuenta españoles del mesmo Pedrarias, y acordaron entrambos de irse a la costa del Sur, que tenía fama de más rica tierra; así, que tomaron indios para guía y servicio, y subieron las sierras, en la cumbre de las cuales estaba Yuana, señor de Coiba, que llamaron la rica por hallar oro doquiera que cavaban. Huyó el cacique, de miedo de aquellos nuevos y barbudos hombres, y no quiso venir, por mensajeros que le hicieron; y así, saquearon y quemaron el pueblo, y pasaron adelante con buena presa de esclavos; no digo que los hicieron, sino que ya lo eran. Usan mucho por

allí tener esclavos para sembrar, coger oro y hacer otros servicios y provechos. Tráenlos herrados, las caras de negro y colorado; púnchanles los carrillos con hueso y espinas de peces, y échanles ciertos polvos, negros o colorados, tan fuertes, que por algunos días no les dejan mascar, y que nunca pierden la color. De Coiba fueron cinco días por el camino del agua, que otro no sabían, sin ver poblado ninguno. Al postrero toparon dos hombres con sendas talegas de pan, que los guiaron a su cacique, dicho Totonaga, que ciego era, el cual los hospedó amorosamente y les dió seis mil pesos de oro en granos, vasos y joyas; dióles también noticia de la costa y riqueza que buscaban. Ellos se despidieron dél alegres y contentos, y caminando hacia poniente llegaron a un lugar de Taracuru, reyezuelo rico, que les dió hasta ocho mil pesos de oro. Destruyeron a Pananome porque no los recebió el señor, aunque era hermano de Taracuru. Pasaron por Tavor, y fueron bien recebidos de Cheru, que les hizo un presente de cuatro mil pesos de oro; era rico_por el trato de unas muy buenas salinas que tenía. Otro día entraron en un pueblo, y el señor Natán les dió quince mil pesos de oro. Reposaron allí por el buen acogimiento y amor de los vecinos. Había mucha comida y buenas casas con chapiteles y cubiertas de paja; los varales, de que son, entretejidos por gran concierto, y parescen harto bien. Tenían ya Badajoz y Mercado ochenta mil pesos de oro en granos, collares, bronchas, cercillos, cascos, vasos y otras piezas que les habían dado y ellos habían tomado y rescatado. Tenían también cuatrocientos esclavos para llevar el oro, ropa y españoles enfermos. Caminaron sin concierto ni cuidado, como no habían hallado hasta allí resistencia, en busca del rey Pariza, o Paris, como dicen otros, que tenía fama del más rico señor de aquella costa. El Pariza tuvo sentimiento y espías de su venida; armó gente, púsose al paso, paróles una celada, dió sobrellos,

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