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Despues de doce años de una sangrienta lucha, recobró su imperio el espíritu de la paz, y entrambas antbiciones transijieron. Inglaterra y sus aliados aceptaron una rama de la casa de Borbon para el trono de España. Luis XIV consintió en la separacion completa de los derechos de las dos casas reales de España y Francia.

Tal fué el tratado de Utrecht, cuyo "principal y verdadero objeto" no consistió en dar á uno ú á otro de los beligerantes todo lo que de la guerra hubiesen esperado, sino en devolver por fin á todos, por medio de una transaccion mútua, la paz á todos necesaria.

Los que desconociesen un hecho tan evidente y buscasen en los primeros pensamientos de la guerra de sucesion española, y no en las condiciones de la paz que la puso término, el principio de sus pretensiones y de su política, esos serian los verdaderos violadores del tratado de Utrecht, así en su espíritu como en su letra, é incurririan, ante la Europa ahora pacífica y feliz, en la responsabilidad de las consecuencias de esta violacion. El gobierno del Rey guarda fielmente el tratado de Utrecht, pues solo pide la conservacion de las bases del equilibrio europeo, tales como en aquel tratado se fijaron. Al invocar Lord Palmerston un punto del tratado de Utrecht repudia sus fundamentales bases, y deja entrever otra política que no seria ciertamente de conservacion y paz.

He hecho lo que me habia propuesto. He rectificado los errores graves del despacho de 31 de octubre: he restablecido segun la verdad, los hechos esenciales. Cediendo á un sentimiento de paz y de conveniencia, me abstengo de cuanto pudiera servir para alimentar un debate, inútil ya. Tengo empeño en no decir nada mas de lo que la necesidad me impone, nada que pueda perjudicar en uno ú

en otro pais al restablecimento tan apetecible de esa política de buena armonía y voluntad mútua, á la que tengo algun derecho á decir que nadie ha sido y sigue siendo mas fiel que yo. Me parece que están los hechos suficientemente puestos en claro para cerrar aquí la discusion. Al terminar solo quiero volverla á colocar en sus límites legitimos y constitucionales. Lord Palmerston ha hecho intervenir un nombre, una persona que nunca debió aparecer en ella. Profunda ha sido mi sorpresa. Mi deber me impone manifestarla altamente y recordar que la responsabilidad de la política del gobierno del Rey en esta cuestion me corresponde absolutamente á mí, á mí solo. En ello se interesan mi deber y mi honor.

Os encargo que hagais lectura de este documento á Lord Palmerston, y le comuniqueis una copia.

GUIZOT.

Los dos documentos siguientes se comunicaron con posterioridad á las cámaras por M. Guizot.

I.

LORD PALMERSTON A M. BULWER

Foreing-Office 19 de julio de 1846.

Muy señor mio: Dos cuestiones parece que fijan en este momento de una manera particular la atencion de las personas que toman interés en los asuntos de España. La una es el matrimonio de la Reina, la otra el estado politico del pais.

Por lo que hace á la primera no tengo ahora nada que añadir á las instrucciones que habeis recibido de mi predecesor. El gobierno británico no se propone apoyar de

una manera activa las pretensiones de ninguno de los príncipes que se presentan ahora como candidatos de la mano de la Reina de España, y no cree tampoco deber oponerse á ninguno de ellos.

La eleccion de esposo para la Reina de un pais independiente es evidentemente un asunto, en el cual no tiene el gobierno de otros paises derecho para mezclarse, á menos que haya probabilidad de que esta eleccion recaiga sobre un príncipe tan directamente ligado á la familia reinante de alguna potencia extranjera, que se pudiese temer que ligase la política de su pais natal de una manera perjudicial para el equilibrio europeo, y peligrosa para los intereses de otros estados. Pero en ninguna de las personas señaladas hoy como candidatos á la mano de la Reina de España se encuentra esta condicion. Estos candidatos, en efecto, se reducen á tres: el príncipe Leopoldo de Sajonia Coburgo y los hijos de D. Francisco de Paula. No hablo ni del conde de Trápani, ni del conde de Montemolin, porque no parece que hay probabilidad de que la eleccion recaiga sobre uno de estos dos príncipes.

