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en el medio por ciento sobre el valor de los géneros, frutos y efectos importados y esportados, y las cantidades que ha percido desde entónces hasta ahora de 1828, ascienden á 2.277,611 ps. 6 rs. Establecióse tambien á su favor en 1818 otro derecho con el nombre de caminos, y su importe hasta el último de Diciembre de 1828 llega á 160.822 ps. 3 rs.; de suerte que estas dos sumas forman el total de 2.438,344 ps. 14 rs. Si esta cantidad hubiese entrado de un golpe en las arcas del Consulado, y sus atenciones todas hubiesen estado circunscritas á la construccion de caminos, con razon podriamos culparle de abandono; pero habiéndolas percibido en el largo período de 34 años, y teniendo que atender á otros ramos que tambien gravitan sobre él, injusticia seria de nuestra parte suponerle negligente en el desempeño de sus deberes. Resulta, pues, que ni el Gobierno ni el Consulado tienen fondos disponibles para acometer y concluir la grande empresa que nos ocupa.

Pero el Gobierno, se dirá, puede inventar arbitrios, y he aquí vencido ya este grande obstáculo. Puede inventarlos, es verdad, puede imponer contribuciones, y de este modo conseguir los fondos, que necesite. Pero no se trata aquí de las facultades que tiene el Gobierno, sino de la conveniente aplicacion de ellas, y de la mayor utilidad que debe resultar al público; y yo creo que nada presenta tantas dificultades como la adopcion de esa medida.

No es tan nuevo entre nosotros como algunos pudieran pensar, el proyecto de construir caminos. Apénas abriera la Sociedad Patriótica de la Habana sus primeras sesiones, cuando ya un miembro ilustre de su seno, el Sr. D. Nicolas Calvo, le presentó un plan acerca de su construccion; y avanzando un poco hasta el año de 1797 nos encontramos con el proyecto del Sr. Salazar, citado ya en las primeras páginas de la Memoria. Pero si desde entónces, y aun mucho ántes axistían entre nosotros deseos de mejorar las comunicaciones internas, forzoso es convenir en que todos han echado esta obligacion sobre los hombros del Gobierno, y sin ocuparse (á lo menos que yo sepa) en los métodos prácticos de construirlos, tan solo han tratado de inventar arbitrios para ponerlos á disposicion de aquel.

Entre estos arbitrios, unos pertenecen á las contribuciones directas y otros á las indirectas. De los de esta especie no haré particular mencion, porque á todos los abrazaré en las observaciones que tengo que hacer; pero sí, de los de aquella, porque siendo de una naturaleza particular, dan márgen á nuevas reflexiones.

Que los hacendados paguen anualmente, y mientras se concluyen todos los caminos, dos reales por legua de cada negro de ambos sexos destinado á la agricultura, conforme á la distancia á que sus haciendas se hallen de la ciuded, villa ó lugar á donde

lleve los frutos para su venta, esto es, de aquellas leguas nuevas que tuviere que transitar para espender dichos frutos. He aquí el primero de los arbitrios propuestos; y si un justo temor no me hiciese recelar que quizá se podrá proponer por segunda vez, yo me contentaria con solo mencionarlo; pero fuerza será manifestar todos los inconvenientes á que se haya espuesto, para alejar de este modo aun la posibilidad de que se reproduzca.

Consiste el primer inconveniente, en que como todos saben, la produccion de las fincas no tanto depende del número de negros empleados en ellas, cuanto de la calidad y uso de las tierras, y de la vigilancia de sus dueños ú administradores. Atender solo á uno de los elementos de la produccion, olvidándose enteramente del influjo que tienen los otros, es cosa por cierto que jamas podrá conducir á resultados justos ni que merezcan la aprobacion pública. ¿Y cuáles serian las consecuencias de una contribucion que lleva impreso en sí el sello de la desigualdad y la injusticia? El Cuerpo respetable á quien me dirijo, las percibe y conoce, y pues que las toca tan á las claras, mejor será no cansarle con su triste enumeracion.

Mas aun suponiendo que el producto de las fincas fuese esclusivamente proporcional al número de negros, todavía esta contribucion seria muy injusta, porque ¿cómo puede ser que la finca donde casi todos sean varones produzca tan solamente lo que otra donde abunden mas las hembras? ¿Cómo puede ser que donde los negros son jóvenes, la produccion no sea mayor que la de otros ya viejo y cansados del trabajo? Pero concédase enhorabuena, en teoría, lo que jamas puede suceder en la práctica, esto es, que un número igual de negros produzcan siempre en cualquiera hacienda la misma cantidad de frutos. ¿Cómo podrán evitarse las desgracias que muchas veces ni dependen, ni pueden alejar todo el cuidado y prevision humana? Un año lluvioso, ó un año muy seco que ya por esceso, ya por defecto destruya las cosechas: un trastorno en las estaciones, ya anticipándose, ya retirándose las lluvias; un incendio que arrase los campos del labrador, son acaecimientos que ojalá no presenciásemos con tanta frecuencia en el suelo de nuestra patria. ¿Y será justo que los hacendados que hayan perdido el todo ó parte de sus cosechas, durante uno, dos ó mas años, paguen en ellos la misma contribucion que en otros prósperos y abundantes, tan solo porque conservarán todavía el mismo número de esclavos?

