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oficio de gobernador, y a informar a su majestad cómo todo lo sucedido en aquellos reinos fuera culpa del virrey.

CLXVI

De cómo Blasco Núñez se libró de la prisión,
y lo que tras ello hizo.

El oidor Juan Alvarez, que, como dicho queda, tomó encargo de llevar preso a España al virrey, lo soltó en Guaura, juntamente con Vela Núñez y Diego de Cueto, por perdón que le dió, por ganar mercedes del rey y porque ya estaba rico. Pensó ganar con él como con cabeza de lobo, y aun Blasco de Núñez pensó que lo tenía todo hecho en verse puesto en libertad; mas después se arrepintió muchas veces, diciendo que Juan Alvarez lo había destruido en soltalle; que si lo llevara a España, el emperador se tuviera por muy bien servido dél y el Perú quedara en paz porque Cepeda se aviniera con Pizarro de otra manera que se avino, si el virrey no se soltara, y Pizarro estuviera por el rey si el virrey se fuera a España; de manera que a todos hizo mal la libertad del virrey, y más a él mesmo que a otro, y luego a Juan Alvarez, que murió por ello. El daño vióse por el suceso, que la intención y principios buenos fueron. Fuése, pues, Blasco Núñez, como estaba suelto, a Tumbez, donde hizo gente y audiencia, llamando los pueblos comarcanos. Tomó todo el dinero del rey y de mercaderes que pudo, en Túmbez, Puerto-Viejo, Piura, Guayaquil y otros. Envió a Vela Núñez por dineros a Chira, el cual se hubo mal en el camino, y ahorcó un soldado bracamoro dicho Argüello. Envió a Juan de Guzmán por su gente y caballos a Panamá; despachó a Diego Alvarez Cueto a España con una muy larga carta para el em

perador de cuanto le había sucedido hasta entonces con los oidores y con Gonzalo Pizarro y con los otros españoles que perseguido le habían. Muchos acudieron a Túmbez a la fama de la libertad y ejército del virrey, y otros a su llamamiento. Vino Diego de Ocampo con muchos de Quito, don Alonso de Montemayor con los que se huyeron de Pizarro, y Gonzalo Pereira con los que estaban en los Bracamoros, al cual saltearon una noche Jerónimo de Villegas, Gonzalo Diez de Pinera y Hernando de Alvarado y lo ahorcaron, tomando los de Bracamoros que venían al virrey, y en Túmbez comenzaron a temer con esto. Sobrevino Hernando Bachicao por mar, y acometiólos con más ánimo que gente, por lo cual huyó de allí Blasco Núñez, y aun por desconfiar de los que con él estaban, ca ciertos dellos le hacían y hicieron tratos dobles con Pizarro. Llegó a Quito Blasco Núñez muy fatigado porque no hallara de comer en más de cien leguas que hay de Túmbez allá; pero fué bien recibido y proveído de dineros, armas y caballos; por lo cual prometió de no ejecutar las ordenanzas. Hizo arcabuces y pólvora; envió por Sebastián de Benalcázar y por Juan Cabrera, que trajeron muchos españoles; por manera que allegó en poco tiempo tiempo más de cuatrocientos españoles y muchos caballos. Hizo general a Vela Núñez; capitanes de caballo, a Diego de Ocampo y a don Alonso de Montemayor, y de peones, a Juan Pérez de Guevara, Jerónimo de la Serna y Francisco Hernández de Aldana, y maestre de campo, a Rodrigo de Ocampo. Llegaron en aquesto a Quito ciertos soldados de Pizarro, que dijeron cómo estaba muy malquisto de todos los de Lima, y que si el virrey fuese allá se le pasarían los más del ejército; y a la verdad ello fué así al principio que entró en la gobernación; mas entonces era muy al contrario. Blasco Núñez lo creyó, y queriendo probar ventura, caminó para Los Reyes a grandes jornadas. Supo cómo en

la sierra de Piura estaban Jerónimo de Villegas, Hernando de Alvarado y Gonzalo Díez, capitanes de Pizarro, con mucha gente, mas no junta. Fué callando, amaneció sobre ellos, y como los tomó a sobresalto, desbaratólos fácilmente. Usó de clemencia con los soldados, por cobrar fama y amor, ca les volvió su ropa, armas y caballos, con tal que le ayudasen. Quedó Blasco Núñez con este vencimiento muy ufano, y los suyos muy soberbios, que así es la guerra. Entró en San Miguel, hizo justicia de algunos pizarristas, que de los suyos no osó, aunque saquearon el lugar; reparó las armas, haciendo algunas de cuero de bueyes, y acrecentó su gente de tal manera que pudiera defenderse del contrario, y aun ofenderle.

CLXVII

Lo que Hernando Bachicao hizo por la mar.

