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ellos. Descubrióse luego esto, y Cianca prendió y castigó las cabezas del motín, con que todo se apaciguó.

CLXXXVIII

La tasa que de los tributos hizo Gasca.

Asentó Gasca en Los Reyes Audiencia real, y presidió como presidente a todas las causas y negocios de gobernación. Eran oidores los licenciados Andrés de Cianca, Pedro Maldonado Santillán y el doctor Melchior Bravo de Saravia, natural de Soria, caballero de ciencia y conciencia, que tenía la segunda silla y audiencia. Procuró Gasca la conversión de los indios que aun no eran baptizados, e que continuasen la predicación y doctrina cristiana los obispos, frailes y clérigos porque con las guerras habían aflojado. Vedó, so grandísimas penas, que no cargasen indios contra su voluntad ni los tuviesen por esclavos, que así lo mandaban el papa y el emperador; mas por la gran falta de bestias de carga, proveyó en muchas partes que se cargasen como lo hacían en tiempo de idolatría, sirviendo a sus ingas y señores, que fué un pecho personal, por el cual les quitaron la tercia parte del tributo. Empero mandóse que no los sacasen de su natural, por que no se destemplasen y muriesen, sino que los criados en los llanos, tierra caliente, sirviesen allí, e los serranos, hechos al frío, no bajasen al llano, y que los remudasen a tiempos, por que no llevasen siempre unos la carga. También dejó muchos que llaman matimaes (1) y que son como esclavos, según y de la manera que Guainacapa los tenía, y mandó a los demás

(1) Léase CIEza de León (P.), La Crónica del Perú, en la colección de Viajes clásicos editada por CALPE.

y ser

ir a sus tierras; pero muchos dellos no quísieron sino estarse con sus amos, diciendo que se hallaban bien con ellos, y aprendían cristiandad con oír misa mones, y ganaban dineros con vender, comprar y servir. Dicen que faltan los medios de lo conquistado en el Perú por cargarlos mucho y a menudo; que los encomenderos no lo podían ni osaban contradecir a los soldados, que sin piedad ninguna los llevaban, o mataban si no iban; y aun en presencia de Gasca, durante la guerra y camino, lo hacían. Escogió Gasca muchas personas de bien que visitasen la tierra. Dióles ciertas instrucciones; encargóles la conciencia y tomóles juramento en manos del sacerdote, que les dijo una misa del Espíritu Santo, que harían bien y fielmente su oficio. Aquellos visitadores anduvieron todos los pueblos del Perú que sujetos están al emperador, unos por un cabo y otros por otro. Tomaron juramento a los encomenderos o sus personeros, aunque fuesen del rey, que declarasen cuántos indios, sin viejos y niños, había en sus lugares y repartimientos, y qué y cuánto pechaban. Echábanlos fuera de su tierra, y examinaban los caciques e indios sobre las vejaciones y demasías que sus dueños les hacían, y sobre qué cosas se criaban y cogían en su territorio; qué solían tributar a los ingas; dónde llevaban los tributos, ca tributaban a sus ingas lagartijas, ranas y tales cosas, si al no tenían; y lo que al presente pagaban, pagar podrían en adelante, dándoles a entender la merced que les hacía el emperador en moderar el tributo y dejarlos casi francos y señores de sus propias haciendas y granjerías, ca muchos indios del llano, que viven sin casas ni población, como entendieron la visita y tasa, huyeron, pensando que cuanto menos personas hallasen los visitadores, menos pechos pornían, e así quedarían libres en la hacienda como en la persona. Vueltos, pues, que fueron los visitadores, encomendó Gasca la tasación al arzobispo Loaisa y a Tomás Sant

Martín y Domingo de Santo Tomás, frailes dominicos. Los cuales tomando el parecer de los visitadores, y cotejando los dichos de los señores y de los vasallos, tasaron los tributos mucho menos que los mesmos indios decían que podrían buenamente pagar. Gasca lo mandó así, y que cada pueblo pagase su pecho en aquello que su tierra producía: si oro, en oro; si plata, en plata; si coca, en coca; si algodón, sal y ganado, en ello mesmo, aunque mandó a muchos pagar en oro y plata no teniendo minas, por razón que se diesen al trabajo y trato para haber aquel oro, criando aves, seda, cabras, puercos y ovejas e llevándolo a vender a los pueblos y mercados, juntamente con leña, yerba, grano y tales cosas; y por que se vezasen a ganar jornal trabajando y sirviendo en las casas y haciendas de los españoles e aprendiesen sus costumbres y vida política cristiana, perdiendo la idolatría y borracherías a que con la gran ociosidad mucho se dan. Publicóse, pues, la tasa, y quedaron muy alegres los indios y contentos, que de antes no descansaban ni dormían, pensando en los cogedores; y si dormían, los soñaban. Quedóles puesta pena si dentro de cierto tiempo de cada un año, en veinte días después, no pagasen sus tributos y pechos. E al encomendero que llevase más de la tasa, el cuatro tanto por la primera vez, y por la segunda, que perdiese la encomienda y repartimiento.

