Epistolario

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Fundación Jorge Guillén, 2011 - 198 páginas

 Desde su encuentro en la Sorbona, donde Guillén se iniciaba como profesor, más de sesenta años de amistad abarcan estas ciento cincuenta y una cartas cruzadas entre ambos entre 1918 y 1982 y que ofrecen muy variadas observaciones sobre la nueva poesía y sobre los autores preferidos –Charles Baudelaire, Arthut Rimbaud, Paul Valéry, Rubén Darío, Walt Whitman, etc.– así como sobre la obra propia en marcha. En su introducción, Jacinta Cremades analiza las etapas de esta íntima amistad y las opiniones sobre los textos y los libros que los dos se fueron enviando a lo largo de los años. Documenta también con detalle algunos de los principales episodios aludidos, como las crecientes discrepancias de Jean Cassou con el partido comunista francés o la indignación de Guillén por la tesis de Jean Louis Schonberg en su libro sobre García Lorca (1956), que atribuía sólo a razones sexuales, y no políticas, el asesinato del poeta granadino. García Lorca ocupa muchos momentos de este prolongado epistolario, donde vemos a Guillén tratando de publicar en Francia, íntegra, sin los cortes de la censura, su semblanza Federico en persona que prologaba la obra lorquiana en la edición de Aguilar, o lo vemos de nuevo indignado por algunas actitudes ante la figura del gran poeta: “Cosa increíble, los jóvenes españoles niegan a Lorca. No los franquistas. ¡Los otros! Es un caso de mezquindad intolerable. Alfonso Sastre ha dicho en una entrevista –yo la he leído– “sólo admiramos a Lorca como mártir de la libertad” (20-V-1968). Son muchas, claro está, las referencias a los amigos del 27, pero también encontramos abundantes menciones de muchos otros, como Unamuno, Machado, Gómez de la Serna, Corpus Barga o Juan Ramón Jiménez, a quien Guillén felicitó por el Nobel a pesar de su ácida e interminable controversia: “¡Juan Ramón, premio Nobel! Con absoluta sinceridad, con gran alegría, he enviado a Puerto Rico un telegrama. Enhorabuena de todo corazón (29-X-1956)”.

Amistad y poesía unidas, estas cartas expresan, a pesar de las diferencias ideológicas, una comunidad de visión de la realidad española –“Lo de España es como si no tuviese remedio. Tú crees en el hombre español, yo también, a pesar de todo. Pero qué lenta es a veces la historia” (Guillén, 4-VI-1970)–, pero también un mismo modo de entender la vida como un deber de dicha, como una apertura a la compañía esencial que se va formulando cada vez más rotundamente con el paso de los años: “Ese deseo de superar el yo individual es un santo deseo. Y nunca nos cansaremos de condenar le moi haïssable, tan opuesto al moi adorable del adorable Valéry” (Guillén, 20-IV-1974). El intenso afecto que mantuvieron ambos amigos se hace explícito en muchos momentos –“Le dije a Pedro [Salinas] en la dedicatoria de Cántico: Amigo perfecto. Te lo digo también a ti. Amistad tan continua, adhesión tan fiel me conmueven” (26-V-1957)– y lo testimonian también las numerosas confidencias sentimentales y familiares, como el enamoramiento de Guillén por Irene Mochi Sismondi, o como la larga y emocionante carta final de Cassou, ya en abril de 1982, en la que reflexiona sobre la muerte de su esposa Ida.
Cartas apasionantes éstas, de espléndida prosa, nutridas de datos y de calor humano, Jacinta Cremades nos ha permitido con ellas, por añadidura, conocer mejor a un Jean Cassou que fue, además de un activo escritor y dinamizador de la renovación literaria francesa, uno de los mejores y más tempranos exégetas guillenianos.
 

Índice

Sección 1
7
Sección 2
51
Sección 3
105
Sección 4
114
Sección 5
189
Página de créditos

Términos y frases comunes

Información bibliográfica