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sus negocios. Los hechos que bajo este aspecto han manifestado nuestra firme resolucion, se hallan recientes y palpitantes, y tal vez hay tambien falta de memoria y de justicia en no tomarlos en cuenta.

Pero al mismo tiempo no vacilamos en manifestar que el gobierno del Rey desea y solicita una verdadera y sólida amistad entre Francia y España. La posicion geográfica de ambos estados, sus tradiciones, sus costumbres, su religion, todos sus intereses esenciales, morales y materiales hacen esta amistad natural y necesaria. Necesaria, no en una política de agresion y de estension, ora de uno de los dos estados en menoscabo del otro, ora de los dos juntos en menoscabo de los demas estados, sino en una política de seguridad y de paz útil á entrambos y á la Europa entera.

Colocado al lado del matrimonio de la Reina Isabel con el duque de Cadiz, el del duque de Montpensier con la Infanta, es á la vez un testimonio de la disposicion de ambos paises á estrechar los lazos de esta amistad y una prenda de su duracion. No alterará la independencia de España

y

la de su gobierno, ni las grandes y justas condiciones del equilibrio europeo; pero contribuirá á afianzar entre Francia y España esas buenas é íntimas relaciones que redundarán en bien de ambos pueblos y del reposo de la Europa. Nos parece que en todas partes una política elevada y previsora debe felicitarse por este resultado.

El gobierno del Rey no encuentra pues en las observaciones que se le han dirijido por el de S. M. B. ningun fundamento grave y legítimo. No puede por consiguiente, admitirlos por regla de su conducta. Nos pesa de esta discordancia, pero obligados á decidirnos y á obrar, hemos hecho con el libre concurso del gobierno español lo mas con

forme á nuestros derechos, á nuestros legítimos intereses y á la política natural y pacífica de nuestro pais, sin que por esto hayamos atacado los derechos ni los intereses legítimos de los demas estados.

Estamos bien convencidos de que Francia piensa en esta parte lo mismo que su gobierno, así como todo comprueba que la gran mayoría del pueblo español ha abrazado los sentimientos del suyo. Confiamos en que el buen juicio y el espíritu de equidad propios del gobierno y de la nacion británica los obligarán á reconocer que los fuertes y generosos motivos por los cuales se ha establecido la buena inteligencia y la amistad entre Francia, Inglaterra y España son muy superiores á esta discordancia particular, y no deben por lo tanto sufrir la menor alteracion. Os invito á remitir á Lord Palmerston una copia de este despacho despues de habérsele leido.

Recibid, etc. Firmado.-Guizot.

Documentos anejos al despacho dirijido por M. Guizot á M. de Jarnac en 15 de octubre de 1846.

A

M. GUIZOT AL SEÑOR CONDE DE JARNAC.

Val-Richer 20 de julio de 1846.

El matrimonio de la Reina de España es en el dia la única cuestion árdua entre Londres y nosotros, y que puede hacerse de difícil solucion. Pongamos término á estas dificultades. Habeis tenido mucha razon en afirmar que los hijos de D. Francisco de Paula nos convenian. Están

