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La ciencia acababa de dar un gran paso en bien de la humanidad. El pensamiento de Colon quedaba enaltecido. Inmortalizado su nombre. Satisfechas sus aspiraciones. La familia humana unida para siempre.

Los marineros, arrepentidos de sus pasadas murmuraciones, se arrojaban unos á sus piés, pidiéndole perdon, y otros le besaban las manos, mientras Pinzon y los pilotos le daban el parabien y los mas sinceros plácemes por el buen resultado de la empresa.

Un viernes, el 3 de Agosto, dejó las playas del Mundo Antiguo en busca de ignoradas regiones; y un viernes tambien, el 12 de Octubre, contemplaba por la primera vez las ignoradas regiones del Nuevo-Mundo.

Acababa de realizarse la sublime profecía presentada muchos siglos antes por el sabio español Séneca, en el coro con que termina el segundo acto de su inmortal tragedia Medea. Como lo habia predicho en esa bella produccion literaria, llegó el momento en que el Océano, barrera que impedia el conocimiento de algunas verdades físicas ocultas en su tiempo, sintiese la quilla de las veleras naves en que el hombre marchase al descubrimiento de un continente ignorado, y en que la diosa de los mares diese á conocer un nuevo mundo.

Las palabras del célebre trágico español no son en mi concepto una simple y bella figura poética de las muchas que inmortalizan su obra, sino que es la espresion de una creencia firme y segura de que existian, allende el Océano, ocultas y pobladas regiones cuyo descubrimiento presentia. El pensamiento presentado en su excelente tragedia, no es un anuncio aislado de la fantasía creadora, sino una

idea nacida de la conviccion y del estudio; idea que se encuentra repetida con seguridad no menos persuasiva, en las apreciables cuestiones naturales del mismo autor, y que arguyen, que habia alcanzado la seguridad de la existencia de otro continente al través del Océano, fundando su opinion en el conocimiento físico del globo que tenia el ilustre filósofo. Séneca predecia lo que la razon, iluminada por el estudio, le presentaba como inconcuso; y si en su época se hubiese conocido el uso de la brújula, acaso hubiera propuesto lo que siglos despues tuvo la gloria de concebir y realizar el ilustre navegante genovés.

Cuando la luz de la aurora empezó á disipar las sombras que envolvian los objetos, se presentó á los ojos asombrados de los navegantes, una risueña Ꭹ encantadora isla, bastante grande, cubierta de lozanos árboles, completamente llana y feraz, cuya vigorosa vegetacion se revelaba en la crecida y jugosa yerba de sus incultos campos y en los espesos bosques, cuyo tupido ramaje impedia la entrada á los rayos abrasadores del sol.

Aunque el estado de incultura en que allí se hallaba la naturaleza hacia esperar que la isla estuviese casi desierta, no sucedió así. De cada árbol, de cada arbusto, de cada matorral, se veian salir innumerables indios que tenian sus chozas semi-ocultas entre la enramada, que se dirigian á la orilla de la playa, atraidos por la novedad de los bajeles.

Los españoles miraban desde sus barcos, con no menos curiosidad y asombro, á los séres de la nueva region, dudando todavía si era un sueño ó una realidad lo que ante sus ojos veian.

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Hombres y mujeres iban completamente desnudos: su cabello negro y grueso, lo llevaban unos cortado sobre las orejas, y otros sumamente largo, atado al rededor de la cabeza: carecian de barba, y no tenian un solo bello en todo su cuerpo: en sus facciones se descubria la sencillez y la bondad. Unos llevaban el cuerpo pintado de colorado, de blanco ó de negro; otros únicamente la cara, y algunos los ojos y la nariz: de esta llevaban colgando un tejuelito de oro ó de alguna piedrecita vistosa de insignificante valor. Eran de estaturà regular, pero bien formados y de facciones agradables; su color era cobrizo; grandes y negros los ojos, y la frente despejada y agradable.

Cuando vieron acercarse á sus costas los bajeles, tendidas las velas unas veces, recogiéndolas otras, virando ya hácia un lado ya hácia el otro, marchando con admirable rapidez sobre las ondas, creyeron fuesen algunos mónstruos marinos. La curiosidad les hizo acudir á la playa para observar mejor, permaneciendo en ella cada vez mas maravillados de lo que veian.

Colon salta á tierra y

toma posesion

Escogido el sitio mas conveniente para las carabelas, Colon mandó echar anclas y que de ella en dispusiesen los botes para saltar á tierra. Innombre de los mediatamente se ejecutó la órden. Colon en

reyes

católicos. tró en el suyo vestido con un rico traje escarlata, llevando en la mano el estandarte real, y acompañado de algunos caballeros armados. Igual cosa hicieron los capitanes Martin Alonso Pinzon y su hermano Vicente Yañez, entrando cada uno en su respectivo bote, empuñando la bandera de la empresa, que era una cruz verde con una F por un lado, y por el otro las iniciales de los

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