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II.

EL CONDE DE ABERDEEN AL DUQUE DE SOTOMAYOR.

Foreing-Office 22 de junio de 1846

SENOR DUQUE:

Me habeis dicho que teniais encargo de averiguar si el gobierno británico manifestaria disgusto en caso de que el gabinete de Madrid creyese necesario, por el bien de la nacion española, escoger por esposo futuro de la Reina á algun príncipe que no pertenezca á la casa de Borbon; y si en caso de que la Francia, resentida con este proceder, tratase de coartar la libre accion del gobierno español, veria la Gran Bretaña con indiferencia semejante conducta.

No hallo dificultad alguna en responder á estas preguntas.

Hemos disputado siempre, y disputamos aun, el derecho, ó la pretension del gobierno francés, de imponer á la nacion española como esposo de la Reina á un miembro de ninguna familia, ó de ejercer ninguna preponderancia sobre la solucion de una cuestion tan esencialmente española. Hemos comprendido y admitido con gusto que podian existir varias razones que inclinasen al gobierno español á escoger de preferencia á un príncipe de la casa de Borbon. Entre estas razones era natural suponer que el deseo de parte de España, y la conveniencia de mantener relaciones amigables con la Francia, debian ser de gran peso. Por consiguiente no hicimos ninguna objecion á la proposicion de buscar un marido para la Reina entre los descendientes de Felipe V, con tal que esta eleccion fuese

conforme à las inclinaciones de S. M. y á los intereses de su gobierno.

Jamas hemos hecho objecion alguna á la eleccion del conde de Trápani, cuando se trató de unir á la Reina Isabel con su tio; pero cuando esta alianza se hizo notoriamente odiosa al puebio español, nos aventuramos, aunque sin ningun candidato inglés, y sin ninguna preferencia inglesa, á indicar al infante D. Enrique como el príncipe que nos parecia mas conveniente, porque era el que parecia deber ser mas agradable al pueblo español.

Si resulta que no se puede escoger con toda seguridad á un descendiente de Felipe V que asegure la dicha de la Reina y la tranquilidad del pais, el gobierno español debe obrar ejerciendo su libre derecho como se lo dicte el sentimiento de su dignidad y sus propios intereses; en este caso no podria ser en modo alguno motivo de disguto para la Gran Bretaña el que se escogiese un príncipe de otra familia.

Cualquiera que fuese la sensacion que una decision semejante causara en Francia, no puede admitir ni siquiera por un instante la posibilidad de una cosa tan injusta é irracional como seria una tentativa para embarazar la eleccion de la Reina en un negocio de esta especie. El gobierno francés debe saber perfectamente que todo matrimonio que no fuese conforme á la voluntad de la Reina, ni tuviese el asentimiento del pueblo, no ofreceria ninguna probabilidad de asegurar la dicha de la soberana y el bienestar y la prosperidad de la España.

"Francia está profundamente interesada en la tranquilidad de la España, y la corte de las Tullerías es demasiado justa é ilustrada para concebir la idea de una intervencion como la que se supone. Puédese, pues, sin vacilar,

rechazar como imposible esta suposicion. Pero si contra toda razon y probabilidad existiese semejante proyecto, es decir, una tentativa para poner trabas á los votos y sentimientos de la Reina, y á la voluntad tan claramente manifestada de su pueblo, es indudable que la España tendria en su favor las mas vivas simpatías no solo de la Gran Bretaña sino de la Europa entera. Soy etc. Firmado: ABERDEEN.

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Foreing-Office, mayo 16 de 1842.

M. Pageot, último encargado de negocios en Madrid, ha sido enviado aquí por el Rey de los franceses, con el objeto de manifestar al gobierno de S. M. las opiniones y política de su soberano respecto á España, con la esperanza de obtener nuestra cooperacion.

En consecuencia he tenido una larga conferencia con M. Pageot, quien me ha expuesto plenamente el objeto de su mision.

El gran remedio que propone el Rey de los franceses

para todos los males presentes y futuros de España, es nuestro acuerdo respecto al matrimonio de la Reina. Declara que renuncia completamente á todas sus pretensiones en favor de cualquiera de sus hijos; pero que Francia nunca se avendrá á ver á la Reina casada con un príncipe que no sea de la familia de Borbon. Le son indiferentes el individuo escogido y la rama de su familia; pero repitiendo la expresion de M. Pageot, interpondrá su veto, si la eleccion recae en una persona de diferente casa. Si llegara á verificarse un matrimonio como el que él propone, presume que las potencias del Norte renovarian otra vez sus relaciones amistosas con España, y que por medio de la cooperacion y el apoyo cordial de Francia se asegurarian la paz y prosperidad del pais.

A todo esto, encarecido en gran manera por M. Pageot en el mismo sentido, contesté que no reconocia en Francia ni en toda Europa ninguna clase de derecho á disponer de la mano de la Reina de España. Que cuando el Rey de los franceses reconoció los derechos de esta señora al trono lo hizo sin estipular de ningun modo que se casase con un príncipe de la casa de Borbon, y que debió haber conocido que este caso era necesariamente muy incierto todavía: que aun cuando, por razones políticas enlazadas con la conservacion de la balanza de los poderes de Europa, no miraria Inglaterra con indiferencia la eleccion de un príncipe francés, no pretenderia tampoco poner su veto en favor de la familia de Borbon; y que si la Reina de España y su gobierno creian oportuno hacer semejante eleccion, aceptaria de buen grado al príncipe designado como esposo suyo.

Nosotros consideramos en verdad esta cuestion como entera y exclusivamente española, y juzgamos que debe

arreglarse atendiendo á la felicidad de la Reina y al bienestar de su pais. A la nacion española y á su gobierno cumple acordar lo conveniente en un asunto tan importante para los intereses de España.

M. Pageot sale de Londres mañana para regresar á París, y tengo razones para creer que pasará con la misma mision á Viena y Berlin. Creo que el modo como mire el príncipe de Metternich la cuestion estará en armonía con el del gobierno de S. M., y que V. E. no encontrará en el gabinete austriaco ninguna predisposicion á alentar un comportamiento que realmente no se aviene con el honor y dignidad de un estado independiente.

II.

EL CONDE DE ABERDEEN A SIR ROBERT GORDON.

(Extracto).

Foreing-Office 26 de abril de 1842.

El baron de Neuman me ha comuicado un despacho en que se da cuenta de una conversacion habida entre el príncipe de Metternich y M. Pageot, referente á la Reina de España, así como la copia de un memorandum sobre el mismo asunto entregado al príncipe por aquel caballero.

El gobierno de S. M. ha visto sin sorpresa los sentimientos expresados por el gabinete austriaco, y observado con gran satisfaccion su conformidad con los que en este pais se abrigan. Era de esperar á que los sentimientos de justicia y rectitud que distinguen al gabinete de Viena, repugnase todo intento de dictar leyes en semejante asunto á un estado independiente.

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