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ó á los Parlamentos. Yo no entraré en pormenores acerca de las consecuencias funestas de la cuadruple alianza, y de la escandalosa injusticia que pretende ejercerse en contra mia: me limitaré solo á rogar á V. M. con las mayores instancias que convoque inmediatamente los Estados generales de ese reino para tratar de un negocio de tamaña consecuencia. Os dirijo esta súplica en nombre de los lazos que nos unen, en el de aquel gran Rey de quien descendemos, y en nombre de vuestros pueblos y de los mios. Jamás se presentó una ocasion semejante de consultar los sentimientos de la nacion francesa; es indispensable saber de ella misma su opinion, y si efectivamente abriga el deseo de declararme la guerra, precisamente en los mismos momentos en que me hallo dispuesto á verter mi sangre toda por sostener su gloria y sus intereses. Real monasterio de S. Lorenzo á 3 de setiembre de 1718.-Mi señor hermano y sobrino, vuestro buen hermano y tio, FELIPE."

Para cortar tamañas complicaciones, conducidas con exquisita habilidad, tanto por el Regente duque de Orleans, como por el cardenal Alberoni que dirigia los negocios de España, era preciso que sucumbiese uno de los dos rivales, aunque hubiese que pasar para ello por una rotura de hostilidades entre la España y la Francia, á pesar de los vínculos estrechos que ligaban á Luis XV y á Felipe V. Rompiéronlas en efecto Francia, Austria, Inglaterra y Holanda contra la España, y el mismo duque de Berwick que mandaba un dia las tropas de Luis XIV y Felipe V unidos contra las mismas potencias aliadas ahora de la Francia, ese mismo tomaba á Pasajes y

Fu nterrabía, siendo entonces aliado de Stanhope, que en España se habia visto obligado á rendirse en Brihuega al ejército hispano-francés. Tal y tan inmenso cambio se habia verificado en la política de Luis XIV en el corto espacio de seis años: tal conmocion habia sufrido el famoso tratado de Utrecht á los seis años de haberse hecho. ¿Cómo pretender su inmutabilidad á los 135 de haberle firmado, y despues de las inmensas peripecias por las que en tan largo período ha pasado la Europa?

En todo caso, llevando España, como era natural, lo peor en la contienda, empeñada con la cuadruple alianza, preciso la era ceder, y al verificarlo sacrificar al hombre, que con mas decision que éxito, habia procurado sustentar los intereses exclusivamente españoles. En efecto, Alberoni fué sacrificado, mandándole en 5 de diciembre de 1720 salir de la corte en ocho dias, y del reino en tres semanas, restableciéndose con esto la paz de Europa, y estipulándose los matrimonios de Luis XV, á la sazon de 4 años, con la Infanta de España Doña María Antonia Victoria' nacida en 1718, la que debia educarse en Francia; y Mademoiselle de Montpensier Luisa Isabel de Orleans de 13 años de edad, cuarta hija del Regente con el Príncipe de Asturias D. Luis, nacido en 1707; evacuando las tropas españolas la Sicilia para que la ocupasen los imperiales, cediendo la Cerdeña al duque de Saboya al tenor de las exigencias que la cuadruple alianza impusiera á la Es

paña.

