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que no tiene preparacion en la materia, y como habla el que escribe, ménos la gesticulacion y el esfuerzo que da á la espresion la elocuencia del que diserta en público.

Quizas es mas dificil en la pedagogia el arte de conducir los discípulos y de comunicar la ciencia, que poseerla en sumo grado y trasmitirla por este ó el otro medio. Los elementos los comunica el que sepa algo mas que estos elementos; y sea el que quiera el camino que siga el preceptor en su enseñanza, lo que importa es el órden, la perseverancia y las relaciones amistosas y al mismo tiempo firmes con los alumnos. He aqui algunas reflexiones del prospecto de un colegio de esta capital del que he hecho estractos ántes y que me parecen aqui muy oportunas. „Tiene otra ventaja mas este método (el práctico) que escita mucho la atencion del discípulo, porque no se habla con uno solo en una clase asi mentada, sino que puede asegurarse que todos están respondiendo al mismo tiempo: el que habla con su boca, los demas con sus plumas ó pizarras y que se conserve mejor el órden, porque esta ocupacion continua no los deja entregarse á ninguna especie de distraccion, á fin de estar prontos á responder, y de no perder circunstancia alguna de la operacion en que están ocupados; siendo esto del órden en una clase una de las cosas que mas deban apetecerse; pues como sabe todo el que tiene alguna esperiencia en la enseñanza, se trabaja ménos, se adelanta mas, no hay contiendas con los dicípulos, de que resultan, mas ó ménos tarde disgustos que que retraen á estos de la aficion al estudio, ó los separan enteramente del colegio, porque en estos no pueda sufrírseles, ó porque los padres se cansen de gastar dinero en vano: puede casi asegurarse que toda clase en que no hay órden, no da resultados. Lo que esplica un fenómeno que los estraños no pueden alcanzar; que si profesores de muchas lúces jamas las comunican á los que instruyen, casi siempre puede afirmarse que no mantuvieron el órden entre sus discípulos.

,,No se diga por esto que es forzoso se revista el maestro de un ceño que aterra á los tímidos, irrita á los mas resueltos y se opone á esa amistad respetuosa que tenemos insinuado ser el mas activo resorte de nuestra enseñanza; ademas de que el terror no es bueno sino para el que se trata con injusticia y rigor. Nosotros permitimos cierta decente libertad y franqueza. en los modales de nuestros alumnos durante la clase, sin obligarlos á posturas incómodas que los atormente, sobre todo, en el tiempo caluroso los concedemos que se levanten y que respiren libremente; no nos enfadamos pedantescamente de alguna risa moderada, que el mismo asunto de que se trata promueva naturalmente; y no es muy raro dejar dormir sobre los mismos bancos algun chiquito en las horas abrasadoras del medio-dia, cuando el sudor y laxitud lo embargan enteramente,

y que en tal estado no podria aprender, y sin aquel reposo padeceria cruelmente.

,,El sistema esplicativo por otro lado reclama mas amplitud para estar en clase: que pregunten, que se muevan, como que piensan mas, ó por mejor decir, como que no aprenden sino pensando: no es necesario entónces mas que el ojo vigilante del profesor, sin abandonarlos en el mas indiferente de los movimientos, pues si los dicípulos están convencidos de que no pueden hacer nada sin que lo advierta este, es constante que se abstendrán de cuanto juzguen irregular; mas si se les abandona á si mismos, lo aperciben al punto, y como es natural, se entregan al juego ó á la distraccion con mas ó ménos imprudencia, segun el genio de cada uno; y cuando por las faltas que entonces cometan, se les reprende ó castiga, creemos que quien lo merece mas es el idolente maestro. „El éxito de los mejores modelos de enseñanza, nos afirma La Croix, tan esperimentado en estas materias, depende tambien mucho de la atencion que se puede obtener de los discípulos, durante las clases, y de su aplicacion en los intervalos. Con respecto á la primera, ya he dicho y la esperiencia me lo ha hecho ver, que es siguiendo con la vista los ojos de los alumnos como consigue el maestro fijarlos en lo que dice, y prevenir las distracciones tan naturales en los pocos años.'

