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la costa de Africa de que no dista mucho, no se alcanza que de su conquista resultase grande utilidad. Quizás la necesidad de remediar á las grandes privaciones, especialmente de agua, que el método de aprovisionar los buques podia ocasionar entónces, indujo á Navarro á apoderarse de aquella isla, ó acaso instrucciones privadas del Rey Católico de no descansar en sus empresas, y mas bien de mantenerse cerca de Italia, atendido como luego verémos el estado de esta. Ello es que, habiendo saltado en tierra alguna gente é ido con ella á reconocerla el coronel Gerónimo Vianelo, volvió diciendo que habia encontrado tres pozos de agua dulce y saludable; de cuya conservacion y limpieza le encargó Pedro Navarro. Así lo puso por obra al dia siguiente con algunos capitanes y unos cuatro. cientos soldados, rodeando los pozos de una albarrada ó cerca en la que colocó entre dos picas una escopeta, para que pudieran resistir cualquiera tentativa de los moros que apenas se habian descubierto todavía (1).

Visitó Navarro los pozos por la tarde y todo lo encontró bien dispuesto. Instando á Vianelo para que volviese á bordo, tanto le importunó porque le dejase á defenderlos en aquella noche, que al fin hubo de consentir en ello. Mas he aquí que como en medio de los mayores sucesos no deja de ocurrir algun lance vulgar á que suelen atribuirse, los historiadores nos cuentan que "resentido un » alferez de que Vianelo le hubiese pelado las barbas por » que al limpiar los pozos no hizo lo que le mandaba, al » anochecer se pasó á los moros, que pocos y amedrenta> dos se hallaban juntos en un extremo de la isla. Contán» doles el caso y lo fácil que era acabar con los españoles

(1) Mármol.-Zurita. -Sandoval, ibi.

» que guardaban los pozos, supo atraerlos tan resuelta» mente á su propósito de venganza, que cayendo de sor

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presa sobre ellos pasada la media noche del dia de San » Mateo, á casi todos los mataron incluso el coronel Vianelo (1)." Así se refiere este lamentable suceso, que sin duda no hubiera tenido lugar, aunque aquel valiente veneciano hubiese pelado las barbas al alférez, si los que guardaban los pozos no hubiesen estado descuidados, y durmiendo y poco vigilantes que fueron como siempre acontece los primeros que acabaron (2). Sabida aquella desgracia así por la algazara de los moros como por el reconocimiento que Navarro encomendó al coronel D. Diego Pacheco, partió de allí el desventurado conde y enfadado y con tanta falta de agua, que acon

triste teció echar á la mar en un dia cuarenta hombres muertos de sed. Sandoval añade que hubo de ir la armada por ella á los Gerbes, cuyo jeque ofreció generoso á Navarro todo lo que quisiera; pero la suerte no cesaba de afligirle, y al cabo de nuevos peligros llegó á la isla de Capri con las reliquias de su expedicion reducidas á veinte y tres velas y solo cuatro mil hombres, despues de tomar al paso un cárabo, que venia de Túnez cargado de aceite (5).

(1) Mármol, ibi.—Sandoval, §. 43.

(2) Zurita, ibi., cap. 29.

(3) Mármol y Sandoval, ibi.

CUARTA EPOCA.

Desde 1511 á 1512.

En tanto que el conde Pedro Navarro, ora vencedor ora vencido, corria con tan varia suerte los mares y costas de Africa, el Rey Católico aparentando cada vez mas celo por conquistarla, activaba cuanto podia sus armamentos. Al verlos tan extraordinarios y que se aprestaban dos ejér citos de gente práctica y usada en la carrera militar el uno, y de soldados nuevos para mezclarlos con los veteranos en la ocasion el otro; se acreditaba cada dia mas el rumor de que el mismo Rey en persona iba á dirigir la empresa. La derrota de los Gerbes sirvió tambien para dar mas crédito á esas voces, pues se decia de público que no solo queria el Rey vengarse de aquellos isleños, sino conquistar resueltamente á Tunez (1)

Muy lejos de desvanecer el Católico semejantes rumores, daba por el contrario alimento á ellos. A pesar de la extraordinaria crudeza de aquel invierno, se trasladó por enero á Sevilla, sin dominarle otro pensamiento en medio de su edad y de las incomodidades del viaje, que el de activar los aprestos militares y que la armada y todo estuviera pronto para la primavera (2). Con su presencia

(1) Zurita, lib. 9, cap. 29 y sig.

