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Respondieron los suyos que sí, teniéndolos en poco. Miró a la torrecilla, y, enojado, mandó echar de allí o matar los cristianos que dentro estaban. Llegó entonces a él fray Vicente de Valverde, dominico, que llevaba una cruz en la mano y su breviario, o la Biblia como algunos dicen. Hizo reverencia, santiguóle con la cruz, y díjole: «Muy excelente señor: cumple que sepáis cómo Dios trino y uno hizo de nada el mundo y formó al hombre de la tierra, que llamó Adán, del cual traemos origen y carne todos. Pecó Adán contra su Criador por inobediencia, y en él cuantos después han nacido y nacerán, excepto Jesucristo, que, siendo verdadero Dios, bajó del cielo a nascer de María virgen, por redimir el linaje humano del pecado. Murió en semejante cruz que aquésta, y por eso la adoramos. Resucitó al tercero día, subió dende a cuarenta días al cielo, dejando por su vicario en la tierra a Sant Pedro y a sus sucesores, que llaman papas; los cuales habían dado al potentísimo rey de España la conquista y conversión de aquellas tierras; y así, viene agora Francisco Pizarro a rogaros seáis amigos y tributarios del rey de España, emperador de romanos, monarca del mundo, y obedezcáis al papa y rescibáis la fe de Cristo, si la creyéredes, que es santísima, y la que vos tenéis es falsísima. Y sabed que haciendo lo contrario vos daremos guerra y quitaremos los ídolos, para que dejéis la engañosa religión de vuestros muchos y falsos dioses. Respondió Atabaliba muy enojado que no quería tributar siendo libre, ni oir que hubiese otro mayor señor que él; empero, que holgaría de ser amigo del emperador y conoscerle, ca debía ser gran príncipe, pues enviaba tantos ejércitos como decían por el mundo; que no obedecería al papa, porque daba lo ajeno y por no dejar a quien nunca vió el reino que fué de su padre. Y en cuanto a la religión, dijo que muy buena era la suya, y que bien se hallaba con ella, y que no quería ni me

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GÓMARA: HISTORIA DE LAS INDIAS.-T II.

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nos debía poner en disputa cosa tan antigua y aprobada; y que Cristo murió y el Sol y la Luna nunca murían, y que ¿cómo sabía el fraile que su Dios de los cristianos criara el mundo? Fray Vicente respondió que lo decía aquel libro, y dióle su breviario. Atabaliba lo abrió, miró, hojeó, y diciendo que a él no le decía nada de aquello, lo arrojó en el suelo. Tomó el fraile su breviario y fuése a Pizarro voceando: <Los evangelios en tierra; venganza, cristianos; a ellos, a ellos, que no quieren nuestra amistad ni nuestra ley.> Pizarro entonces mandó sacar el pendón y jugar la artillería, pensando que los indios arremeterían. Como la seña se hizo, corrieron los de caballo a toda furia por tres partes a romper la muela de gente que alrededor de Atabaliba estaba, y alancearon muchos. Llegó luego Francisco Pizarro con los de pie, que hicieron gran riza en los indios con las espadas a estocadas. Čargaron todos sobre Atabaliba, que todavía estaba en su litera, por prenderle, deseando cada uno el prez y gloria de su prisión. Como estaba alto, no alcanzaban, y acuchillaban a los que la tenían; pero no era caído uno, que luego no se pusiesen otros y muchos a sostener las andas, por que no cayese a tierra su gran señor Atabaliba. Viendo esto Pizarro, echóle mano del vestido y derribólo, que fué rematar la pelea. No hubo indio que pelease, aunque todos tenían armas; cosa bien notable contra sus fieros y costumbre de guerra. No pelearon porque no les fué mandado, ni se hizo la señal que concertaran para ello, si menester fuese, con el grandísimo rebato y sobresalto que les dieron, o porque se cortaron todos de

puro miedo y ruido que hicieron a un mesmo tiempo las trompetas, los arcabuces y artillería y los caballos, que llevaban pretales de cascabeles para los espantar. Con este ruido, pues, y con la priesa y heridas que los nuestros les daban, huyeron sin curar de su rey. Unos derribaban a otros por huir, y tantos carga

ron a una parte, que, arrimados a la pared, derrocaron un lienzo della, por donde tuvieron salida. Siguiéronlos Fernando Pizarro y los de caballo hasta que anocheció, y mataron muchos dellos en el alcance. Ruminagui huyó también cuando sintió los truenos del artillería, que barruntó lo que fué, como vió derribado de la torre al que le tenía de hacer señal. Murieron muchos indios a la prisión de Atabaliba, la cual aconteció año de 1533 y en el tambo de Caxamalca, que es un gran patio cercado. Murieron tantos porque no pelearon y porque andaban los nuestros a estocadas, que así lo aconsejaba fray Vicente, por no quebrar las espadas hiriendo de tajo y revés. Traían los indios morriones de madera, dorados, con plumajes, que daban lustre al ejército; jubones fuertes embastados, porras doradas, picas muy largas, hondas, arcos, hachas y alabardas de plata y cobre y aun de oro, que a maravilla relumbraban. No quedó muerto ni herido ningún español, sino Francisco Pizarro en la mano, que al tiempo de asir de Atabaliba tiró un soldado una cuchillada para darle y derribarle, por donde algunos dijeron que otro le prendió.

