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rieron a un Marmolejo, que descubrió el secreto. Bachicao, desque lo supo, degollólos a todos tres el mesmo día que matarlo querían, y degollara a Luis de Torres, a don Pedro de Cabrera, a Cristóbal de Peña, a Hernando Mejía y a otros, que los hallaba culpados, si no huyeran. Con tanto se volvió Bachicao para el Perú en cabo de cuatro meses que a costa y daño de los vecinos estuvo en Panamá. Desembarcó en Guayaquil con cuatrocientos hombres, por carta que de Pizarro tuvo para ir contra el virrey.

CLXVIII

De cómo Gonzalo Pizarro corrió a Blasco Núñez Vela.

Determinó Gonzalo Pizarro, después de partido Bachicao, de ir contra el virrey, ca le iba su vida en la muerte o destierro de Blasco Núñez. Puso tenientes en todos los pueblos que tuviesen la tierra por él; dijo a los más principales de cada lugar que le siguiesen, por meterlos en la culpa; y así fueron con él Pedro de Hinojosa, Cristóbal Pizarro, Juan de Acosta, Pablo de Meneses, Orellana y otros vecinos de los Charcas. De Guamanga, Vasco Juárez, Garcí Martínez, Garay y Sosa. De Arequipa, Lucas Martínez con otros. Del Cuzco, Diego Maldonado el Rico, Pedro de los Ríos, Francisco de Caravajal, que era maestre de campo, Garcilaso de la Vega, Martín de Robles, Juan de Silvera, Benito de Caravajal, García Herrezuelo, Juan Díez, Antonio de Quiñones, Porras y otros muchos. De Lima, Guanuco, Chachapoyas y otros pueblos fueron los más vecinos. Vino a Los Reyes Pedro Núñez, un fraile buen arcabucero, de quien ya en otra parte hablamos, que solicitaba el bando de Pizarro, con la nueva del desbarato que habían hecho Hernando de

Alvarado, Gonzalo Díez, Hierónimo de Villegas, de la gente de los Bracamoros que llevaba Gonzalo Pereira al virrey; por lo cual se partió luego Pizarro, dejando en Lima por su lugarteniente a Lorenzo de Aldana. Fué por mar hasta Santa Marta en un bergantín con los licenciados Cepeda, Niño, León, Caravajal y bachiller Guevara, y con Pedro de Hinojosa, Blasco de Soto y otros criados suyos. El mesmo día que llegó a Trujillo llegó también Diego Vázquez, natural de Avila, con la nueva que Blasco Núñez desbaratara a Gonzalo Díez, Hernando de Alvarado y Hierónimo de Villegas cerca de Piura, y se tomara la más gente, y que habían muerto Gonzalo Díez de hambre, por huir, y Alvarado a manos de indios. Pesóle mucho desto a Pizarro, por las fuerzas que iba cobrando el virrey. Llamó a consejo sus letrados y capitanes sobre lo que hacer debía, y determinaron ir al virrey, que estaba en Sant Miguel, con los pocos que eran, y porque no fuesen sentidos, enviaron al capitán Juan Alonso Palomino con doce buenos soldados a tomar el camino. Hubo muchos hombres ricos que de miedo dijeron cómo era locura ir sobre Blasco Núñez con tan poca gente, y que enviasen primero por Bachicao; mas como llegase a otro día Francisco de Caravajal y confirmase lo acordado, salieron de Trujillo. En Colbique se les juntaron Gómez de Alvarado y Juan de Saavedra con los que traían de Guanuco, Levanto y Chachapoyas; de Motupe envió Pizarro a Juan de Acosta con veinte y cuatro de caballo, hombres de confianza, por el camino de los Xuagueyes, que es el real, pero sin agua; y él con todo el campo fué por Cerrán, que es otro camino para ir a Piura, más a la sierra, a fin que Blasco Núñez acudiese a Juan de Acosta, pensando que iba por allí todo el ejército; mas deshizole su ardid un yanacona de Joan Rubio que iba con Joan de Acosta, ca fué preso de los contrarios yéndose a Piura, su naturaleza, y dijo lo que hacía Pizarro. Blasco

