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están puestos. Todos estos reinos envían procuradores al emperador y rey nuestro señor, con entera información de cuanto en ellos ha pasado hasta hoy desde que Blasco Núñez (que Dios perdone) vino; donde claramente muestran y prueban su inocencia y justificación y la culpa y braveza de Blasco Núñez, que no les quiso conceder la suplicación de las ordenanzas, sino ejecutarlas con todo rigor, haciendo guerra y fuerza en lugar de justicia. Suplican al emperador confirme al señor Gonzalo Pizarro en la gobernación del Perú, como al presente la tiene, pues él es por sus virtudes y servicios merecedor dello, amado de todos y tenido por padre de la patria, mantiene la tierra en paz y justicia, guarda los quintos y derechos del rey, entiende las cosas de acá muy bien, con la larga experiencia que tiene; lo que otro no entendería sin primero haber recebido la tierra y gente muy grandes daños. Confiamos en el emperador que nos hará esta merced, porque no hemos faltado a su real servicio con cuantos desconciertos y guerras furiosas nos han hecho sus jueces y gobernadores, que han robado y destruído las haciendas y rentas reales; y que aprobará todo lo que hecho habemos en defensa nuestra y en prosecución de la apelación de las ordenanzas. Perdón, ninguno de nosotros le pide, porque no hemos errado, sino servido a nuestro rey, conservando nuestro derecho como sus leyes permiten; y certifican a vuestra merced que si Fernando Pizarro, a quien mucho queremos, viniera como vuestra merced viene, no le consintiéramos entrar acá, o antes muriéramos todos sin faltar uno, ca no estimamos en esta tierra aventurar la vida por la honra en cosas aun no de mucho peso, cuanto más en esta que nos va la hacienda, honra y vida. A vuestra merced suplicamos, por el celo y amor que siempre ha tenido y tiene al servicio de Dios del rey, se vuelva a España e informe al emperador de lo que a esta tierra conviene, como de su pruden

y

cia se espera, y no dé ocasión que muramos en guerra y matemos los indios que de las pasadas han quedado, pues de la determinación de todos otro fruto salir no puede. El capitán Lorenzo de Aldana va a negociar por estos reinos. Vuestra merced le dé todo crédito. Nuestro Señor la muy magnifica persona de vuestra merced guarde e ponga en el descanso que desea. Desta ciudad de Los Reyes, y de octubre a 14 del año de 46,>

CLXXVIII

Hinojosa entrega la flota de Pizarro a Gasca.

Había muchos días que Pizarro andaba por enviar procuradores a España, y estaban hechos los poderes de todos los cabildos para Lorenzo de Aldana. Mas nunca lo despachaba, por estorbarlo Francisco de Caravajal, que no quería paz ni España; y despachólo entonces con esta carta para Gasca, dándole por compañero a Gómez de Solís. Envió también con él a Pero López, ante quien habían pasado todos o los más autos. Rogó a fray Hierónimo de Loaisa, obispo de Los Reyes, y a fray Tomás de Sant Martín, provincial de los predicadores, que fuesen con él, por que abonasen su partido con Gasca y con el emperador, o por echallos del Perú. Ofrecía Pizarro muchos dineros al emperador, y pedía que le diese la gobernación, y que no llevase quinto, sino diezmo por ciertos años. Esto iba con las otras cosas de la embajada. Escribió a Hinojosa, y dijo a Lorenzo de Aldana que diesen cincuenta o más millares de castellanos a Gasca por que se volviese a España, o le matasen como mejor pudiesen; y con tanto los despidió. Ellos fueron a Panamá, dieron la carta a Gasca y avisáronle cómo lo querían matar, para que se guardase. Certificáronle

que Pizarro no lo recibiría y cómo había muchos en el Perú que lo deseaban ver allá para pasarse a él en servicio de su rey. Gasca, que antes también se temía no le matasen, temió reciamente. E con la carta de los de Pizarro y nuevas que le daban se declaró en todo lo que llevaba y en todo lo que hacer pensaba. Hinojosa entonces dióle las naos de su voluntad, que fuerza nadie se la podía hacer, y por grandísima negociación de Gasca y promesas. Por aquí comenzó la destruición de Gonzalo Pizarro. Gasca tomó la flota e hizo general della al mesmo Pedro de Hinojosa, y volvió las naos y banderas a los capitanes que las tenían por Pizarro, que fué hacerse fieles de traidores. No cabía de gozo en verse con la armada, creyendo haber ya negociado muy bien, y a la verdad sin ella tarde o nunca saliera con la empresa, ca no pudiera ir por mar al Perú, e yendo por tierra, como al principio pensara, pasara muchos trabajos, hambre y frío y otros peligros antes de llegar allá. Luego, pues, que Gasca se apoderó de la flota, envió por la artillería que había en el Nombre de. Dios al oidor Cianca, para mejor artillar las naos y para tener algunos tiros en el ejército. Puso en las islas a Pablo de Meneses, Juan de Llanes y Joan Alonso Palomino, con ciertos navíos que guardasen la costa, por que no fuese aviso a Pizarro de la entrega de la flota y aparato de guerra que se hacía contra él, los cuales tomaron a Gómez de Solís, que iba tras Aldana, y que declaró más por entero la intención de Pizarro. Envió también Gasca por gente y comida a Nicaragua, Nueva-España, nuevo reino de Granada, Santo Domingo y otras partes de Indias, avisando cómo tenía ya en su poder la armada de Pizarro, principalísima fuerza del tirano; ordenó un hespital (a fuer de corte) con su médico y boticario, que fué gran remedio para los enfermos que allí y en la guerra hubo, y dió el cargo dél a Francisco de la Rocha, de Badajoz, fraile de la Trinidad. Buscó dineros para pagar los