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En estos tiempos de declamacion y de exageraciones en que no ha habido relacion alguna de nuestra vida en el órden social que no haya sido removida, y muchas veces dislocada, se ha clamado estraordinariamente contra el modo de conducir en lo antiguo à la juventud que se educa por los encargados de esta penosa é indispensable obligacion. Sin duda la ignorancia y la falta de principios de estos preceptores, y lo que quizás es mas todavía, las preocupaciones que reinaban entónces sobre la materia, preocupaciones que en lo general se fundaban en el atroz proverbio de la letra con sangre entra, habia introducido una dureza que degeneraba en crueldad, un rigor que malograba el escarmiento saludable que hubiera de producir, por la inconsideracion y la injusticia con que se aplicaba; y en fin, un sistema de contrariedad y de violencia que trasformaba los colegios y escuelas en verdaderas prisiones y aun en odiosas galeras: no hay mas que recordar la horrible y ominosa casa de los Toribios de Sevilla; con razon calificaba estos asilos de las ciencias y de las ártes el sincero y profundo Montaigne con el nombre de le géole du college. Estas reflexiones y cuanto he manifestado en el párrafo anterior convencerán al mas suspicaz de que en lo que voy á esponer mas adelante no me conduce ningun resto de aquellos antiguos resabios, ni de que por motivo alguno dudo un instante que los jóvenes deben mirar las aulas y casas de educacion

como parages en que van á recibir el mayor bien posible y en que nada tienen que temer ni que sufrir. Pero es desconocer la índole de esta juventud el lisonjearse de que puede conducírsela al grande objeto que nos proponemos por un mismo camino, que el desenvolvimiento de sus facultades haya de verificarse de una manera igual; para esto es forzoso cerrar los ojos á la evidencia: por otra parte es un principio de derecho natural, ó por mejor decir, constituye el mismo derecho la fuerza que tiene que emplearse para compelernos al cumplimiento de nuestros deberes en los actos esternos; y si bien no ha de emplearse esta fuerza sino cuando haya infraccion de tales deberes, que esta fuerza es inútil cuando nosotros nos prestamos voluntariamente á su cumplimiento, lo mismo ha de verificarse ecsactamente en la conducta que es de observarse con los alumnos: sujetos á deberes, preciso es que los cumplan; si se niegan á ello, no divaguemos, no perdamos el tiempo en inútiles declamaciones, necesario es emplear la fuerza ; desconocer esta verdad es prescindir de principios tan exactos, como acabo de establecer y frustrar el objeto de la educacion. ¿Pero hasta qué término debe estenderse esta fuerza? Esta es toda la dificultad. La diferencia de índoles que ya he insinuado, las edades, los temparamentos, la robustez de los individuos diversifica tanto su empleo que en vano se pretendería fijar una regla general: hay penitencia, por suave que se suponga, que seria muy cruel inflijirla á algun niño; hay otra que parece dura, que es muy saludable hacérsela tolerar á otros cuya torcida inclinacion urge mucho enderezar con violencia para que pueda crecer rectamente. Algun alumno no necesita mas que de una mirada para enrojecerse; pero otros tienen una frente de bronce, nada los altera, nada los sonroja. Escitar la aplicacion y la buena conducta por emulacicn ó por interes no deja de ser peligroso á la moral de los niños; y estimularlos á hacer el bien por el bien mismo lo comprenden las almas justas y moderadas; ; pero son justas y moderadas todas las almas? Lo que en general puede observarse sobre esta importante materia, es que el castigo sea proporcial á la pena y al culpable, que lo sea tambien á esta especie de faltas, que jamas sea corporal, y para evitar todo acto de violencia, forzoso es que el maestro tenga el discernimiento conveniente y no aplique á ciegas la misma pena, ó no observe la misma conducta con todos los alumnos. No es ménos importante que los padres no caigan en dos estremos que tienen las mismas consecuencias; á saber, que exijan una indulgencia para con sus hijos y no permitan que se les refrene en lo mas mínimo, sin comprender que asi los abandonan á sus malas propensiones y que pierden todos los sacrificios y los esfuerzos de la educacion y de la enseñanza ; ó bien que se trasformen en acu