No se hallaba seguro Gonzalo Pizarro con saber que Blasco Núñez Vela estaba suelto y juntaba gente y armas en Tumbez, y para se asegurar de la Audiencia, que siempre la temía, pensó cómo la deshacer, y deshízola con enviar a España, so color de su procuración, al dotor Alisón de Tejada, y por que fuese dióle cinco mil y quinientos castellanos en rieles de oro y pedazos de plata, y el repartimiento de Mesa, vecino del Cuzco, que con Blasco Núñez estaba. Casó a su hermano de madre, Blas de Soto, con doña Ana de Salazar, hija del licenciado Zárate, por tenerlo de su mano; aunque por vía de temor poco caso hacía dél, que andaba muy malo. A Cepeda traíale consigo. Quiso también Pizarro señorear la mar por asegurar la tierra; y como no tenía naos ni las había, armó dos bergantines con cincuenta buenos soldados e

GÓMARA: HIstoria de las Indias.-T. II.

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hizo capitán dellos a Hernando Bachicao, hombre de gentil denuedo y apariencia, que lo escogieran entre mil para cualquiera afrenta, pero cobarde como libre; y así solía él decir: «Ladrar, pese a tal, y no morder. Era hombre bajo, mal acostumbrado, rufián, presuntuoso, renegador, y que se había encomendado al diablo, según él mismo decía; gran allegador de gente baja y mayor amotinador; buen ladrón por su persona, con otros, así de amigos como enemigos, y nunca entró en batalla que no huyese. Tal lo pintan a Bachicao; pero él hizo una jornada por mar de animo so capitán; porque partiendo de Lima con dos bergantines y cincuenta compañeros, entró en Panamá con veintiocho navíos, cuatrocientos soldados. De Lima fué Bachicao a Trujillo, y allí tomó y robó tres navíos. En Tumbez salió a tierra con cien hombres, y tan denodadamente, que hizo huir al virrey Blasco Núñez Vela, que tenía doblada gente y mejor armada: muchas veces quien acomete vence. Pensó el virrey que traía Bachicao trecientos soldados, y no se confiaba de algunos que consigo tenía y que después castigó de muerte. Robó el pueblo y no mató a nadie; pero dicen que llevaba mandamiento de matar al virrey. Tomó luego siete mil y ochocientos pesos de oro a Alonso de Sant Pedro, natural de Medellín. Tomó después una nao, y prendió a Bartolomé Pérez, capitán della por el virrey. Hubo en Guayaquil la ropa del licenciado Juan Alvarez, ya que a él no pudo, por huir a uña de caballo. En Puerto-Viejo tomó los navíos que había, saqueó el lugar, soltó a Joan de Olmos y a sus hermanos; prendió a Santillana, teniente del virrey; afrentaba a quien no le daba obediencia y comida; iba tan soberbio, que temblaban dél doquiera que llegaba. En Panamá hubo gran miedo de Bachicao, porque Juan de Llanes, que fué huyendo dél, contó sus maldades, aunque no las sabía todas. Juan de Guzmán, que hacía gente para el virrey, y otros muchos, no lo querían

acoger en el puerto. Los vecinos y mercaderes no se querían poner en armas por no perder las mercaderías que allí y en el Perú tenían. Estando en esto, envióles a decir Bachicao que no iba más de a poner allí los procuradores del Perú que pasaban al emperador, y que luego se volvería sin les hacer daño ni enojo. Pedro de Casaos, que gobernaba la ciudad, dijo que no debían impedir el paso a los embajadores ni dar ocasión que hubiese guerra ni muertes de hombres; y así se salieron Juan de Guzmán en un bergantín y Juan de Llanes en su nao, viendo cerca a Bachicao, el cual entró en el puerto con seis o siete naos, llevando colgado de una antena a Pedro Gallego, de Sevilla, porque no amainó las velas de su nao a viva Pizarro, y aun mató dos hombres combatiendo aquella nao. Apoderóse de más de veinte navíos que allí estaban; huyeron muchos vecinos viendo tales principios; echó en tierra sus soldados, y entró en Panamá en ordenanza con son de atambores, pífanos y chirimías, y tirando arcabuces por alto, y aun uno pasó el brazo a Francisco de Torres, que los miraba de su ventana. Apañó luego la artillería, y atrajo los soldados que Juan de Guzmán hacía, dándoles de comer a costa del pueblo y ofreciéndoles pasaje franco al Perú, y así tuvo en breve más de cuatrocientos soldados y veinte y ocho navíos. Tomaba los dineros y ropa que se le antojaba a los vecinos y mercaderes; vendía licencias para ir al Perú; comía a discreción; en fin, hacía como capitán de tiranía. El doctor Tejada, que a todo esto fué presente, y Francisco Maldonado, se fueron al Nombre de Dios y luego a España; mas el doctor se murió antes de llegar a ella. Visto cuán disoluto y dañoso andaba Bachicao, trataron muchos de matarle. Adelantóse Bartolomé Pérez por ganar la honra, o porque lo había querido ahorcar en Tumbez, y conjuróse con el capitán Antonio Hernández y con el alférez Cajero, los cuales, no se atreviendo, requi

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