soldados y socorrer los caballeros, y tan afable, tan cortés, franco y animoso se mostró, que lo tuvieron en harto más que hasta allí los pizarristas, cotejando especialmente su prudencia con la presencia de hombre. Despachó asimesmo a Lorenzo de Aldana, Joan Alonso Palomino, Juan de Llanes y Hernán Mejía en cuatro naos con cartas para los del Perú, y mandó a Lorenzo de Aldana, que iba por general, que no tocasen en tierra hasta llegar a Lima; y que, dando allí las cartas de perdón general y revocación de las ordenanzas, apellidasen al rey y corriesen la costa, yendo unos a Arequipa y volviendo otros a Trujillo. Dicen que para tener color a mover primero la guerra hizo una información contra Pizarro y sus consortes de cómo habían prendido a Paniagua, y de su dañada intención y rebeldía; de suerte que se entendían los dos, y no se llevaban más de los barriles.

CLXXIX

Los muchos que se alzaron contra Pizarro, sabiendo que Gasca tenía la flota.

Hubo gran mudanza en los del Perú cuando supieron la negociación de Gasca y la buena manera que tenía y usaba, y mayor con los despachos que llevó Paniagua; y así se levantaron muchos luego que supieron cómo Hinojosa había entregado a Gasca la armada; entre los cuales fué Diego de Mora, en Trujillo, que se fué a Caxamalca, donde recogió gran compaña de hombres que huyeron de Pizarro, y envió cartas de Gasca y de otros, que Aldana le dió, a muchos pueblos, para que tuviesen por el rey. Gómez de Alvarado, de Zafra, se alzó en Levanto de Chachapoyas, y Juan de Saavedra, que estaba en Guanuco, y Juan Por

cel, que de los Chiquimayos iba a Los Reyes, los de Guamanga con otros, y todos se juntaron con Diego de Mora en Caxamalca. También se alzaron Alonso Mercadillo en Zarza, y Francisco de Olmos en Guayaquil, matando a Manuel de Estacio, que por Pizarro estaba, y Rodrigo de Salazar en Quito, dando de puñaladas a Pedro de Puelles, que pensaba declararse otro día por el rey, según dijera Diego de Urbina. Diego Alvarez de Almendral se alzó con hasta veinte compañeros cerca de Arequipa, y llamó a Diego Centeno, que aun se estaba escondido en ciertos pueblos de Cornejo, como en otra parte se dijo. Centeno se fué alegremente con Luis de Ribera a Diego Alvarez, y en breve se le juntaron más de cuarenta españoles, y entrellos algunos de caballo que andaban remontados, holgando que Centeno fuese parecido. Fueron todos al Cuzco para levantarlo por el rey; Antonio de Robles desque lo supo se puso en la plaza con trecientos hombres que tenía para llevar a Pizarro, pensando que traía muchos Centeno, pues osaba tal cosa. Centeno entró de noche secretamente y salteó los enemigos. Murieron seis o siete peleando, y él quedó herido. Entrepuso su autoridad el obispo fray Joan Solano, y diéronse los que al rey querían; cortó en amaneciendo la cabeza al Antonio de Robles, y hubo los demás. Dejó por el rey la ciudad, y fué a los Charcas sobre Alonso de Mendoza e Joan de Silvera, que con cuatrocientos hombres estaban en la Plata, de camino para Gonzalo Pizarro; el Mendoza y Silvera se fueron para él, por lo que les escribió y por ver que llevaba cerca de quinientos españoles. Como Diego Centeno los tuvo en su ejército, fué a poner real en el desaguadero de Tiquicaca, para esperar lo que Gasca hacer le mandase.

GÓMARA: HIStoria de las INDIAS.-T. II.

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