comprendidos en nuestro principio. Son Borbones, descendientes de Felipe V, y príncipes españoles, lo cual es una ventaja positiva. No tenemos, ni jamás hemos presentado contra ellos objecion ninguna. Solo hemos prescindido de ellos porque la Reina Cristina, la jóven Reina y su gobierno declaraban que no los querian. Solo hemos apoyado (con aprobacion y por efecto de una primera sujestion de Lord Aberdeen) la candidatura del conde de Trápani, porque entre los descendientes de Felipe V, él era el mas posible á la sazon, y acaso el único. La Reina Cristina le queria. Esta idea habia grangeado á la Reina de España el reconocimiento de la corte de Nápoles. Debíamos sostenerle, sin dejar de manifestar, como siempre lo hemos hecho, que cualquier otro descendiente de Felipe V nos conviene tambien. Ahora parece que el conde de Trápani encuentra en los sentimientos del pueblo español mucha resistencia. La Reina Cristina no le quiere ya al parecer, y casi niega haber pensado en él. Los hijos de D. Cárlos, y especialmente el conde de Montemolin, andan en boca y ocupan la mente de muchos personas de consideracion en España y fuera de ella. Grangearian á la Reina de España el reconocimiento de las cortes del Norte; y nosotros siempre fieles á nuestros principios nada objetariamos. Pero aun los mas favorables á esta combinacion, declaran que no seria posible (y aún entonces la considerarian muy difícil) sino renunciando á sus pretensiones, reconociendo á la Reina Isabel, volviendo á ocupar cerca de ella su puesto de Infante de España, y presentándose con este título para casarse. Ahora bien el conde de Montemolin no hace, ni parece dispuesto á hacer nada por este estilo. Por consiguiente su combinacion tampoco es posible por ahora. De Madrid nos vuelven á ha

blar como siempre del duque de Montpensier. Se han hecho demostraciones para animar al príncipe Leopoldo de Coburgo. Desechamos entrambas ideas como desde el primer momento hemos hecho. Nuestra política es enteramente franca, constante y consecuente. No queremos poner á un príncipe francés en el trono de España, ni que suba á él un príncipe estraño á la casa de Borbon. Estas dificultades é imposibilidades sucesivamente manifestadas, hacen aparecer nuevamente á los hijos de D. Francisco de Paula. La Reina Cristina y el gabinete de Madrid parecen estar algo menos predispuestos en contra suya. Siendo ellos tan convenientes á Inglaterra como á nosotros, importaria entrasen las dos naciones á la par en esa senda que se nos abre. Ordenamos á nuestros agentes en Madrid que obren de comun acuerdo en favor de esta combinacion: cásese la Reina de España con el Infante á quien entre los dos prefiera: encaminen la Reina madre y sus ministros su eleccion hácia quien mejor les parezca: uno y otro serán bien recibidos en París y en Londres. Así se resolveria con brevedad esta gran cuestion, y su solucion definitiva y la buena inteligencia de Francia é Inglaterra en esta solucion, producirian para la tranquilidad de España y el robustecimiento de la monarquía constitucional infinitas mas ventajas que pudiera ofrecer cualquier otra combinacion imposible ahora, y que se haria esperar largo tiempo sin haber certidumbre de conseguirla jamás.

Si el gabinete inglés aprueba y adopta esta política estamos prontos á obrar de acuerdo con él para ponerla eficazmente en práctica. No entro hoy en pormenores. Luego que nos pongamos de acuerdo sobre el principio, nos entenderémos fácilmente sobre los medios de accion.

B.-I.

M. GUIZOT AL CONDE DE FLAHAUT.

Auteuil de julio de 1842.

(Particular; extracto.)

Los dos hijos del infante D. Francisco de Paula han vuelto á España. No se ha querido que tomasen el camino natural que era el de Francia.—Dicen y repiten que ninguna idea de matrimonio ha entrado para nada en su vuelta á España, y creo en efecto que por ahora no se piensa absolutamente en nada acerca de esto por parte del gobierno español. Pero evidentemente la vuelta de los Infantes no tiene otro objeto que el estar cerca para un caso de necesidad. Esta es una solucion posible y aun tal vez probable, á la cual no tenemos ninguna objecion que hacer en nombre del interés de Francia.

B.-II.

M. GUIZOT AL DUQUE DE GLUCKSBERG.

París 11 de noviembre de 1842.

(Particular; extracto.)

Sin duda alguna la combinacion napolitana nos conviene extraordinariamente, y no omitirémos nada de lo O que pueda contribuir á su buen éxito. Pero para que esto suceda, es necesario como sabeis mejor que nadie, que parezca nacer en el suelo mismo de España, en lugar de llegar á él como una importacion extranjera. Hemos hecho mucho para decidir al Rey de Nápoles al reconocimiento, porque

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