CLXXXIX

Los gastos que Gasca hizo, y el tesoro que juntó.

No entró Gasca en el Nombre de Dios con más de cuatrocientos ducados; empero buscó prestados y a cambio cuantos dineros menester hubo para la guerra, cuando Pizarro se puso en resistencia; con los cuales

compró armas, artillería, caballos y matalotaje; pagó el sueldo y dió socorros, e hizo otros muchos gastos, en que, echada cuenta por pluma, gastó novecientos mil pesos de oro desde que llegó hasta que salió del Perú, ca fué necesario gastar largo con los españoles, y valían carísimo las cosas de Castilla, no solamente las de comer y vestir, pero las de guerrear, como eran caballos, arcabuces y coseletes, y es de notar que, siendo aquella tierra tan cara y lejos, hay tantas y tan buenas armas y caballos; mas allá van mercaderías do quieren dineros. Recogió Gasca las rentas y quintos del rey y el oro y plata de los traidores y condenados, y allegó tanto tesoro, que pagó los novecientos mil pesos, y le quedaron para traer al emperador un millón y trecientos mil castellanos en plata y oro, cosa de que mucho se maravillaron todos, y no por el dinero, sino por la manera con que lo juntó. Nunca procuró ni tomó para sí un real, y así, digo que nunca pasó al Perú español, con cargo ni sin él, que no tomase algo, sino Gasca, que no le conocieron, aunque lo miraron, señal de avaricia, por la cual se perdieron y mataron cuantos habemos contado en las guerras del Perú. Saco, empero, a Blasco Núñez Vela, que realísimamente fué servidor del emperador y libre de tal vicio, aunque porfió algo los negocios por sus diez ocho mil ducados de salario. Grabriel de Rojas sacó demasiado a los indios vacos en cabeza del rey, e a los españoles que favorecieron a Pizarro y a los que no le favorecieron, diciendo que se habían estado a la mira, todo lo cual pasó de un millón; y como murió en el camino casi súbitamente, dijeron que por juicio de Dios, y que se aparecía espantosamente a ciertos frailes de Santo Domingo de Lima. E pues hablamos de tesoro, bien es decir la riqueza del Perú que hasta aquí nuestros españoles han habido, ansí en lo que hallaron en poder de los indios como en lo que sacaron de minas, que mucho es. Augustín de Zárate, que

y

tomó las cuentas, halló cargados a los oficiales del rey, en los libros de cuentas, un millón y ochocientos mil pesos de oro, y seiscientos mil marcos de plata del quinto y rentas reales, y toda esta plata y oro ha venido en España de una o de otra manera, porque allá no la quieren para más de traerla, y danse tanta prisa a traerla como a sacarla y haberla. Aunque don Diego de Almagro, Vaca de Castro, Blasco Núñez, Gonzalo Pizarro, Gasca y otros capitanes gastaron mucho de lo del rey en las guerras; mas todo al fin, como dije, es venido a España, y es una cuantidad increíble, pero cierta.

CXC

Consideraciones.

De cuantos españoles han gobernado el Perú no ha escapado ninguno, sino es Gasca, de ser por ello muerto o preso, que no se debe poner en olvido. Francisco Pizarro, que lo descubrió, y sus hermanos, ahogaron a Diego de Almagro; don Diego de Almagro, su hijo, hizo matar a Francisco Pizarro; el licenciado Vaca de Castro degolló a don Diego; Blasco Núñez Vela prendió a Vaca de Castro, el cual aun no está fuera de prisión; Gonzalo Pizarro mató en batalla a Blasco Núñez; Gasca justició a Gonzalo Pizarro y echó preso al oidor Cepeda, que los otros sus compañeros ya eran muertos; los Contreras, como luego declararemos, quisieron matar a Gasca. También hallaréis que han muerto más de ciento y cincuenta capitanes y hombres con cargo de justicia, unos a manos de indios, otros peleando entre sí, y los más ahorcados. Atribuyen los indios, y aun muchos españoles, estas muertes y guerras a la constelación de la tierra y riqueza; yo lo echo a la malicia y avaricia de

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