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los hombres. Dicen ellos que nunca después que se acuerdan (algunos han cien años) faltó guerra en el Perú; porque Guainacapa y Opangui, su padre, tuvieron continuamente guerras con sus comarcanos por señorear solos aquella tierra. Guaxcar y Atabaliba pelearon sobre cuál sería inga y monarca, y Atabaliba mató a Guaxcar, su hermano mayor, y Francisco Pizarro mató y privó del reino al Atabaliba por traidor, e cuantos su muerte procuraron y consintieron han acabado desastradamente, que también es otra consideración. Ya leistes la fin de Diego de Almagro, Francisco y Gonzalo Pizarro. A Joan Pizarro, que de todos sus hermanos era el más valiente, mataron indios en el Cuzco, y Joan de Rada y sus consortes, a Francisco Martín de Alcántara. Los isleños de Puna mataron a palos al obispo fray Vicente de Valverde, que huía de don Diego de Almagro, y al doctor Velázquez, su cuñado, y al capitán Joan de Valduneso, con otros muchos. Almagro ahorcó a Felipillo allá en Chili; Hernando de Soto pereció en la Florida (1), y otros en otras partes. Algunos viven de aquéllos, como es Fernando Pizarro, que, si bien no se halló en la muerte de Atabaliba, está en la Mota de Medina del Campo por la muerte de Almagro y batalla de las Salinas y otras muchas cosas.

(1) Hernando de Soto, figura noble

desinteresada en la

conquista del Perú, explorador más tarde del territorio de los actuales Estados Unidos, pereció a orillas del río Mississipi-que había remontado hasta su confluencia con el Missouri-y en el que fué sepultado. (Nota D.)

CXCI

Otras consideraciones.

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Comenzaron los bandos entre Pizarro y Almagro por ambición y sobre quién gobernaría el Cuzco; empero crecieron por avaricia y llegaron a mucha crueldad por ira e invidia; e plega a Dios que no duren como en Italia güelfos y gebelinos. Siguieron a Diego de Almagro porque daba, y a Francisco Pizarro porque podía dar. Después de ambos muertos, han seguido siempre el que pensaban que les daría más y presto. Muchos han dejado al rey porque no les tenía de dar, y pocos son los que fueron siempre reales, ca el oro ciega el sentido, y es tanto lo del Perú, que pone admiración. Pues así como han seguido diferentes partes, han tenido doblados corazones y aun lenguas; por lo cual nunca decían verdad sino cuando hallaban malicia. Corrompían los hombres con dineros para jurar falsedades; acusaban unos a otros maliciosamente por mandar, por haber, por venganza, por envidia y aun por su pasatiempo; mataban por justicia sin justicia, y todo por ser ricos. Así que muchas cosas se encubrieron que convenía publicar y que no se pueden averiguar en tela de juicio, probando cada uno su intención. Muchos hay también que han servido al rey de los cuales no se cuenta mucho, por ser hombres particulares y sin cargos; que aquí solamente se trata de los gobernadores, capitanes y personas señaladas, y porque sería imposible decir de todos, y porque les vale más quedar en el tintero. Quien se sintiere, calle, pues está libre y rico; no hurgue por su mal. Si bien hizo y no es loado, eche la culpa a sus compañeros; y si mal hizo y es mentado, échela a sí mesmo.

CXCII

El robo que los Contreras hicieron a Gasca volviendo a España.

Dióse Gasca muy gran prisa y maña, después que castigó a Pizarro y a los otros revoltosos y bandoleros, a poner en concierto la justicia, a gratificar los soldados, a tasar los tributos, a recoger dineros y a dejar la gente y tierra llana, pacífica y mejorada para volverse a España: cosa que mucho deseaba. Embarcó millón y medio para el rey, y otro tanto y más de particulares, y fuése a Panamá; dejó allí seiscientos mil pesos por no tener en qué llevarlos, y caminó al Nombre de Dios. Llegaron luego a Panamá con docientos soldados españoles dos hijos de Rodrigo de Contreras, gobernador de Nicaragua, y tomaron aquellos seiscientos mil castellanos que Gasca dejó y cuanto más dineros y ropa pudieron, entrando por fuerza en la ciudad y en las casas. El uno dellos se fué con la presa en dos o tres naos, y el otro echó tras Gasca por quitarle todo el oro y plata que llevaba, y la vida: tan ciego y soberbio estaba. Habían estos Contreras muerto al obispo de Nicaragua, fray Antonio de Valdivieso, porque escribió mal de su padre a Castilla, donde andaba en negocios. Andaban homicianos, pobres e huidos; recogieron los pizarristas que iban huyendo de Gasca y otros perdidos, y acordaron de hacer aquel salto por enriquecer, diciendo que aquel tesoro y todo el Perú era suyo y les pertenecía como a nietos de Pedrarias de Avila, que tuvo compañía con Pizarro, Almagro y Luque, y los envió y se alzaron: color malo, empero bastante para traer a ruines a su propósito. En fin, ellos hicieron un salto y hurto calificado si con él se contentaran, aunque no escaparan de las manos del rey, que alcanzan mucho.