Aunque restablecida de nuevo la paz, y consolidadas hasta cierto punto las bases sobre que se habia asentado el tratado de Utrecht, no podia menos de haber quedado profundamente herido el amor propio de Felipe V, al haber visto desvanecerse como el humo las esperanzas, que le hiciera concebir Alberoni, de ser suficientes los medios de la España para recobrarse de las inmensas pérdidas territoriales que la paz de Utrecht la habia hecho experimentar, y para alcanzar el restablecimiento de sus derechos eventuales á la corona de Francia, á que tan espontáneamente habia el mismo renunciado. Todas sus ilusiones habian debido en efecto desaparecer, y desaparecieron á tal punto, que resolvió abdicar en su distinguido hijo primogénito D. Luis, casado ya con Mademoiselle de Montpensier. Abdicó en efecto, siendo proclamado Luis I como Rey de España el 9 de febrero de 1724. Mas la divina Providencia que dispone lo mismo de la vida de los monarcas que de la suerte de los pueblos, permitió que el aventajado Rey Luis I muriese á los siete meses de haberse sentado en el trono, pues falleció el 31 de agosto del mismo año de 1724. En tan críticos momentos volaron los grandes y los prohombres del reino á los pies del Rey Felipe, que se hallaba solo con la Reina retirado en San Ildefonso, rogándole empuñase de nuevo el timon del estado; á lo que accedió no sin bastante resistencia, á fin de sacar la monarquía del gravísimo conflicto en que la colocara la desaparicion de su malogrado y jóven soberano. Convenido

el Rey expidió un Real decreto el 6 de setiembre para encargarse del mando, reuniendo Córtes en Madrid el 25 de noviembre inmediato, en cuyo mismo dia se juró en San Gerónimo por Príncipe de Asturias al Infante D. Fernando, hijo segundo de Felipe V, que reinó despues de su padre con el nombre de Fernando VI.

Casi al mismo tiempo de haber tomado de nuevo Felipe V la gobernacion del Estado, apareció en la escena política el baron de Riperdá, extranjero, famoso en nuestros fastos, el cual durante su metódica administracion, de solo un año, hizo á España el triste servicio de firmar un tratado con el Emperador de Austria, en virtud del cual la España le cedió todas sus posesiones de Italia, dándonos en cambio la innecesaria y ya estéril renuncia, despues de la paz de Utrecht, de sus pretensiones á la corona de España, reservándose sin embargo la facultad de conservar durante su vida el título de Rey Católico.

Todavía se prolongó el reinado de Felipe V muchos años, pues no murió hasta 1746, y este largo período está lleno de sucesos importantes. Ya se ve á la España declarar la guerra á la Inglaterra por influjo del Emperador, poco despues del tratado que llamarémos de Riperdá, poniendo inútil sitio á Gibraltar; ya se la ve hacer la paz por mediacion del respetable cardenal Fleury, ministro de Francia; ya se ve á Felipe V en 1729 concluir en Sevilla un tratado entre España, Inglaterra y Francia, por el que al Príncipe D. Cárlos hijo de Felipe V, despues Rey

de España bajo el nombre de Cárlos III, se le aseguraba la sucesion de Parma y Toscana, luego de la muerte de los duques de Farnesio y Médicis; sucesion aumentada por las armas españolas, mandadas por el mismo Príncipe D. Cárlos y el duque de Montemar, con el reino de Nápoles y Sicilia, que le prestaron obediencia y le declararon por Rey; y mas tarde en la paz de Viena le fueron adjudicados los ducados de Parma y Plasencia, cediendo la Toscana al Emperador en indemnizacion de los estados de Lerma y Bar, que la misma paz de Viena asignara á la Francia.

Contraste, y no poco grave, ofrece la comparacion de la situacion diplomática de la Europa al suscribirse en 1713 la paz de Utrecht con la que tenia en 1746 al morir Felipe V, y subir al trono Fernando VI, el cual mas amante de la prosperidad interna del reino que de correr aventuras guerreras, logró en 1748, es decir, dos años despues de tomar el gobierno del estado, se firmase la paz general de Aix-la-Chapelle, en la que la Reina de Ungría María Teresa, quedó reconocida como Emperatriz de Austria recobrando el ducado de Milan. El Infante D. Felipe hermano del Rey de España adquirió los ducados de Parma, Plasencia y Guastala, arreglando con la Inglaterra esta paz, cuyos efectos duraron todo el reinado de Fernando VI, y terminaron todas las diferencias y cuestiones pendientes con la España. Mas el reinado de este monarca fué de corta duracion; porque afectado por la muerte de Doña Bárbara de Portugal su esposa, de quien no tuvo

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