Defectuosa es tambien, porque participando directamente del beneficio comun de los caminos, los hacendados, los labradores y aun otras muchas personas, la contribucion solamente se impone á cierto número de ellos. ¿Quién ignora que en todo el interior de la Isla, y aun en la misma jurisdiccion de la Habana, hay muchas haciendas de ganado y estancias de la

bor que están á cargo de hombres blancos, negros y mulatos libres? Pues segun los términos en que se propone esta contribucion, claro es que no los comprende, porque solamente se estiende á los esclavos empleados en la agricultura.

A los inconvenientes hasta aquí espuestos debe añadirse otro que no es de menor importancia. Uno de los puntos esenciales de toda contribucion debe ser la facilidad de colectarla. siendo necesario para esto alejar en cuanto sea posible, todo género de fraude, así de parte de los recaudadores, como de los contribuidores. ¿Y cómo se sabria el número de negros que tiene cada propietario? Se responderá que ocurriendo á cada uno de ellos; pero esto es una operacion que si la hace el Gobierno, tiene que valerse de sus agentes, y estos deseando ahorrar trabajo, como es natural, formarán los padrones desde sus casas, segun lo han hecho otras veces, ó descansarán en algunos informes del todo inexactos. Pero supóngase en estos empleados todo el celo y actividad que se quiere; todavía tienen que luchar con un obstáculo el mas insuperable de todos: este es, el interes individual. ¿Cuántos serán los hacendados que confesarán el verdadero número de negros que poseen? Sé muy bien, que hay algunos, cuya suma honradez les hará decir la verdad; pero tambien sé que la mayor parte la ocultarán, porque tratándose de contribuciones, seria un delirio pensar de otra manera. Ni se diga que la utilidad del objeto desvaneceria los temores que continuamente asaltan al propietario en punto' á contribuciones. Formada entre nosotras la opinion de que son siempre gravosas, de que casi nunca bastan para lograr los fines con que se imponen, de que muchas veces, administradores infames las han convertido en beneficio personal ¿qué confianza ni qué garantía se puede dar á los contribuyentes para que empiecen haciendo un sacrificio generoso, tan solo porque se les dice que es útil y laudable el objeto á que se consagra? Las tristes y lamentables lecciones de lo pasado inspirarian en el ánimo de todos el recelo y la desconfianza, y tratando solo de minorar la contribucion, negarán el número de sus esclavos, y de este modo frustrarán las buenas intenciones del Gobierno. ¿Se apelará á la fuerza para descubrir los que posee cada propietario? Esto es impracticable, y aun cuando no lo fuese, el remedio causaria mayores males que la misma enfermedad.

Casos habrá en que la malicia de algunos hacendados y la integridad de otros vendrán á completar el catálogo de males causados por esta contribucion. El que pague conforme al número de esclavos que posea, no podrá ver con indiferencía que otro igual o mayor número pague ménos. De aquí nacerán quejas y reconvenciones; de aquí denuncias entre los vecinos; de aquí pleitos y aparatos judiciales; de aquí en fin, una multitud de tropelías y vejaciones que introduciendo el desórden y

confusion en los campos, ahuyentarian la paz de su mas sagrado asilo.

Que los hacen dados pagasen por tres cuatrienios un nuevo diezmo; tal fué el segundo arbitrio propuesto. Prescindiendo pues de lo que pudiera ser allá en 1695 que fué cuando se hizo esta indicacion, ya hoy va acompañada de dificultades que no existieron en aquel entónces: porque estando exentos de esta contribucion, desde principios de este siglo, todos los nuevos ingenios, cafetales y vegas de tabaco, el peso vendria á recaer sobre las fincas viejas; fincas, que así por haber estado sujetas al diezmo desde que se fundaron, como por tener ya sus tierras cansadas con el trabajo de tantos años, léjos de imponérseles nuevas cargas, son dignas de alivio y proteccion. Bien veo que ese tributo podria estenderse á toda especie de fincas rústicas; pero establecerlo y arreglarlo en unos términos que sean los ménos onerosos á los hacendados, es cosa que está enlazada con materias del todo agenas de esta Memoria, y que no podria ni aun ligeramente tocar, sin apartarme de mi objeto.

