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negro que le cortase la cabeza, porque Puelles no le dejó apear, diciendo ser bajeza; y el mesmo Puelles tomó la cabeza y la llevó a la picota, mostrándola a todos. Dicen que le pelaron las barbas algunos capitanes y las guardaron y trajeron por empresa. Pizarro mandó llevar casa de Vasco Juárez, que era de Avila, el cuerpo y la cabeza, como supo que estaba en la picota, y otro día lo enterraron honradamente; y trajo luto Pizarro. También pagaron después en dinero la muerte del virrey a sus hijos los que le mataron.

CLXXII

Lo qué Blasco Núñez dijo y escribió a los oidores.

Decía muchas veces Blasco Núñez que le habían dado el emperador y su Consejo de Indias un mozo, un loco, un necio, un tonto por oidores, y que así lo habían hecho, como ellos eran. Mozo era Cepeda, y llamaba loco a Joan Alvarez, y necio a Tejada, que no sabía latín. Desde Panamá comenzaron a estar mal los oidores y el virrey sobre si era su superior o no y sobre la manera del proveer cosas de justicia y gobernación, a causa que unas provisiones hablaban con presidente y oidores y otras con sólo el virrey. Trajo Joan Alvarez su amiga, que de Castilla llevaba, del Nombre de Dios a Panamá en hamaca, y enojóse del virrey porque se lo afeó. Libraron pleitos, soltaron y prendieron hombres sin ser recebidos por oidores; y Joan Alvarez tuvo en Trujillo a un caballero sobre un asno, y le diera cien azotes sino por buenos rogadores. Cargaban indios de su ropa sin pagarlos, contra las ordenanzas. Porque Alonso Palomino, alcalde ordinario de Sant Miguel, no se apeó y acompañó a Joan Alvarez, fué reprehendido y aun afrentado de palabra.

Comieron muchos días a costa de sus huéspedes, hombres ricos y que se habían de reformar por sus excesivos repartimientos, como era Cristóbal de Burgos, y aun echar del Perú los cristianos_nuevos, conforme a una provisión del emperador. Decían por el camino que no eran justas las ordenanzas, y que no las pudo hacer el rey con derecho, ni ejecutar el virrey, y que no valía nada cuanto sin ellos se hacía, por más que lo autorizase con el nombre del emperador. Salíanse al campo a tratar contra el virrey, como que iban a pasearse, por que no les impidiese él la congregación. Nunca holgaron que hubiese concordia entre Blasco Núñez y Gonzalo Pizarro, ni firmaron de buena gana el perdón y seguro que llevó el provincial dominico para los que se pasasen al rey, ni el que pidió Baltasar de Loaisa, porque exceptaba a Pizarro y al licenciado Caravajal y a otros pocos, diciendo que semejantes delitos sólo el rey perdonarlos podía. Loaban a don Diego de Almagro porque se había puesto en otro tanto como Gonzalo Pizarro, cuyo partido justificaban. Dejáronse sobornar de Benito Martín, capellán de Pizarro, y pidieron cada seis mil castellanos de salario por año, si no, que no harían más audiencia de cuanto durase el de 44. Oían pleitos sobre indios antes y después de haber prendido al virrey, contra la cédula, ordenanza y voluntad del emperador, diciendo que no podían negar justicia a quien la pedía. Tomaron a Blasco Núñez todas sus escripturas, por se aprovechar de las que hablaban con presidente y oidores. Pidió Blasco Núñez el guión, estando preso, porque no lo podía traer sino virrey y capitán general, y Cepeda dijo que lo había él menester, pues era gobernador, presidente y capitán general. Estas y otras cosas escribió al emperador Blasco Núñez, y ellos mesmos confirmaron muchas dellas con los desatinos que hicieron, según la historia cuenta. Aunque también decían ellos que no podían sufrir la

recia condición de Blasco Núñez, que los apocaba y ultrajaba de palabra, y que no le mandaron prender y que no le soltaron pensando acertar a servir mejor al emperador, y que no pudieron hacer al Con Gonzalo Pizarro, que los matara. Pero no fueron tan creídos, con el fin que tuvieron los negocios, como fué Blasco Núñez en la carta que escribió al emperador con Diego Alvarez Cueto, su cuñado, desde Tumbez.

CLXXIII

Que Gonzalo Pizarro se quiso llamar rey.