CXIV

El grandísimo rescate que prometió Atabaliba porque le soltasen

Harto tuvieron que hacer aquella noche los españoles en alegrarse unos con otros de tan gran vitoria y prisionero y en descansar del trabajo, ca en todo aquel día no habían comido, y a la mañana fueron a correr el campo. Hallaron en el baño y real de Atabaliba cinco mil mujeres, que, aunque tristes y desamparadas, holgaron con los cristianos; muchas y buenas tiendas, infinita ropa de vestir y de servicio de casa, y lindas pie

zas y vasijas de plata y oro, una de las cuales pesó, según dicen, ocho arrobas de oro. Valió, en fin, la vajilla sola de Atabaliba cien mil ducados. Sintió mucho las cadenas Atabaliba y rogó a Pizarro que le tratase bien, ya que su ventura así lo quería. E conociendo la codicia de aquellos españoles, dijo que daría por su rescate tanta plata y oro labrado que cubriese todo el suelo de una muy gran cuadra donde estaba preso. Y como vió torcer el rostro a los españoles que presentes estaban, pensó que no le creían, y afirmó que les daría dentro de cierto tiempo tantas vasijas y otras piezas de oro y plata, que hinchiessen la sala hasta lo que él mesmo alcanzó con la mano en la pared, por donde hizo echar una raya colorada alrededor de toda la sala para señal; pero dijo que había de ser con tal condición y promesa que ni le hundiesen ni quebrassen las tinajas, cántaros y vasos que allí metiesse, hasta llegar a la raya. Pizarro lo conhortó y prometió tratarlo inuy bien y poner en libertad trayendo allí el rescate prometido. Con esta palabra de Pizarro despachó Atabaliba mensajeros por oro y plata a diversas partes, y rogóles que tornasen presto si deseaban su libertad. Comenzaron luego a venir indios cargados de plata y oro; mas como la sala era grande y las cargas chicas, aunque muchas, abultaba poco, y menos hinchían los ojos que la sala, y no por ser poco, sino por tardarse a repartir; y así decían muchos que Atabaliba usaba de maña dilatando su rescate por juntar entre tanto gente que matase los cristianos. Otros decían que por soltalle, y algunos que le matasen, y aun dice que lo hicieran, sino por Fernando Pizarro. Atabaliba, que se temía, cayó en ello, y dijo a Pizarro que no tenían razón de andar descontentos ni de acusarle, pues el Quito, Pachacama y Cuzco, de donde principalmente se había de traer el oro de su rescate, estaban lejos, y que no había quien más priesa diese a su libertad que el mesmo preso; y que si querían saber cómo en su reino no se juntaba gente

sino a traer oro y plata, que fuesen a verlo y se llegasen algunos dellos al Cuzco a ver y traer el oro. Y como tampoco se confiaban de los indios con quien habían de ir, se rió mucho, diciendo que temían y desconfiaban de su palabra porque tenía cadena. Entonces dijeron Hernando de Soto y Pedro del Barco que irían, y fueron al Cuzco, que hay docientas leguas, en hamacas, casi por la posta, porque se mudan los hamaqueros de trecho en trecho, y así como van corriendo toman al hombro la hamaca, que no paran un paso, y aquel es caminar de señores. Toparon a pocas jornadas de Caxamalca a Guaxcar, inga, que le tenían preso Quizquiz y Calicuchama, capitanes de Atabaliba, y no quisieron volver con él, aunque mucho se lo rogó, por ver el oro del Cuzco. Fué también Fernando Pizarro con algunos de caballo a Pachacama, que cien leguas estaba de Caxamalca, por oro y plata. Encontró en el camino, cerca de Quachuco, a Illescas, que traía trecientos mil pesos de oro y grandísima cuantía de plata para el rescate de su hermano Atabaliba. Halló Fernando Pizarro gran tesoro en Pachacama; redujo a paz un ejército de indios que alzados estaban. Descubrió muchos secretos en aquella jornada, aunque con grandes trabajos, y trajo harta plata y oro. Entonces herraron los caballos con plata, y algunos con oro, porque se gastaba menos, y esto a falta de hierro. De la manera que dicho es se juntó grandísima cantidad de oro y plata en Caxamalca para rescate de Atabaliba.

CXV

Muerte de Guaxcar por mandado de Atabaliba.

Habían prendido (como después contaremos) Quizquiz y Calicuchama a Guaxcar, soberano señor de todos los reinos del Perú, casi al mismo tiempo que Ata

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