Supo Gasca lo uno y lo otro de vecinos de Panamá, puso en cobro el tesoro y volvió con gente. Peleó con los de Contreras y venciólos; prendió y justició cuantos quiso. Huyó el Contreras, y ahogóse cerca de allí pasando un río. Despachó Gasca naos tras el otro Contreras bien armadas de tiros y arcabuceros; los cuales se dieron tan buena diligencia y cobro, que lo alcanzaron. Tomáronle las naos y los dineros peleando, mataron cuantos con él iban, sino fueron diez o doce, en el combate e justicia que luego hicieron, y así cobró Gasca su hurto y castigó los ladrones: cosas tan señaladas como dichosas para su honra y memoria. Embarcóse con tanto en el Nombre de Dios y llegó a España por julio del año de 1550, con grandísima riqueza para otros y reputación para sí. Tardó en ir y venir y hacer lo que habéis oído poco más de cuatro años. Hízolo el emperador obispo de Palencia y llamólo a Augusta, de Alemaña, para que le informase a boca y entera y ciertamente de aquella tierra y gente del Perú.

CXCIII

La calidad y temple del Perú.

Llaman Perú todas aquellas tierras que hay del mesmo río al Chili, y que nombrado habemos muchas veces en su conquista y guerras civiles, como son Quito, Cuzco, Charcas, Puerto-Viejo, Tumbez, Arequipa, Lima y Chili. Divídenlo en tres partes: en llano, sierras y Andes. Lo llano, que arenoso es y muy caliente, cae a orillas del mar; entra poco en la tierra, pero extiéndese grandemente por junto al agua. De Tumbez allá no llueve ni truena ni echa rayos en más de quinientas leguas de costa y diez o veinte de tierra que duran los llanos. Viven aquí los hombres riberas

de los ríos que vienen de las sierras, por muchos valles, los cuales tienen llenos de frutales y otros árboles, so cuya sombra y frescura duermen y moran, ca no hacen otras casas ni camas. Críanse allí cañas, juncos, espadañas y semejantes yerbas de mucha verdura para tomar por cama, y unos arbolejos cuyas hojas se secan en tocándolas con la mano. Siembran algodón, que de suyo es azul, verde, amarillo, leonado y de otras colores; siembran maíz y batatas y otras semillas y raíces, que comen, y riegan las plantas y sembrados por acequias que sacan de los ríos, y cae también algún rocío. Siembran asimesmo una yerba dicha coca, que la precian más que oro ni pan, la cual requiere tierra muy caliente, y tráenla en la boca todos y siempre, diciendo que mata la sed y la hambre: cosa admirable, si verdadera (1). Siembran y cogen todo el año; no hay lagartos o crocodilos en los ríos ni costa destos llanos de Lima allá; y así, pescan sin miedo y mucho. Comen crudo el pescado, que así hacen la carne por la mayor parte; toman muchos lobos marinos, que los hallan buenos de comer, y límpianse los dientes con sus barbas, por ser buenas para la dentadura; y aun dicen que quitan el dolor de muelas los dientes de aquellos lobos, si los calientan y los tocan. Comen estos lobos piedras, puede ser que por lastre; los buitres matan también estos lobos cuando salen a tierra, que mucho es de ver, e se los comen. Acometen a un lobo marino muchos buitres, y aun dos solamente se atreven; unos lo pican de la cola y pies, que todo parece uno, y otros de los ojos, hasta que se los quiebran, y así lo matan después de ciego y cansado. Son grandes los buitres, y algunos tienen doce y quince y

(1) La coca de que hoy se extrae la cocaína-pasa por ser un alimento de ahorro. Para más detalles, léase P. DE CIEZA DE LEÓN La Crónica del Perú, en la colección de Viajes clásicos editada por Calpe.

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