Nunca Pizarro, en ausencia de Francisco de Caravajal, su maestre de campo, mató ni consentió matar español sin que todos o los más de su consejo lo aprobasen, y entonces con proceso en forma de derecho, y confesados primero. Mandó con prisiones que no cargasen indios, que era una de las ordenanzas, ni rancheasen, que es tomar a los indios su hacienda por fuerza y sin dineros, so pena de muerte. Mandó asimismo que todos los encomenderos tuviesen clérigos en sus pueblos para enseñar a los indios la dotrina cristiana, so pena de privación del repartimiento. Procuró mucho el quinto y hacienda del rey, diciendo que así lo hacía su hermano Francisco Pizarro. Mandó que de diez se pagase uno solamente, y que, pues ya no había guerra, muerto Blasco Núñez, que sirviesen todos al rey, por que revocase las ordenanzas, confirmase los repartimientos y les perdonase lo pasado. Todos entonces loaban su gobernación, y aun Gasca dijo, después que vió los mandamientos, que gobernaba bien para ser tirano. Este buen gobierno duró, como al principio dije, hasta que Pedro de Hinojosa entregó la armada a Gasca, que fué poco tiempo; que después

muy al revés anduvieron las cosas, ca escribieron a Pizarro Francisco de Caravajal y Pedro de Puelles que se llamase rey, pues lo era, y no curase de enviar procuradores al emperador, sino tener muchos caballos, coseletes, tiros y arcabuces, que eran los verdaderos procuradores, y que se aplicase a sí los quintos, pueblos y rentas reales, y los derechos que Cobos, sin merecellos, llevaba. No le pesó desto a Pizarro, ca todos querrían ser reyes; mas no osó declararse por rey, aunque muchos otros lo acosaban por ello, a causa de algunos grandes amigos suyos que se lo afeaban, o por esperar que viniesen Caravajal de los Charcas y Puelles de Quito, que eran los que lo habían de hacer. Entonces no salía nadie del Perú sin su licencia, ni sacaba oro ni plata sin perder la vida. Mataban sin justicia ni confesión; quitaban las vidas por las haciendas; quitaron los derechos de la escobilla a Cobos, que valían treinta mil castellanos. Unos decían que no darían al rey la tierra si no les daba repartimientos perpetuos; otros, que harían rey a quien les pareciese, que así habían hecho en España a Pelayo y Garci Jiménez; otros, que llamarían turcos si no daban a Pizarro la gobernación del Perú y soltaban a su hermano Fernando Pizarro; y todos, en fin, decían cómo aquella tierra era suya y la podían repartir entre sí, pues la habían ganado a su costa, derramando en la conquista su propia sangre.

CLXXIV

De cómo Pizarro degolló a Vela Núñez.

Hizo Pizarro justicias de tres vecinos de Quito, que seis meses había estaban condenados por el licenciado León, cuyos repartimientos y mujeres dió luego a

otros, según dicen algunos. Otros, que loan su clemencia, lo niegan. Ordenó las cosas de aquella ciudad y territorio, y fuése a Los Reyes como cabeza del Perú, para residir allí y gobernar todo lo demás. Tres leguas antes de llegar a Lima, donde le hiciera_grandes fiestas don Antonio de Ribera, lo alcanzó Diego Velázquez, mayordomo de Hernando Pizarro, con cartas de Pedro de Hinojosa y de otros capitanes que estaban en Panamá, en las cuales le avisaban el vencimiento de Verdugo y la venida de Gasca. Alababa mucho Hinojosa a Gasca en dos cartas, y ofrecíase a sacarle lo que traía, por más callado ni astuto que fuese, con buenos medios que ternía; y si no trujese lo que les cumplía, que lo mataría de presto. Estas cartas destruyeron a Pizarro, que se confió y descuidó, teniendo su negocio por hecho, o con firmeza de Hinojosa, o con partido que hiciera, ca ciertamente si Hinojosa le escribiera que obedeciera a Gasca, lo hiciera, porque ya él estaba determinado a ello por consejo de sus capitanes y letrados, que podían mucho con él, en ausencia de Francisco Caravajal; así que, confiado de Hinojosa, no temía revés ninguno de la fortuna, ni hacía caso de Gasca, sino que todo era fiestas, juegos de cañas y pasatiempos, aunque con atención al gobierno. Acusaron en este tiempo a Vela Núñez, hermano del virrey, y cortáronle la cabeza. El trato salió de Juan de la Torre. Tenía Joan de la Torre más de cien mil castellanos en barrillas y tejuelos de oro limpio y un cofre de esmeraldas finas que había habido de los indios por su gentil astucia, sin les hacer mal, ca les halló una riquísima sepultura y tesoro. Deseaba venirse a España con ello, y no se atrevía por Pizarro, o por no confiarse de nadie. Trató el negocio con Vela Núñez, para que se fuesen ambos en un navío de Pizarro. Sobrevino en esto la nueva que iba Pero Hernández Paniagua con despachos de Gasca, en que hacía gobernador a Pizarro, y acordó de vender a

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