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examinaron detenidamente el plan de Colon, consultó la opinion de Martin Alonso Pinzon, uno de los marinos españoles mas experimentados de Palos, y convencido de que el proyecto tenia todas las probabilidades de buen éxito, suplicó á Colon que se detuviese por algunos dias en el convento, ínterin recibia la contestacion á una carta que iba á escribir á la reina, avisándole de todo lo que pasaba. Fray Juan Perez de Marchena habia sido anteriormente confesor de Isabel y conocia perfectamente los generosos sentimientos de su alma. Colon consintió en detenerse, pues unas relaciones amorosas que tenia en Córdoba, le hacian dejar con sentimiento España, y se envió con la carta á un inteligente marino llamado Sebastian Rodriguez, piloto de Lepe, que se habia declarado entusiasta adicto del proyecto de Colon.

El activo comisionado consiguió ser admitido á la presencia de la reina, y le entregó la carta del guardian de la Rábida. Isabel se hallaba favorablemente dispuesta á patrocinar el admirable proyecto; habia oido hablar ventajosamente de él al gran cardenal D. Pedro Gonzalez de Mendoza, lo mismo que á otros religiosos respetables por su ciencia y sus virtudes; habia recibido además una carta del duque de Medinaceli, recomendándole el pensamiento del sabio genovés, y dejándose conducir de los impulsos generosos de su corazon, contestó á Fray Juan Perez de Marchena en términos favorables, diciéndole que se presentase inmediatamente en la corte, y que hiciese saber á Colon, que pronto se resolveria lo que fuese conveniente.

El excelente religioso mandó ensillar sin pérdida de momento su mula, leyó á Colon y á sus amigos la carta de

TOMO II.

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la reina, y lleno de alegría y de esperanza, se puso en camino, á media noche, con direccion á la corte. Isabel recibió á su antiguo confesor con singular aprecio; escuchó de sus labios la sincera verdad, expuesta con leal franqueza; y movida de un sentimiento desinteresado y puramente religioso, ordenó que se presentase de nuevo Colon en la corte, que se le facilitase dinero para comprar un traje, y que se le atendiese en todo lo que necesario fuese. Las almas generosas y buenas gozan en proporcionar momentos de satisfaccion á los que padecen, y Fray Juan Perez de Marchena que poseia un corazon inmaculado, nutrido en los dulces sentimientos de la caridad y ejercitado en la práctica de la virtud, comunicó, sin pérdida de momento á su afligido amigo, la buena nueva que debia inundarle de dicha. Colon sintió latir su corazon de consoladora esperanza, y tuvo un recibimiento lisonjero y favorable que le hizo presentir un feliz éxito. Las circunstancias parecian haberse dado cita para favorecerle. Su excelente amigo D. Alonso de Quintanilla que era, como queda dicho, contador general, se hizo cargo de su persona, y llegaba en los satisfactorios momentos de presenciar la rendicion de Granada á las armas españolas.

Vencido el poder de la media luna y libre España, despues de setecientos años de una guerra heróica y sin ejemplo, de las huestes mahometanas invasoras, volvieron los reyes católicos la vista á empresas de engrandecimiento nacional, y el proyecto de Colon fué aceptado. Todas las objeciones fueron destruidas; todos los tropiezos vencidos. El saber y la constancia habian triunfado de la preocupacion, patrocinados por la virtud y la magnanimidad de

una gran reina. El pensamiento de Colon fué aceptado el año de 1492, seis despues de su llegada á España. Un sublime rasgo de la magnánima Isabel fué el que decidió en pro del pensamiento del cosmógrafo genovés. El tesoro se hallaba casi exhausto, con motivo de la prolongada guerra contra los moros; y viendo que el rey se manifestaba poco inclinado á emprender gastos en una empresa dudosa, exclamó la reina: «Yo tomo bajo mi proteccion el plan presentado, y empeñaré, para llevarlo á cabo, las alhajas que poseo.» ¡Noble y grandiosa resolucion que forma la mas elocuente apología de las brillantes dotes de aquella magnánima soberana! Desde ese momento fué aceptado el proyecto.