sadores de sus mismos hijos y miren los colegios ó escuelas como casas de correccion, donde no solo hayan de castigarse las faltas cometidas allí, sino tambien aquellas en que hayan incurrido fuera de esta manera hacen odiosas y temibles estas casas, donde la penalidad del estudio, la sujecion al órden y la frugalidad de la vida, presentan ya tan pocos atractivos á la alegre juventud, que naturalmente apetece la holganza y la libertad. Los colegios que están sujetos á la disciplina militar tienen ya marcados los castigos, y la subordinacion y las infracciones contra ella determinan bien claramente contra ella el modo y la importancia de las penas. Las mortificaciones son casi el único recurso que queda para los demas establecimientos, y lo diré sin empacho, hay alumnos para quienes estas son enteramente infructuosas, los hay tambien por el contrario para quienes son perjudiciales; pues habituándolos á castigos que al fin no son muy molestos, y que se encuentran mil medios de eludir, ó al ménos de aligerar, los empeñan en sus des arreglos, al principio de poca importancia, pero al fin trastornos del órden establecido, y los endurece en este sistema de oposicion que va connaturalizándose con ellos y que los predispone para ser en lo sucesivo enemigos del órden de la so ciedad, ademas de que tambien se pierde asi todo el fruto que se proponen los padres, separando de su lado á sus hijos, y haciendo gastos no pocas veves en desproporcion de sus facultades. Seria acaso muy saludable establecer una disciplina militar en todas las casas de educacion: el único inconveniente que esto podria presentar es que haria demasiado obedientes á la ley á los alumnos, y estamos en tiempos en que semejante resultado seria un beneficio mas, y harto interesante que pro. duciría la educacion.

Quizás algunos hallarán que me he estendido demasiado en esta materia, y lo que es peor, que no he sido tan esplícito como acostumbro; pero hay mil dificultades, pues no quisiera que se interpretasen mis palabras y se armase la pedantería de una severidad ridícula, porque lo repito, todo maestro que corrige del mismo modo á sus discípulos comete una injusticia y una necedad; y tampoco apetecería que la impunidad hiciese malograr los beneficios de la educacion, y dificultase el órden en unos establecimientos, donde sin él nada puede aprovecharse, y cuya falta los muchachos mismos son los primeros que la critican, y que se avergüenzan interiormente de estar mal dirigidos, aunque por el momento gocen y se complazcan en el desórden.

¿Son convenientes los exámenes con que se comprueba el adelantamiento progresivo de los alumnos? Puesta la cuestion así, digo decididamente que no, porque no hay semejante comprobacion. Era necesario que los examinadores fuesen

competentes, y esta circunstancia no la limito solo á la suficiencia, sino á la imparcialidad; porque son los mismos maestros los que preguntan, ó son otros de diferentes establecimientos; los primeros es claro que ya saben cuales deben ser sus cuestiones y hasta donde deben estenderse; los segundos por espíritu de cuerpo, propondrán cuestiones frívolas, ó por emulacion otras fuera de los límites de unos meros elementos. Si pregunta un estraño, por lo regular está animado de una indulgencia que no lo aparta de las dificultades, ó bien carece de la esperiencia de la enseñanza, y saliéndose de la esfera de los mismos elementos, ataca á los examinados como si hubiesen concluido ya aquellas materias. Las papeletas para que estos saquen á la suerte el punto sobre que ha de cuestionarles, no es un medio ménos ilusorio; el maestro ha arreglado de antemano las preguntas escritas en ellas y le menor variacion ya les haria desconocer el asunto de que se tratase; ademas de otras supercherías que aunque no son tan frecuentes como pretende la natural suspicacia de las gentes, no es imposible en la charlatanería y el interes que son tan comunes en todas las profesiones. Luego hay que advertir que el carácter de los mismos niños presenta otro obstáculo insuperable para discernir el verdadero mérito. Los hay tímidos sin que su suficiencia los anime; los hay tambien audaces y que la ignorancia les da mayor arrojo. Ya he indicado ántes la imposibilidad que ademas ofrece la manera de adquirir y el fin de los estudios; y todo nos hace ver que semejantes pruebas no lo son de ningun modo del saber que se ha conseguido. Cuando el ramo de enseñanza se ha concluido es ya diferente, y aunque no ha de perderse de vista que estos estudios son puramente elementales, en los que se aprende poco mas que métodos y fórmulas, y de consiguiente que las cuestiones deben hacerse dentro de este círculo, sin embargo, ya debe haber un rigor y una exactitud que nos convenza de que á lo ménos el examinando está en aptitud de ampliarlos, y que ya tiene la base sólida sobre que ha de elevarse este edificio. Pero se me replicará que entonces los institutos de enseñanza quedarán abandonados de la saludable vigilancia de la autoridad y de la no ménos importante é interesada de los padres: tan lejos estoy de esto, que yo desearia que se creasen como en Francia Inspectores de Universidad, que recorriesen siempre impensadamente los colegios y escuelas, que examinasen á puerta cerrada el estado de las clases, el procedimiento de los estudios, el adelantamiento progresivo de los discípulos, y que informasen á la autoridad competente de los males que advirtiesen, propusiesen el remedio, justificasen los adelantos y sin armarse de una severidad inoportuna ó de un espíritu de justificacion apasio

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