Pero sea enhorabuena que asi estas como las demas contribuciones de cualquiera especie se recauden con la mayor facilidad; sea que ya el Gobierno tenga en sus arcas todas las cantidades que necesite; todavía quedan obstáculos que, si no son absolutamente insuperables, son á lo ménos muy dificiles de vencer. No pudiendo el Gobierno intervenir por sí mismo en la construccion de caminos, es preciso que se entregue á manos de individuos, cuyos conocimientos y actividad, cuyo desinteres y patriotismo no pueden encontrarse en todos en aquel sublime grado, del que únicamente se puede esperar un éxito ventajoso. Nacen, pues, de aquí como consecuencias necesarias, el nombramiento de una multitud de empleados con crecidos sueldos; la lentitud y poca economía en todas las operaciones; el descuido é imperfeccion de los trabajos; la malversacion de los fondos públicos en algunos casos; y lo que es mas doloroso de todo, el descontento universal del pueblo, al ver que sus contribuciones, el fruto precioso de sus sudores, pasan á enriquecer á un puñado de individuos, dejando burladas las esperanzas y la confianza que el Gobierno depositó en ellos. Una integridad á toda prueba, un patriotismo acendrado son virtudes que pueden encontrarse en este ó aquel hombre; pero pensar que ellas son el distintivo de un conjunto de individuos nombrados por acaso ó por consideraciones de que no es muy fácil prescindir; de individuos que solo buscan una carrera y un sueldo con que mantenerse, sin acordarse jamas de que el bien público debe ser el principio y fin de sus operaciones; pensar, repito, que esas virtudes sean el distintivo de tales hombres, es desconocer los ` resortes que mueven el corazon humano.

No deben ser perdidas para nosotros las saludables leccio

nes de la esperiencia. La Gran-Bretaña con todas sus virtudes públicas, con la inflexibilidad de sus leyes, y con el enorme peso de la opinion, víctima ha sido de esos desórdenes; y entre nosotros por mas eficacia, por mas energía que desplegase el Gobierno, los males necesariamente se habrian de agravar, pues sin aprendizage anterior en la construccion de caminos, sin conocimiento exacto de los terrenos, ni de los materiales que se han de emplear, forzoso es pasar por varios ensayos, que cuando no sean inútiles, siempre serán muy costosos. No siendo probable que todos los caminos queden perfectos desde el principio, será preciso reparar las faltas cometidas, y hacer por consiguiente nuevos gastos. Y si esto ha de suceder, sea quien fuere el encargado de la empresa ¿qué no será, cuando su direccion se encomiende á personas que en vez de procurar disminuir estos males, ó se muestran descuidadas y apáticas, ó tienen interes en fomentarlos? ¿Qué ancha puerta no se abriría á las especulaciones de la mala fé? ¿Qué dificil, y tal vez imposible no seria averiguar los fraudes y exigir la responsabilidad

á los delincuentes?

Hay tambien otra desventaja, y es que la odiosidad que lleva consigo toda contribucion, en el presente caso se agravaría, porque siendo nueva, el pueblo no está acostumbrado á pagarla; y considerando este como un nuevo sacrificio, solamente puede tolerarlo ó por las utilidades inmediatas que le proporciona, ó por la esperanza de verlas pronto realizadas. Pero si él no columbra el dia que ha de empezar á recojer el fruto de su contribucion; luego luego la condena como injusta, y creyéndose autorizado para evadirla, pone en práctica cuantos medios y recursos le sugiere su interes.

Si, pues, he demostrado á mi entender, cuán dificil y espinoso es que el Gobierno sea quien construya los caminos de la isla de Cuba, já quién, es natural preguntar, á quién se confiará un objeto de tanta importancia? Confiarse debe al interes individual, permitiendo al hacendado, al comerciante y ȧ todo hombre industrioso que empleen sus capitales libre y seguramente en esta empresa. Libre y seguramente digo, porque si una mano estraña viene á dirigirlos en sus operaciones, señalandoles el modo de gastar sus fondos, y si no se les da la firme garantía de que las condiciones de sus compromisos serán cumplidas inviolablemente, nada tenemos que esperar; si se les llega á inspirar la íntima confianza de que estas dos grandes bases se respetarán á todo trance, desde ahora debemos empezar á darnos los mas gratos parabienes.

Los caminos por empresas están exentos de todos los obstáculos con que tiene que luchar el Gobierno cuando los hace por su cuenta. No pudiendo él dirigir personalmente los trabajos, así por su posicion como por estar recargado de atenciones,

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