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sobre la Francia, la simple comparacion de conducta de ambos reinos: uno activo cooperador en la guerra civil en favor de la Reina Isabel, otro á quien no podia mirársele sino á lo mas como un tímido y tibio aliado. Es pues evidente que las fechas en esta ocasion, como en casi todas las transacciones humanas, son de la mayor importancia para esclarecer los acontecimientos. Mas no se habia limitado el gabinete inglés á gozar en España la supremacía que le procuraba á la sazon la tibieza del ministerio francés en favor de la causa de la Reina Isabel, sino que con equivocacion profunda en la apreciacion de nuestro carácter, de nuestras inclinaciones, de nuestras calidades y de nuestros defectos, se propuso apoyar las ventajas peculiares, y aun materiales de su pais, explotando á favor de sus designios momentáneos las pasiones y los bandos políticos que en el interior agitaban y dividian á los españoles, que defendian todos la causa de la Reina, si bien siguiendo diferentes caminos y diversos principios políticos, formando dos grandes partidos que tomaron entonces los nombres de exaltado y moderado, cambiados mas tarde por los de progresistas los primeros y monárquico-constitucionales ó conservadores los últimos, achacando el gobierno inglés con notabilísima equivocacion al partido conservador simpatías preferentes por el influjo francés, que la verdad exije afirmar, y afirmar alto, sin temor de ser desmentido, que jamás existieron.

Sea como quiera, con tanto exceso de pasion co

mo equivocacion deplorable, causa de inmensos males en lo sucesivo, inclinóse el gabinete inglés, ó hablando con mas propiedad Lord Palmerston, entonces ministro de relaciones exteriores de un ministerio Whig, á favorecer el partido que consideró mas propicio á lograr sus intentos momentáneos, que eran á la sazon obtener un tratado de comercio con España. Hallábase el gobierno español á fines de 1835 en manos del partido progesista que era cabalmente en quien el gabinete inglés se persuadió hallar enteramente favorable á su designio, y se decidió á sostenerle, lo que realizó tan plenamente, cuanto que en el discurso de apertura del parlamento en la legislatura de 1836 puso en boca del Rey de Inglaterra las siguientes é importantísimas frases, que dieron un poderoso apoyo al ministerio español que estaba presidido por D. Juan Alvarez Mendizabal.

"Todavía tengo que deplorar la continuacion de la « guerra civil en las provincias del norte de España: las «medidas que he tomado y el empeño que tengo contraido, <<< son pruebas suficientes de lo que deseo su fin; y la con«ducta prudente y vigorosa del gobierno actual de España, <«<me hace concebir la esperanza de que la autoridad de la «Reina se verá bien pronto establecida en todos los puntos «de su territorio, y de que la nacion española ligada tanto <«<tiempo hace á la Inglaterra con los vínculos de la amistad, « volverá á gozar los beneficios de la union y tranquilidad « interior."

Pero á pesar de tan grande y
de tan grande y trascendental apoyo,

per

prestado por el gobierno británico Whig al partido llamado progesista, no fué suficiente para impedir una variacion de gabinete en España, pasando el poder al partido conservador representado en la sona de Isturiz, que formó el ministerio de 15 de mayo de 1836; pero si no lo fué para impedir el cambio, pudo ejercer hasta cierto punto algun influjo moral en la famosa y fatal peripecia de la Granja ocurrida en agosto inmediato, es decir, á los tres meses de haber subido al mando Isturiz, la que dió por resultado volver de nuevo á manos de los progresistas las riendas del estado, despues del sacudidimiento social que puso en riesgo y confusion la causa de la Reina, y pudo dar el triunfo á D. Cárlos. Notarse debe que en aquella tan clásica ocasion (hablo de la revolucion de la Granja) el gabinete francés seguia todavía una línea de conducta la mas á propósito para anular completamente su influencia y su importancia, abandonando la situacion de España á una entera supremacía del gobierno inglés, identificado ya entera y abiertamente con la existencia y el poder del partido político llamado progresista. No podia sin embargo dejar de conocer el ministerio francés, que si su influencia y significacion en España habian de existir algun dia, no tenia otro camino que seguir sino aliarse con alguno de los dos bandos políticos en que se hallaban divididos los españoles defensores de la Reina. En efecto, el gabinete francés empezó á pensar que cumplia á sus intereses favorecer y apoyar, á la manera que la Inglaterra

lo hacia, á un partido de los dos en que estaban divididos los parciales de la Reina Isabel, decidiéndose naturalmente en favor del contrario al que la Inglaterra patrocinaba. Mas la proteccion de la Francia en favor del que se propuso hacer suyo, fué en verdad mucho menos calorosa y eficaz que la que el gabinete inglés Wihg prestára á su favorecido. De esto, y solo de esto, nació ciertamente la imperiosa necesidad, en que se vió mas tarde el partido monárquico constitucional, aunque contra su voluntad, contra sus tendencias y contra sus deseos, de no esquivar enteramente el apoyo, aunque débil y tibio de la Francia; pues que sin él no alcanzaban á la sazon sus solos medios á defenderse de frecuentes y duras demasías. A la jurisdiccion de la historia han pasado ya los aciagos dias de agosto de 1836, y otros semejantes en su tribunal severo se decidirá acerca de la conducta respectiva de los partidos españoles en relacion á su mayor ó menor dependencia de los influjos extranjeros.

Mas en todo caso, la posicion del partido conservador, fué tan constantemente desventajosa respecto á su contrario, que hubo de recurrir á la ejecucion de un pensamiento mas ingenioso que práctico, cual era hacer contraer esponsales á su jóven Reina Isabel con un hijo del archiduque Cárlos de Austria, siendo esta la vez primera que se anunció la cuestion del regio matrimonio. No podia desconocer el partido conservador, que su proyecto habia de ser reciamente combatido por la Francia, y sin embargo se decidió

á realizarlo. Aunque el ministerio estaba entonces en manos del partido moderado, no dejó de buscar para apoyo de su idea la cooperacion del ministro de Inglaterra en Madrid, que á la sazon era Sir Jorge Williers, hoy Lord Clarendon. No debió ni pudo negarse este á cooperar, si bien de una manera secreta, á la realizacion del referido proyecto; mas como perteneciera el ministerio español que á la sazon ocupaba el poder al partido político contrario al que la Inglaterra patrocinaba abiertamente, exigió como garantía que se confiara su ejecucion á persona que le ofreciese plena confianza, como así se verificó en efecto. Notarse debe que en tan clásica ocasion, no se hizo mencion alguna por el agente diplomático inglés, para oponer dificultades, de las estipulaciones del tratado de Utrecht que contenian para la casa de Austria idénticas condiciones que para la de Francia. No es menos digno de observarse que el partido conservador, que en esta ocasion gravísima no esquivó el apoyo del gabinete inglés, no temió disgustar al de las Tullerías; demostrando de esta suerte que las simpatías en favor de la influencia francesa, que con tanta injusticia como exageracion se le atribuyeron, no fueron nunca exclusivas. Tampoco fuera justo ni imparcial omitir el hecho importante, de que fuere por lo que quisiere, no pudo nunca el gobierno inglés llegar á obtener del español, aun cuando estuvo en manos del partido político de su predileccion, el tratado de comercio que tan vehementemente deseaba; resultando por tanto de ambos suce

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