(2) Pedro Mártir, Epístola 448 y 449.

en Andalucía y con su escitacion caminaba todo con la mayor actividad; y ya se habian reunido en Sevilla muchos caballeros y personajes de los que debian acompañarle en aquella jornada; se habian pedido á Inglaterra mil archeros que se contemplaban muy útiles para ella, y ya el mismo Rey manifestaba estar á punto de ir á Málaga á embarcarse, cuando las noticias de Italia vinieron á dar á sus armamentos la direccion que habia previsto y que con tanto cuidado disimulaba (1).

Ya en su lugar indicamos que, apoyándose en el plausible motivo de castigar á los infieles y de librar de ellos á la cristiandad, aunque aumentó sus fuerzas de resultas de la liga de Cambray, no se mostró tan hostil á los venecianos como el Rey de Francia y los otros coligados. El Papa Julio II, si bien no profesaba mucho amor al Rey Ca tólico, temia mas la dominacion de el de Francia en Italia; y habiéndose apercibido de la ambicion y proyectos de este, trató de conciliarse con los venecianos y con los demás que habian tomado parte en aquellas contiendas. No parecia muy dificil un arreglo en medio de tan encontrados intereses; mas he aquí que todo se descompuso, por que entre otras cosas, los franceses se declararon abiertamente contra el Papa, se apoderaron de la ciudad de Bolonia, que era del patrimonio de la Iglesia, la entregaron á los Bentivoglios, que en otro tiempo la habian usurpado, y tomándolos bajo su proteccion les enviaron alguna fuerza para que la defendieran (2).

Aun pasaron mas allá, pretendiendo que una fraccion del colegio de cardenales que apoyaban contra el Papa,

(4) Ibidem. Epistola 451.

(2) Zurita, ibi., cap. 32 y 38.

juntara un concilio general y lo destronase: de modo que el Rey Católico al ver la favorable ocasion que se le ofrecia de asegurar la posésion del reino en que la Casa de Aragon siempre estuvo interesada, y de romper al mismo tiempo la liga de Cambray en que entró con muy poca voluntad, no quiso de modo alguno desaprovecharla. Decidióse desde luego por el Papa y anteponiendo los negocios de Italia á los del Africa con que hasta entonces cubriera sus designios, ordenó, despidiendo primero á los mil archeros ingleses ya llegados á Cádiz, que tres mil soldados escogidos de los que se destinaban al parecer contra los moros, se embarcaran en Málaga para Nápoles. Así con efecto lo verificaron llegando á principios de agosto, mandados por D. Alonso de Carvajal, señor de Jodar, , y distribuidos en quinientos hombres de armas de las guardas de Castilla, trescientos caballos ligeros y otros tantos ginetes y dos mil soldados de á pié á cargo del coronel Zamudio (1).

Dispuso tambien restituirse á Castilla para atender desde mas cerca á los negocios importantes que en ella le preocupaban. Era el primero y el de mas trascendencia el de la union del reino de Navarra con los otros de Aragon y Castilla, en que ya en otro tiempo habia pensado con su ilustre esposa la Reina Doña Isabel, y que en aquella ocasion logró, haciendo diestramente sentir al Rey de Navarra las consecuencias de su adhesion al de Francia y á los cardenales cismáticos (2). Queria además juntar las

(1) Zurita, ibi., cap. 36.-Pedro Mártir, Epístola 445 y 452.Mariana, lib. 30, cap. 5.

(2) Declarada la guerra entre España y Francia por consecuencia de la liga, de que luego se tratará, y excomulgado el Rey de Francia por el Papa, pidió el Católico paso á los de Navarra para las tro

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