Imágenes de página
PDF
ePub

go

ba si era vencida. Los tributos impuestos á las naciones sojuzgadas, excedian á la posibilidad de los pueblos; pero la inexorable dureza de los encargados de su cobro los hacian realizables. Esta opresion constante producia algunas resistencias, pero eran sofocadas en el mismo instante, descargando la pena de muerte sobre los que las promovian. El temor al castigo; la vigilancia desplegada por los bernadores mejicanos puestos en cada provincia con tropas aguerridas; el hábito de obedecer; el respeto y veneracion que infundia en todos el solo nombre de Moctezuma; el renombre adquirido por sus aguerridas tropas, acostumbradas á vencer donde quiera que se presentaban, y la conviccion de que sobre la tribu que se rebelase caerian como un alud las otras, obedeciendo la voz del poderoso monarca, hacian fuerte y grande su imperio. Sin embargo, aquel poderío podia desaparecer el dia que se levantasen varias provincias simultáneamente para recobrar su autonomía. La nacion mejicana tenia por enemiga implacable á la república de Tlaxcala, á la cual cerraba las puertas de su comercio: contaba con el odio de los michoacanos, cuyo rey Tangaxoan ó Caltzontzi, como despues le llamaron los españoles, habia combatido contra el poder de Moctezuma en defensa de su territorio; y veia dividido el reino de Acolhuacan, su constante aliado, entre el monarca Cacamatzin y su hermano Ixtlilxochitl, que se habia declarado enemigo de los mejicanos.

Esta, como dejo referido extensamente en el primer tomo, era la situacion en que se hallaba el interior del país de Anáhuac á la llegada de Hernan Cortés. Las armas de los ejércitos de Moctezuma habian extendido el poder de su

imperio hasta el Golfo de Méjico, por el Oriente; hasta el mar Pacífico, por el Mediodía; casi hasta Guatemala, por el Sur, y colindaba con las bárbaras tribus chichimecas, por el Noroeste. El nombre de Moctezuma era pronunciado, por lo mismo, con respeto y veneracion por todas las naciones de aquella hermosa parte de la América. La fama de sus riquezas no era una fama usurpada, sino real у роsitiva. Los tributos en oro, impuestos á las provincias conquistadas donde abundaba aquel codiciado metal, eran considerables, y por eso, en donde quiera que los españoles preguntaban en dónde se hallaban las tierras que lo producian, les contestaban «Acolhuacan, Méjico;» nombres de que entonces Hernan Cortés no tenia noticia ninguna.

La flota ancló, como se ha dicho, á sotavento de San Juan de Ulua.

Los barcos se colocaron á conveniente distancia unos de otros, poniéndose á cubierto de los nortes.

Sobre el castillo de popa del buque en que se hallaba Hernan Cortés, se izó la bandera de Castilla, que flotaba majestuosa, acariciada por la blanda y tibia brisa que rizaba suavemente las azules aguas de la bahía.

Los ojos de los expedicionarios estaban fijos en el punto de la costa frontero á la isla. Era una playa árida y arenosa que reverberaba con los abrasadores rayos del sol, Ni una sola persona se veia en la orilla.

De repente se vieron llegar apresuradamente hácia la playa, dos grupos numerosos de indios, que iban de algun pueblo próximo á la ribera. Cada uno de ellos desató una gran canoa que se hallaba en la orilla, entraron en

sus respectivas embarcaciones, y se dirigieron remando á toda fuerza, hácia donde estaba anclada la flota.

La franqueza y confianza con que se iban acercando, llamó la atencion de Hernan Cortés y de sus capitanes.

Las dos canoas marchaban con direccion al buque del general español, pues los indios comprendieron por la bandera que en él flameaba, que allí debia estar el jefe de la expedicion.

Nacia la confianza de los indios, de las consideraciones con que fueron tratados por Grijalva cuando, un año antes, habia anclado en aquellos mismos sitios.

Al llegar al costado de la capitana alzaron los remos, y mientras unos se quedaban en las canoas cuidándolas, otros penetraron á bordo, preguntando por el genéral. Hernan Cortés esperó que Gerónimo de Aguilar le dijese lo que decian; pero la lengua mejicana era muy diferente de la maya que se hablaba en Yucatan, y el intérprete se quedó en la misma duđa.

La perplejidad del general y de Aguilar fué observada por una de las indias esclavas que los caciques de Tabasco habian regalado á Hernan Cortés para hacer el pan de maíz. Aquella india, conocida con el nombre de Marina, y por los indios despues con el de Malitzin, sabia el idioma mejicano, y adivinando con su viva penetracion, que ignoraban la pregunta hecha, dijo en lengua maya, dirigiendo la palabra al intérprete: «Estos individuos son mejicanos y manifiestan deseos de hablar con el jefe español.»>

Aguilar quedó gratamente sorprendido al ver que existia á bordo una persona que podia comunicarle por medio

[graphic][subsumed][merged small][subsumed][merged small][merged small]
« AnteriorContinuar »