Núñez tuvo miedo de que lo supo y huyó al Quito por el camino de Cajas. Salieron a él los de Sant Miguel, que andaban por los montes, y tomáronle gran parte del bagaje, diciendo que se pagaban del saco. Pizarro dijo luego aquella tarde a Francisco de Caravajal, delante Hinojosa y Cepeda, cómo quería enviar a Joan de Acosta con ochenta buenos arcabuceros tras el virrey, que le dijese su parecer. El respondió que le parescía tan bien, que lo había querido hacer él; y preguntado cómo lo pensaba hacer, dijo: ¿A mí me lo dice vuestra señoría? (que era su manera de hablar). Yo los tomaré a todos como en red barredera.» Díjole Pizarro entonces que tenía ganado el juego si lo alcanzaba; por tanto, que caminase toda la noche, ca si hallaba sin centinelas a los enemigos podía matar cuantos quisiese, y si en la sierra, que los entretuviese por aquellos estrechos pasos hasta el día, que todo el campo sería con él. Fué, pues, Caravajal con más de cincuenta de caballo y alcanzó los enemigos, tres horas de noche, durmiendo tan descuidadamente, que certísimo los mataba y prendía si quisiera. Mas él no quería acabar la guerra, sino sustentarla, por tener mando y señorío. Tocó arma con un trompeta que llevaba, contra el parecer de los suyos, que alancearlos querían viéndolos adormidos. Blasco Núñez sintió el negocio, diciendo que Caravajal usaba de maña, y, como valiente hombre se puso a la defensa, tomando a la par de sí a su primo Sancho Sánchez de Avila y a Figueroa de Zamora, que eran muy esforzados; mas viendo ciar los contrarios, se fué a su paso y orden. Caravajal, que lo vió ido, prendió ciertos del virrey, ahorcó algunos y esperó al ejército. Estuvieron tan mal con él porque no peleó con Blasco Núñez, Pizarro y todos, que le mandaban cortar la cabeza; y se la cortaran, sino por Cepeda y Benito de Caravajal, que se les encomendó. Pizarro mandó seguir el virrey al licenciado Caravajal con docientos hombres,

por serle tan enemigo, que haría el deber. El licenciado fué muy alegre dello, así por tornar en gracia de Pizarro como por ir a vengar la muerte del fator su hermano, ca le quitara el repartimiento de indios y le pusiera la soga a la garganta, mandándole confesar. Pidió a Francisco de Caravajal un escogido puñal que tenía; juró si alcanzaba al virrey de matarlo con él. Caminó mucho, y antes de Atabaca, que son catorce leguas desde Cajas y de áspero camino, tomó mucha gente del virrey, y él se le escapó con hasta setenta, muchos de los cuales le siguieron por miedo de Pizarro y no por amor del rey, siendo los de Chili y de los renegados que llamaban. El maestre de campo Caravajal, que iba con el licenciado, ahorcó en Ayabaca a Montoya, que traía cartas del virrey a Pizarro; a Rafael Vela, mulato, pariente de Blasco Núñez, y a otros tres vecinos de Puerto-Viejo y de allí. Leyó Pizarro las cartas del virrey públicamente, y contenían que le pagase lo que había gastado suyo y del rey y de particulares en las guerras, y que se iría a España, de lo cual, o por otras cosas que dirían, se enojó y mandó matar al Montoya y envió tras Blasco Núñez a Juan de Acosta, con sesenta compañeros de caballo a la ligera, por que aguijasen. El virrey anduvo lo posible hasta Tumebamba con tanto trabajo y hambre cuanto miedo; alanceó a Jerónimo de la Serna y a Gaspar Gil, sus capitanes, sospechando que se carteaban con Pizarro, y diz que no hacían, a lo menos Pizarro nunca recibió carta dellos entonces. Hizo también matar a estocadas, por la mesma sospecha, a Rodrigo de Ocampo, su maestre de campo, que no le tenía culpa, según todos decían, y que no se lo merecía, habiéndole sustentado y seguido. Llegado a Quito, mandó al licenciado Alvarez que ahorcase a Gómez Estacio y Alvaro de Caravajal, vecinos de Guayaquil, porque conjuraron de matarle, y de hecho lo mataran, que eran valientes y osados y no les faltaba favor, sino

que manifestó la traición Sarmiento, cuñado del Gómez, y sin esto merecía cualquiera castigo, ca en Tumbez se fué a Bachicao, y viendo la poca y ruin gente que traía, se volvió al virrey con achaque que iba por sus caballos. Supo luego el virrey cómo Bachicao se había juntado con Pizarro en Muliambato y que caminaban al Quito a perseguirle, y fuése a Pasto, cuarenta o más leguas de Quito, que es en la provincia de Popayán, pensando que no irían más tras él. Pizarro fué también a Pasto con su ejército; mas cuando llegó era ido Blasco Núñez a Popayán casi sin gente. Envió en seguimiento dél al licenciado Caravajal, aunque deseó ir Francisco de Caravajal por enmendar lo de la otra vez; mas el licenciado se volvió presto con algunos hombres y ganado que tomó al virrey; y con tanto se volvió Pizarro al Quito, habiendo corrido a Blasco Núñez de todo el Perú. Quiso también matar entonces el virrey un Olivera, que había sido su paje, y aun por mandado de Pizarro (según la fama), el cual no siendo cuerdo, ni aun valiente, se descubrió a Diego de Ocampo para que le ayudase, con decir que así vengaría la muerte de su tío Rodrigo de Ocampo. El virrey lo mandó matar, por más que prometía de matar él a Gonzalo Pizarro.

CLXIX

Lo que hizo Pedro de Hinojosa con el armada,

Eran tantas las quejas que daban a Pizarro sobre los agravios y robos de Bachicao, que se determinó en consejo que fuese otro capitán hombre de bien a pagarlos, o en la mesma ropa o en dineros del mesmo Pizarro. Llamaban de Pizarro todo lo que tenía entonces. Hubo dificultad y negociación sobre quién iría,

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