Allanados con la resolucion de Isabel los obstáculos y las dificultades, se firmó el convenio en la Villa de Santa Fé de la Vega de Granada, cuyos artículos, en sustancia, eran los siguientes:

1.° Que quedaba desde aquel instante nombrado almirante y virey perpétuo de todos los mares y tierras que se descubriesen, cuyas prerogativas pasarian á sus herederos despues de su muerte.

2. Que para el gobierno particular de cada territorio, eligiese tres individuos que propondria á los reyes católicos, á fin de que éstos prefiriesen al que juzgasen conveniente.

3.° Que se le concedia la décima parte de las mercancías que se cogieran ó adquiriesen en los límites del almirantazgo.

4. Que los jueces que pusiese en cualquier punto de España que se hallase en relaciones comerciales con las

Indias, serian los que resolviesen los pleitos que se suscitasen sobre aquella materia.

5.° Que en todos los barcos que se armasen para hacer el comercio con los puntos descubiertos, tendria la octava parte de sus utilidades, siempre que contribuyese con la octava parte de los gastos para armarios.

1492.

Firmados los anteriores artículos en la villa 17 de Abril. de Santa Fé, el 17 de Abril de 1492, los reyes católicos entregaron á Colon cartas para todos los soberanos, á fin de que le considerasen como general y ministro de la nacion española, y el ilustre marino se dirigió á la villa de Palos para disponer en aquel puerto, de los debian marchar á la expedicion.

buques que

La heróica constancia de Colon debe servir de ejemplo y norma á los hombres que han concebido algun útil pensamiento en pró de la humanidad, para que con él se alienten y no desmayen por los contratiempos que se les presenten. Diez y ocho años largos de burlas, de desaires.

de miserias, sufrió el descubridor del Nuevo-Mundo, para hacer aceptable su proyecto; pero al fin tuvo el placer de ver realizada su idea, y de haber conquistado para su nombre una gloria que durará cuanto durasen los siglos.

Colon se presentó de nuevo en el convento de la Rábida, no triste y pensativo como la vez primera que llegó á él en demanda de un pedazo de pan y un poco de agua, sino irradiando en sus ojos la alegría, y henchido de gozo el corazon. Fray Juan Perez de Marchena, que era verdaderamente el héroe que habia trabajado con mas decision y celo por el triunfo de la idea del sabio genovés, le estrechó en sus brazos con efusion profunda de

gozo.

La expedicion debia salir del puerto de Palos.

Colon se presentó en la poblacion el 23 de Mayo, acompañado del virtuoso sacerdote, á quien los vecinos todos miraban con singular cariño y respeto.

Convocados los habitantes de la villa para asistir á la iglesia de San Jorje, concurrieron á la hora señalada. Colon se dejó ver al lado del venerable guardian de la Rábida, y el escribano público leyó, en presencia de los alcaldes, de los regidores y de la numerosa concurrencia, la órden expedida por los reyes católicos, en la cual se mandaba poner á disposicion del cosmógrafo genovés dos carabelas.

Las autoridades prometieron acatar lo dispuesto por los soberanos, y desde aquel momento solo se pensó en disponer la pronta salida de la expedicion.

La real disposicion llenó de terror á los marineros que temian ir al descubrimiento, y sobresaltó á los dueños de carabelas que juzgaron perdidos sus barcos. Si la expedicion al través del Océano era considerada por la mayor parte de los que gozaban reputacion de sabios, como un sueño de una imaginacion delirante, para los rudos marineros á quienes se obligaba á emprenderla y seguir al que todas las naciones juzgaban un soñador de quiméricas concepciones, debia aparecer como el viaje que emprendian á la eternidad, siendo su tumba las ondas de un mar sin término, que Dios habia puesto á los hombres como el hasta aquí de sus empresas. El puerto de Palos era el señalado para dar la gente que emprendiese la navegacion, bajo las órdenes de Colon, en busca de un mundo desconocido, y las familias de los individuos destinados á lanzarse en frá

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