En cuanto á los tres candidatos mencionados, el gobierno de S. M. tiene solo que expresar sus sinceros deseos de que la eleccion recaiga sobre el que reuna las cualidades mas propias para asegurar la felicidad de la Reina, y contribuir al bienestar de la nacion española.

Por lo que hace á la segunda de las cuestiones que he indicado al principio, es decir, la del estado politico de España, no tengo tampoco en este momento mas instrucciones particulares que daros, que sobre la primera.

Es menester confesar que esta situacion politica no puede menos de causar un profundo sentimiento á los que se interesan por el pueblo español. Despues de una lucha

de treinta y cuatro años para conquistar la libertad constitucional, la España se encuentra bajo un sistema de gobierno casi tan arbitrario en la práctica como cualquiera de los que hayan existido en alguna época anterior de su historia. Es cierto que tiene un parlamento en los términos de la ley; pero toda la libertad de eleccion para los miembros de este parlamento se neutraliza por la fuerza ó por otros medios, y no bien está reunido, cuando á la primera manifestacion de una opinion cualquiera que esté en desacuerdo con las miras del gobierno ejecutivo, se le proroga ó se le disuelve. La libertad de la prensa está escrita en la ley, pero los actos arbitrarios del gobierno han reducido esta libertad á la de publicar, nada mas ó poco mas que lo que pueda ser agradable al poder ejecutivo. Es verdad que la ley ha instituido tribunalas para juzgar á las personas acusadas de delitos y de crímenes, pero una multitud de individuos han sido detenidos, presos, desterrados, y aun en algunos casos ejecutados, no solo sin haber sufrido una sentencia, sino aun sin haber sido juzgados.

Este sistema violento y arbitrario parece que ha sobrevivido, hasta cierto punto á la caida de su autor, y que no ha sido todavía abandonado por los hombres mas moderados que le han sucedido en el gobierno.

Es muy de desear que los ministros actuales de España, ó los que hayan de sucederles, entren sin pérdida de tiempo en las vias constitucionales, y respeten por fin la ley. Un sistema de violencia arbitraria como el que se ha seguido en España, tiene por resultado probable suscitar resistencias abiertas, cuando está dirigido por la mano firme y la voluntad enérgica del hombre que lo ha organizado; pero cuando no está sostenido por esta mano

vigorosa, sino que se encarga su continuacion á una persona mas débil y menos atrevida, no es necesaria mucha sagacidad para preveer que este sistema conduce infaliblemente á una explosion. Cuando los ministros de la corona huellan con los pies las leyes que garantizan la seguridad del pueblo, no deberia causar admiracion que el pueblo dejase al fin de respetar las leyes que garantizan la seguridad de la corona.

No ha sido ciertamente para someter á la nacion española á la tiranía, bajo la cual gime, para lo que la Gran Bretaña ha suscrito á los compromisos de la cuadruple alianza en 1835, y ha dado, conforme á las estipulaciones de este tratado, ese apoyo activo que tan poderosamente ha contribuido á la espulsion de D. Cárlos del territorio español. Pero el gobierno de S. M. está de tal manera penetrado de los inconvenientes de toda intervencion en los estados independientes, aun cuando esta intervencion se limite á consejos amistosos, que debo abstenerme de invitaros á hacer ningnna representacion con este motivo á los ministros españoles. Sin embargo, teniendo cuidado de no expresar en ninguna ocasion sobre este asunto, sentimientos distintos de los que acabo de exponeros, cuidando tambien de no expresarlos en ninguna ocasion y bajo ninguna forma que pueda suscitar, acreditar ó dar pábulo al descontento, no teneis que ocultar á ninguna de las personas de quienes puede depender el remediar los actuales males, que tales son las opiniones del gobierno británico.

y

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