Cartas inéditas

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José Félix Palacios, 1846 - 124 páginas
 

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Página 29 - Tenemos Constitución, y, en mi dictamen y en el de los hombres más acreditados de sabios, la más completa y racional de cuantas se conocen en el mundo. Tal es la que encontramos en el Código de las Partidas.
Página 115 - ... provincia. Principio fijo, que el rey no puede dar leyes ni al total, ni a parte alguna del Estado, sino ir primero a los de su Consejo, y que éstos hayan examinado cuanto, para imponer una ley, se debe examinar. Principio fijo, que no puede imponer contribuciones y pechos sin que las Cortes sean oídas y convengan. Principios fijos, en fin, y leyes fundamentales, otras muchas cosas en que convienen los fueros, códigos y privilegios que tenemos
Página 3 - ... Alvarado, cosa que él mismo confiesa a su corresponsal a modo de excusa por su tardanza o lentitud. Hay que tomar en consideración que el motivo que llevó a Alvarado a escribir estas Cartas fue un encargo del mismo Cienfuegos, para quien estaba trabajando Alvarado antes de huir a Portugal: "... cuando cayeron sobre Sevilla los franceses, que se habrán encontrado sobre mi bufete parte de mis observaciones en materia de estudios, comenzadas a trabajar por orden de VE Comienzo pues, desde hoy,...
Página 115 - ... que la religión católica, apostólica, romana, de que estos indignos han desertado o quieren desertar, es la única que debe reconocerse en el dominio español. Principio fijo, que el rey es la cabeza de todo su pueblo, que reúne en sí los tres poderes, con las limitaciones que le ponen las leyes generales que rigen en toda la monarquía, y las particulares, que le imponen los fueros y privilegios de cada provincia.
Página 3 - ... quien estaba trabajando Alvarado antes de huir a Portugal: "... cuando cayeron sobre Sevilla los franceses, que se habrán encontrado sobre mi bufete parte de mis observaciones en materia de estudios, comenzadas a trabajar por orden de VE Comienzo pues, desde hoy, resuelto a ir enviando mi trabajo a retazos para que VE tenga lugar de reflexionarlo y corregirlo, y si encuentra algo de provecho hacerlo estampar de un modo más inteligible que lo que permite mi mala letra, peor pulso y pésimos...
Página 22 - Cervantes, esc soldado, ese hombre de mundo, ese poeta escritor de novelas y romances, en fin ese sabio con quien no es comparable ni aun por sueños ninguno de esos oráculos de nuestro siglo. Rara es la página de este admirable ingenio donde no se le busque lugar á la piedad para con Dios, al respeto para con la iglesia, y á la consideracion pora con sus ministros. Vea VE á qué miseria estamos reducido» en el dia de hoy en que cualquiera escritor de moda dará treinta rodeos por no nombrar...
Página 79 - ... perjudiciales á la sociedad, es ya demasiada la abundancia: muchos que se casan, y para acudir á sus obligaciones se dan una vida tan dura que acaban muy en breve con la salud y la existencia, de que pudiera citar muchos ejemplos, y alguno de ellos en mi propia casa. Si un pobre enferma no tiene para llamar al médico, y suele llamarlo cuando ya es inútil.
Página 69 - He oido decir que cuando se impuso, representó fuertemente contra ella el obispo de Málaga que entonces era ó Fr. Alonso, ó Fr. Manuel de santo Tomás, ambos hijos bastardos de Felipe IV, ambos frailes dominicos, ambos obispos de aquella iglesia, y ambos dignos de serlo por su sabiduría y piedad. El resultado dela representacion fue mandar al autor que callase.
Página 29 - ... Partidas. Allí se pone al Gobierno para que no degenere en arbitrario el temperamento de las Cortes que, con su influjo, deben regular los dos principales artículos por donde se aplica la tiranía, á saber: las leyes y los impuestos. Allí se señalan y regulan, con la mayor justicia y moderación, los oficios del príncipe para con el vasallo y del vasallo para con el príncipe, y de unos con otros vasallos... ¿Con qué cara, pues, se nos habla de Constitución como de una cosa de que carecemos?......
Página 68 - Algo que se parezca á csto debe hacer un gobierno que trate de combinar los dos intereses de sostener el bien público, sin arruinar este mismo bien oprimiendo al vasallo, prostituyéndose á lo que no debe, y tal vez exponiéndose á funestas resultas. Sobre estos principios comencemos á reflexionar. Todo buen gobierno ha huido y huye de imponer sus contribuciones sobre los artículos de primera necesidad.

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