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rian mas o menos favorecidos segun la mayor ó menor influencia que ejerciese en España.

5. Que entre los intereses que se agitasen, se tomarian muy en cuenta los diversos principios políticos que se pretende hacer triunfar en España por cada potencia que aspire á tener influjo en ella.

6. Que al suscitarse y resolverse la cuestion de matrimonio predominarian necesariamente las grandes condiciones de la época á que todas las naciones están sometidas, á saber: á la necesidad imperiosa de la paz, y al principio de conciliacion y de términos medios, huyendo de toda complicacion. Que en consecuencia se miraria como ventajoso lo mas fácil, y que todos generalmente ampararian los elementos que pudiesen robustecer el principio monárquico con las formas de gobierno mas en armonía con las de los gabinetes que ejerciesen influjo momentáneo en la decision.

7. Que la Francia en esta cuestion'no seguiria la política peculiar de alejamiento que el Rey Luis Felipe habia seguido hasta entonces en España, antes por el contrario procuraria hacer revivir la política de Luis XIV, y recobrar las ventajas que la Francia logró sobre España en la paz de Utrecht, resistiéndose en todo caso con el lleno de sus medios á todo casamiento con un príncipe austriaco ó aleman, de cualquier rama que fuese; en suma, que preferiria, si fuese posible, un príncipe de la familia reinante; y si esto no fuese hacedero, cualquier otro príncipe descendiente de Felipe V.

8. La Inglaterra probablemente preferiria para marido de la Reina de España á un príncipe de la casa de Austria con el designio de debilitar hasta donde pudiera la influencia preferente de la Francia, creada al advenimiento de la dinastía de Borbon al trono español, la cual reemplazó á la austriaca y acabó en Cárlos II. Si esta combinacion ofreciere, como no podrá menos, grandes obstáculos de parte de la Francia, entonces sus intereses naturales la inclinarian á favor de la casa de Cobourg; y no pudiéndose arreglar esto tampoco, aspiraria á un príncipe aleman cualquiera. Un príncipe de la casa de Orleans primero, y luego de la de Borbon deberán ser probablemente para la Inglaterra las menos gratas de todas las combinaciones.

9. Que, aunque no es fácil juzgar si el Austria, en cuyo gobierno predomina tanto la circunspeccion y templanza, haria pesar en la balanza de su política sus antiguas pretensiones en España para aspirar á un enlace de un príncipe de su dinastía con la Reina Isabel, lo que es altamente dudoso; es mas que probable que el gabinete de Viena siguiendo su política de anteponer los principios políticos á los intereses esenciales, no intentará ni deseará promover complicaciones; por tanto la combinacion de matrimonio que mas probablemente patrocinará, será la de uno de los hijos del pretendiente D. Cárlos.

10. Que la Rusia, Prusia, Roma y Cerdeña, no se separarán en esta cuestion del Austria.

11. Que Nápoles seguiria á la Francia en cuanto

al principio de un príncipe de Borbon, y que se opondria, aunque no ostensiblemente, á la combinacion de un príncipe de la casa de Orleans.

Tal fué el cuadro que tracé en mayo de 1842 con los solos datos que me procuraba el conocimiento de la Europa, adquirido por mi constante estudio hecho localmente en Londres y París. El tiempo vino á justificar su exactitud; y si la satisfaccion del amor propio en vaticinar lo que habia de acontecer, fuese bastante compensacion para un hombre, á quien desgarran el corazon los peligros de su patria, diria: leed mi folleto de mayo de 1842, y veréis como pronostiqué todo cuanto ha ocurrido, todo absolutamente.

En efecto, pocos meses hacia que aquel escrito habia visto la luz pública, cuando las conferencias de Eu se verificaban. En ellas el Rey de los franceses y la Reina de Inglaterra, acompañados de sus respectivos ministros de relaciones exteriores Lord Aberdeen y Mr. Guizot, trataron libremente, sin contar con el gobierno español, del casamiento de la Reina Doña Isabel II, al paso que en España nadie por entonces se ocupaba de él ni directa ni indirectamente. Reinaba á la sazon la mas perfecta cordialidad entre Inglaterra y Francia: una visita entre soberanos es uno de aquellos sucesos poco comunes en la historia, y que cuando se han verificado, han sido frecuentemente acompañados de algun acto que consignase claramente en los fastos coetáneos la sincera correspondencia de sus cordiales y amistosos sentimientos.

Ningun asunto habia que por el momento pudiese hacer temer eventualidades de desacuerdo; pero la cuestion del futuro matrimonio de la Reina de España encerraba dentro de sí gérmenes de rivalidad que podian ser fecundos en su dia en resultados poco agradables. El hábil y prudente Rey de los franceses, y los distinguidos hombres de Estado que en ambos paises dirigian los negocios extranjeros, no podian desconocer toda la estension de un acontecimiento que el tiempo iba acercando; y en tal caso abordaron la cuestion de una manera clara y explícita, resolviéndola por su propia cuenta con la cordialidad que las circunstancias momentáneas hacian natural, y bajo la política predominante del siglo de buscar conciliacion y medios términos en la resolucion de todos los negocios árduos y complicados. La contrariedad de intereses políticos respecto á la boda de S. M. Católica entre Francia é Inglaterra era clarísima: esta queria evitar á todo trance que la Reina se casase con un hijo del monarca francés, temiendo que si se efectuase este enlace aumentaria mucho mas su influencia en España. El Rey de los franceses á su vez queria impedir no llegase al tálamo Real de España ningun príncipe que no fuese de la casa de Borbon, excluyendo ardorosamente todo el que fuese de orígen aleman; esta era la política reproducida de Luis XIV. En tal estado, una concesion recíproca allanaba mucho el camino, y esta se verificó. Luis Felipe declaró que no presentaria como candidato para la mano de la Reina de España á ninguno de sus hi

jos, y S. M. Británica se comprometió por su parte á no apoyar á ningun príncipe aleman, comprendiendo explícitamente al príncipe Leopoldo de Cobourg, único posible entre los católicos de esta raza. No podia ser ajena la Reina madre, á la sazon todavía en París, á estas negociaciones, ni dejar de tomar alguna parte en ellas con mejor derecho que ninguno de los dos referidos soberanos; tomóla en efecto, y apoyó el pensamiento de dar por marido á su excelsa hija Isabel un príncipe napolitano, que luego se convino que fuese el conde de Trapany. Este candidato fué apoyado con calor por el monarca francés, y aceptado por la Reina Victoria con la natural frialdad que le inspiraba su escaso interés; pero todo esto se hizo sin conocimiento ni participacion del gobierno español. El conde de Trapany era Borbon, y esto llenaba los deseos de la Francia; no era un hijo del Rey de los franceses, y esto satisfacia completamente á la Inglaterra. Tomado este acuerdo, surjieron luego, durante las conferencias de Eu, otras dos cuestiones ambas gravísimas; la primera hallar medios de llevar á efecto la combinacion del príncipe de Nápoles, cuyo gobierno no reconocia aun los derechos de su futura consorte. Encargóse de esta negociacion con su conocida habilidad el Rey de los franceses. Fué la segunda, no menos grave que la primera, el matrimonio de la Infanta Doña Luisa Fernanda, hermana de la Reina Isabel, é inmediata sucesora al trono. Deseaba ardientemente la Reina madre María Cristina casar á su segunda hija, ya que

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