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San Felipe en sus Comentarios escritos contemporáneamente á la vista del Rey, siendo el marqués criado de su Casa, y á quien aquella obra fué dedicada. Despues de citar, el autor de los Comentarios, la variacion establecida por el auto acordado, añade: "Pero con la circunstancia y condicion <<< que fuese este Príncipe (el llamado á suceder) <<< nacido y criado en España, porque de otra manera << entraria al trono el Príncipe español mas inme« diato."

Bajo auspicios tan poco propicios apareció el auto acordado que estableció en España la ley semisálica importada de Francia, la cual naciendo con un principio de debilidad esencial, no podia prometerse larga ni vigorosa existencia. Y en efecto, el auto acordado, nacido en 1713, derogado en 1789 y publicada su derogacion en 1830, de que me ocuparé mas tarde, nunca tuvo aplicacion.

En 1714, muerta la Reina doña María Luisa Gabriela de Saboya, primera muger de Felipe V, que dejó dos hijos, D. Luis y D. Fernando, contrajo el Rey nuevo matrimonio con doña Isabel de Farnesio, Princesa de Parma, matrimonio hecho, segun voz pública, por el influjo de la célebre Princesa de los Ursinos.

Este casamiento produjo tambien á España la adquisicion del famoso ministerio del cardenal Alberoni, que no tardó en demostrar de nuevo, si demostracion necesitase, que los intereses contradictorios entre paises distintos, son mucho mas fuertes y po

derosos en la determinacion de las grandes peripecias politicas, que las relaciones de las familias reales, formadas unas veces por acaso, y otras por intereses peculiares con frecuencia en contradiccion con los públicos.

En efecto, Alberoni deseoso de renombre, y fijando su consideracion de hombre de Estado sobre lo mal parados que habian quedado los intereses esenciales de la España en los famosos tratados de Utrech, y encontrando todavía fuerza y medios en la monarquía española, para poder repararlos, lanzóse á vias de resistencia contra las estipulaciones de Utrech, decidido á anularlas, y obtuvo no escasos resultados. Mallorca fué recuperada en 1715, y en 1717 el atrevido cardenal mandó que una escuadra española se apoderase de Cerdeña, que en virtud de la paz de Utrech pertenecia al Emperador. No se limitaba la política ni las miras sucesivas de Alberoni á la simple cuestion de territorio; iba mas allá. Muerto Luis XIV, casi coetáneamente á la conclusion definitiva del tratado de Rastadt, Luis XV, niño de débil salud, ocupó el trono francés, siendo regente del reino el entendido Duque de Orleans. Alberoni no abandonaba el pensamiento de readquirir para Felipe V sus derechos eventuales á la corona de Francia, no obstante de haberlos renunciado solemnemente en los convenios de Utrech. Asocióse, pues, á todas las resistencias é intrigas que contra el Regente se fraguaban en Francia, y cuyo principal papel se atribuia á los bastardos de Luis XIV;

pero el duque de Orleans, apoyado en las solemnes estipulaciones de Utrech, esperaba, si Luis XV, como podia temerse, moria en la infancia, ceñirse la corona de Francia. Por esto entabló negociaciones con lord Stanhope y los whigs, cuyo resultado fué el tratado de la triple alianza entre la Francia, la Inglaterra y los Estados Generales, acordándose en él, en una cláusula secreta, el reconocimiento de la Francia á la sucesion à la corona de Inglaterra en la línea protestante, y el de la Inglaterra á la sucesion legítima de la casa de Orleans al trono francés, en el caso que el niño Luis XV llegase á fallecer. No fueron ignoradas de Alberoni las negociaciones que dieron por resultado la triple alianza; pues el Regente ostentando diestra franqueza diplomática, no las habia ocultado, si bien procuró callar cuidadosamente los artículos secretos; y no solo no encubrió á la España el triple tratado, sino que receloso de la fuerza de su poder seriamente combatido en el interior, si por parte de la España se venia á un rompimiento, invitó formalmente, y por una mision especial, á la España á adherirse al triple tratado: pero el ministro español desentendiéndose friamente, no se propuso mas norte que los intereses del pais que regia, lisonjeándose de readquirir para España sus perdidas posesiones de Italia, sin renunciar á ejercer en su dia su influjo importante en la cuestion de sucesion, si Luis XV venia á desaparecer, sosteniendo al efecto la nulidad de la renuncia de Felipe V; y no solo no le detuvo en su carrera el alarde

de fuerza que ofreciera la triple alianza, sino que continuó aprestándose á la guerra para reconquistar la Italia, publicando un célebre manifiesto, en el que atacando duramente al Austria, declaraba que los armamentos que se preparaban tenian por objeto la conquista de Cerdeña y Sicilia, haciendo volver á ambas al dominio de la España, á quien pertenecian por derecho. Así contestaba el gabinete de Madrid á las demostraciones hostiles de las potencias signatarias de la triple alianza, sin dejar de fomentar en París las no interrumpidas intrigas dirigidas á sostener las pretensiones á la corona de Francia en favor del Rey de España, si Luis XV llegaba á faltar, como se estaba temiendo siempre. Natural era que el Regente se esforzase á combatirlas, y á sostener lo dispuesto en los artículos secretos del tratado; y éralo tanto mas cuanto no se limitaban las intrigas á asegurar el derecho eventual de Felipe V á la corona de Francia, caso de morir el jóven Luis XV, sino que se maquinaba transferir desde luego la regencia que el de Orleans desempeñaba, al cuidado de Felipe V. Intrigas tan extensas y complicadas produjeron, por el principio de reaccion, el efecto de convertirse el tratado de la triple alianza en cuadruple, entrando el Austria á aumentar el número de las potencias antes coligadas.

Con esto toda la política de Luis XIV cayó por tierra y se desnaturalizó enteramente; la Francia se unió á la coalicion para obligar á Felipe V á la estricta observancia al tratado de Utrecht. Hallábanse

colocados uno en frente de otro, Felipe V, Rey de España, y el Regente duque de Orleans, defendiendo sus respectivos derechos por medio de instrucciones en escritos publicados por cada uno, y á nombre de cada interesado. Felipe V hizo mas: dirigióse desde San Lorenzo, en 3 de setiembre de 1803, á su sobrino Luis XV en una carta curiosísima, cuyo tenor es el siguiente:

"Mi señor hermano y sobrino: Desde que la Providencia me ha colocado en el trono de España, no he perdido de vista un solo instante las obligaciones que mi nacimiento me imponia. Luis XIV, de eterna memoria, no se aparta jamás de mi pensamiento: creo estar escuchando siempre aquellas palabras que me dijo abrazándome al separarnos: "ya no hay Pirineos, y estas dos naciones que de muy antiguo se disputaban la preferencia, no formarán en adelante mas que un solo pueblo, fundándose necesariamente la tranquilidad de la Europa en la eterna paz que disfrutarán ambas unidas." Vos sois el único vástago de mi hermano mayor, cuya pérdida lloro diariamente. Dios os ha llamado á suceder en esa gran monarquía, y su gloria y sus intereses me serán queridos hasta morir en fin, puedo aseguraros que no olvidaré jamás lo que debo á V. M., á mi patria y á la memoria de mi abuelo. Vuestro clero, vuestra nobleza y vuestro pueblo se ven oprimidos para pagar esos contingentes que no tienen otro objeto que mi ruina y la vuestra, y propónense al consejo de vuestra regencia como cosa concluida, y sin dar lugar á la deliberacion, unos tratados que por su sola importancia no debian jamás hacerse durante una minoría sin consultar á la nacion, ó lo que es lo mismo, á los Estados generales

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